Antonio Agraz

 

 

 

Ayer martes, por la noche...

Remember

Tenderos

Ayer martes, por la noche,

la virgen bajó del cielo.

Esta mañana, en la calle,

la encontraron los bomberos.

Se la llevaron a Miaja

que se puso muy contento.

La virgen es de oro fino.

Nosotros la fundiremos,

para comprarles cañones

a los bravos artilleros,

y por haber sido buena,

bajando del cielo a vernos,

mientras los obuses zumben

nosotros la rezaremos.

(CNT. Marzo 1937)

 

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Remember

Recordad bien: era julio

y era noche de verano.

Por las calles, asfaltadas

de golfas y de noctámbulos,

iban y venían hombres

con los trajes de trabajo,

hechas fiebre lass miradas,

hechos carrera los pasos.

¿Hacia dónde tan de tarde

van los que madrugan tanto?

Recordad bien: era julio...

y era noche de verano.
Por la Corrredera Baja,

Tudescos y el Desengaño,

a la callle de La Luna,

do estaban los sindicatos,

con violencia de torrente

caminaba río humano.

¡Armas!, pedían, nerviosos.

¡Armas!, pedían airados.

¡Armas!,  para sujetar

a los canallas del fascio.

Como no les daban armas,

a la lucha se lanzaron,

la mitad medio desnudos,

la mitad medio descalzos,

y al amanecer el día

comenzaron el asalto.

¡El Cuartel de la Montaña

se entregó a los Sindicatos!

Recordad bien. Era julio

y era noche de verano.

Luchaban los hombre libres.

Los hombres libres ganaron.

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Tenderos

Calle abajo va el reguero

de la cola mañanera.

Viejas que ya no trabajan

porque se hicieron muy viejas.

Viejas que arrastran los años

sobre zapatos sin suelas;

niñas, tan chiquirritinas,

tan menudas, tan pequeñas,

que parecen salpullido

que le sale a las aceras;

mozas, algunas, muy pocas,

porque el taller las espera;

guardias con fusil al hombro

recomendando paciencia

a las que chillan airadas

cuando una viva se cuela...

Las agujas de un reloj

apuntan las ocho y media,

chirría el cierre metálico

de la puerta de la tienda...

Los guadias montan la guardia

frente al quicio de la puerta;

da una palmada el tendero,

abre el cajón la tendera.

La cola va desgranando

frente al mostrador sus cuentas.

El tiburón de la caja

por sus fauces de madera

se traga voraz los cuartos,

duro a duro, perra a perra.

Lo que ha costados dos reales

se vende a cuatro pesetas,

lo que tres duros valía

diez duros o doce cuesta.

Se marchan las compradoras

sin cupro en la faltriquera

y unos gramos, muy poquitos,

de cualquier cosa en la cesta.

Chirrían de nuevo los cierres

metálicos de la puerta.

Muralla de acero clavan

entre la calle y la tienda.

Gozosos, cuentan los cuartos,

productos de mala venta,

el pequeño comerciante

y su mujer la tendera.

Y mientras ayunan hijos

del que lucha en las trincheras,

los dos tenderos suspiran:
¡que no se acabe la guerra!

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