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Adolfo Cueto

Amantes

Fado

Canción desafinada

 Almacén

AMANTES

Porque late en sus venas la luz ruidosa del atardecer,

se han besado de nuevo. Dan

con la vista a otro sitio

que quizá no es de aquí, y unas ganas enormes

de gritar, de salirse otro poco

de este cuerpo pequeño, cuando los días arden

y es ya todo distinto, y es

un embargo igual: son esas mismas

pensiones arañadas del deseo, de otro modo

dispuestas, de par en par

abiertas las ventanas a la vida, oigo tu voz

crepitada, de madera quemándose, un quejido

difuso de sirenas, que se encienden

por tu cintura arriba, respira la ciudad, qué extraño incendio

me tiene entre tus labios, aún murmuran

los bares despedidos, hay un aire

que pasa, un agua subterránea, un tigre oscuro

que ruge, que no cesa, alguien que busca

tu nombre nuevamente, dice el mío.

 

Y hay luego ese pasillo solitario del fondo

de tus ojos –y grifos que se abren, y nunca más

se cierran–, y es de noche.

 

(Ya les cubren urgentes, salitrosas

sábanas, donde cabe el infinito.)

 

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Fado (cara b)

Mujer: breve fue el tiempo

para decirte adiós. Dicho quedaba

en la terrible sombra del abrazo.

Toda una vida

para decir adiós. La vida sola

ahora desconchada en muros, llanto

donde escribo tu nombre de repente.

Como un tranvía abajo, me remontan,

Lisboa, los recuerdos: ese que yo creí

instante puro

y es hoy este pesado cadenaje de las losas

que alargan barrios lentos,

despaciosos peldaños,

en pendiente,

donde mi boca inclino hacia la tierra.

Mi lengua desgarrada tanto, tanto

para decir adiós. Vinagre habrá de ser

la noche,

hundiéndose ceñuda en los tejados

que van a dar a la mar

por las cansadas,

las ateridas,

desconsoladas calles lisboetas.

 

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Canción desafinada

Noche del desamparo, del desconsuelo, noche de
la soledad, ¿por qué
los has abandonado?

Sueño huido, jeringuillas oxidadas, muertas vías
de trenes sólo de ida,
¿dónde te has escondido?

Noche suicida, noche alargada de las ambulancias,
negras lágrimas, ácidas
botellas a escondidas.

Cuerpos lamidos sólo por aceras, sombras que dan
tumbos de bar en bar
con el hombro escupido.

Toda esta infancia adulta, alas en cárceles y hospitales,
ángeles de arrabales,
hijos de la distancia.

Y esta orfandad de sanatorio –y esquina y callejones–
de quien no tiene nombre
y no tuvo lugar.

Ciegos faros sin puerto, carne de la desolación,
silenciosa canción
de amor desesperado.

Hueco perdido entre cubos de basura, hueco sin
nada ni nadie, di
¿dónde suena este aullido?

Noche del desamparo, del desconsuelo, noche de
la soledad, ¿por qué
nos has abandonado?

(De Palabras subterráneas)

 

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ALMACÉN

Somos seres de plástico, productos envasados

al vacío. Llevamos fecha oculta
de caducidad. Carne
sin alma. Seres almacenados
en números, cifras, cuentas
de óxido, posesiones
baldías. Acumulamos residuos:
toda una vida apilada en
ese gran vertedero. Nada hay que sea nuestro,
sin embargo, más allá de este amor
que nos quema la sangre. Seres intercambiables;
contratas, negocios, fincas,
huesos, cenizas. Mira:
la codicia ha llegado.
Se ha instalado en tu casa.
Ha cogido tus llaves.

(De Dragados y construcciones)

 

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