José Bernat Baldoví

 

De sesenta un solterón

a una joven vivaracha

preguntó en cierta ocasión:

«¿Cómo te llamas, muchacha?»,

y ella dijo «Encarnación».

«Tal misterio te explicara»,

repuso el sexagenario,

y ella: «Mucho lo apreciara,

pero ya lo hace el vicario,

que tiene la voz más clara».

 

"Un doctor ronda tu puerta

y un escribano te adora",

le dijo a una labradora

otro también de la huerta.

"No es extraño, majadero

–contestó con gracia suma–,

que toda gente de pluma

venga en busca de tintero."

 

 

 

Rita por cierta pendencia

fue citada ante el alcalde,

y éste le sirvió de balde,

dando en su pro la sentencia.

Con refinada malicia

dijo entonces la alcaldesa:

«Nunca he visto, Antón, tan tiesa

la vara de la justicia».

 

 

Preguntole a un sordo Aurora

con cierto interés y ahínco:

«¿Está buena tu señora?»

Y él, no oyendo más que el ...ora,

dijo muy serio: «Las cinco».

 

 

¡Pobre España! Tú ya ves
que bajo distintos nombres,
_Antón, Pedro, Juan o Andrés,_
siempre te gobiernan hombres
desde el año treinta y tres.
Y si bién, con torpe afán
te han hecho tascar el freno
cual a un turco el Gran Sultán,
nada te han dado de bueno
Pedro, Andrés, Antón ni Juan.
Si pues, tan menguados son
para regir los destinos
de nuestra infeliz nación,
los talentos masculinos
de Andrés, Juan, Pedro o Antón,
¿por que al ver tan poco medro
en cuanto a ti te concierne
te has de aguantar como un cedro,
y dejar que te gobierne
Juan, Andrés, Antón o Pedro?
Corta de una vez la cepa,
fortuna juvat audaces,
y que toda España sepa,
de lo que somos capaces
Carmen, Rosa, Juana y Pepa.

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