Álvaro Salvador Jofre |
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Canción del reincidente |
uno no se quita de amar ni de fumar uno descansa
son como treguas que uno mismo inicia y donde uno firma la paz o acusa la derrota
y mira uno salir a caminar sin el cigarro decir que no que ahora va de veras
uno que quiere descansar y uno se sienta en ese mismo tranco de una calle cualquiera y uno piensa
lo toma uno en serio casi siempre uno espera vencerse y derrotarse porque uno es capaz el primer día uno después camina sin cigarro y sin recuerdo uno se recrea y se hace fuerte uno y se autoengaña
uno marcha y trabaja sin cigarro y sin fijarse apenas en lo otro uno olvida que aquello es una tregua
uno de pronto se tropieza y uno empieza y si hace falta reza y baja la cabeza y la pereza y es que ama uno otra vez agarra la colilla y recomienza. |
I Un cuerpo es una vida o un instante. Tal vez la vida toda donde buscas el secreto misterio de tu suerte. Pero también un cuerpo nos deslumbra con la honda inocencia del deseo. Súbito, apasionado, limpio, con el fugaz calor de las ofrendas. Un cuerpo es un instante o una vida.
Y aunque la vida siga de un cuerpo desterrada, y aunque el instante quede como sombra del tiempo, al final de la ausencia te aguardará la imagen de una hermosa amazona perdida en el sendero donde quedó la vida, donde flotó el instante.
II Desnuda eres como el azul del mar, un mar bravío.
III En la limpia corriente de tu cuello se va mi corazón, y sólo encuentra arrecifes de miel banderas de la vida.
IV Asombra tanta sal en esta cala, la embestida agridulce de unas olas que esconden su tesoro de placer y misterio. Aquí, en la ensenada en el canto imposible de las noches de insomnio yo también me desnudo.
V Heridas del amor, flores de carne: mi cuerpo ese jardín donde tus dientes siembran heridas del amor, flores... |
Yo no sé nada del Amor, tan sólo puedo hablaros de mi amada.
Sus ojos son oscuros, tan oscuros... que ni siquiera en ellos se detiene el temblor de la noche. Su pecho es inocente como un niño, y su cadera es el tibio camino que conduce al jardín de todos mis placeres. Hay en su boca una promesa herida: la sazón de la fruta en primavera.
Del Amor nada sé, sólo conozco el cuerpo de mi amada. |
Parece un largo adiós, desde hace meses, este dejarte sola en los andenes, estación de autobuses, aeropuertos, rellanos de escalera...
La vida -según dicen- a veces se parece a un vuelo con demora, pero tú, con tus ojos de niña extraviada en mitad de la feria, me miras y te marchas cargada de maletas sin señas ni remite. Y vuelves (a mirarme otra vez) a marcharte como quien no conoce la dirección del viento.
Reina de los andenes, mi pequeña viajera, cansada de equipaje, pero buscando aún, nómada de ti misma, no se sabe qué rumbos donde curar con cuerpos el amor.
Parece un largo adiós, desde hace años, este sentirme solo en los destinos, antesalas de alcoba, barras fijas pasillos de oficina.
Experto en despedidas que siempre me dolieron, a vueltas con la vida y su máscara infiel, bebiéndome las noches amargas, las felices desplegando velámenes de ausente seducción, derrotas exhibidas, cicatrices, ojeras, nostalgias de otros sueños y otra edad.
Por eso, mi pequeña viajera impenitente, este viejo corsario de los mares profundos puede ofrecerte aún su tesoro más dulce: una escondida playa al abrigo del mundo -que no exista en los mapas ni en las cartas de viaje- donde encuentre refugio después de cada envite, desnudo y renovado, tu joven e indeciso corazón. |
Si en batalla de amor sientes derrota no pienses en morir, porque en la muerte nadie vence ni pierde, sólo ocurre que te vas, que te irás, que ya te has ido.
Y si a la vida arrancas sus pudores comprenderás quizás, pues la batalla te acecha en el portal, en la salida al descansillo ruin de tu destino.
No hay guerra en el amor... Tan sólo miedo.
Y si cada mañana el miedo se cruzara entre las sábanas azules de mi lecho como disfraz pereza traslucida de recuerdo y de escarnio, tal vez, o de fracaso.
Y si en las doce quizás del mediodía, noche tal vez o noche simplemente no hubiese más cerveza ni rostros familiares apretones de manos que salvan nuestras vidas.
Y si mis labios faltasen a la cita plenos de libertad como un descuido tuyo, sin más, Amor como un despojo en cada primavera.
Y si frente al adiós o entre las cuatro paredes de mi cuarto una mañana desnuda y poseída, al fin, mi alma Amor, marcase los caminos: la esquina de la vida, Amor una mañana... frente a las cuatro paredes o al adiós, etcétera. |