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Antonio Jiménez Millán

País Vasco

Pudiera yo imaginarte...

Fábrica abandonada

País Vasco

                                                                                                                       Hoy ha llovido abril sobre mi sangre.

                                                                                                           Carlos Álvarez

Ocurre que en este paisaje tan distante

hay algo de nuestros cuerpos, aunque oscuro,

parte de este oficio que estoy definiendo

por no nombrar la libertad

como una sola palabra vacía.

A esta tierra la hicieron a golpes diferentes

(apariencia de calma bajo la lluvia,

tono gris de silencio a estallar)

o mejor, se fue haciendo ella misma.

Mi propio solar,

mi casa, si es que tengo ya alguna,

siguen estando muy lejos.   

                                                                      Fuenterrabia. Abril de 1976

                                                                                                                                                                         A Trini Delgado

(De Último recurso)

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Pudiera yo imaginarte en la quietud,

fija como los amantes de Chagall,

vueltos sin remedio hacia la noche.

Pudiera recordarte en un espacio

de mi popensión esteticista,

la antigua tristeza de tus ojos,

de tus brazos caídos,

si no supiese cómo va destrozándote

el espejo del tiempo, y las palabras,

y ese cariño tan falso, tan apacible,

de las tardes de invierno,

cuando la lluvia y los cristales

empañados ocultan el cansancio.
Ahora ya no cuenta el tiempo:

casi dormida, como en una cárcel,

tu te hacías a la vida o tal vez

te acostumbrabas a no jugar con el suicidio,

silenciosa igual que ayer,

igual que siempre.
Ded fondo, Leonard Cohen, la historia

de la muchacha oscura y su pistola

de poco calibre al alcance

iban descubriendo el desprecio

a la moral vigente, sí,

podría yo recordarte.

(De Poemas del desempleo)

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Fábrica abandonada

I

Como una nube estraña

o un reguero de humo

se graba en la memoria su figura.

Muros disueltos,

engranajes y cables oxidados,

el viento entre ventanas al vacío:

ya es sombra sobre sombra,

lugar de mirada

inmóvil, sin reflejos.

                            Nadie pasa.

Así se impone el tiempo,

                            así el azar

nos devuelve una lámina olvidada

en un libro de historia natural,

y es la sorpresa de reconocer

ese lento desguace inadvertido

que siempre nos acecha, que nos deja

inermes, vagamente amenazados

por los años y el uso.

II

Vidrios sucios, enigmas.

   Alguna vez

hubo un eco de voces en las naves,

horarios fijos,

usuras acordadas. Su imagen restituye

otra forma de ausencia:

no sólo el perfil de un paisaje dividido

sino el presente en fuga,

un hálito de ruina sobre objetos cercanos

y emblemas que desaparecen.

                                     Les alcanzan

los signos exteriores de un invierno

que no respeta límites ni nombres,

que dura más allá de su extinción

aparente.

Hay en las galerías

un ruido imperceptible de hojas secas

(De Casa invadida)

 

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