la virgen bajó del cielo. Esta mañana, en la calle, la encontraron los bomberos. Se la llevaron a Miaja que se puso muy contento. La virgen es de oro fino. Nosotros la fundiremos, para comprarles cañones a los bravos artilleros, y por haber sido buena, bajando del cielo a vernos, mientras los obuses zumben nosotros la rezaremos. (CNT. Marzo 1937)
|
Recordad bien: era julio y era noche de verano. Por las calles, asfaltadas de golfas y de noctámbulos, iban y venían hombres con los trajes de trabajo, hechas fiebre lass miradas, hechos carrera los pasos. ¿Hacia dónde tan de tarde van los que madrugan tanto? Recordad bien: era julio...
y era noche de verano. Tudescos y el Desengaño, a la callle de La Luna, do estaban los sindicatos, con violencia de torrente caminaba río humano. ¡Armas!, pedían, nerviosos. ¡Armas!, pedían airados. ¡Armas!, para sujetar a los canallas del fascio. Como no les daban armas, a la lucha se lanzaron, la mitad medio desnudos, la mitad medio descalzos, y al amanecer el día comenzaron el asalto. ¡El Cuartel de la Montaña se entregó a los Sindicatos! Recordad bien. Era julio y era noche de verano. Luchaban los hombre libres. Los hombres libres ganaron. |
Calle abajo va el reguero de la cola mañanera. Viejas que ya no trabajan porque se hicieron muy viejas. Viejas que arrastran los años sobre zapatos sin suelas; niñas, tan chiquirritinas, tan menudas, tan pequeñas, que parecen salpullido que le sale a las aceras; mozas, algunas, muy pocas, porque el taller las espera; guardias con fusil al hombro recomendando paciencia a las que chillan airadas cuando una viva se cuela... Las agujas de un reloj apuntan las ocho y media, chirría el cierre metálico de la puerta de la tienda... Los guadias montan la guardia frente al quicio de la puerta; da una palmada el tendero, abre el cajón la tendera. La cola va desgranando frente al mostrador sus cuentas. El tiburón de la caja por sus fauces de madera se traga voraz los cuartos, duro a duro, perra a perra. Lo que ha costados dos reales se vende a cuatro pesetas, lo que tres duros valía diez duros o doce cuesta. Se marchan las compradoras sin cupro en la faltriquera y unos gramos, muy poquitos, de cualquier cosa en la cesta. Chirrían de nuevo los cierres metálicos de la puerta. Muralla de acero clavan entre la calle y la tienda. Gozosos, cuentan los cuartos, productos de mala venta, el pequeño comerciante y su mujer la tendera. Y mientras ayunan hijos del que lucha en las trincheras,
los dos tenderos suspiran: PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
|