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o hay que asustarse, Ayguals, del título de este articulillo, que indudablemente hará abrir grandes ojos a los fiscales (Q. D. .. G.) porque la situación que voy a pintar nada tiene de política, limitándome a hacer ver lo que me parece cierta situación; y si no te gusta, das mi retrato en tu periódico, para que se rían los suscritores; mi figura está descrita en estos cuatro extravagantes versos. Fantasma descomunal con los ojos de cristal, y una nariz colosal, mi retrato es imparcial. He aquí como yo sin ser caricato, soy una perfecta caricatura que no debe desperdiciar La Risa, porque en estos tiempos no todos sirven para el caso. No creas que en esto divago, pues al describir mi persona, describo mi situación, que tan situación es como otra cualquiera, pero no es hoy mi idea entretenerme con mi persona, no solo porque no quiero se sepan ciertas cosas, sino porque necesitaba muchos pliegos de papel para tan gran tamaño. ¡La situación! he aquí una palabra que en general no podría yo definir, como no podrás tú tampoco comprender, por qué te llamo amigo, pero en la situación del día todos somos amigos con solo saludarnos en la calle, pues es nombre que vale mucho, y allá van unos versos extravagantes que no se sujetan (porque son libres) a metro conocido, pero que no por eso deja de ser metro. En su triste situación el cesante o el mendigo, explota el nombre de amigo para lograr el turrón, (Aquesta no es alusión, Ayguals de Izco), y esta aclaración que ve la hago porque no me des un pellizco. ¿Qué tal? . . . Pero sigamos con la situación a cuestas, que por Dios me pesa más que al Cirineo la cruz, pues ya no es posible volver atrás porque la situación mía, es decir la que describo yo, no es como la del cangrejo, y veremos si es la peor de las situaciones de España. El mísero artesano, el pobre enamorado, el cesante, el desterrado de su patria (esta no es alusión a mi amigo Villergas), los gobernantes y todas las malas situaciones, creo, Ayguals, que no son comparables con la del escritor en nuestra patria. Infiero que en todo estarás acorde conmigo; de lo contrario rebáteme cuando a esta me contestes. Heme aquí con la pluma en la mano para escribir del escritor, sin que en este número me cuente yo, pues aunque yo escribo, recuerdo aquel epigrama de Príncipe: De escribir sale escribiente, escribano y escritor: ¿de dónde has salido tú, miserable escribidor? Estos cuatro versos no juzgo se compusieran para mí, y así es el mundo, pero déjome de epigramas porque les temo mas que á una paliza. Y si por desgracia escribo algún desgraciado drama , temo más un epigrama que una silva que recibo. Aquí debiera decir reciba, pero el consonante apremia más que un escritor cuando no ha cobrado una obra y más aun (es todo lo que se puede decir) que el editor cuando ha pagado una obra adelantada; esto (entre paréntesis) sucede pocas veces. El escritor, como ha dicho muy bien un poeta, es una planta maldita, y hoy que tan extraordinariamente se reproduce mucho peor, llevando todos por idea principal, el engañar a los editores, aunque sucede siempre que son ellos los engañados; aquí viene bien aquel refrán español: ir por lana y volver trasquilado. (Si Villergas no se hallase en San Petersburgo, pediría la palabra al leer este refrancillo.) El escritor pues cuando vierte sus primeras inspiraciones, solo ansía que salga su nombre impreso y cuando lo consigue se recrea observándole horas enteras, como una joven contempla el primer billete de amor, que la conmueve. Con este paso principian ambos su carrera, y sus sentimientos deben ser iguales. Aquel día va al prado y mira de reojo a los que pasan, creyendo que le señalan con el dedo para decir aquel es el novel poeta, y a todos sus amigos pregunta si han leído aquel número para regalarles de lo contrario uno, de docena y media que lleva en el bolsillo. El poeta en ciernes hace incontinenti tantas composiciones como periódicos hay en la corte y sin más recomendación que el mérito de la obra envía cada cual a su destino: unas se publican y otras se arrinconan, sin que esto desanime a su autor. Los ratos perdidos los emplea en componer un drama, y aquí empiezan las desgracias. Después de consultar veinte historias que destroza a su modo, y de trabajar quince días (no necesita más el genio), se presenta en uno de los teatros donde le reciben muy bien, pero no sabe el infeliz que su obra va a confundirse con un millar que tiene el empresario en su bufete. Si busca recomendaciones que le recomienden de veras, suele suceder que la producción se admite y el pobre diablo aguarda meses y meses, mientras que ve poner en escena otras que habían sido leídas después: el editor no quiere pagarla hasta que comiencen los ensayos y ninguno quiere hacer el papel, y el que hace el papel presta todas sus fuerzas para sacarlo mal y lo saca mal, y silban al pobre autor para hundirle su porvenir contribuyendo a que renuncie a escribir. Si por una casualidad se aplaudiese la obra, el escritor recibe en las tablas una o muchas coronas que había repartido a sus amigos para que le rindiesen este tributo. Sin hacer caso de las críticas de los santones que quieran echarlo abajo porque es joven, escribe otra infinidad de producciones y ya puede contar con su subsistencia segura, con una situación de las mas brillantes. Desde este momento vomita su pluma poemas, novelas, tragedias, dramas, sátiras, comedias, poesías y demonios, que le producen algunos reales...pero de cien suscritores tiene uno esta suerte y es preciso figurárselo arrinconado, a menos que no aprenda por principios a adular, renegando de sus creencias y convenciéndose de que come a costa de los editores, porque no conoce que los editores son los que comen a su costa siempre. Muy difícil es en el día adquirir nombre y por eso la mayor parte renunciamos a él, conformándonos con estar a oscuras en el siglo de las luces; yo no deseo reputación a costa de infamias, y si escribo es por divertirme dando motivo a los lectores de La Risa para que se rían de mí, pero nada me importa, caro Ayguals, porque si se ríe de mí el mundo entero yo me río de todo él y vamos bogando en esta vida que es lo principal. Mas, ¿qué digo? Ayguals querido, ¿para qué otro nombre quiero si el de Teodoro Guerrero es nombre y es apellido? Pero concluyo porque la situación es ya... muy larga y me despido, aconsejándote que me contestes para saber tu parecer acerca de esta triste situación y adiós: por conclusión te digo que en el Parnaso nos veremos; y esta si no es buena conclusión, lo será poniendo un punto final. PULSA AQUÍ PARA LEER TEXTOS SATÍRICO-BURLESCOS Y AQUÍ PARA LEER OBRAS DE AYGUALS DE IZCO |