Hay un fulgor que no ha perseverado
Vendrá pronto la luz con su muestrario |
Hay un fulgor que no ha perseverado y ocupa el centro mismo del olvido. A su raíz le ejecutó la flor y vive enajenado de domingos. Debe saber que es pájaro y es liana, enredadera, trenza de otro tiempo. Vagamente ha de verse rodeado de su muda canción, ya vago eco. Si es dios menguado, cascabel sin música, un rescoldo de sí lo está tentando. Como toda raíz saldrá a los aires con el mismo temblor, en otro mayo. Inagotable fuerza del amor que se repliega al eje de lo oscuro. No tiene otro camino. Nuevamente se verterá como un caudal su impulso. |
en lo creado, mecánica del hombre, pues sólo el hombre escribe y se pregunta sobre el mundo y su origen. Con esta libertad que se atrapa en su gesto, es norma de razón mi oficio empecinado sin liberar semillas como la flor aventa en sus colores la ardiente opacidad de la tierra y el pájaro las mocedades del vergel. Se sabe entonces que no saber, repara, y que el instinto esculpe el destino sin fondo que nunca esculpirá la inteligencia. Temblor de alguna rama que aún vive la memoria vaga del paraíso, dejo de antiguo mutis. Igual que si te miro esta sorpresa: la antigua de entender cómo a los veinte años el amor contenía la explicación del Cielo.
PULSA AQUÍ PARA LEER EL CONCEPTO O CRÍTICA DE POESÍA EN DIFERENTES AUTORES |
Vendrá pronto la luz con su muestrario de emanaciones y a su sólo brillo norma de manantial se hará el cuclillo y su solsticio ascenderá el canario. Paso, dirá la vida, ¡Ah de diario!, y en su avance de prado el caramillo su silbo asociará con el anillo de la azucena en mágico inventario. La creación se habrá puesto de celo y no habrá labios donde no haya cielo, vela por ala que no represente el parentesco en alma de estas cosas distintas: los jilgueros y las rosas, la luz y el mar, la niñez y la fuente..
|
pero cómo la quiero. En sus harapos vive la pulpa del que fuimos. En ella amamos jóvenes y tuvimos un reino. Renuncio a esta tristeza, pero me amo en su vino. La lluvia bordonea tras los cristales, canta. Canta el otoño en ella su terquedad de símbolo. Renuncio a esta tristeza, pero no a su guitarra: hubo un amor en mí por el que fui divino. Puede que de los años nazca la claridad, pero puede que nazca con los ojos cautivos en la memoria sola. La tristeza y la edad son hijos del recuerdo y el sueño fugitivos. Canta un jilguero y gime, airón de su pasado. De corazón nos queda lo que ya hemos perdido. Se ha hecho a nuestras lunas que alumbraban la gloria y ahora empleo de noches quiere romper su sino. Renuncio a esta tristeza, pero la necesito. Ya he visto gerenciar mi herencia a la innombrable. A eso que es ceniza le está poniendo piso. Renuncio a esta tristeza pero no a sus desvanes donde están desvelados los juguetes de un niño. |
y no era todo, pero era el ave. Asombro fuiste, pero no es la clave. Más he caído en mí que en tu sonrisa. Venía yo de penitencia. Y misa necesitaba. Y la cantaste suave como la noche que, aunque duerma, sabe que oficia, oficia, oficia, oficia, oficia. De mi sorpresa se creó el diamante. De tu repente, el rayo. Y con ojeras pulido me quedé como quien jura. Mas de lo que amo a mí hay un instante. Un destello que resta sus maneras. Una salud que tiene calentura.
|
Estaba el Este triste como un guía sin voz. Por el Oeste de la raya un niño le enviaba a la muralla la redondez azul de su alegría. La pelota botaba y se volvía. Era lo mismo cuando en la batalla un hermano lanzaba la metralla al otro, sin saber lo que se hacía. Los niños, desde el Este, en las ventanas descorrían visillos y campanas hasta que el corazón lloraba, ciego. La pelota seguía rebotando. El niño del Oeste estaba dando a Alemania más pena con su juego.
|