Antonio Carvajal |
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A veces el amor tiene caricias...
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Correspondencia
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A
veces el amor tiene caricias
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Dame,
dame la noche del desnudo |
Con
estos mismos labios que ha de comer la tierra,
Te
muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
Tal
ímpetu me come las entrañas, que sorbo
Ni
la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.
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Luchando,
cuerpo a cuerpo, nos queremos de veras PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DE TEMA ERÓTICO |
Pero
has sido flor de cuerpo
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Narcisos A Elena Martín Vivaldi Bocas de vidrio, esbozos de penumbras. Adelantados o doblados o pertinaces en su insomne palidez de vientos como llamas, los narcisos entregan su aroma, luna de invierno. Florecer y morir, qué triste júbilo. Su dispersa agrupación conmueve el corazón del hombre, pues conoce que la armonía existe, mas tenerla sometida no puede a su dominio. Todo es renuncia: de tanto aroma nada se percibe, como en la muchedumbre de los besos tantos pierden relieve, sólo el beso inicial y el postrero perduran. Hanse abierto en los días cálidos de febrero, largamente esperados, interludio suavísimo entre la agria orquestación del otoño y el ascenso difuso y orgiástico del polen. Y se propagan y se ofrecen y su obsequio es cuasi monacal, como si una vidriera de ponientes áureos derramara no sé qué olvido glorioso en el tocado de la novicia, ella, tan nueva, entrada en la sabiduría de la entrega. En las columnas del incienso, en el cavado resonar del órgano suspenso, en el ilustre bisbiseo latino de letanías, hay la misma floración angustiosa de los narcisos, algo intacto que pasa, y no relámpago; algo que es luz y, al tiempo, materia deleznable; algo que llena el pecho de veneno y promesas. Algo como una nube que transita en silencio. |