Fragmentos de una historia
(Recuerdo con
luna)
Hoy
recuerdo la noche de verano del sesenta y nueve: afuera
la calima aquietaba la brisa y daba densidad
al tiempo en claroscuro en que habíamos crecido.
El hombre pisaba al fin
la luna
y mi padre rondaba los cincuenta.
Era el verano del amor a
tientas y de la paz ficticia.
Apenas conocíamos el color de la tinta que hablaba en el abismo,
la espesura sin fronda de un mundo subterráneo,
de casi aparecidos.
Sé que entonces el mundo
limitaba
con las cuatro fronteras de mi calle. Que el corazón tenía
su agujero en la casa de niebla de mi barrio,
que el padre aún respiraba el olor algo acre de todos los barnices
y que olía a madera, a colas y a amargura
su ropa al fin rendida en el sofá gastado de l anoche
mientras Armstrong tanteaba la luna a paso lento.
Sé que esta memoria de
aquella noche hundida en el bochorno
que a cerveza me sabe y a silencio,
es una puerta extraña.
La he abierto hoy, de
madrugada,
para encontrar al otro lado no la luz indecisa
de quien fuera, sin saberlo, adolescente,
sino un dolor sin forma, un lastre ambiguo,
el turbio fotograma de un tiempo desflecado.
Sé que me fui, Que
abandoné el salón
en el preciso instante en que el hombre pisaba al fin la luna.
Y que mi padre me miró de paso, y que en sus ojos
tembló un destello, acaso la certeza
de que otra luz llegaba
y no era suya.
Y
recuerdo, ¿por qué?, la noche en el jardín,
la palidez exhausta de la luna de julio,
el pliegue lateral donde apuntaban las primeras señales
de la huida, esa indigna presencia
que me plantó en la vida sin elección posible.
(
De
La
densidad de los espejos) |