Venía tu cuerpo moreno PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA |
¿En qué océanos áureos y arrebatados me hallo? ¿En qué rompientes duras en qué surcos de fuego? ¿En qué simas fugaces en qué abismos rugientes me sostengo y me hundo me levanto y me pierdo? El corazón al rojo ha marcado certero la huella perdurable de este minuto intenso. Olvidar. Olvidar todo el pasado muerto. Sentirse florecer el corazón y el cuerpo y en una tierra virgen resucitar de nuevo. ¿Qué puñales de luna qué dardos acerados abren mi cuerpo frío y me penetran ciegos? ¿A qué vértigos puros a qué cuencas recónditas a qué cielos efímeros a qué vastos incendios hechizada y demente me conduce tu beso? PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE BESOS |
Me persigues ¡oh sombra! con obstinación fría atándome los puños segándome la risa parándome la sangre y el pulso de la vida. A tu viento tenaz dócilmente me inclinas. Te prolongas en mí penetrando furtiva mis silencios de yedra mis murallas erguidas. Ya mi voz no es mi voz ni la tristeza es mía ni sé ya qué raíz está ardiendo en mi herida. Suspendida en el tiempo sobre enjambre de cimas de mareas nocturnas de selvas abatidas emigro ineluctable como un agua suicida al desierto angustiado de tu alma sin orillas.
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Noche de insomnio negro. Sobre un talud de cardos crispada me recuesto. En cada pliegue blando recóndito del lecho: una espina de miel un cuchillo de fuego. Incrustado a mi cuerpo tentáculo feroz y agresivo: el deseo. Gritos broncos derriban murallas de silencio. Sofocante me absorbe, la boca que no tengo. Mordaza de mi mutismo. Pantera de mi desierto. Hoguera de mi penumbra. Abismo de mi tormento. En un rojo revuelo de combates sin freno abierta desmembrada me consumo y me pierdo. En la noche demente resucitada muero: con la boca quemada con los flancos ardiendo. Lívida madrugada cortará el aire denso. Y el rostro que persigo morirá en el espejo.
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Pacientemente sí. Porfiadamente sí. En mármoles de olvido en bronces de congoja en granitos de ausencia día tras día noche tras noche con dulzura he labrado tu rostro. Tu rostro que inventé hoy pervive en mis ojos va siguiendo mis pasos hasta borrar el tiempo hasta velar mi nombre hasta cubrir las islas de luz de la memoria. Amorosamente sí. Angustiadamente sí: he labrado tu rostro. Traspuse pavorosas vorágines de gritos derribé cordilleras descendí por los anchos océanos secretos descorriendo el cerrojo de las noches hostiles del ansia adormecida de mi voz ahogada en canteras de angustia. Aurora tras aurora. Ocaso tras ocaso. Ni demente ni cuerda: así labré tu rostro. ¡Y nadie lo descubre vibrando entre mis manos! ¡Oh rostro conquistado! Ardiente quemadura. Grito tenso del sueño. Fiel herida del alma. ¡Estatua de fulgor que no podrás robarme! |