País
Vasco Pudiera yo imaginarte... |
Hoy ha llovido abril sobre mi sangre. Carlos Álvarez Ocurre que en este paisaje tan distante hay algo de nuestros cuerpos, aunque oscuro, parte de este oficio que estoy definiendo por no nombrar la libertad como una sola palabra vacía. A esta tierra la hicieron a golpes diferentes (apariencia de calma bajo la lluvia, tono gris de silencio a estallar) o mejor, se fue haciendo ella misma. Mi propio solar, mi casa, si es que tengo ya alguna, siguen estando muy lejos. Fuenterrabia. Abril de 1976 A Trini Delgado (De Último recurso) |
Pudiera yo imaginarte en la quietud, fija como los amantes de Chagall, vueltos sin remedio hacia la noche. Pudiera recordarte en un espacio de mi popensión esteticista, la antigua tristeza de tus ojos, de tus brazos caídos, si no supiese cómo va destrozándote el espejo del tiempo, y las palabras, y ese cariño tan falso, tan apacible, de las tardes de invierno, cuando la lluvia y los cristales
empañados ocultan el cansancio. casi dormida, como en una cárcel, tu te hacías a la vida o tal vez te acostumbrabas a no jugar con el suicidio, silenciosa igual que ayer,
igual que siempre. de la muchacha oscura y su pistola de poco calibre al alcance iban descubriendo el desprecio a la moral vigente, sí, podría yo recordarte. (De Poemas del desempleo) |
I Como una nube estraña o un reguero de humo se graba en la memoria su figura. Muros disueltos, engranajes y cables oxidados, el viento entre ventanas al vacío: ya es sombra sobre sombra, lugar de mirada inmóvil, sin reflejos. Nadie pasa. Así se impone el tiempo, así el azar nos devuelve una lámina olvidada en un libro de historia natural, y es la sorpresa de reconocer ese lento desguace inadvertido que siempre nos acecha, que nos deja inermes, vagamente amenazados por los años y el uso. II Vidrios sucios, enigmas. Alguna vez hubo un eco de voces en las naves, horarios fijos, usuras acordadas. Su imagen restituye otra forma de ausencia: no sólo el perfil de un paisaje dividido sino el presente en fuga, un hálito de ruina sobre objetos cercanos y emblemas que desaparecen. Les alcanzan los signos exteriores de un invierno que no respeta límites ni nombres, que dura más allá de su extinción aparente. Hay en las galerías un ruido imperceptible de hojas secas (De Casa invadida)
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