Crónica de Lima
Para calmar la duda/que
tormentosa crece/
acuérdate; Hermelinda,
/acuérdate de mí.
Hermelinda, vals
criollo
Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y
el día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mejor de mis hijos, varón y
hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis batallas contra el
Rey de
los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis remordimientos.
(Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de vergüenza o de
pudor,
maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
Oh ciudad
guardada por los cráneos y maneras de los reyes que fueron
los más torpes _y feos_ de su tiempo.
Qué se perdió o ganó entre esta agua.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los Grandes
Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.
Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
_hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego.
El mar está muy cerca, Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas, su
presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo-ladrillo.
Y el mar está muy cerca.
El horizonte es blando y estirado.
Piensa en el mundo
como una media esfera _media naranja, por ejemplo_ sobre
cuatro elefantes,
sobre las cuatro columnas de Vulcano.
Y lo demás es niebla.
Una corona blanca y peluda te protege del espacio exterior.
Has de ver
cuatro casas del siglo XIX.
Nueve templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
Por 2 soles 50, también, una caverna
donde los nobles obispos y señores _sus esposas, sus hijos_
dejaron el pellejo.
Los franciscanos _según te dirá el guía_
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas, no-me-olvides
_acuérdate, Hermelinda_ y en arcos florentinos las tibias y los
cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo y sin
especie conocida
bajo el semáforo rojo.)
Hay, además un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado. Alaba
sus aguas
venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y tienen otros
dioses.
(Concierta alguna alianza conveniente.)
Este aire _te dirán_
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier objeto al
más breve contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación _acuérdate, Hermelinda_ no depende de
ninguna voluntad.
El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
No lo podrás ver.
Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un oficio.
Y esta memoria _flexible como un puente de barcas_ que me amarra
a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.
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