"Algún día me ofrecerás como regalo la muerte. ¿Tendré luz en los ojos para sonreírte?" DONATO COCO Cuando extiendas tus alas, tus cruelísimas alas, y me hagas beber de tu dura mejilla, sedúceme, te imploro. Derrama por mis hombros tus cabellos: lisa, brillante, sinuosa lycra que me recuerde fiestas con jóvenes caderas bailando en torno a mí, los más bellos desnudos presagiando. Ahógame en tus ojos, en su hondura decline mientras que tus susurros me entretienen y regrese el deseo a mi alcoba de enferma y otras noches suscite codiciándote, confundiéndome en ti. Sedúceme tú mientras me abrazas -antes de que me arrojes al alto precipicio de los astros- en tanto se concluye tu exterminio. Pues no quiero sentir cómo vas arrugando frágiles envolturas de apenas celofana, sensanciones, memoria, las palabras hermosas: mis tesoros, la maraña sutil de mis inexplicables sentimientos, todo lo que aprendí o lo que rechacé para ser yo quien creo. Que yo no te discuta, que no intente salvar el más mínimo anillo de tu asedio indefensa me alcance la hendidura que de a mí me arrebate y desposea. Pero es la nada lo que precisamente me da miedo. Pues es la nada algo para mí indiscernible, pero es algo: lo que no nos han dicho. Y es eso lo que más me sobrecoge. Y no es a ti a quién temo, sino a esta ignorancia que a todo pone límites y alza muros donde el tiempo termina. Y el vacío es contorno y el nunca balaustrada en la final estrella y el infinito un día, un día detrás siempre del último después. Pero a ti no te temo. Por eso no permitas que aterrada te acoja, que inasequible sea a tu boca amarguísima, resistiéndome al vértigo que prosigue a tu alarma, retroceda. Quiero entregarme a ti serenamente, abandonarme toda a tu depredación, que el borde atormentado de la sábana intacto permanezca, y mi rostro aniquilado quede, pero cumplido en ti en tu apacible máscara vaciado. Que mis ojos descansen en tu sueño, no quiero el estupor, no quiero entre mis párpados fijada la agonía de la noche de bodas de una muchacha necia. |
(a mi adorada Bibi Andersen) Divagar, por la doble avenida de tus piernas recorrer la ardiente miel pulida, demorarme, y en el promiscuo borde, donde el enigma embosca su portento, contenerme. El dedo titubea, no se atreve, la tan frágil censura traspasando _adherido triángulo que el elástico alisa_ a saber qué le aguarda. A comprobar, por fin, el sexo de los ángeles.
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Es tan adorable introducirme |
A QUIEN, NO OBSTANTE TAN DELICIOSOS PLACERES DEBO
"Cuando una se siente bien, puede prescindir de lo mejor. Y
esa tan transparente neblina que su lengua
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CIERTA SECTA FEMINISTA SE DA CONSEJOS PREMATRIMONIALES
"...Trabajada despiadadamente por un autómata |
Hubo un
tiempo... |