I
Aquí comíença la historia de Flores y Blancaflor, y de su
descendencia y de sus amores, de quánta lealtad ovo entre
ellos, y de quántos trabajos y peligros passaron en el tiempo de sus
amores, siendo Flores moro y Blancaflor christiana. Y de cómo, por
voluntad de Dios Nuestro Señor, se convertió Flores a los
mandamientos de Dios y de la santa madre Iglesia por intercessión de
Blancaflor. Y de cómo fueron marido y muger y sucedieron reyes en
España, e con vertieron toda la España a la fe de Nuestro Señor Jesu
Christo; y de cómo después fueron emperadores de Roma, según
adelante veréis
En la provincia o
imperio de Roma avía un noble hombre muy riquísimo y poderoso, señor
de muchos lugares y villas y castillos en el imperio de Roma, y
quasi mandava la mayor parte de Roma, el qual se dezía micer Persio.
Y hablávanle de muchas mugeres, entre las quales era una muy noble
donzella, la qual era muy rica y de gran linaje, fija del Marqués de
Ferrara, sobrina del Duque de Milán. Y por la muerte de su padre y
de su madre quedó curador della el Duque de Milán, que era su tío;
la qual se dezía Topacia.
Era tanta su belleza y su gentileza y gracia, que no se hallava en
todo el imperio otra tal. Y como el dicho micer Persio oyesse la
bondad y gentileza y virtud de aquesta donzella, él la amó tanto en
su coraçón Y en su voluntad, que deliberó de ir a la ciudad de Milán
por ver aquella de quien él era enamorado por oídas. Y por complir
su desseo púsolo por obra muy presto, y mandó armar dos gruessas
naos y mandó meter en ellas todas las vituallas necesarias para la
mar. E quando todo fue puesto a punto, buscó en sus tierras la más
gente de onor que en ellas avía y contóles su deliberación, de lo
qual todos fueron muy contentos de ir con él.
E assí entraron en las dichas naos y partiéronse
de Roma para ir en Milán, y plugo a Dios Nuestro Señor dalles tan
buen viento que en muy poco tiempo llegó con mucho plazer al muelle
de Génova, porque allí avía de desembarcar para ir a la ciudad de
Milán. Y como los ciudadanos y grandes señores de Génova vieron
llegar estas naos en el puerto, procuraron de saber de quién eran y
de dónde venían. E micer Persio embió al govemador de Génova que los
guiasse, haziéndole saber cómo él venía de Roma e iva a la ciudad de
Milán, y assí les fue dado viaje. E sabiendo el govemador cómo el
señor micer Persio era pariente del Emperador, hizo llamar los
nobles hombres de la ciudad y con ellos lo salió a rescebir con
mucha honra y aposentáronlo con mucha diligencia a él y a todos los
que con él venían. Y hiziéronle mucha honra y muy gran fiesta, assí
por los cavalleros y nobles hombres y ciudadanos de la ciudad de
Génova, como por las gentes comunes de la ciudad. Assí estuvo con
toda su compaña quinze días, porque venía muy fatigado del mar.
Y deliberando de partirse para Milán, embió sus
embaxadores al Duque diziéndole cómo micer Persio era llegado a la
ciudad de Génova y quería ir a la ciudad de Milán por hazerle
reverencia. E assí como el Duque supo que micer Persio era llegado
en sus tierras, con mucha alegría lo salió a rescebir con gran gente
una jornada de la ciudad porque era pariente muy cercano del
Emperador de Roma, e assí lo rescibieron con gran honor. Y como el
Duque y micer Persio se vieron, hiziéronse gran fiesta y cada uno
dellos quería descavalgar por hazerse complida cortesía, mas el uno
al otro no consintieron, sino a cavallo se abraçaron con mucho amor
y assí se fueron mano por mano hasta la ciudad de Milán. Y el Duque
no quiso que micer Persio
posasse en otra posada salvo en su palacio y a todos los suyos les
mandó dar muy buenas posadas. Y mandó pregonar el Duque por todo
Milán que ninguno fuese osado, so pena de la vida, fazerles pagar
cosa ninguna que micer Persio comprasse ni ninguno de los suyos,
assí vituallas como brocados, sedas, paños, qualquiera cosa les
fuese dada libremente, y que viniessen al thesoro del Duque y que el
thesoro llanamente les haría la paga. Assí que el Duque no consintió
que en sus tierras gastasse cosa ninguna en todo el tiempo que allí
estuviessen.
E como ovieron estado el Duque y micer Persio algunos días, ya avía
visto micer Persio a Topacia muchas vezes y le avía parecido muy
bien. Y yendo los dos un día a caça, dixo micer Persio al Duque
tales palabras:
_Illustríssimo
señor, por lo que yo soy venido a esta vuestra ciudad es por la fama
de las noblezas y virtudes de Topacia, vuestra sobrina. Y como yo
aya visto y conocido ser más sus virtudes y nobleza de lo que me han
recitado, de lo qual vuestra illustríssima señoría me ha hecho habla
que la tomasse por muger y por señora mía, yo soy contento si
vuestra señoría es contento. Y esto, señor, fago por muchas razones:
la primera es por ligar de parentesco con su illustríssima señoría;
la otra, por las virtudes y noblezas de Topacia só contento de mí y
de mis bienes que ella sea señora con consentimiento de vuestra
señoría.
Viendo el Duque las justas razones de micer
Persio, no tardó mucho en hazelle la respuesta siguiente:
_Muy noble y muy virtuoso señor, a mucha gracia
tengo oír las tales razones de vuestra señoría, a mí muy agradables,
comoquiera que no fuesse otro mi desseo sino ver a Topacia, mi
sobrina en lugar de hija, colocada por vía de casamiento con vuestra
señoría y tener a vuestra señoría en lugar de proprio hijo, yo soy
contento que Topacia, sobrina mía, hija del Marqués de Ferrara, mi
hermano, sea vuestra muger.
Y dichas estas palabras, se dieron las manos y
firmaron el casamiento el Duque de Milán y micer Persio, Y dieron y
asseguraron jornada para el otro día para hazer los desposorios, y
la missa fuesse dexada para en Roma.
Y como todo esto fue concordado, el Duque se fue
para Topacia a hazelle saber cómo la avía casado con micer Persio. Y
díxole desta manera:
_Caríssima hija, yo os traigo nueva que a vos
será mucho agradable y es que he firmado matrimonio de vos con micer
Persio, sobrino del Emperador de Roma. Y podéis ser cierta, hija
mía, que aqueste señorea la mayor parte del imperio romano, assí que
vos os podéis tener por la más bienaventurada de todo vuestro
linaje.
Oídas las razones, Topacia respondió al Duque su
tío con mucha humildad:
_Yo, señor tío, tengo por bien hecho todo lo que
vuestra señoría aya hecho y de mí aya ordenado, como no tenga otro
padre ni aya tenido sino a vuestra señoría, lo qual tengo por bien
todo lo que vuestra señoría por mí ha firmado.
Y besóle las manos al Duque teniéndoselo en
merced .
Y assí el Duque la mandó ataviar muy ricamente
para los desposorios. E quando fue ataviada, mandó el Duque que
viniessen todos los varones y nobles hombres del ducado de Ferrara
por darles parte de quién les avía dado por señor, y quando los tuvo
juntos, hízoles este razonamiento:
_Cavalleros y nobles hombres, a lo que yo os he hecho venir es que
sepáis cómo con ayuda de Dios yo he firmado matrimonio de vuestra
señora Topacia, mi sobrina, con el señor micer Persio, sobrino del
Emperador, y porque cada uno diga su parescer vos he fecho venir
aquí.
Allí respondieron los cavalteros que ellos se
tenían por bienaventurados por tener tan poderoso señor. E assí se
levantaron para él y fueron a obedecerle por su señor. |
II
De cómo desposaron a micer Persio con Topacia, hija del Duque de
Ferrara, y de las grandes fiestas que hizieron
Quando el Duque vido la
buena respuesta de los cavalleros, mandó venir un notario que
fiziesse las cartas según que se acostumbrava. Y por quanto no tenía
padre, quiso el Duque que ella misma se dotasse con su licencia, e
desta manera se dotó
ella
de cien mili ducados en oro, sin las ciudades y villas que su padre
le avía dexado, y muchas otras joyas de oro, y plata, y perlas y
piedras que valían otro tanto o más.
Assí rescebidas las cartas del matrimonio, el Obispo
los desposó en presencia de todos los cavalleros y nobles hombres
que allí eran, y el Duque le hizo muchos y grandes donativos y
mercedes. Y micer Persio dio a Topacia una muy rica cadena toda
guarnida de piedras preciosas y perlas, que no se podría numerar su
valor, y con ella un anillo con que los desposaron, con una piedra
de valor muy rica, que era estimado passados dos mil ducados. YeI
Duque mandó venir instrumentos de diversas maneras y las fiestas que
se hizieron fueron tan ricas que no pudieron ser más en el mundo de
justas y torneos, sedas, brocados, paramentos y cimeras, que esto
era maravilla ver. Que el Duque amava tanto a Topacia que no sabía
en qué cosa le complaziesse, porque en lugar de hija la avía criado,
y ella a él no menos, porque no avía conocido otro padre sino a él.
Y en esto passaron algunos días en las fiestas.
Y un día estando el Duque y micer Persio en un
vergel donde se andavan passeando, acordó micer Persio de demandar
licencia al Duque para irse en Roma a ver el Emperador, su tío, y
díxole:
_Ilustríssimo señor, si pluguiesse a vuestra
señoría de darme licencia para irme en Roma al Emperador mi tío.
El Duque, por le hazer complida honra, dixo que
él era contento, pero que lo quería acompañar fasta en Roma. |
III
De cómo se partió micer Persio y la señora
Topacia y el Duque para yr a Roma al Emperador
Luego el Duque
mandó armar naos y galeras con mucha gente, assí de onor como gente
de armas y marineros y artillería, como de todas las vituallas y
cosas que eran necessarias para su servicio, y de sus gentes, y del
dicho micer Persio y de Topacia, su muger. Y así proveído de todo lo
necessario, el Duque y micer Persio se partieron de Milán para ir en
Génova a se embarcar con mucho plazer y con muy rica compañía.
El Duque embió sus correos al govemador y cónsules de Génova
haziéndoles saber cómo iva con micer Persio y con su sobrina Topacia
por los acompañar fasta la ciudad de Roma, y así del governador con
los ciudadanos fueron muy bien recebidos y aposentados en la ciudad
de Génova, y folgaron aí ocho días. Y luego mandó el Duque a todos
los que ivan en la compañía que todos se embarcassen, y así
embarcada toda la gente se embarcó el Duque, y micer Persio y
Topacia, su muger. Y todos embarcados, hizieron vela la buelta de
Roma. Y Dios Nuestro Señor les hizo tan buen viento que en poco
tiempo allegaron a Ostia, que es en la flamaria de Roma, y allí
surgió toda el armada. Y micer Persio embió al Emperador su tío cómo
él era en Ostia con el Duque de Milán, que le venía acompañar a él y
su muger.
Y quando el Emperador supo que su sobrino micer
Persio con su muger y el Duque de Milán estavan tan cerca de Roma,
uvo mucho plazer y mandó adereçar toda la ciudad y mandó llamar
todos los cavalleros y ricos hombres de la ciudad para salir a
rescebir a micer Persio, y al Duque de Milán y a Topacia, su
sobrina. E assí salió el Emperador con muy gran cavallería y muy
ricamente ataviados a rescebir al Duque, y a micer Persio y a su
muger, e assí salieron dos leguas fuera de la ciudad. Y hizo el
Emperador al Duque mucha honra con gran cortesía, y assí como lo
vio, lo abraço y lo besó en la cara, y assí fueron los dos mano por
mano hasta la ciudad de Roma. Como el Emperador supo la mucha honra
que el Duque avía fecho a micer Persio, que no le avía dexado gastar
ninguna cosa, asimismo mandó el Emperador que ninguna cosa que el
Duque oviesse menester en toda su tierra, que a él ni a los suyos no
les fuesse tomada ninguna manera de paga, so pena de la vida. Y
mandó aposentar al Duque y a toda su gente muy honradamente en las
mejores posadas de la ciudad. Yel Emperador puso banco para que allí
todo lo que el Duque comprasse o los suyos, que veniessen
allí, que allí les sería hecha la razón.
Y como ovieron reposado quinze o veinte días,
hizo aparejar el Emperador y meter en orden todas las cosas
necessarias para las bodas de micer Persio, e que el día de las
bodas dixesse la missa el Sancto Padre en la capilla de Sant Pedro
por le hazer
mayor
fiesta. E assí oído missa, combidó el Emperador al Sancto Padre a
comer con él, y a todos los cardenales y obispos que allí se
hallaron aquel día. Las fiestas fueron tan grandes y tan ricas que
no ay hombre que las pueda contar, duraron las fiestas treinta días.
Al cabo de los treinta días, que las fiestas fueron acabadas, el
Duque pidió de merced al Papa y al Emperador
le mandassen mostrar las reliquias de Roma, de que fueron muy
contentos de se las hazer ver. E luego el Santo Padre con toda la
clerezía con gran solenidad le mostraron los santuarios y reliquias.
Y esto todo acabado, pidió por merced el Duque al
Padre Sancto y al Emperador le diessen licencia, que él se quería ir
a sus tierras. El Sancto Padre y el Emperador dixeron que eran
contentos que fuesse en hora buena. Y el Sancto Padre le mandó dar
ciertas reliquias que se llevasse consigo a su tierra, y el Duque le
dixo que le besava los pies y las manos por ello y se lo tenía en
merced a su Sanctidad, estimando mucho la gracia y merced que le
avía hecho. Y assí se despidió del Sancto Padre, y del Emperador, y
de micer Persio y de Topacia, su sobrina. Y salió el Emperador con
su corte y micer Persio, con otros muchos cardenales y cortesanos,
seis millas de Roma por lo acompañar.
E assí vino por tierra hasta Civita Vieja, donde
le fue hecho gran recebimiento por mandado del Emperador y del
Sancto Padre, y estuvo allí dos días fasta que toda la gente fue
embarcada. E assí se despidió de los cavalleros y jurados de la
ciudad, y recogido en sus naos, hizieron vela la buelta de Milán. |
IV
Capitulo de cómo micer Persio y Topacia, su muger, quedaron en Roma
y de las cosas que passaron
Como micer Persio tornó en Roma buscava todas
aquellas cosas con las quales la señora Topacia, su muger, se
alegrasse y pudiesse tomar plazer, por la mucha virtud que en ella
conoscía. Y en tanta paz y concordia que no avía cosa en este mundo
que ella fiziesse que por su marido le fuesse retraíd, antes lo que
ella hazía era hecho, que micer Persio no mirava en cosa ninguna más
de agradalla y de tenella contenta, porque no avía cosa en el mundo
que tanto quisiesse. E assí estuvieron por espacio de quatro años
que nunca se empreñó, que esto era la cosa que más desseavan ni que
más cuidado les dava. E dixo micer Persio a su muger:
_Muy cara y de mí amada señora, el mayor desseo
que tengo es, si a Dios Nuestro Señor pluguiesse, que os diesse un
hijo o una hija para que sucediesse en nuestros reinos y señoríos,
porque tengo creído que ay entre nosotros algún pecado por donde
Nuestro
Señor no nos quiere oír nuestras oraciones.
Fueron de tanta tristeza para la Duquesa las
presentes palabras que toda se vino a demudar, porque si él tenía
gran tristeza, ella tenía gran enojo de contino, y díxole:
_Señor, no me parece cosa discreta de enojarse
tanto por lo que Dios haze, ca muchas veces es mejor carescer de
hijos que tenerlos, e más salvación para el padre y para la madre,
quanto más si por ellos se tienen de ver en peligros y en
necessidad. Por ende, señor, no avemos de pedir a Nuestro Señor
salvo lo que a nuestra salvación pertenece y más a su servicio y
voluntad fuere. Y tenga vuestra señoría confiança en Nuestro Señor
Jesuchristo y en la gloriosa Virgen María y en el bienaventurado
apóstol Santiago, que él sea intercessor de presentar nuestras
rogativas delante del conspecto divino.
Viendo micer Persio las tan discretas razones de
su muger y viendo que ella dezía todo lo que se podía dezir, mudó el
razonamiento y no cessó de fazer muchas limosnas y otras obras
meritorias assí como de antes hazían. E con devotas oraciones
rogavan al apóstol Santiago de Galizia les quisiesse oír y rogar a
Dios que les quisiesse dar fruto de bendición para que heredasse sus
tierras, porque no fuessen de estraño señor. Y siéndole tan devotos
prometieron al glorioso apóstol Santiago que en sintiéndose preñada,
que irían en romería a su sancta casa sin otra compaña ninguna y le
darían muchas dádivas. Y ni por
aquesto no cessavan de fazer dezir missas, y fazer processiones, y
casar huérfanas y otros muchos bienes. |
V
De cómo en sueños apareció un ángel a Topacia
y de las cosas que le dixo
Nuestro Señor Jesuchristo y la gloriosa Virgen
María oyeron su oración por intercessión del bienaventurado apóstol
Santiago y no muchos días después que hizieron el prometimiento, la
señora estando en su cama le fue revelado de noche por el ángel de
Dios, diziéndole:
_
Topacia, las rogativas de vosotros y del bienaventurado apóstol han
subido al cielo y Nuestro Señor Dios las ha oído. Y sepas que si tú
has criatura alguna te ha de venir gran daño, que Dios no le plaze
que tú ni tu marido ayáis criaturas, que no es provecho ninguno.
Y a estas razones que el ángel le dezía era
turbada Topacia, pero esforçándose mucho retornó en sí y tuvo en sí
las razones sobredichas. Y rogó devotamente al ángel le diesse
alguna señal para que su marido diesse fe en lo que le dezía. Y el
ángel de Dios le respondió que no era necessaria otra seña, que
harto bastava, que bien la creería.
E luego por la mañana levantósse y fuesse para
donde estava micer Persio en su cámara y contóle todo como avía
passado, de lo qual fue muy maravillado, mas parescióle que devía
ser algún sueño variable. Pero comoquiera que temía a Dios y a sus
mandamientos, pensó mucho en sí lo que su muger le avía dicho y
díxole:
_Señora, vuestra merced no deve dar crédito en
los sueños, que son variables y vienen de gran flaqueza. Mas mi
parecer, señora, es, si os parescerá, que nos devemos de remitillo a
la potencia de Dios y que él haga aquello que más será su servicio.
E Nuestro Señor, viendo la buena voluntad y
grande humildad de micer Persio, embió el ángel otra vez a Topacia
diziéndole que a Dios era agradable que concibiesse y de darles las
cosas con que se alegrassen, y que no dudasse que ella sería
preñada, que no tardaría mucho tiempo. Y assí dio gracias a Nuestro
Señor y al ángel por la gracia que le avía fecho, otorgándole Dios
aquello que tanto desseava por estar bien y en amor con su marido.
Y luego en la mañana contó todo lo que el ángel
le avía dicho a su marido, de lo qual él dio muchas gracias al
Señor, que lo avía oído y tanta gracia le avía hecho que le avía
dado complimiento a que él más desseava. Y luego encontinente
deliberava de complir lo que a Dios y a señor Santiago les avía
prometido. Y dize a su muger Topacia:
_Señora, pues que Dios y su bendita madre y el
apóstol Santiago nos han querido hazer tanta de gracia de oír
nuestras rogativas y de damos aquello que tanto desseávamos, por
esso cumple que pongamos por obra lo que hemos prometido.
Topacia le respondió que era mucha razón y que si
su merced mandava, que lo pusiessen por obra antes que ella fuesse
más pesada, porque muy mejor lo pudiessen complir y con
menos trabajo.
Y luego mandó micer Persio a tres plateros que
mayor fama tenían en Roma y más sotiles de su oficio, y mandóles que
le hiziessen una imagen de oro que pesasse tres marcos a honor y
reverencia de señor Santiago y a su figura. Y assimismo mandó obrar
un paño de hilo de oro tirado, el más rico que se pudo obrar. Y esto
todo acabado, mandó venir a todos sus familiares que tenía en
governación de sus tierras y él les haze un razonamiento desta
manera:
_Señores parientes y amigos y leales criados, ya
sabéis quánta gracia Dios y la Virgen María nos hizo a intercessión
del apóstol Santiago en complir aquello que mi señora muger y yo
desseávamos. Nuestra deliberación es, si a Dios le plazerá y al
apóstol Santiago, de ir en romería a su bendita casa y de hazelle un
presente de aquello que Dios nos ha dado. Y deliberamos
de no llevar con nosotros otra compañia ninguna salvo aquella de
Dios y como pobres peregrinos. Mis tierras y mis vassallos que los
miréis y guardéis y tengáis en justicia, así como fasta aquí avéis
fecho, y como yo confío de vosotros siendo yo ausente dellas y de
vosotros .
Y assí se despiden dellos. Y él mandó fazer unas
esclavinas para él y otras para su muger y sendos bordones, según
los romeros suelen llevar. |
VI
De cómo se partió micer Persio y su muger en
romería y fueron cativados por los moros
Así comencaron su viaje,
comoquiera que en el tiempo de las grandes calores hazíaseles muy
gran trabajo, especial que eran personas delicadas y la jornada muy
larga y a pie, ya podéis ver lo que sentirían. Y andando por sus
jornadas, llegaron en España, en aquel tiempo era la mayor parte de
España de moros. Y un día partieron de una villa y tomóles en el
camino la calor a la hora de mediodía; Topacia, como era muy
delicada, fatigávala la calor y la sed. Y assí andando por el camino
llegaron a un prado muy fresco, donde avía una fuente que salía de
una peña muy fría y muy dulce, y acordaron de reposar allí fasta que
la calor fuesse passada.
Dize la historia que el Rey de Galizia y de
Portugal, que eran christianos, hazían cierto tributo a Felice, que
era moro, Rey de España. Y en este tiempo avía embiado Felice, moro
Rey de España, al Rey de Portugal y de Galizia por las parias que le
acostumbravan dar. Quando no las quisiessen dar, que los desafiassen
para el primer día de agosto, que para aquel día entendía de les dar
campo y tomarles sus tierras o de sojuzgarles baxo de su señorío.
Oída la embaxada del Rey de Galicia y de Portugal, ellos les dieron
por respuesta a los embaxadores moros que se fuessen de sus tierras
mucho en hora buena, que ellos no deliberavan de darle ni pagarle
tal tributo, pero que confiavan en Dios que el tributo que el rey
Felice avía llevado en los tiempos passados, que él se lo haría
tomar o le ganaría sus tierras y lo sojuzgaría a su señorío.
Rescebida la respuesta los embaxadores, ellos se despiden del Rey de
Galizia y se van para el rey Felice y le dan la respuesta de su
embaxada, diziéndole cómo el Rey de Galizia no estava en disposición
de le dar las parias acostumbradas, antes se las entendía de
defender, y no tan solamente defendérselas, mas de cobrar déllas que
hasta allí avía llevado de sus tierras.
Oída la respuesta de su embaxada, el rey Felice
ovo tanto enojo que no avía hombre que se le parasse delante, y
mandó luego apercebir su gente y pregonar la guerra a fuego y a
sangre contra el Rey de Galizia y de Portugal. E assí como fue
juntado su exército de su armada, hizo juramento que todos quantos
christianos le viniessen adelante, que él los passaría por la espada
y que a ninguno dexaría la vida, y assí lo puso por obra y mandó a
sus capitanes que lo executassen. Y con este voto se partió de sus
tierras contra el Rey de Galizia y de Portugal.
Y como la fortuna no es segura a los hombres, en
aquel estante vino el rey Felice a poner su campo en aquel prado
estando reposando micer Persio. Y como la vanguarda iva una gran
pieça delante el gran exército, no ovieron semimiento ninguno del
armada, de manera que allí fueron tomados micer Persio y Topacia de
la gente del rey Felice. E fueron interrogados por un capitán si
eran christianos o no, y micer Persio y Topacia, por no negar la fe
de Christo, dixeron que sí, que ellos eran christianos, pero que no
eran de aquella tierra, que eran de Roma, vassallos del Emperador,
pero que ivan en romería a Santiago. E luego el capitán muy
cruelmente mandó matar a micer Persio sin ninguna piedad y, como las
calidades de las mugeres naturalmente son aplazibles y amigables a
los hombres, viendo que Topacia era tan gentil y tan noble criatura,
con consentimiento de su compañía, deliberó de no la matar, mas de
hazer un presente al rey Felice, su señor.
E como el Rey fue llegado al campo, házenle
presente de Topacia al Rey, y el Rey, quando la vido tan gentil y
tan discreta y de tan gentil criança, agradescióles mucho el
presente que le avían hecho a sus gentes. Y mandó luego el Rey a un
cavallero suyo que luego se partiesse a la ciudad de la Cabeça del
Griego, adonde la Reina su muger estava para le embiar a Topacia.
Mandó el Rey a un capitán suyo que se dezía Muca que lo acompañasse
al cavalIero y a Topacia fasta la ciudad de la Cabeça el Griego,
donde estava su muger. Yescrívele el Rey a la Reyna desta manera.
CARTA DEL REY A LA REINA
«Muy cara y virtuosa señora
mía, porque creo que vuestra señoría se alegrará del presente,
acordé de le embiar a vuestra señoría esta christiana cativa que han
tomado mis guardas con un christiano, hombre de mucho valor. Y por
el voto que tengo fecho de passar todos los christianos que a las
manos me vinieren por la espada, mataron a su marido, y por ser ella
gentil y de tan gentil criança, me paresció que deve ser de buena
parte, hela dexado para vuestro servicio.»
Y en espacio de un día y medio fueron llegados
donde la Reina estava, en la ciudad de la Cabeça el Griego. Y luego
en llegando, el cavallero fue a palacio a la Reina a le dar su
ernbaxada y presente que traía, y él le besó las manos y le dixo
estas razones:
_Muy noble y poderosa señora, el Rey mi señor me
embía a vuestra alteza con esta christiana cativa, la qual ha tomado
en este viaje. Crea vuestra alteza que es la muger más discreta y de
más noble criança que jamás nunca se vio.
E como la Reina vido la cristiana, hízola
descobrir, que venía atapada, y quando vido su hermosura y su
disposición, fue muy alegre, teniéndoselo en merced al Rey su señor
y agradecióle mucho al cavallero que la avía traído. Mirava la Reina
el gesto y gracia que Topacia tenía, en tanta manera que no se podía
hartar de miralla. Y Topacia, comoquiera que se avía visto señora y
servida, veíase servidora y cativa, era tanta su tristeza que sus
ojos le eran tomados fuentes de agua, que de ninguna cosa se podía
en el mundo alegrar, diziendo palabras de gran dolor, maldiziendo a
la fortuna que tan malla avía tratado:
_¡O, fortuna desigual! ¡O, mal sin remedio! ¡O,
Topacia, que en mal sino fueste nascida! ¡O, mala hora!, ¡O, planeta
infortunada que ha corrido sobre ti! ¿Qué pecados fueron los tuyos?,
¿qué ofensas feziste a Dios por donde te vino tanto mal? Hante
muerto tu marido y tu señor, que jamás lo esperas de cobrar, los
días de tu vida son muy pocos, más se te valdría morir que bivir en
tanto dolor. ¿Qué es de tus riquezas, tus joyeles, tus thesoros?,
¿qué serán de tus vassallos, que nunca más te verán, ¿qué es de tus
damas y tus criados?, ¿dónde son tus señoríos?, ¿qué hará el Duque,
tu tío?, ¿qué dirá? ¡O, fortuna infortunada!, ¿por qué me has
tratado tan mal?"
Viendo la Reina la gran congoxa y dolor que
Topacia tenía y las cosas que de su boca se dexava dezir, que no
avía hombre en el mundo que no le quebrasse el coraçón, ovo tan gran
piedad della que la Reina començó a conortarla y dezirle desta
manera:
_Hija mía, baste ya lo que has hecho y no te
fatigues ni mates tu delicada persona, mas yo te ruego que tú me
digas la verdad de lo que yo te demandare y no me niegues la verdad,
que yo te prometo por la fe mía que tú serás tratada assí como la
persona mía, y con tanto amor te quiero tener. Y lo que te quiero
demandar es de dónde eres natural, porque tu gesto da ser muger de
buena parte.
Y Topacia le respondió llorando de sus ojos:
_Muy virtuosa señora, sepa tu señoría que yo soy
christiana, fija del Marqués de Ferrara, sobrina del Duque de Milán,
y fui casada con un sobrino del Emperador de Roma que se dezía micer
Persio, que era señor de la mayor parte del imperio romano. Y yendo
en romería a señor Santiago, la gente del rey Felice, tu marido, me
lo ha muerto y esto, señora, puede creer vuestra señoría que es la
verdad de lo que me ha demandado.
Sabiendo la Reina la verdad de Topacia, mandó que
le truxessen muchos paños, y sedas y brocados para que luego le
hiziessen ropas para su vestir. Y Topacia pidió por merced a la
Reina que ninguna ropa ni vestidura para ella fuesse de color ni de
brocado, ni se la mandassen vestir ni traer consigo, pues la fortuna
suya assí lo avía querido, que avía perdido lo que nunca jamás
esperava de cobrar. Mas que si a su señoría le pluguiesse y tanta
merced le quería hazer, que la mandasse vestir de un paño negro, el
más gruesso que se pudiesse hallar, y que aquello le convenía traer.
E la Reina, por la contentar, así lo mandó hazer y como la Reina la
vido vestida, parescióle muy mejor que de primero.
E fue tanto el amor que puso la Reina con ella
por su gentileza y buena criança, que todo lo que Topacia mandava
era hecho y la Reina no contradezía ninguna cosa que Topacia oviesse
hecho. E viendo ella el mucho amor que la Reina le mostrava y le
tenía, un día estando las dos retraídas en un retraimiento, dixo
Topacia a la Reina:
_Señora, yo sé bien que vuestra alteza es preñada y yo la querría
mucho servir, porque yo, señora, sé muy bien obrar de oro y de seda.
Para quando querrá Dios que vuestra alteza sea parida obrarle ía una
rica cortina para su cámara y otras joyas ricas para vuestra alteza.
E viendo la Reina la gana y el desseo que Topacia
tenía de servirla, mandóle dar oro y seda y olandas o telas burgeses
y todo lo que ella quisiesse para obrar de sus manos. Y que ella
hiziesse aquello que a ella mejor le parescía, porque era tanto el
amor que la Reina le tenía, que todo lo que hazía o dezía le
parescía perlas. E agradescióle mucho su buen des seo. E desta
manera Topacia començó de obrar una cortina que quando fue acabada
era la más rica cosa que en España se podía hallar de su suerte, que
la Reina la estimava tanto que ningún precio bastava y si hasta allí
le avía tenido mucho amor, muy mayor le tenía de allí adelante.
Un día entre los otros, estando las dos burlando
y jugando, conosció la Reina que Topacia era preñada y díxole:
_Hermana mía, paréceme que estás preñada también
como yo, que tan gruessa tienes la barriga como yo. Yo te demando de
gracia que no me lo quieras negar.
Topacia le respondió y díxole desta manera:
_Verdad es, señora, que yo soy preñada, que más
me oviera valido que no fuera, que a causa desta preñez yo soy
puesta en grande fortuna. Salí con mi marido de mi tierra donde me
lo han muerto y he perdido todo quanto bien tenía.
E como la Reina ovo oído estas razones, mandóle
que de allí adelante que no hiziesse cosa ninguna hasta que fuesse
parida. E assí mandó la Reina que le fuessen dadas todas las cosas
complidamente a Topacia como a ella misma, y en esta manera estavan
las dos que nunca se partían la una de la otra, y el amor de las dos
era tan grande, que aunque fueran hermanas no podía ser mayor.
Plugo a Nuestro Señor Dios que las dos viniessen
a parir el primer día de pascua florida.
Y la Reina parió un hijo y porque era nascido en
tal día señalado, mandóle poner por nombre Flores; y Topacia parió
una hija y assimismo porque nasció en el mismo día, mandóle dezir
Blancaflor. Y assí mandó la Reina que los diessen los dos, a Flores
y a Blancaflor, y que les buscassen dos amas que los criassen que
fuessen tales qua les pertenesciessen.
Pero como Topacia ovo parido, tomó en sí tanta
tristura que nunca hazía otra cosa sino llorar. E la Reina, viéndola
estar assí triste, conortávala diziendo:
_Hermana mía, no os enogéis, que tan buen recaudo
avrá Blancaflor, vuestra hija, como Flores, mi hijo, por el mucho
amor que yo vos tengo.
Y Topacia le respondió dándole muchas gracias por
la buena voluntad que su señora le tenía. E assí en esto
continuamente la Reina visitava a Topacia por darle alegría y plazer
y por hazerle perder la tan gran tristeza que siempre tenía. Pero
comoquiera que la congoxa que Topacia tenía era grande, que con cosa
ninguna no se podía conortar, lo uno de la gran fatiga
que de sí mesma tenía; lo otro, que del parto avía quedado muy
quebrantada, comoquiera que fuesse aquella la primera vez que avía
parido, vido que su vida era poca, suplicó a la Reina que le
mandasse traer su hija Blancaflor, que la quería ver. Y la Reina,
porque se alegrasse, hizo que fuessen por ella a casa del ama que la
criava y que luego se la truxessen. Y quando ella la vio, començó de
llorar y dezir:
_¡O, hija mía, vos avéis sido causa de la muerte
de vuestro padre y de la gran perdición mía! ¡Hija mía, quán caro
vos me costáis!
Diziendo estas palabras conoció que el ánima se
le quería salir y assí començó de besada y darle su bendición, y
diziéndole desta manera:
_Hija mía, pues que en mis días no avéis podido
solamente rescebir del agua del baptismo como cristiana, yo con
estas lágrimas mías vos baptizo en el nombre del Padre, y del Hijo y
del Espíritu Sancto, amén. _E dezíale_: Yo, hija mía, vos baptizo
con este santo nombre de Jesús, el qual sea en vuestra guarda y os
haga buena cristiana.
Y después de dichas estas palabras, bolvióse a la
Reina con grandes llantos y sospiros que le atravessavan el coraçón,
y díxole:
_ Muy poderosa señora, yo suplico a vuestra
alteza que tenga esta criatura por encomendada, porque ella viene de
tan buena parte que en algún tiempo le será pagado lo que haze por
la desventurada madre y la desdichada hija, y el mi cuerpo haga
enterrar donde se entierran los christianos.
Dichas estas palabras, perdió la vista de los
ojos y diziendo «In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum», e
assí dio el ánima a quien la avía criado.
|
VII
Capítulo de cómo la Reina sintió mucho la muerte de Topada y
encargó mucho al ama a Blancaflor
Dize la historia que como Topacia fue muerta, la Reina hizo tan gran
duelo por ella
como si fuera su hermana y mandó al ama que criava a Blancatlor que
le diesse tan buen recaudo
como si su propria hija fuesse. Y el ama assí lo hizo,
adolesciéndose della por el
mucho amor que a su madre avía tenido. E quando fueron passados
algunos días, mandó la
Reina que le truxessen a Flores y a Blancatlor, que los quería ver.
E quando la Reina los vido
y vido que parescía el uno al otro que esto era maravilla. Y
allegaron el uno al otro y tomáronse
de las manos y besáronse, e la Reina fue maravillada de todo esto,
pero uva mucho plazer
que dos criaturas tan chicas se mostrassen tanto amor.
E como Flores fue de tres años y medio, mandó el Rey que le
buscassen un maestro
que fuesse gran sabio y hombre de buena criança. Y dízenle que en
Toledo avía un
moro, hombre muy sabio, de gentil criança y muy político y el Rey
luego en la hora
embió por él, el qual se dezía Mahomat Audalív.Y este moro era
hombre tan sabio y de
tan gran consejo que no se hallava otro tal en su reino. E como
Mahomat Audalí vido las
cartas del Rey, luego en la hora se aparejó lo mejor que pudo para
ir allá adonde el Rey le
mandava a complir su mandado. Assí como llegó a la corte, no se apeó
en ninguna
parte hasta aver besado las manos al Rey. Y como el Rey lo vida, uva
mucho plazer en
verle que era hombre tan prudente y de tanta auctoridad. Viendo que
aquel convenía a su
propósito, mandóle aposentar muy bien y que estuviesse cerca de su
palacio, e mandó
embiar por Flores. Y como Flores fue venido, mandó llamar a Mahomat
Audalí y el Rey
le dize:
_Mahomat Audalí, por la buena fama que de vos me han dicho y porque
me paresce
que vos sois tal persona que qualquiera cosa se os puede encomendar.
Porque cumple a nuestro
servicio es que administréis a Flores, mi hijo, de buenas
costumbres, assí como yo espero
de vos que lo avéis de hazer con mucha diligencia, assí en las cosas
que cumplen al servicio
de Dios como en las cosas de la cavallería, y en esto nos haréis
mucho servicio.
Y luego Mahomat Audalí besó las manos al Rey por la merced que le
hazía, y el Rey le prometió que él le faría mercedes, allende de le
dar su acostamiento y todo quanto oviesse
menester. Quando Flores vido que el Rey, su padre, le avía dado ayo
y maestro, suplicó
al Rey, pues le avía dado buen maestro, que no partiessen dél a
Blancaflor, porque la
amava mucho, y que mandasse a su maestro que assí tuviesse cargo
della como dél. Y el
Rey, por contentar a Flores, dixo que le plazía de buen grado y assí
Flores besó las manos al Rey por ello.
Pero comoquiera que era mayor el amor que tenía Flores a Blancaflor
que no gana de estudiar,
jamás se podía partir della y su maestro, con todas quantas maneras
de artes buscava,
no le podía hazer aprender cosa alguna. Y luego Mahomat Audalí,
maestro de Flores y Blancaflor,
viendo que en ninguna forma ni manera ningún remedio tenía con su
criado Flores,
que no hazía cosa ninguna que por él le fuesse mandado y que él no
podía salir con su honra,
deliberó de dezirlo al Rey por su descargo. Diziéndole cómo Flores
no quería regirse ni govemarse
por lo que él le dezía, que antes no le podía quitar de Blancaflor
ni partido della, que
él la adorava y ella era su dios y en otra cosa no pensava. Y
quando el Rey ovo oído estas
palabras, fue muy enojado y fuesse para la Reina diziéndole:
_Señora, yo creo que en mal punto avemos criado esta donzella, que
aquesta ha de ser
causa de destruir nuestra ley, que nuestro hijo Flores lleva camino
de destruir nuestro estado.
No sé en qué manera los pudiesse apartar por quitar tan gran
escándalo en nuestra tierra.
Oídas por la Reina las tan lastimeras razones que el Rey su marido
le avía dicho, le respondió
con semejantes palabras:
_Señor, si vuestra alteza quiere tomar mi consejo, bien creo que lo
acertará, porque no
ay cosa en el mundo que más pueda apartar el amor, que es la
ausencia. Deve vuestra alteza
embiarlo a su primo el Duque de Montorio haziéndole saber toda la
causa y que lo apartasse
lo más que pueda de tal pensamiento y le dé los mayores plazeres y
deportes, assí de
juegos como de caças o de galas, de lo qual tenga vuestra alteza
por cierto que el Duque
sabe tanto que él lo apartará del tal pensamiento.
Avido su consejo, pareció al Rey que era bien lo que la Reina le
dezía. Y luego,
vista la presente, el Rey embió por Flores y por su ayo Mahomat
Audalí y dízeles cómo
tenía deliberado de los embiar a Montorio, porque allí les parecía
que podía mejor estudiar
Flores y mucho más a su plazer, y que assí lo quería. E oído que ovo
Flores la deliberación
del Rey, dixo que él era muy contento de ir allá donde su alteza
mandasse, pero que suplicava
a su alteza que le hiziesse una merced, que dexasse ir a Blancaflor
con él. El Rey
le respondió que no se podía hazer, porque no era cosa lícita ni
onesta que una donzella
fuesse en su compañía a estudiar, e también que la Reina su madre la
avía menester para
que la acompañasse, pues que sabía que no se sabía hallar sin ella,
y que en ninguna manera
no podría ir con él. Y Flores le respondió que pues su alteza
deliberava de apartarlo de
Blancaflor, que bien pocos seríarían los días de su vida. Viendo el
Rey las palabras que su
hijo le dezía, fue muy maravillado del gran amor que a Blancaflor
tenía, pero con palabras
amorosas le dezía:
_Fijo mío, vos ya tenéis conoscido que no ay en este mundo cosa que
yo ame tanto
como a vos y creído esto conoceréis que yo no lo hago por acortarvos
la vida, mas por alargarla
tanto como mis fuerças bastaran. Y pues que véis que avéis de
suceder en nuestros reinos,
es de menester que sepáis alguna cosa de sciencia porque llevéis
alguna ventaja a
vuestros vasallos. Y también vuestra madre está enojada, y no quiere
que otra ninguna la
sirva sino Blancaflor y luego, como la Reina esté buena, yo os
prometo de os la embiar a
Montorio para que os sirva.
E viendo Flores que la voluntad del Rey su padre no era que
Blancaflor fuesse con él,
pesóle mucho, y dixo al Rey:
_Pues vuestra alteza y la Reina mi señora mandan que no vaya
Blancaflor comigo, yo
soy muy contento de ir a Montorio y allá donde vuestras altezas
mandaren.
Y luego mandó el Rey a su ayo, Mahomat Audalí, y a otros cavalleros
que fuessen con
él, que luego se adereçassen para otro día de mañana. Que fuessen
tres o quatro leguas de allí
a comer, porque muy mejor les sería partirse luego por la mañana que
no esperar más.
Pero Flores era muy triste de su partida y de Blancaflor. E viendo
el Rey que su hijo, que
tanto amava, estava muy triste, él lo tornó por la mano diziéndole:
_Hijo mío, dezidme vos qué es la causa porque estáis triste, que no
vos puedo ver alegre.
No me neguéis la verdad, que todo lo que vos quisierdes yo vos lo
mandaré dar muy
complidamente.
Y Flores le respondió:
_Señor, sepa vuestra alteza que si vuestra alteza y la Reina mi
señora me quitan a Blancaflor
de delante mis ojos, crea vuestra alteza que la vida mía es poca,
porque toda mi alegría
y mi bien es Blancaflor, e todas las otras cosas no me alegran ni
son para mí cosa ninguna.
El Rey, quando bien ovo escuchado a Flores, su hijo, quedó muy
espantado. Y el Rey le
dezía:
_Flores, hijo mío, ¿no sabéis vos que no ay cosa en el mundo que yo
ame tanto como a
vos? Pensad que si yo viesse que satisfazía a vos la compañía de
Blancaflor, yo no vos la llevaría,
mas, porque a vos no cumple la compañía suya, y es la voluntad mía
que se quede con
la Reina vuestra madre.
Viendo Flores la voluntad del Rey, fue muy enojado. Y el Rey se fue
para la cámara donde estava la Reina a dezirle quán vencido estava
Flores, su hijo, de los amores de Blancaflor , diziendo que en mal punto avían criado aquella cativa christiana,
que aquella devía ser
qual que diablo, que assí le tenía vencido su fijo Flores, que tanto
amava que en ninguna manera
ni por ninguna buena razón lo podía desviar della. Que Blancaflor
era su dios y su vida,
que él no adorava sino a Blancaflor y que él no se acordava del Rey,
su padre, ni de la Reina,
su madre, que para con Blancaflor no avía ninguno que tanto amasse,
que aquella avía de ser
destruición de la ley suya y de su reino si con tiempo algún remedio
no se ponía.
Oyendo la Reina las tales razones, fue muy triste y muy pensativa de
lo que el Rey le
avía dicho. Pero comoquiera que la Reina fuesse muger muy sabia,
estuvo pensando cómo le podría llevar a Flores el mucho amor que a Blancaflor tenía.
Deliberó de passar a la cámara
donde el Rey estava y dezirle cómo le parecía que por ninguna cosa
devía dexar su propósito
de embiar a Flores a Montaría, porque no avía cosa en el mundo que
tan presto le hiziesse
perder el amor que tenía a Blancaflor como la larga ausencia, y que
de essa manera los apartarían
el uno del otro. Y el Rey dixo que era bien y que assí lo quería
hazer. |
VIII
Capítulo de cómo Flores se partió con su ayo y otros muchos
cavalleros para Montorio
Y luego otro día de mañana, el Rey mandó cavalgar a todos los que
avían de ir con Flores. Y el Rey con toda aquella gente se fue a la cámara donde estava
Flores y díxole:
_Hijo, véis aquí toda la cavallería que avéis de llevar, que vos está
esperando.
Y entonces Flores salió de la cámara y dixo a su padre que antes que
fuesse a cavalgar
quería ir a despedirse de Blancaflor. Y entrado en una cámara donde
Blancaflor estava, le
empeçó a dezir las tales palabras:
_Señora, pues la adversa fortuna y mi desdichada suerte ha querido
que a mí y a vos
departiessen, tenga por cierto que aunque departen el cuerpo, no se
departe el coraçón mientras
que biviere de pensar en vos.
Y con grandes llantos y sospiros que las entrañas de los dos
arrancava, le dixo Blancaflor:
_Ya sabéis, señor, cómo siendo apartada de vos só apartada de los
días de la vida, por
esso, señor, vos ruego que toméis este anillo con esta piedra, que
tiene tal virtud que quando
yo seré en alguna tribulación, la piedra perderá la color. Y en
esto, señor, conoceréis si algunas
desdichas me acontescieren por vuestra ausencia y assí os acordaréis
de aquesta
vuestra sirvienta, de quien no seréis olvidado.
Y assí se despidió de B1ancaflor. Y el Rey embió al Duque de
Montorio, su primo, con
un correo a avisalle cómo él embiava a su hijo a su tierra que lo
oviesse por encomendado,
assí como él haría por cosas suyas. E como el Duque vido las cartas
del Rey, ovo mucho plazer
y mandóle aparejar muy buenas posadas para él y los que con él
venían. Assí como el
Duque supo que Flores era entrado en sus tierras, mandó que assí
fuesse rescebido como su
propria persona. Y el Duque mandó que todos los cavalleros y
principales de toda su corte,
que se adereçassen para el recebimiento de Flores.
Como Flores fuesse a una jornada de Montorio, el Duque salió y
fuéronse a encontrar a
una legua de la ciudad, y mandó que sacassen los de la ciudad un
paño de brocado enforrado en
carmesí de pelo para que entrasse en la ciudad como pertenescía a
un hijo de rey. Y assí entró
Flores en la ciudad de Montorio con mucha honra y gran fiesta que el
Duque, su tío, le hizo.
Como uvo dos o tres días que fueron llegados, ordenaron justas y
juegos de cañas, y
por le hazer mayor fiesta cada día sacavan maneras de juegos e
invenciones y cosas de gran
alegría, pero a Flores ninguna cosa lo alegrava, antes como mayores
fiestas se hazían, más le
crescía la tristeza; viendo el Duque, su tío, que con quantas
fiestas, alegrías, plazeres le hazía
en ninguna manera no lo podía alegrar. E un día yendo a caça el
Duque y Flores, demandó el
Duque a Flores que qué le parescía de su tierra y de sus cavalleros,
y Flores le respondió que
muy bien. Dize el Duque a Flores:
_Mucho me hago, señor, maravillado de vos, que de ninguna cosa se
alegra vuestra
señoría.
Respondióle Flores que no se maravilIasse su señoría, que ya su
condición es tal, no porque
él no estuviesse contento y le pareciessen muy bien las cosas de su
tierra, porque él estando
en su tierra hazía cuenta que estava en las tierras del Rey, su
padre, y que no creyesse
su señoría que por otro lo hazía.
Passaron algunos días y el Duque fue informado de algunos de los que
servían a Flores.
E como el Duque fuesse informado de los amores de Flores y
Blancaflor, de todo lo que passaya,
deliberó de escrevir al Rey avisándole de lo que passava y que le
parescía que sería mejor que su alteza le embiasse a Blancaflor, y que su alteza
mandasse proveer, porque se
podría recrecer alguna dolencia por donde se viesse en mucho
peligro.
Como el Rey vida las cartas del
Duque, pensó en sí cómo podría apartar a su hijo la fantasía
de Blancaflor. Pensó de darle la muerte a Blancaflor pensando que su
hijo la olvidaría.
Y el Rey embió por la Reina por dezirle que qué le parescía. La
Reina le respondió:
_¿Cómo se podría hazer que no fuesse sabido?
El Rey le dixo:
_No, señora, que yo haré que el consejo mío, por cierta causa, le
dará la muerte, e desta
manera no nos será dado cargo ninguno".
E luego el Rey embió a llamar al senescal suyo y le dize las
semblantes razones:
_Ya sabéis, senescal, cómo en vida de mi padre, el Rey, quánta parte
os dio de sus secretos
y cómo lo servistes lealmente en todo lo que por él os fue
encomendado. Y assí tengo yo mucha confiança de vos que vos me teméis secreto en lo que yo agora os
quiero dezir. Ya sabéis cómo
esta christiana cativa, Blancaflor, creo que deve ser algún diablo
que tiene hechizado a mi hijo Flores,
que ni come ni beve ni duerme pensando en sus amores. Y esta creo
que ha de ser principio
y fin de la destruición de mis reinos y de nuestra ley si no se pone
algún remedio. Y para quitar
tantos daños como sobre esta muger se pueden recrescer es mi
deliberación de darle la muerte.
Oídas las razones, responde el senescal al Rey diziéndole que
mirasse mucho su alteza,
porque natural cosa era vencerse un hombre moço del amor de una
muger, que no avía cosa
en el mundo de que más fuesse vencido, especialmente que la plática
de los dos avía sido
tanta, que no se maravillava de cosa ninguna que por Flores
passasse. Pero que si la voluntad
de su alteza era, que él estava aparejado para hazer lo que su
alteza mandasse.
El Rey dize que sí y que aquello es
lo que cumple a su servicio:
_Y
avéislo de hazer
desta manera, que vos avéis de emponçoñar una gallina y traerla ha
un paje por su parte
quando yo estaré assentado a comer, y dada heis a un perro, y la
ponçoña obrará y Blancaflor
no podrá defenderse ni provar la contra, será digna de muerte. Y
desta manera podrá morir
BIancaflor y nos seremos sin cargo.
Y assí el senescal se despidió y puso por obra lo que el Rey le avía
mandado. Y el senescal
haze aparejar una gallina y al tiempo que el Rey se assentó a la
mesa, el senescal embió la
gallina con un paje diziendo que Blancaflor la embiava a su alteza
porque era muy buena y muy
tierna y que suplicava a su alteza comiese della. Y como el
maestresala y el trinchante vieron
cosa que no se acostumbrava fazer, que no solía Blancaflor embiar
presente al Rey, empeçaronla
a cortar y dieron una pierna a un perro que estava baxo de la mesa,
y en comiéndola cayó
luego muerto. Y como el Rey lo vido, començó a dezir con altas
bozes:
_¡Traición! ¡Traición!
Y luego mandó al senescal que prendiesse a Blancaflor y le hiziesse
dezir por qué avía
acometido tan gran traición o quién se lo avía mandado o si de su
cabeça ha salido, y si de su
cabeça avía salido, que luego la mandasse arrastrar y hazer
quartos. Y luego el senescal fizo
el mandamiento del Rey y fuesse para donde estava Blancaflor, y
mandóla prender y poner
en una muy escura prisión, y díxole:
_¡Ay de ti, Blancaflor, que tus carnes serán fechas quartos por la
gran traición que has
cometido!
Y fuesse para el Rey y díxole cómo ya la tenía presa, que qué
mandava su alteza fazer della.
Y el Rey mandó llamar a todos los de su consejo porque mejor color"
llevasse su malvado desseo
Y allí les dixo cómo Blancaflor lo avía querido matar con una
gallina empoçoñada. |
IX
De la sentencia que fue dada a Blancaflor por el Rey
y los de su consejo
_Yo, el rey Felice, Rey de España, señor de los abitadores della,
visto por nos y por
nuestro consejo real cómo es acometido un crimen y gran traición
contra nos y contra nuestra corona
por nos levar la vida, por una christiana, criada de nuestra casa,
que se dize por su nombre
Blancaflor. Que acordadamente, con deliberado pensamiento, no
temiendo el temor de Dios y
de nuestro sancto profeta Mahomat, en menosprecio de nuestra
justicia, que nos ha querido dar
la muerte con una gallina ponçoñosa, la qual fue experimentada en un
perro y de continente fue
muerto. Por el qual acometimiento endiablado, visto y aprovado por
nos y por nuestro consejo,
mandamos por la maldad acometida, mandamos que sea quemada y que el
ánima suya sea
dessipada del cuerpo y sea fecha polvos, porque sea a ella castigo
y a los otros enxemplo.
Y assí fue dada la sentencia para que Blancaflor fuesse quemada de
allí a tres días.
Y en esto Flores no sabía cosa ninguna, pero estando hablando con el
Duque, su tío, vínole
de súbito un gran tristor al coraçón que en el mundo podía saber qué
podía ser. Miró el anillo que Blancaflor le avía dado y halló la
piedra que avía perdido la color, y viendo la esperiencia
del anillo, conoció que Blancaflor era en alguna tribulación. Pide
por merced al
Duque, su tío, le diesse un cavallo y armas, porque quería exercitar
su persona a las armas, y
el Duque fue muy contento, que todo quanto él tenía era para su
servicio. E luego el Duque
mandóle traer el mejor cavallo que tenía en su cavalleriza y las
armas que avía menester. Y
Flores cavalgó delante el Duque y començó a poner las piernas al
cavallo y empeçó a correrlo
y fazer algunos continentes delante el Duque, y pidióle por merced
le dexasse salir al
campo, y el Duque fue muy contento.
E como Flores se vido fuera de la ciudad, tomó gran plazer. E tomó
su camino en las
manos y caminó aquel día y aquella noche hasta otro día de mañana, y
hallóse quando
salió el sol en el lugar donde se avía de executar la sentencia de
Blancaflor. Y demandó a
unos hombres que traían leña para quemar a Blancaflor, y preguntóles
que para qué traían
aquella leña. Y ellos le dixeron que para quemar allí una christiana
del Rey que avía querido
dar yervas al Rey en una gallina por matarlo y que le era dada
sentencia que la quemassen.
Viendo Flores el gran aparejo que se hazía, conosció que era
Blancaflor. No se quiso partir
de allí, a cabo de un grande rato vido salir por la puerta de la
ciudad muy grande gente, y
el senescal con todos los alguaziles, y en medio dellos traían a
Blancaflor con unas ropas
muy pobres vestidas y una gran cadena al cuello. Y llegados en el
lugar donde la avían de
quemar, la hizieron descavalgar. Y ella, viendo su muerte tan cerca,
pidió por merced al senescal
que la dexasse hazer oración, y él le dixo que le plazía. Y assí
ella hincó las rodillas en
el suelo y alcó los ojos al cielo, y con muy gran llanto empeçó a
dezir:
_¡O, misericordioso Dios!, tú que por benina clemencia veniste a
tomar muerte y
pasión por salvar el género humano, te plega salvar a esta tu sierva
por tu infinita bondad. Y
tú, Señor, que eres juez justo, te ruego que quieras mostrar milagro
de tan falso crimen como
estos moros me han levantado.
E assí como la oración fue acabada, mandaron tocar dos añafiles. Al
tiempo que la quisieron
meter en el fuego, Flores puso las piernas a su cavallo y empieça de
atropellar la gente
fasta llegar donde estava Blancaflor, y tomóla por la mano y sacóla
de poder de la gente. Y
como la tuvo en libertad, demandó Flores a la donzella:
_Por la fe que vos tenéis, ¿qué cosas tan graves y tan feas avéis
vos acometido que tan
mala muerte vos han mandado dar?
Muy humilmente respondió Blancaflor:
_Por Dios vos ruego, cavallero, me queráis escuchar. Vos, señor,
sabréis que el senescal
malvadamente me ha acusado que yo con una gallina enponçoñada quise
matar al Rey.
Assí Dios me salve, que yo no soy en cargo de este fecho de hecho ni
de pensamiento. Y esta
es la verdad deste hecho de que vos me avéis interrogado.
Y en todo esto Blancaflor no avía conocido a Flores; como ella
fuesse turbada y él venía
en las armas, no lo conocía. E tomóla por la mano esforçándola y
diziéndole:
_Donzella, no ayáis ningún temor, que antes perderé yo mi cabeça que
vos oviéssedes mal, y si avrá ningún cavallero de los del Rey que
quiera mantener la gran sinjusticia que a
vos hazen, yo vos defenderé con el ayuda de Dios.
Y como Blancaflor vido la buena voluntad del cavallero, diole muchas
gracias por
ello, diziéndole:
_Cavallero, a Dios y a vos me encomiendo. Por lo que devéis a la
virtud de cavallería,
que vos defendáis la buena verdad y justicia, que yo tengo confiança
en Dios que él ayudará
a vos y a mí contra la falsía.
Los alguaziles que llevavan a Blancaflor a quemar, visto que aquel
cavallero avía tomado
tan gran empresa de salvar a Blancaflor de aquello que por el Rey y
por su consejo
era visto juzgadamente, deliberaron de ir al Rey y de hazerle
saber lo que passava. Y el Rey,
quando lo supo, fue muy maravillado del mucho atrevimiento de aquel
cavallero, que avía
querido quebrantar el mandamiento suyo estando en su tierra. Y el
Rey quiso saber quién
era aquel cavallero. Y el cavallero embió al Rey que suplicava a su
alteza no quisiesse saber
quién era, que bien avía tiempo para saberlo, pero que pedía por
merced a su alteza que le
mandasse dar campo con el senescal suyo, que falsamente avía
acusado a Blancaflor. Que
él no era venido por otra cosa ninguna, salvo por delibrarla de la
gran maldad de que la
avían inculpado. Y el Rey, que esto vido, que aquel cavallero así
impuñava el hecho,
mandó que le aposentassen muy bien, diziéndole que folgasse, que si
él buen derecho
tenía, que le sería muy bien guardado. El cavallero pidió por merced
al Rey que le diesse
dos cavalleros de los suyos, que fuessen tales y tan fiables para
que les fiassen a Blancaflor,
que fuesse segura fasta que la cosa fuesse juzgada. Y él dixo que
era muy contento. Y assí
mandó a dos cavalleros tales que tomassen a Blancaflor en su poder y
que la guardassen
muy bien, de manera que no recibiesse ningún daño hasta que por
aquel cavallero fuesse delibrada,
y así fue hecho.
El Rey embió por el senescal y los dos hablaron en secreto. Y el Rey
dixo al senescal
que qué le parecía de aquel fecho de Blancaflor, que aquel cavallero
todavía deliberava de la
librar por las armas. Y el senescal respondió al Rey que bien sabía
su alteza que todos lo
suyos eran muertos en su servicio, y por la honor de su corona que
él assí lo haría. Y que él
confiava en Dios que él avría la vitoria de aquel cavallero, que su
alteza les assegurasse el
campo para un día señalado. Porque él presumía tanto de su fuerça
que no estimava a naclie
tan grande era la sobervia que tenía. Y el Rey le dixo que era
contento.
Pero no le parescía al Rey que era bien conosciendo la mala justicia
que el senescal y él tenían,
temiendo no les viniesse a la contra de su propósito. Pero érale
forçado de hazerlo, porque
Flores impugnava su hecho, requeriendo mucho al Rey porque la buena
verdad fuesse declarada.
E los cavalleros de la corte del Rey, paresciéndoles que Flores
demandava justa razón, dixeron
al Rey que no detuviesse aquel cavallero por ninguna cosa, que era
lo que complía a su
servicio y a la honor de su corona. Pues le demandava campo, que se
lo mandasse dar, que en
otra manera parescería la sentencia que avía dado a Blancaflor
fuesse falsa y mentirosa.
El Rey, quando vido que no se podía defender, mas que le era forcado
así, dioles campo
de aí a dos días y en este tiempo que los cavalleros se adereçassen
de cavallos y armas, y
cada uno dellos señaló el padrino que mejor le paresció. Y así todo
puesto a punto y aparejado,
llegó el día que era assignado el campo. Y luego por la mañana,
fuese Flores al palacio
del Rey y besóle las manos y pidióle por merced le assegurase el
campo, porque él era estrangero
y el senescal era natural del reino y bien emparentado. El Rey le
dixo:
_Cavallero, no temáis de cosa ninguna, que toda justicia se os ha de
guardar a vos y a
qualquier cavallero viandante" que a mi reino viniere. |
X
Capítulo de cómo Flores mató al senescal en el campo
Complido el plazo, el Rey y la Reina con los juezes y con toda su
cavallería se vino al eadahalso
e hizo hazer un pregón so pena de la vida que ninguno fuesse osado
de ayudar a una
parte ni a otra, y assí mandó entrar los dos cavalleros en el campo
y con ellos sus padrinos. Y
hechas sus señas, se apartaron los padrinos afuera y los
cavalleros se vinieron el uno contra el
otro de tan gran fuerça que parescían leones. Y el senescal dio a
Flores un golpe que le quebró
la lança encima, mas Flores le dio tan gran golpe que le falsó el
escudo, e cayó el senescal y
su cavallo en tierra. Y como el senescal fue en tierra, puso mano
Flores a su espada por le cortar
la cabeça y el senescalle pidió por merced y por lo que devía a
virtud le dexasse cavalgar en
su cavallo, y Flores fue contento. Y como fue a cavallo, tomó una
gruessa lança y viniéronse el
uno para el otro, y Flores erró el encuentro y el senescal encontró
a Flores y falsóle el escudo
por alto y llevóle la visera. Fue tan rezio el encuentro que cayó
Flores en tierra, y como el senescal lo
vida que era caído, puso mano al estoque por le cortar la cabeça.
Como Flores lo
vido venir, levantóse muy presto y puso mano a su espada, y vase
para el senescal y danse tan
grandes golpes de las espadas que era una cosa espantable. Pero como
Flores fuesse más moço y más esforcado, siempre llevava lo mejor de la batalla, y
Flores lo fatigava mucho. Y el
senescal, viendo que no podía escapar de la muerte, dize a Flores:
_Cavallero, si a vos pluguiesse que reposássemos un poco, que gran
pieça ha que trabajamos.
E quando Flores oyó las razones del senescal, conoció dél que su
hecho era flaco, y algunas
vezes se le olvidava la espada en la mano, que no era tan presto
como de primero.
Plúgole mucho y començó de dalle priessa muy rezio por darle la
muerte. E Flores dio un
golpe al senescal con dos manos que le falsó el almete y lo abrió
hasta los ojos.
E como el senescal fue caído, vino su padrino y sacólo del campo
diziendo a los juezes
si avía más que hazer sobre aquel fecho. Y assí mandó el Rey que lo
llevassen a Flores con
mucha honra por la vitoria que Dios le avía dado, aunque al Rey no
le plazía. Pero Flores no
se quiso partir del campo fasta que BIancaflor fuesse deliberada por
los juezes del campo. Y
luego Flores ante de ninguna cosa suplicó al Rey fuesse publicado
como era acostumbrado
de publicarse tales fechas, y el Rey fue contento de lo hazer. Y
mandó sacar a Blancaflor a un
cadahalso y con ella a Flores, con trompetas, y atabales y con
mucha honra, publicando cómo
aquel cavallero avía deliberado a Blancaflor del crimen que le era
levantado falsamente.
Y esto todo acabado, Blancaflor pidió por merced al cavallero le
dixesse su nombre, porque
quando viniesse Flores le supiesse dezir por quién era libre. Y el
cavallero le dixo que no
lo podía saber', mas que él iva donde era Flores y que se lo
diría. Flores besó las manos al
Rey y despidióse dél, encomendándole a Blancaflor, que sus altezas
la mirassen con ojos de
amor, pues ninguna culpa en ella se hallava y no podían hazer mayor
plazer a Flores, su hijo.
Y otro día de mañana, Flores tomó su cavallo y sus armas y partióse
para Montorio,
donde avía dexado su ayo con el Duque, que de todo esto ellos no
sabían cosa ninguna ni sabían
qué se era hecho. |
XI
Capítulo de cómo Flores se partió para Montorio donde estava
su ayo
Flores, otro día de mañana,
adereçó su cavallo y armóse de sus armas
y partióse para
Montorio donde avía dexado su ayo y todos los suyos. Caminó todo
aquel día y aquella noche
hasta llegar a Montorio y entró lo más secretamente que pudo porque
no fuesse sentido ni se
supiesse dónde venía, que estavan con el mayor dolor del mundo de
cómo avían perdido su
señor, que no sabían en el mundo qué se hazer ni dónde lo ir a
buscar. El Duque, su tío, no
cessava de embiar correos a unas partes y a otras con las señas que
llevava, prometiéndoles
grandes dádivas a quien le truxesse nuevas dél, mas no avía ninguno
que dél supiesse.
Y estando assí todos atribulados entró Flores por la puerta de su
palacio estando el
Duque, su tío, y su ayo con otros cavalleros en consejo para
escrivirlo al Rey, su padre, cómo
no lo podían hallar ni saber dél, ni sabían qué se avía hecho. En
este tiempo entró Flores por
la puerta y demandó el Duque quién era aquel cavallero que era
entrado, y un page dixo que
era su señor Flores. Y quando e! Duque oyó que era su sobrino, fue
tan presto con él que
antes que descavalgasse fue con él. Y tomóle en sus braços y ayudóle
a descavalgar del eavallo,
mas no se curó de demandar de dónde venía, mas mandó que prestamente
le fuesse
aparejado el comer.
Pero como Flores viniesse muy enojado del camino y del trabajo,
pidióle por merced
al Duque le perdonasse, que venía cansado. Y el Duque, viendo que
venía enojado, mandó a los físicos de medicina que lo visitassen. E quando lo ovieron
visitado, tomaron al Duque y dixéronle que el mal que Flores tenía
era de passión de amor y
algún cansancio, pero que
otro mal ninguno él no tenía. Luego el Duque, como fuesse avisado de
sus físicos, fuesse
para la cámara donde estava Flores y le interrogava con palabras de
amor le dixesse la verdad
y ninguna cosa le quisiesse encobrir, que todo lo remediaría por su
amor, aunque supiesse
perder todas sus tierras, y que no pensasse otra cosa de lo que le
dezía, que él le prometía de
lo hazer assí y muy mejor de lo que le dezía.
Flores le agradesció la buena oferta que el Duque, su tío, le avía
fecho, mas por le hazer
plazer que él le quería descobrir su secreto:
_Sabrá vuestra señoría que yo soy criado con una donzella en el
palacio del Rey mi
padre, la qual era hija de una christiana cativa, que los dos nos
avemos siempre criado juntos
y fuimos nascidos en un día, a la qual tengo tanto amor que no ay
cosa en este mundo que yo
tanto ame, y la hora que no la veo no ay cosa que bien me esté. Y el
Rey mi padre ha tenido
todas las maneras que ha podido para me la llevar de la fantasía,
pero no basta todo el
mundo, que yo la amo tanto como a mí mismo.
Y el Duque, pareciéndole que haziendo venir algunas damas perdería
el amor que tenía
a Blancaflor, mandó a un mayordomo suyo que supiesse qué damas avía
en la ciudad y que
las hiziesse venir allí. El mayordomo hizo lo que su señoría mandó.
Y entre las otras damas
avía tres hermanas, hijas de un gentilhombre pobre, muy hermosas y
grandes músicas de toda
manera de instrumentos.
Y como fueron en el palacio de Flores, Flores no sabía cosa ninguna,
pero él recibiólas
muy bien y mandóles dar colación. Y como ovieron hecho colación,
empeçaron de tañer y
cantar todas muy acordadas y a dançar, pero a Flores ninguna cosa
parecía bien. Y quando se
quisieron despedir de Flores y del Duque, mandó Flores a su camarero
les diesse a cada una
de las tres hermanas cient pesaotes de oro y assí se fueron muy
contentas.
Aquella misma noche pidió por merced Flores al Duque, su tío,
quisiesse escrevir al
Rey, su padre, le quisiesse embiar a Blancaflor y que en ello le
haría mucha merced, y el
Duque dixo que le plazía. Y luego el Duque hizo un correo al Rey
diziéndole que si su alteza
no le embiava a Flores, su hijo, a Blancaflor, que con ninguna cosa
le podían alegrar, que
creía que él se tomaría loco o perdería el seso. El Rey, vistas las
cartas del Duque, fuesse para
donde estava la Reina diziéndole cómo ya sabía lo que se era
recrecido a causa de aquella cativa
suya, que sería lo mejor darle la muerte en qualquiera manera que
fuesse para salir de fatigas
y enojos, y que en otra manera no creía que salirían de tan gran
fatiga. Pero la Reina le
dize que no le aconsejava a su alteza la mandasse matar, mas que
ella le daría un buen consejo
si a su alteza le plazía. Y el Rey le dixo que sí, que él sería
contento.
_Ya sabe vuestra alteza que Blancaflor es moça y gentil muger y de
gentil criança, y que no
avrá ninguno que no la cobdicie. Que vuestra alteza la hiziesse
vender en algunas tierras que fuessen
apartadas de aquí donde no supiesse della, e desta manera sería
vuestra alteza fuera desta fatiga.
Y el Rey uvo por bueno el consejo de la Reina y assí lo deliberó de
hazer. E mandó al
mayordomo suyo que la tomasse con otro cavallero y que la lIevassen
lexos de allí, y la vendiessen
donde no supiessen más della. Y los cavalleros hizieron aquello que
su señor con
mucha deligencia les avía mandado. |
XII
Capítulo de cómo el Rey mandó a su mayordomo que llevasse a
vender a Blancaflor
Assí como fueron fuera de la ciudad, deliberaron de ir la buelta de
Francia, pensando que
antes fallarían christianos que la comprassen, pues que ella era
christiana, que no en tierra de
moros, y assí fueron la vía de Francia. E como llegaron al puerto de
Porligado, hallaron allí
tres navíos que venían de Alexandría cargados de gran especería, y
sedas, y brocados y muchas
joyas. Y los cavalleros, como vieron aquellas naos, ovieron plazer
creyendo que en ellas
venía algún mercader que se la comprasse, y deliberaron de no partir
hasta ayer demandado
de las naos.
E otro día acordaron de entrar en la una dellas y hablar con los
patrones y capitanes por
saber si avía algún mercader que quisiesse comprar una cativa
cristiana. Y como ovieron hablado
con ellos, el patrón de la nao hízolo saber a los mercaderes que
venían en su nao. Entre
los otros venía un mercader muy rico e dixo que si era tal que le
agradasse, él la compraría. Y
los cavalleros le dixeron que de la cativa bien eran ciertos que no
se desagradaría, que ella era
tal y tan discreta y de tan gentil criança que creían que en España
no se fallaría otra tal
como ella. Y el mercader demandóles que adónde tenían a Blancaflor,
y ellos le dixeron que saliesse su merced en tierra y que la podía
ver. Y assí saltaron en un batel los dos cavalleros
y el mercader con otros que les acompañavan y fueron al mesón donde
los cavalleros la avían
dexado, y como el mercader la vido, agradóle mucho. Parescióle que
aquella no le parescía ser
esclava, mas señora, según la disposición suya y gran discreción y
gentil fablar. Parescióle ser
burla y demandó a los cavalleros qué era la razón por que tal muger
como aquella la querían
vender. Los cavalleros le dixeron que ellos le dirían la causa
porque la vendían: aquella cativa
christiana era del Rey de España y por amor della el Rey ni la Reina
no hazían vida juntos,
y por esto el Rey la quería vender, y con tal pacto y condición se
la vendían, que la sacassen
de toda España. Y el mercader les demandó qué demandavan por ella.
Ellos le respondieron
que la esclava más valía, pero que les diesse tres mil pesantes de
oro. El mercader les dixo que
no les daría tanto, mas que darles ía dos mil pesantes de oro, y
diez falcones y una copa de
oro, y si esto querían por ella, que él se lo daría. Los cavalleros
ovieron por bueno de tomar lo
que el mercader les dio solamente porque la llevasse donde el Rey no
supiesse más della.
Y luego el mercader tomó su donzella Blancaflor y metióla en la nao
y pagó a los eavalleros,
y los cavalleros se fueron para el Rey su señor. Y el mercader con
su compañía hizieron
vela la buelta del levante. Hízoles tan buen tiempo que en muy pocos
días fueron en
Alexandría. Y dende a dos días que la nao fue llegada en Alexandría,
el mercader acordó de
la llevar al Caire. Él la atavió de muy ricos atavíos y la llevó en
Alexandría, y en llegando la
vendió a un moro que se dezía Almiral, de manera que él dobló su
precio de lo que le avía
costado, porque el Almiral tenía cient donzellas christianas, las
más hermosas que avía podido
hallar, en la torre de Babilonia.
Estando Flores en Montorio con su tío el Duque, assí como dicho
avemos, tenía un anillo
y en él una piedra de virtud. Como aquella persona que mucho amava
aquel que lo tenía en el
dedo se veía en algún trabajo, la piedra perdía la color que
acostumbrava tener, tenía por cierto
que Blancaflor estava en alguna necessidad. Pidió por merced al
Duque su tío que le diesse
licencia porque avía mucho tiempo que no avía visto al Rey su padre
y a la Reina su madre,
que los quería ir a ver. El Duque le dixo que fuesse en ora buena,
que era muy contento y que
le daría cien cavalleros que lo acompañassen hasta la corte del Rey,
su padre.
Flores mandó a su ayo que hiziesse aparejar, que él quería ir a
besar las manos al Rey su padre lo más presto que pudiesse, porque
ya tenía licencia del Duque su tío. Y aquel día aderesçó
todo lo que era necessario y dende a dos días Flores se partió. Yen
llegando a dos leguas
de donde su padre estava, embió un cavallero de los que venían con
él para fazer saber a
su padre cómo venía Flores, y el Rey mandó a sus cavalleros que lo
saliessen a recebir. Y
como Flores fue a media legua de la ciudad, el Rey lo salió a
rescebir con otros muchos cavalleros
de su corte y assí Flores besó las manos al Rey su padre, pero no
que demandasse a
ninguno nada de Blancaflor, porque bien tenía creído que ella no
estava en su libre poder.
Assí como Flores entró por el palacio del Rey, todas las damas y
dueñas salieron a besarle
las manos. No saliendo Blancaflor doblósele muy más la tristeza,
pero dissimuló su
caso. Hablando un día con la Reina madre entre otras razones le
dixo dissimuladamente:
_Señora, ¿qué es de B1ancaflor, que no la he visto ni es parecida?
La Reina, como quiera que ya sabía la passión de Flores, díxole:
_Hijo mío, como quiera que en este mundo no seamos para siempre,
Blancaflor uvo una
gran dolencia de la qual es muerta avrá quinze días o tres semanas.
El Rey vuestro padre le
mandó dar tan gran recaudo como a su propria persona.
Mas como Flores sabía bien el mucho amor que le tenían a Blancaflor
_¡assí les ayude
Dios allá donde están!_, vido que era falso. Pero el dolor era
tan grande que tenía en su coraçón, que quería rebentar, pero por saber mejor la verdad con la
cara serena pidió por merced
a la Reina le mandasse mostrar la sepultura de Blancaflor y quién la
avía sepultado, creyendo
que el Rey la avía mandado matar o lançar en algún lugar donde no
pareciesse, por la
mala opinión que le tenía. Pero la Reina hallósse turbada no estando
pronta en lo que le avía
dicho, que no le podía mostrar sepultura cierta que no cayesse en
falta.
Como la Reina vido que por ninguna manera podía faltar de dezille la
verdad a Flores, díxole:
_Hijo mío, la verdad vos quiero dezir. Sabé, hijo mío, que
Blancaflor es biva, pero el
Rey, vuestro padre, la dio a un mercader que la llevasse en
Alexandría, y esta es la verdad.
Viendo Flores la gran maldad que el Rey su padre y la Reina avían
hecho a Blancaflor
por malicia que della tenían, venderla y lançarla assí de su tierra.
Assí por el mucho amor que
le tenía y doliéndose della, deliberó de irse y no tomar jamás hasta
que oviesse hallado a
Blancaflor. Y luego lo puso por obra como adelante veréis.
Como el Rey y la Reina vieron el propósito de Flores, dolióles mucho
su partida, al qual empeçó el Rey a dezir:
_Hijo mío, ¿por qué quieres dar al viejo padre tuyo tan mala
postrimería, ¿no
sabes que no ay quien pueda heredar mi reino sino tú?, ¿por qué te
quieres ir a perder por tierras
agenas y detrás de una cativa fuera de nuestra ley? Yo te ruego que
apartes de ti tal pensamiento
y propósito y que quieras regir y govemar tus reinos.
No pudiendo Flores comportar más, le respondió desta manera:
_¡O, rey Felicel, tú has sido causa por donde yo me aya de desterrar
de la tierra donde
soy natural. Yo, en quanto aquesto, no te tengo por padre sino por
mi enemigo mortal y si no
que miro las gentes qué dirán de mí, yo te llevaría la vida. Porque
tú, sin causa, falsa y maliciosamente
la querías fazer quemar aquella que nunca te hizo mal, si no fuera
por mí, que
te la quité quando maté aquel traidor del senescal, que así tan
falsamente la avía acusado, y
la libré del fuego, donde tú la querías hazer quemar. Y sepas de
cierto que yo iré tanto por el
mundo hasta que la halle e si yo no la hallare, mi venida no será
jamás en esta tierra sino a
lIevarte los días de tu vida, assí como tú querías lIevallos aquella
que no te tenía culpa, aquella
que tú bien sabías que yo tanto como a mí mismo amava.
E quando el Rey vido que no podía
acabar cosa ninguna con él,
embiólo a su madre, la
qualle començó de dezir llorando de los sus ojos:
_¡O, hijo mío!, ave agora piedad de aquestas tan tristes lágrimas
que la desventurada
madre tuya echa de sus ojos y no seas agora causa de mi tan penada
muerte, porque sepas
que ella será bien presto viendo la tu ausencia.
A la qualle respondió Flores:
_Por cierto, señora, quien de mí no ovo piedad, yo no la avré dél,
porque vos sois cierta,
señora, que vos y mi padre avéis desterrado la cosa que yo más amava
en este mundo y
sabed por cierto que a vos ni a mi padre vos tengo sino por enemigos
mortales desde agora
para Siempre.
Viendo su madre que en ninguna manera del mundo le podía apartar de
su propósito, ella
le dixo desta manera:
_Pues que no te dueles de mis lágrimas, yo te ruego que tomes mi
consejo, y es que por
las tierras donde te hallares seas muy humilde y liberal y que
hallen en ti toda gentileza y cortesía,
y assí serás amado de todas las gentes que contigo contratarán. Y
toma aqueste anillo
y guárdalo muy bien, que tiene tal propiedad que qualquiera hombre
que consigo lo truxere
no puede morir en agua ni en fuego, ni en batalla nunca será
vencido. Pues que siempre
quieres seguir tu propósito, ve mucho en buen hora con la bendición
de Mahomat.
E mandóle dar mucho oro y plata y muchas otras joyas.
E assí se despidió y tomó su camino para un puerto de mar, en el
qual avía una nao que
passava en Alexandría. Y fue posar en una posada mientra la nao
acabava de cargar, e la
huéspeda, viendo el grande acatamiento que los suyos le hazían, les
demandó que quién era
aquel señor y ellos le respondieron que era el príncipe Flores. Y
ella les dixo que dónde iva
y ellos le dixeron que iva en Alexandría a buscar una christiana
cativa que se llamava Blancaflor.
Y luego ella se fue al príncipe Flores y le besó la mano y le dixo
cómo por allí avía
passado Blancaflor, y el mercader que la llevava y cómo iva tan
triste que nunca hazía sino
llorar por él.
_Y maldezir a quien de vuestra alteza assí la avía apartado. E nunca
jamás por cosas
que mi marido y yo le hazíamos, nunca la podimos conortar. Y yo y
todos los de mi casa ovimos
tan gran duelo della y de las cosas que hazía, que deliberamos yo y
mi marido de comprársela
al mercader que la llevava, sino que nos dixo que no la podía vender
en todos estos
reinos, porque con aquessa condición se la avían vendido. E quando
ella considerava esto no
avía ninguna persona que la conortasse.
Y como Flores oyó las palabras que le avía dicho la huéspeda, uvo
mucho plazer en su coraçón en saber que Blancaflor era biva, porque él pensava que el
Rey la avía hecho
matar. E por la buena nueva que le dixo, se sacó un anillo del dedo,
el qual era de muy gran
valía, y se lo dio. Y quando la huésped a vido el don que le avía
hecho, ella le hizo muchas gracias y le besó las manos.
Y así Flores con mucha alegría se embarcó. Y quando fue dentro en la
nao, hizieron vela
la buelta de Alexandría, e dioles Dios tan buen viento que en muy
poco tiempo llegaron al
puerto de Alexandría. Y siendo llegados Flores con su compañía,
salió en tierra con un escudero
e hizieron sacar en tierra todo lo que le traían en la nao y
lleváronlo sobre cavallos
hasta la ciudad de Babilonia, adonde estava el mercader que avía
comprado a Blancaflor. Y
siendo llegado el príncipe Flores en Babilonia, fue a posar en casa
de un hombre de bien que no tenía posada sino solamente para gente
de honor, el qual se dezía Dario Lobrondo, y allí
estuvo Flores reposando unos quantos días, que no salía de una
cámara, tanto venía fatigado
de la mar.
E quando Flores conosció en sí estar algo más dispuesto, un día,
passeándose por una
sala él y el huésped, Flores le dixo las siguientes palabras:
_Dezime, señor huésped, ¿sabréisme dezir de un mercader desta tierra
que no ha mucho
tiempo que fue en España por mercaduría y truxo de allá una cativa
cristiana comprada?
Y respondióle Dario:
_Señor, ¿sabe vuestra merced cómo se llamava essa cativa?
Y díxoIe que se llamava Blancaflor. E Dario le dixo:
_Por cierto, señor, aquesse mercader, quando truxo a essa cativa,
vino a posar en mi
casa y díxome que la quería vender. E vista la gran belleza suya, le
dixe que si él la asseguraya
por virgen que yo se la haría comprar, y él la asseguró y entonces
se la hize comprar al
mayordomo del Alrniral del Caire, y le dieron por la gran belleza
suya mucho más de lo que
allá le costó. Y como la uvo comprado, embióla a la torre de
Babilonia, donde tiene cien donzellas muy guardadas y a gran
recaudo, las quales no pueden ser más ni menos de ciento y, quando
falta alguna por muerte, faze buscar otra el Almiral.
Quando Flores oyó a su huésped estas razones, aviendo buena
esperanca que él le daría
remedio para lo que él avía menester, díxole:
_Padre mío, ¿vos no me daríades un buen consejo para que me pudiesse
regir, de manera
que pudiesse hablar a Blancaflor?
Dario, su huésped, le dixo:
_Yo haré por vos todo lo que pudiere. _Diziéndole:_ Señor, en todo
lo que yo podré
vos ayudaré.
Flores fue muy alegre de la buena respuesta y mandó aquella noche a
su escudero que
fuesse a casa de un mercader y que truxesse una pieça de paño fino y
otra de seda, y haze
venir un sastre que cortasse de vestir a su huésped, y allende desto
diole otro día, quando fue
vestido, xxv ducados. Y con esto su huésped fue muy contento, y
trabajó cómo lo pudiesse
servir. Como Flores ovo comido, su huésped Dario se metió con él en
la cámara y díxole:
_Señor, yo bien te daré un buen consejo, mas es menester que te
guardes mucho que no
seas visto por ninguna persona, porque no te dará la vida sino un
solo Dios si es sabido por el
Almiral, porque en otra manera no podríades aver ningún remedio.
Porque la torre es la más
fuerte que ay en el mundo, que tiene trezientos codos en altura y
trezientos en ancho, de manera
que vos, señor, no podéis tener ningún remedio. Y toda es labrada de
piedras preciosas,
y de día la guardan quinientos cavalleros y de noche otros
quinientos. Y sobre todos estos la
tiene en guarda un cavallero, el más esforçado que ay en toda esta
tierra y hombre que no se
fía de ninguno por mucho amor que le tenga. Es menester que ningún
hombre de ninguna ley
que sea que no se allegue a la torre de media legua, de donde ay
unas señales de las armas
del Almiral, y si de allí adelante passan fazia la torre, so pena de
la vida sin ninguna merced.
Dentro de aquella torre ay un vergel y en medio de aquel vergel está
un árbol que de invierno
y de verano siempre está florido. Y al pie del árbol está una fuente
de agua muy clara y
tiene tal virtud que si la muger no es virgen, allí se parece. El
Almiral faze que cada mañana
las donzellas que en la torre están cojan una flor y házela echar en
la fuente y aquella que es virgen el agua sale clara y si no lo es,
el agua sale turvia y bermeja como sangre.
Dario dixo a Flores:
_Todo lo que ay en la torre, hijo mío, yo te lo he dicho. Y más te
digo, que el capitán de
la torre es gran jugador de axedrez y es hombre que ama la moneda y
es muy avaricioso. E
pues de todo sois avisado, id con la bendición del Criador.
Flores le dixo:
_Padre, yo vos hago muchas gracias de todo lo que me avéis avisado,
mas yo no soy
venido por conquistar moneda ni tesoro, que yo me tengo harto, mas
vengo por mi vida y tesoro,
que es Blancaflor, y por ella perderé la vida. |
XIII
Capítulo de cómo Flores fue a ver la torre y de las cosas que le
acontecieron
Flores cavalgó en su cavallo y fuesse para ver la torre, y quando
llegó donde estavan
las señales, no se quiso detener, mas passó adelante. Y quando llegó
a vista de la torre, los
que estavan dentro vieron venir aquel cavallero derecho a la torre,
maravilláronse mucho
qué cosa podía ser, pero no esperaron que llegasse. Cavalgó el
capitán con otros dos cavalleros
y fuéronse para Flores, y como llegaron cerca dél, vieron cómo aquel
cavallero
era estrangero y dízenle:
_Dezid, cavallero, ¿quién vos ha traído en esta tierra vedada?, que
todos los que aquí
entran son caídos en pena de muerte y a vos no ay quien vos la
escuse.
Quando Flores les oyó dezir tales razones, no fue muy contento, pero
con buenas palabras
les dixo:
_Señores, no creo que hombre que mal no haga merezca muerte, mas yo,
señores,
vos diré: yo soy del poniente, de las partes de España, y yo soy
venido en esta ciudad dos
o tres días ha. Por deleitarme soyme venido caçando esta ribera
arriba, he fallado una
garça y lancéle un falcón, son venidos la buelta desta torre y va
por ver si podría hallar mi
halcón.
El capitán de la torre le demandó:
_Dezid, cavallero, ¿cómo sois venido en esta tierra o para qué?
Flores le respondió:
_Señor, yo soy venido para lo que agora os diré. En nuestra tierra
ay grandes jugadores
de axedrez, yo soy aficionado a los hombres que le son devotos y oí
dezir que en Alexandría eran los mayores del mundo, y por esto,
señor, só venido .
El capitán, como le oyó dezir que era jugador de axedrez,
pareciéndole que era hombre
de afición, díxole:
_Sabed, cavalIero, que vos avéis fecho un gran yerro y sois caído en
pena de muerte,
porque el Almiral, mi señor, tiene aquí esta torre muy guardada y
tiene puestas la señales que
avéis visto en el camino, que todo hombre que de allí passe es dino
de muerte, que nadie no
se la puede escusar sino un solo Dios. Pero por ser vos estrangero y
persona que no sabíades
la ley de la tierra, os será perdonada. Y pues que así es, venid
comigo.
Y así lo llevó a la torre y quando fueron apeados, el capitán
demandó un tablero para que
jugassen él y Flores. En el primero juego que jugaron ganó Flores al
capitán dos mil pesantes
de oro, y assí jugaron muchos juegos, que Flores no dexó ganar
ninguno al capitán, de lo
qual el capitán fue muy enojado. Y estonces Flores le pidió por
merced no recibiesse enojo
que él no era venido sino por passar tiempo. Assí Flores le pidió
por merced que recibiesse aquel presente que él le quería hazer, y
tomó lo que le avía ganado y lo que él tenía puesto, y todo se lo dio. Y el capitán lo recibió diziéndole:
_Por cierto, cavalIero, no sé quién sois, pero podéis ser cierto de
mí, que haré todo lo
que mandardes.
Y Flores le dio muchas gracias y pidióle por merced le diesse
licencia, que se quería ir a
la ciudad. El capitán le dixo que fuesse en hora buena, pero que
otro día viniesse a comer con
él, y Flores lo aceptó.
Assí Flores se fue a su posada y quando fue llegado, Dario le dixo:
_Hijo mío, con mucha ansia he estado de vos, creyendo que vos avría
seguido algún
desastre.
Flores le respondió:
_Padre, todo se hará bien con el ayuda de Dios. Quando el
principio es bueno la fin no
puede ser sino buena.
Flores le contó a su huésped Dario todo lo que le avía acaecido y
Dario le dixo:
_Hijo, todo sea en buen ora, que de vuestra buena dicha yo seré muy
alegre como si
fuéssedes un hijo mío.
E hizole dar bien de cenar.
E otro día Flores fuesse para la torre donde estava combidado y como
lo vido venir el
capitán de la torre, saliólo a rescebir con mucha alegría. Como
fueron en la torre, el comer
fue aparejado, assentáronse a la mesa. Y estando en la mesa pasaron
muchas razones de sus
juegos y de gran amor. Como ovieron acabado de comer, Flores hizo
un presente al capitán de una muy rica copa de oro llena de doblas
zahenes y un joyel que
valía una ciudad. E
como el capitán de la torre vido la dádiva tan rica, parescióle que
aquel devía ser rey o hijo
rey, porque tal presente como aquel no lo convenía hazer sino rey o
hijo de rey. Y el
capitán se lo tuvo en merced y díxole que le pedía por merced le
mandasse en que lo sirviese , porque él no lo tenía merecido lo que Flores avía hecho por él,
ni sabía en el
do con qué se lo pagasse, pero que se sirviesse dél y de su casa
como de la suya propia
Flores le agradeció mucho su buena cortesía y lo que se ofrecía de
hazer por él. Y assí passó todo aquel día. |
XIV
De cómo Flores se descubrió al capitán y de lo que el capitán se
ofreció a hazer por él
Luego otro día acordó Flores descobrir su secreto al capitán de la
torre, creyendo según
se le avía ofrescido que él acabaría algo con él de lo que más
desseava acabar, y él le dixo:
_Porque creo, señor, que vuestra merced puede remediar algo de mi
pena, le quiero dar
parte de mi secreto y qué es la causa porque yo soy venido en esta
tierra. Avéis, señor, de
saber que la causa porque yo soy venido es que en esta torre está
debaxo de vuestra guarda
una donzella e si me quiere hazer tan señalada merced que me diesse
lugar de hablar con ella,
haríame muy señalada gracia, e allende desto yo le daré mil pesantes
de oro.
E quando el capitán de la torre vido lo que Flores le avía dicho,
fue muy turbado pensando el gran peligro que a los dos les podía recrecer pero mirando las
grandes dádivas
que le avía dado sin merecerlo, no sabía qué se hazer, y el gran
peligro que se recrecía del AImiral,
su señor, dixo el capitán a Flores:
_Señor, muy cara sería la cosa que yo pudiesse hazer por vos que no
la hiziesse aunque la vida me costasse, e para esto os daré un buen
consejo. El domingo es día de pascua florida
y en esta tierra todos los cavalleros y damas aquel día salen muy
ataviados y hazen gran
fiesta, y derraman por todas partes muchas flores y rosas y las
mejores yervas que pueden
aver para las cámaras. Busca todas quantas flores y rosas pudieres
hallar por los jardines
fuera de la ciudad y harás un presente al Almiral, que es la segunda
persona por el Soldán, y
embiarlo ha a las donzellas de la torre. Y es tal costumbre que el
primer cuévano es de la
donzella que está juzgada por más fermosa y el Almiral mandarlos ha
traer aquí. Y vos metervos
eis en uno de aquellos cuévanos y encima henchido he yo mismo de las
rosas, y desta
manera vos, señor, entraréis en la cámara de Blancaflor. Yo me
porné en todos los peligros
y desta manera serán vuestros desseos complidos.
Flores le dio muchas gracias por ello diziéndole:
_Es cierto, muy manífico cavallero, que con todo quanto yo tengo no
bastaría a pagar
lo que vuestra señoría por mí se obliga no temiendo los peligros que
se pueden seguir.
E assí Flores se despidió del capitán de la torre y se fue para la
ciudad adonde estava su
huésped Dario, que con gran desseo lo esperava por saber cómo le iva
en sus negocios y a
quien Flores dava parte de todo lo que passava.
Y como fue venido el domingo, primero día de pascua de flores, de
buena mañana antes del día cavalgó y fuesse para la torre donde
estava el capitán. Y el capitán lo recibió en
buena cara diziéndole:
_Señor, vos seáis bien venido, que oyes el día que ponemos nuestras
vidas en gran peligro,
pero por perder yo la vida mía por tal cavallero como vos, señor, lo
he por bien empleado.
Estando los dos cavalleros en esto, entró un cavallero del Almiral
que traía los cuévanos
de rosas para las donzellas, diziendo al capitán de la torre:
_Señor, el Almiral, mi señor, me ha mandado venir con estos cuévanos
de rosas para
las donzellas e manda que a ninguna dellas le quites su derecho
según lo que merece, assí
como por él está mandado.
Y el capitán lo recibió muy bien y le dixo que era contento de lo
hazer assí como su señoría
mandava, y que se fuesse con la bendición del Criador. |
XV
Capítulo de cómo el capitán metió a Flores en el cuévano para
que hablasse con Blancaflor
Como el cavallero y los que venían con él fueron salidos de la
torre, el capitán metió a Flores
en el uno de los cuévanos y cubriólo de rosas, y mandólo sobir a la
cámara de Blancaflor.
Blancaflor tenía una donzella que la servía que se dezía Glorisia,
la qual donzella,
como ovo acabado de subir el cuévano, mirando las flores metió la
mano y encontró con Flores
baxo, y dio un gran grito diziendo:
_¡Jesú!
Que todas las otras lo sintieron y fueron allá por ver qué cosa
podía ser, mas la donzella era
discreta y pensó luego lo que podía ser aviéndole oído a su señora
Blancaflor cómo ella amava
mucho a Flores. Las otras donzellas demandavan a Glorisia por qué
avía dado gritos, díxoles:
_Como fui a mirar las rosas venía un ruiseñor dentro en ellas y así
como las llegué a mirar, salió y diome en los pechos, que toda me
espantó.
Y assí cada una se tomó a su cámara. Y Glorisia se fue para su
señora y díxole:
_Señora, salí de aí si queréis ver las cosas que más amáis en este
mundo.
Blancaflor, que le oyó dezir estas palabras a su donzella, pensó que
burlava y díxole:
_¡Vellaca, suzia!, ¿quiéresme dar enojo día de pascua, que tal día
como este nascimos lo dos?, ¿quieres renovar mis males?
La donzella le dixo:
_No hago, cierto, señora, mas es la verdad lo que os digo. ¡Andad
acá y verlo eis!
Y Blancaflor, que vido que assí lo afirmava, fue a la cámara por ver
si era verdad lo que
donzella le dezía y como lo vido, cayó amortecida en tierra. Y
Flores tomóla presto en braços y assí estuvieron boca con boca espacio de una hora, que no
podía hablar el
uno al otro, tanta era la alegría de los dos. Y como Blancaflor
tornó en sí, començó de
dezir a Flores:
_Señor mío, ¿quién vos ha traído en esta torre, tan fuerte que si
fuesse un gavilán era mucho vuestra entrada y ha seído tan
peligrosa? La salida Dios sabe quál será, plega a mi señor Dios la
haga buena. Aquí nos conviene tener mucho secreto, porque si el
Almiral lo supiesse, no calía sino que nos aparejássemos a la
muerte, que no nos la escusara salvo
un solo Dios.
Comoquiera que Flores tenía en más la gloria presente que la pena
por venir, conortava a Blancaflor diziéndole:
_Señora mía, de la pena vuestra duele al ánima mía, que de la vida
mía yo la te tengo
por bien empleada, porque quando yo de España partí, fize cuenta de
perder la vida por
vos. Pues Dios me ha endereçado así, creo que me sacará a mí y a vos
de todo este peligro. Mas una sola cosa, señora, vos demando de
merced, si a vos plazerá, que demos coplimiento a nuestros amores.
Como Blancaflor entendió la intención que Flores tenía, díxole que
era muy contenta si él se tornava cristiano, que ella era cristiana y él moro no le
parecía que fuesse servivio de
Dios ni cosa lícita. Flores fue contento de hazer lo que
Blancaflor le dezía de tornarse cristiano y de casarse con Blancaflor si Dios le sacava del
peligro en que estava y lo sacava con bien y sin peligro. Y tomó
luego por sus armas la señal de la cruz antes que de
la torre saliesse.
Y el segundo día de pascua, estando
Flores y Blancaflor dormiendo en su cama, embió el Almiral por
Blancaflor. Tocó el paje a la puerta y Glorisia respondióle qué era
lo que demandava, y el paje le dixo lo que el Almiral, su señor, le
avía mandado. Glorisia le dize al paje que su señora Blancaflor no
era levantada, que no se sentía buena, como fuese levantada, que
ella iría a hazer reverencia a su señor. Como el Alrniral supo que
Blancaflor estava mala, que era la más gentil de quantas donzellas
él tenía en la torre, fue a la cámara de
Blancaflor y hallóla abierta, y como entró en la cámara donde
dormían, halló a Flores que dormía en la cama con ella, de que el
Almiral fue muy enojado y de otra parte muy maravillado de cómo era
entrado aquel cavallero. Salióse de la cámara y mandó que supiessen
quién, y cómo se dezía y por dónde avía entrado. Ellos dixeron
que era un cavallero de
las partes de España y que una madre que tenía sabía las siete artes, y que ella le avía metido
metido
allí. Entonces el Almiral mandó tomar a él y a ella y meterlos en
una muy escura prisión
hasta que él mandasse lo que se avía de hazer. |
XVI
Capítulo de cómo prendieron a Flores y a Blancaflor y los
mandaron quemar
El Almiral mandó que los tuviessen muy guardados hasta que la pascua
fuesse passada. Y como fue ya la pascua passada, mandólos traer delante de sí el
Almiral a Flores y a
BIancaflor y demandóles cómo se conocían el uno al otro. Y ellos le
dixeron cómo el primer
día de pascua florida avían nascido los dos, Flores y Blancaflor, en
un día y se avían criado
juntos, y cómo Blancaflor era hija de christiano y de una christiana cativa. Como la conversación
suya de niñez era grande y muy continua, la pujança de amor le avía
fecho venir de
España a buscar a Blancaflor.
El Almiral, como fuesse informado de Flores, mandó, porque otro no
tuviesse otro día
tanto atrevimiento, que los dos fuessen quemados bivos, por les dar
mayor tormento. Otro día
luego mandó el Almiral llegar mucha leña y hazer una gran hoguera,
y que sacassen a Flores
y a Blancaflor y los quemassen.
Pero como Flores partió de España para buscar a Blancaflor, la
Reina, su madre, le avía
dado un anillo; el qual avía tal virtud que qualquiera que consigo
lo traía no podía morir en
fuego, ni en agua, ni en poder de sus enemigos. Y como Flores vido
que los sacavan a quemar,
acordóse del anillo y diolo a Blancaflor, y díxole que no tuviese
miedo, que con aquel
anillo escaparía del fuego. Blancaflor demandóle si tenía él otro
para sí. Dixo que no, que
más valía que él muriese que no ella, pues a causa suya eran venidos
a la muerte. Blancaflor dixo que nunca Dios quisiese que si él avía de morir, que ella
biviesse, mas que fiziessen una cosa, que tomassen los dos del anillo y al tiempo que los quisiessen
echar en la hoguera, que
pidiessen por merced al Almiral que ellos se entrarían mano por mano
en la hoguera, que
Dios les ayudaría por la virtud del anillo. Y assí fue hecho.
Como vino el tiempo que los querían meter en la hoguera, pidieron
por merced al AImiral que los dexasse, que ellos mesmos se
entrarían. Y assí, tomáronse de las manos, teniendo los dos del anillo, entraron por el gran fuego y estuvieron más
de una ora sin rescebir daño ninguno en sus personas. Quando esto vido el Almiral y todos los
que allí estavan, dinxeron
que aquello devía ser algún gran misterio de Dios, que no se devían
quemar, que a Dios no le plazía que muriessen. Y el Almiral mandó
que los sacassen del fuego y los truxessen
delante dél. Y el Almiral demandó a Flores que le hiziesse tanta
gracia que le quisiesse
dezir quién era, porque le parecía ser hijo del algún gran hombre,
que a él le sería
hecha aquella honra que se le devía hazer. Flores dixo que le plazía
de se lo dezir:
_Sepa vuestra señoría que yo soy hijo del rey Felice de España y por
el mucho amor
que a esta donzella tengo, he puesto en olvido las tierras del Rey
mi padre.
Y quando el Almiral le oyó dezir que era hijo del Rey de España,
pesó le mucho quán
descortésmente lo avía tratado, aunque no avía seído su culpa. Y
tomólo por la mano y abraçolo y besólo en la cara, rogándole le perdonasse, que si él
oviesse sabido quién era, no
lo oviera enojado. Y Flores tomóle la mano por se la besar, mas el
Almiral no consintió. Y
assí fueron al palacio del Almiral, donde le fue fecha mucha honra,
assí como convenía a un
hijo de rey o gran príncipe. Y el Almiral deliberó de escrivir al
rey Felice de España haziéndole
saber cómo Flores su hijo era venido en Alexandría y de lo que le
avía acaescido
con él no conosciéndolo. |
XVII
Capítulo de cómo embió el Almiral un correo al Rey de España
Después de todo esto fecho, passaron muchos días antes que el correo
viniesse donde estava
el rey Felice y la Reina, su madre de Flores, los quales estavan muy
atribulados de la ausencia
de Flores, el qual pensavan ser muerto después que de ellos se avía
partido, pues ninguna
nueva dél avían sabido. Ovieron mucho plazer de las nuevas que el
Almiralles escrivía.
En este medio tiempo, Flores deliberó de se venir en España a los
reinos del Rey su
padre. Estando en esta deliberación para pedir licencia al Almiral,
estando un día en el vergel
de la torre tomando plazer, dixo el Almiral a Flores qué era lo que
deliberava hazer, que
él avía escrito al Rey su padre cómo estava en Alexandría con él y
tenía todo lo que avía menester.
Flores dixo al Almiral:
_Señor, si pluguiesse a vuestra señoría darme licencia, yo me
querría ir a los reinos
del Rey mi padre, que es ya viejo y no es de edad para podellos
governar sino con mucho
trabajo.
El Almiral le dixo que era muy
contento, que mirasse él de su tierra lo que mejor le
parecía para en España y que él se lo daría liberalmente. Flores no
quiso otra cosa salvo al capitán
del castillo, y a su huésped Dario y la donzella Gloricina. Y el
Almiral le mandó
armar seis naos gruessas, las quales le dio bien proveídas de
vituallas y de gente de armas
y artillería y de todas las otras cosas necessarias para la mar. Y
esto hecho, dende a quinze
días, Flores y Blancaflor se vinieron a embarcar al puerto de
Alexandría e con ellos, para lo
acompañar, el Almiral con otra noble compañía. |
XVIII
Capítulo de cómo se embarcó Flores y Blancaflor y de la
fortuna que passaron en la mar
Como fueron engolfados en la mar, se movió un viento contrario,
juntamente con el
viento la mar muy alta, que no avía nao ni carraca que lo pudiesse
comportar, e assí corrieron
fortuna dos días con sus noches. En la fin del tiempo, el capitán de
la nao con sus marineros
ovieron su consejo y deliberaron de descargar la nao y de cortarle
el árbol, porque la nao no lo podía sofrir, que se abría con la gran fortuna, pero
no quisieron hazer cosa ninguna
hasta hazérselo saber a Flores, que mucho les era encomendado por el
Almiral. Con la
fortuna avían perdido toda su compaña, que no sabían qué se eran
hechos.
Y con este consejo fueron a Flores, diziendo que si su señoría
mandava que el consejo
del patrón y capitán y marineros es descargar la nao y cortarle el
árbol por ver si a Dios le
pluguiesse restaurarles las vidas. Flores les dixo que hiziessen
aquello que más fuesse al servicio
de Dios y provecho dellos, que para en aquello no les calía demandar
licencia, que ellos
sabían más. Que lançassen lo que bien les viniesse, solamente que
escapassen las vidas. Y
ellos lo pusieron por obra.
Y ellos estando más muertos que bivos, así los marineros como la
otra gente, quiso
Nuestro Señor Dios y llegaron a una isla donde avía un gentil
puerto. Y como fueron llegados
en el puerto, los marineros dieron por consejo a Flores se saliesse
de la nao con toda su
compañía, porque estava toda abierta y estava en mucho peligro, y
podía estar muy bien en aquella isla donde estarían seguros en tanto
que duras se la fortuna y después que adobarían
la nao. E luego Flores mandó echar las barcas en la mar y mandó
sacar todo quanto en la nao
avía, y saliéronse en la isla donde no avía abitación ninguna. Pero
avía muchos animales salvajes,
donde eran ciervos, cabras monteses y otras muchas salvaginas.
Assí como fueron fuera de la nao, escassamente fueron en tierra que
la nao fue hondida
baxo del agua, que no parescía salvo la gavia. Y assí estuvieron un
gran tiempo Flores y
Blancaflor con toda su compañía. En aquella isla no bivién de otra
cosa salvo de carne de
aquellas bestias salvajes y agua, sin pan, que no lo tenían. Estando
un día Flores pensando
cómo remedio ninguno tenían salvo bivir con mucho trabajo, dixo a
Blancaflor:
_Señora mía, ya sabéis en quántos trabajos somos puestos por
nuestros pecados. Yo
que la vuestra leyes la buena y verdadera, que Dios onipotente en
tantas necessidades o nos avemos visto, él por su sancta clemencia
os ha querido oír y de todo nos ha sacado.
Que vos, señora, quisiésedes rogar a Dios nos quisiesse dar algún
remedio para que podamos ir
a las tierras del Rey mi padre a salvamiento, que no muriéssemos
aquí en esta isla salaje nos y nuestra compañía.
Así fue ordenado por los dos Flores y Blancaflor y los que con ellos
estavan rogassen a
Dios les quisiesse dar alguna vía de salvación, porque no pereciesse
tanta gente. Quiso
Dios Nuestro Señor aceptar su rogativa. Luego como ovieron acabado
cada uno sus devociones, vieron venir una nao que venía de Barit para Alexandría, la qual
por la gran fortuna
que le avía seguido era llegada en la isla donde Flores y Blancaflor
estavan. Y quando fueron cerca del puerto, luego los que venían en
aquella nao salieron en tierra para hazer carnaje
para la nao y hallaron a Flores y a Blancaflor con toda su gente en
una cueva de una montaña
que era cerca del puerto, de que fueron mucho maravillados en fallar
aquella gente allí.
Pero quando supieron cómo eran venidos, dieron gracias a Dios que
tanta gracia les avía
hecho que avían restaurado las vidas.
Flores rogó a los marineros que lo metiessen en la nao para hablar
con el patrón. Ellos le
dixeron que les plazía de buena voluntad. Assí entró Flores en un
batel y fue a hablar con el
patrón, y contóle todo como le avía contecido y si quería passar a
él y a su gente en su nao en
Alexandría, que como allá fuessen, que él le pagaría sus nolitos
muy bien a su plazer. El
patrón le dize:
_¡Por Dios!, mi nao es pequeña y va muy cargada, no avría lugar para
ir tanta gente si
no descargássemos de la mercadería para dar lugar en que fuesse
vuestra señoría y su gente.
Viendo Flores que el patrón estava de buen propósito para hazer
aquello que a él complía,
díxole:
_Señor patrón, dexad la mercadería, que lo que valiere ciento yo os
daré dozientos y lo
que valiere mil yo os daré dos mil. Y no os haga duelo la
mercadería, que yo os la pagaré
tanto quanto vos la podedes vender.
Assí el patrón descargó toda su mercadería y dexó allí seis hombres
de los suyos que la
guardassen, y proveyóles de viandas y de lo que avían menester.
Flores y toda su gente se
embarcaron en la nao. Plugo a Dios Nuestro Señor hazelles tan buen
viento que en pocos días
fueron en Alexandría.
Como fueron llegados en Alexandría, Flores haze un correo al Almiral
del Caire haziéndole saber cómo por mal tiempo eran perdidas las
naos que él le avía dado y cómo era
venido en Alexandría. Como el Almiral vido las cartas de Flores,
luego mandó que cavalgassen con él todos los que allí se fallaron, no esperó fardaje
ninguno, mas horro se fue por ver a Flores. Y como fue cerca de
Alexandría, Flores lo salió a rescebir y el Almiral a él lo recibió muy bien. Flores se apeó del cavallo y fue
para besarle las manos al Almiral, pero el Almiral no quiso que le
besasse las manos, mas fízole luego cavalgar diziéndole que ninguna cosa se diesse por lo perdido, que natural cosa
era a los hombres perder y ganar. Mas que se diesse plazer y no curasse de cosa ninguna,
que todo se remediaría con la ayuda de Dios.
Y luego mandó el Almiral armar quatro naos gruessas, las mejores que
se pudieron hallar,
y dioles complimiento de todas cosas necessarias a ellas. En este
tiempo Flores folgó con
su muger quinze o veinte días en Alexandría. Quando el armada fue a
punto, el Almiral dixo
a Flores:
_Quando quisierdes partir todo está a vuestro plazer.
Conosciendo el Almiral que Flores estava congoxoso por se ir a sus
tierras. Y Flores
como lo oyó, dixo que quando su merced mandasse. Y luego otro día
cornençaron de se
embarcar. |
XIX
De cómo Flores se partió de Alexandría y vino en España, y cómo se
tornó christiano
Como todo estuviesse aparejado y toda su compaña embarcada,
embarcáronse Flores y
Blancaflor luego por la mañana y a las dos horas levantóse un
levante amoroso. Hizieron vela
y Dios Nuestro Señor les dio tan buen tiempo que dentro de doze días
llegaron al puerto de
Cartagena. Y como fueron llegados al puerto, Flores mandó que todos
los de la nao diessen
gracias a Dios que a tan buen puerto les avía traído. E otro día en
la mañana mandó desembarcar
toda la ropa y lo que en las naos venía.
Estando Flores en Cartagena, escrivió al rey Felice su padre y a la
Reina su madre cómo
él era venido en Cartagena y de cómo era cristiano, diziéndoles
assí: que si sus altezas
querían que él los tuviesse por padres y ellos lo querían a él por
hijo, que ellos se avían de
tornar cristianos y si esto ellos hazían, que él los obedecería por
padres y en otra manera que
no fiziessen cuenta dél, antes lo avían de tener por enemigo.
E quando el Rey y la Reina vieron las cartas de Flores, ovieron
plazer, pero pesóles en
dezir que se avían de tomar christianos. Pero como no tuviessen otro
fijo sino a Flores, por
complazerlo acordaron de lo hazer y no perder un hijo que tanto
amavan. Y en espacio de
seis meses fue la mayor parte de España convertida a la fe de
Christo. Assí fue Flores en España
jurado por príncipe heredero y Blancaflor por princesa.
Flores fizo govemador de España al capitán de la torre del Caire y
casólo con Gloricina, criada de Blancaflor, y a su huésped Dario lo hizo maestre de
Santiago. Después que el príncipe
Flores governó los reinos de España después que su padre fue muerto
Blancaflor, parió
un hijo que fue llamado Godorión, el qual fue jurado Rey de España
después que su
padre Flores fue Emperador de Roma. |
XX
De cómo después de la muerte del rey Felice, Flores fue rey en
España y dexó a su fijo Godorión Rey en España y él se fue a ser
Emperador de Roma
Y como fue muerto el rey Felice, sucedió rey Flores, su hijo. Y en
este tiempo murió el
Emperador de Roma y no quedó en el imperio heredero ninguno que de
buen derecho le
viniesse salvo a Blancaflor, que era hija de micer Persio, por donde
en el imperio avía
muchas tribulaciones de guerra. Y por ser muger Blancaflor no la
querían rescebir algunos
del imperio por señora, de cuya causa avía gran división. Puesto que
en el principio,
como fue muerto micer Persio por los moros, vinieron los romanos
para rescatar a Topacia,
madre de Blancaflor, y como supieron que era muerta, quisieron
rescatar a Blancaflor, su hija, mas el rey Felice no la quiso dar por ningún precio, por
amor de Flores, su hijo, que tanto la amava.
Después que Flores y Blancaflor reinaron en España seis meses,
deliberaron de ir en romería
a ganar el jubileo en Roma y tomaron cien cavalleros de los suyos y
partiéronse para
el jubileo. Como fueron a quatro jornadas de Roma, el rey Flores
embió a dezir al Sancto
Padre cómo iva él y su muger al jubileo, que suplicava a su
Sanctidad que le mandasse dar
un aposentamiento para él y los suyos donde su Santidad más fuesse
servido.
E como el Santo Padre vido las cartas, ovo mucho plazer de su venida
y mandó que le
diessen todo quanto oviesse menester complidamente. E luego el
Sancto Padre embió por
todos los cavalleros y nobles hombres del imperio haziéndoles saber
cómo venía al jubileo
el rey Flores de España y con él venía la reina Blancaflor, su
muger, a quien de buen derecho
el imperio venía como muy bien sabían. Que tuviessen su consejo, que
a él le parecía
que lo devían recebir como señor del imperio, pues no avía otro que
más derecho al imperio
tuviesse que era él.
Los romanos lo fizieron assí, pero no se podían igualar, por donde
avía entre ellos gran división, tanto que el Santo Padre ovo de
entender entre
ellos. Todos acordados
dieron sus votos a un cavallero antiguo, de sangre real y muy sabio,
que lo que aquel fiziesse
fuesse fecho, so pena de la vida el que al contrario hiziese, el
qual cavallero se
dezía micer Próspero Coluna. Paresciéndole justo que Flores y
Blancaflor oviessen la
corona del imperio romano, pues les venía de derecho y que aquello
era la seguridad del
imperio y la pacífica paz para no ayer entre ellos entrevalo
ninguno.
Assí fueron bien recebidos Flores y Blancaflor en Roma por todo el
consilio romano,
donde bivieron muy virtuosamente y fueron muy amados de todos sus
vassallos y aumentaron
la fe de Christo. y dexaron por Rey en España a Gordión, su hijo, el
qual governó muy
bien sus reinos de España y fue católico y muy bien quisto, assí
de los grandes señores
como de todas las otras gentes.
Dios nos dexe muy bien acabar a su santo servicio, amén.
Laus Deo.
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