JOSÉ DE VARGAS Y PONCE

LO QUE ES Y LO QUE SERÁ

Joderá el género humano
mientras haya pija y coño,
en primavera, en otoño,
en invierno y en verano.
Querer quitarlo es en vano
ni por fuerza ni consejo,
pues si está cerca el pendejo
y la polla se endereza
puede más naturaleza
que no el Testamento Viejo.
Desde el rey hasta el gañán,
de la infanta a la pastora,
y desde Adán hasta ahora,
han jodido y joderán.
Tan emperrados están
en este dulce embeleso,
que aunque gritéis que es exceso,
que hay Dios, diablo y castigo,
de todo se les da un higo,
y el bolo tieso que tieso.
El prebendado indolente,
delicado y sibarita,
la quiere joven, fresquita,
que sea rabicaliente;
empero cuando ya siente
menos robustez y anhelo,
temiendo la ira del cielo,
y del infierno la llama,
se compone con un ama,
o con dos si viene a pelo.
Si es molinista, se encierra
con su devota, y los dos
joden en amor de Dios
y olvidados de la tierra.
La carne hace dura guerra
al interior hasta tanto
que, con celestial encanto,
sintiendo con eficacia
de arriba venir la gracia,
quedan en éxtasis santo.
Viuda, doncella, casada,
¿Cuál es la que no ha probado
de un fraile desenfrenado
la lujuria encarnizada?
Para él seis vainas es nada;
y la mujer de respeto
y buen gusto que en secreto
a joder cita al hermano,
pilla un nabo largo, sano,
tieso, gordo y bien repleto.
El militar fanfarrón
joder quiere a troche y moche,
de la mañana a la noche,
de la grande haste el pulpón;
no desperdicia ocasión
por rincón, barranco o soto,
aunque por este alboroto
venga a parar su bambolla
en que le corten la polla
y luego se haga devoto.
La dama de pundonor
y de española crianza
sólo descubre su panza
por mucho metal o amor.
Cada mes al confesor,
en lágrimas nada escasa,
va a contar lo que le pasa;
recibe la absolución,
comulga con devoción,
y vuelve a joder a casa.
La monjita, si es discreta,
cuando va al confesionario,
presenta su tafanario
a la rejilla secreta.
Hácela allí la puñeta,
con el dedo, el confesor,
o, si se puede, mejor,
aunque sea con trabajo,
húrgala con el carajo
mientras ora con fervor.
Otras se suelen meter,
a falta de un buen pepino,
los dedos en el chumino
hasta que les da placer.
También se suelen joder
una a otra en ocasiones,
y aunque no tienen cojones,
juntando ambas el coñito
consiguen tener gustito
con aquellas frotaciones.
Joded, felices humanos,
sin que nada os alborote,
y en cansándose el virote,
joded con lengua y con manos.
A moralistas tiranos
dejadlos en su quimera;
a fe que si yo pudiera
me transformara en un nabo
inmenso, y de cabo a rabo,
cien mil veces más jodiera.

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS ERÓTICOS

 

IR AL ÍNDICE GENERAL