Coplas de Mingo Revulgo

Gil Arrebato

¡Mingo Revulgo, Mingo,

ah, Mingo Revulgo, ahao!

¿Qué es de tu sayo de blao?

¿Non lo vistes en domingo?

¿Qué es de tu jubón bermejo?

¿Por qué traes tal sobrecejo?

Andas esta madrugada

la cabeza desgreñada;

¿No te llotras de buen rejo?

La color tienes marrida,

el cospanzon rechinado,

andas de valle en collado

como res que va perdida,

y no oteas si te vas

adelante o caratrás,

zanqueando con los pies,

dando trancos al través

que no sabes dó te estás.

 

Mingo Revulgo

¡Ala, eh, Gil Arribato!

Sé que en fuerte hora allá echamos

cuando a Candaulo cobramos

por pastor de nuestro hato:

ándase tras los zagales

por estos andurriales,

todo el día embebecido,

holgazando sin sentido,

que no mira nuestros males.

¡Oja, oja los ganados

y a la burra con los perros

cuáles andan por los cerros

perdidos, descarriados!

Por los santos te prometo

que este daño baltrueto,

que no le medre Dios las cejas,

ha dejado las ovejas

por holgar tras cada seto.

Allá por esas quebradas

verás balando corderos;

por acá muertos carneros,

ovejas abarrancadas,

los panes todos comidos,

y los vedados pacidos,

y aun las huertas de la villa:

tal estrago en Esperilla

nunca vieron los nacidos.

Oh, mate mala ponzoña

a pastor, de tal manera,

que tiene cuerno con miera

y no les unta la roña;

ve los lobos entrar

y los ganados balar;

él, risadas en oírlo;

ni por eso el camarillo

nunca deja de tocar.

¿Sabes, sabes? El modorro

allá donde se anda a grillos

burlan de él los mozalvillos

que andan con él en el corro:

ármanle mil guadramañas,

unol` saca las pestañas,

otrol` pela los cabellos,

así se pierde tras ellos

metido por las cabañas.

Uno le quiebra el cayado,

otro le toma el zurrón,

otrol` quita el zamarrón,

y él, tras ellos desbabado,

y aun el torpe majadero,

que se precia de certero,

fasta aquella zagaleja

la de Nava Lusiteja

lo ha traído al retortero.

La soldada que le damos

y aun el pan de los mastines

cómeselo con ruines.

¡Guay de nos que lo pagamos!

Y de cuanto ha llevado

yo no lo veo medrado

otros hatos ni jubones,

sino un cinto con tachones

de que anda rodeado.

Apacienta el holgazán

las ovejas por do quieren,

comen yerbas con que mueren,

mas cuidado no le dan;

no vi tal desque hombre só,

y aun más te digo yo:

aunque eres avisado,

que no atines del ganado

cúyo es ni cúyo no.

Modorrado con el sueño

no le cura de almagrar,

porque no entiende de dar

cuenta de ello a ningún dueño;

cuanto yo no amoldaría

lo de Cristóbal Mexia,

ni del otro tartamudo

ni del Meco moro agudo;

todo va por una vía.

¿No ves, necio, las cabañas

y los cerros y los valles,

los collados y las calles

arderse con las montañas?

¿No ves cuán desbaratado

está todo lo sembrado,

las ovejas esparcidas,

las mestas todas perdidas

que no saben dar recaudo?

Está la perra Justilla,

que viste tan denodada,

muerta, flaca, trasijada;

jura a diez, que habrás mancilla:

con su fuerza y corazón

cometíe al bravo león

y mataba el lobo viejo,

hora un triste de un conejo

te la mete en un rincon.

Otros buenos entremeses

face este rabadán:

non queriéndole dar pan,

ella se come las reses,

tal, que ha fecho en el rebaño

con su fambre mayor daño,

mas estrago, fuerza y robo

que no el más fambriento lobo

de cuantos has visto hogaño.

Azerilla que sufrió

siete lobos denodados

y ninguno la mordió,

todos fueron mordiscados;

¡rape el diablo el saber

que en ella se ha de defender!:

las rodillas tiene flojas,

contra las ovejas cojas

muestra todo su poder.

La otra perra ventora

que de lejos barruntaba

y por el rastro sacaba

cualquier bestia robadora,

y las veredas sabía

a donde el lobo acudía,

y aun las cuevas raposeras,

está echada allí en las eras

doliente de modorría.

Tempera quitapesares

que corrié muy concertado,

del comer desordenado

reventó por los ijares;

y no muerde ni escarmienta

a la gran loba hambrienta,

y aun los zorros y los osos

cerca de ella dan mil cosos,

pero no porque lo sienta.

Vienen los lobos hinchados

y las bocas relamiendo;

los lomos traen ardiendo,

los ojos encarnizados;

los pechos tienen sumidos,

los ijares regordidos,

que no se pueden mover,

mas cuando oyen los balidos

ligeros saben correr.

Abren las bocas rabiando

de la sangre que han bebido;

los colmillos regañando

parece que no han comido;

por lo que queda en el hato,

cada hora en gran rebato

nos pone con sus bramidos;

desde que hartos, más transidos

los veo cuando no cato.

 

Gil Arrebato

¡Ala, eh, Revulgo hermano,

por los tus pecados penas!

Si no haces obras buenas

otro mal tienes de mano,

que si tu enhuciado fueses

caliente tierra pacieses

y verdura todo el año;

no podrías haber daño

en el ganado ni en mieses.

Mas no eres envisado

en hacer de tus provechos;

échaste a dormir de pechos

siete horas amortiguado.

Torna, tórnate a buen hanzo

enhiéstate ese cospanzo

porque puedas revivir,

si no, temo que el morir

te verná de mal relanzo.

Los tus hatos a una mano

son de mucho mal chotuno,

lo merino y lo cabruno,

y peor lo castellano.

Muévese muy de ligero,

no guarda tino certero

do se suele apacentar;

rebellado al apriscar,

manso al tresquiladero.

Cata que se rompe el cielo,

dezorrúmase la tierra;

cata que el nublo se cierra;

rebellado, ¿no has recelo?

Cata que vendrá el pedrisco,

que lleva todo abarrisco,

cuanto miras de los ojos;

hinca, hinca los hinojos

cuanto yo todo me cisco.

De collado aquileño

viene mal zarzaganillo,

muerto, flaco, amarillo,

pára todo lo estremeño.

¡Mira agora qué fortuna

que ondea la laguna;

sin que corran ventisqueros;

rebosa por los oteros:

no va de buena chotuna!

Otras cosa más dañosa

veo yo que no has mirado:

nuestro carnero bezado,

va dar en la revoltosa;

y aún otra más negrilla:

que el de falsa rabadilla,

muy ligero corredor,

se mete en el sembrador;

¡ala, he, face ruin orilla!

Yo soñé esta trasnochada

de que estoy estremuloso,

que ni roso ni velloso

quedará de esta vegada.

Echa, échate a dormir,

que en lo que puedo sentir,

según andan estas cosas,

asmo que las tres rabiosas

lobas tienen de venir.

Tu conoces la amarilla

que siempre anda carleando,

muerta, flaca, suspirando,

que a todos pone mancilla,

y aunque traga no se harta,

ni los colmillos aparta

de morder y mordiscar;

no puede mucho tardar

que el ganado no desparta.

La otra, mala, traidora,

cruel y muy enemiga,

de todos males amiga,

de sí misma robadora,

que sabe bien los cortijos,

ni deja madres ni hijos

yacer en sus albergadas,

en los valles ni majadas

sabe los escondredijos.

Y aun también la tredentuda,

que come los recentales

y no deja los añales

cuando un poco está sañuda,

meto que no olvidará

de venir, y aun tragará

también su partecilla.

Dime, aquesta tal cuadrilla,

¿a quien no despantará?

Si no tomas mi consejo,

Mingo, de aquesta vegada

habrás tal pestorejada

que te escueza el pastorejo.

Vete, si quieres, hermano,

al pastor del cerro Fano,

dile toda tu conseja,

espulgarte ha la pelleja,

podrá ser que vuelvas sano.

Mas, Revulgo, para mientes

que no vayas por atajos:

harás una salsa de ajos

por miedo de las serpientes.

Sea morterada, cruda,

machacada, muy aguda

que te haga estorcijar,

que no puede peligrar

quien con esta salsa suda.

En el lugar de Pascual

harás tu pacentadero

porque en el sesteadero

pueden bien lamer la sal,

con la cual, si no han rendido

la grama y lo mal pacido,

luego lo querrán gormar

y podrán bien sosegar

del rebello que han tenido.

Si tu fueses sabidor,

entendieses la verdad,

verías que por tu ruindad

has habido mal pastor.

¡Saca, saca de tu seno

la ruindad de que estás lleno

y verás como será

que éste se castigará

o dará Dios otro bueno!

Cuido que es menos dañoso

pacentar por lo costero,

que lo alto y hondonero

juro a mí que es peligroso.

Pero mientes, que te cale

poner firme, no resbale

la pata donde pisares,

pues hay tantos de pesares

in hac lachrymarum valle.

 

IR AL ÍNDICE GENERAL