Adrián González |
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1.II
Una vez me dijiste qué palabras... Esa risa que estalla... |
La pequeña mujer a quien le suelo comprar la fruta cada día, hoy, no ha venido hasta la plaza. Dicen que no vendrá ya más hasta la plaza. Movido por el hábito, interrrogo _sucede que soy hombre de costumbres_ en un puesto cercano, al vendedor, si no tendrá melocotones buenos. ¿Melocotones, me pregunta, rojos o amarillos? Usted dirá. De cuáles. _Y mi respuesta me revela entonces qué poco me conozco. La razón de mi fracaso en esta vida y otras futuras, si de cierto las hubiera _. Démelos como sean. De los buenos. |
Espero una llamada importantísima. Una llamada de verdad urgente. Llevo años enteros esperándola. Después de tanto tiempo con la idea hurgándome debajo de la piel, debiera haberme acostumbrado un poco. Y, sin embargo, sudo como suda la novia en el altar, de blanco y sola. Nervioso, me levanto de la silla y paseo, nervioso, por el cuarto. ¿Si me quieren llamar, por qué no llaman? Miro el teléfono continuamente. Una y otra vez, miro hacia el teléfono. |
Una
vez me dijiste qué palabras |
Esa risa que estalla como un
vaso en la tarde, |