Clemente Sánchez
de Vercial
(Arcediano de
Valderas)

Libro de los exemplos

 

 

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Los ratones una vez...

Léese de un caballero...

El sastre y su discípulo

Alejandro y el rústico

 

     Los ratones una vez se reunieron en consejo y discutieron cómo podrían protegerse del gato. Y dijo uno que era más cuerdo que los otros:
     _Atemos una esquila al pescuezo del gato para que cuando vaya de un lado a otro siempre oigamos la esquila.
     Y este consejo agradó a todos. Pero dijo uno:
     _Es verdad, ¿pero quién atará la esquila al pescuezo del gato?
     Y respondió uno:
    _¡Yo no!
    Respondió otro:
    _¡Yo no, que por nada del mundo querría acercarme a él!
    Así sucede muchas veces que los clérigos o monjes se levantan contra sus prelados u otros contra sus obispos, diciendo:
    _¡Ojalá Dios lo hubiese quitado y tuviéramos otro obispo y otro abad!
    Esto agradaría a todos, pero al final dice:
    _Quien lo acusase perderá su dignidad o le irá mal después.
    Y dice uno:
    _¡Yo no!
    Dice otro:
    _¡Yo no!
    Así los inferiores dejan vivir a los superiores más por miedo que por amor.

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Léese de un caballero que, jugando los dados, juró por los ojos de Dios, y luego le salió el un ojo del casco  y le cayó en el tablero.

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El sastre y su discípulo.

     Q u i e n de otro quiere escarnecer, en escarnio ha de caer.

     Dicen que un rey tenía un sastre que le tajaba sus paños, e éste tenía sus discípulos que cosíen los paños según él mandaba; entre los cuales era uno que llamaban Nedio, que en el arte del coser era mejor que todos los otros. E vino un día de la fiesta, e

el rey mandó a su sastre que aparejasen ropas preciosas para él e para sus familiares; e porque más sin embargo lo ficiesen, mandó a un su camarero que estuviese con el sastre e sus discípulos, e les diese todas las cosas que hobiesen menester. E un día los servidores diéronles a comer pan caliente e miel con otros manjares; e los que estaban allí comenzaron de comer. E dijo el camarero:

     _¿Por qué coméeles non estando aquí Nedio nin le esperades?

      Dijo su maestro:

     _Porque non comeríe miel aunque aquí estuviese.

     E comieron.

     Donde vino Nedio e dijo :

     _¿ Por qué comistes sin mí e non me guardastes mi parte ?

     Díjole el camarero:

     _Tu maestro dijo que aunque aquí estuvieses non comerías miel.

     E él calló e pensó como podríe facer otro tanto escarnio a su maestro.

     E dende a pocos días, seyendo absenté el maestro, Nedio en gran secrepto dijo al camarero:

     _Sennor, mi maestro ha enfermedad de frenesía , e cuando le toma pierde el seso, e con locura fiere e mata a los que están acerca del.

     Dijo el camarero:

     _Si sopiese cuándo le viene, yo le ataría e le castigaría con azotes porque non ficiese algund mal.

     Dijo Nedio:

     _Cuando le vieres que otea a una parte e a otra, e fiere en la tabla o en tierra e se levanta donde está asentado e toma con la mano cualquier cosa sobre que se asentara, sepas que estonces le viene la locura; e si non pusieres remedio, sabe que te podrá

facer algún mal.

     Otro día Nedio ascondiole las tijeras, e non las fallando el maestro, comenzó a dar con las manos en el tablero e a parar mientes acá e allá e levantarse de su silla e remover el escaño sobre que estaba sentado. Viendo esto el camarero, llamó sus servidores

e mandólo atar e azotar fuertement porque non feríese a algunos. E él daba grandes voces diciendo:

     _¿Qué mal fiz? ¿Por qué me atormentados?

     E de que lo hobieron mucho azotado soltáronlo medio muerto. E dende a gran espacio que respiró, preguntó al camarero qué delito o mal habíe fecho. E díjole:

     _Nedio tu discípulo me dijo que algunas veices perdías el seso, e non cesabas, salvo si te atabane te azotaban; por eso te mandé azotar.

      El sastre llamó a Nedio, e díjole:

     _Amigo, ¿cuándo me viste loco ?

     Dijo Nedio:

     _¿ Cuándo me viste non comer miel?

     E el camarero e todos los otros reyeron, e juzgaron que cada uno meresció la pena que padesció.

 

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Alejandro y el rústico.

Discretio aliquando de marte liberat.

L a discreción es buena suerte,

que libra al hombre de la muerte.

     Un dia el rey Alejandre fizo voto que cualquiera cosa que otro día primero le encontrase que faría sacrificio de ella. Acaesció acaso que un rústico aldeano con un asnillo le encontró primero, e Alejandre mandólo tomar para complir el voto que prometiera.

     El aldeano demandóle por qué le mandaba prender, e díjole la razón del voto que prometiera.

     El rústico, discrepto e sabio, dijo:

     _¡Oh muy noble emperador! Si ansí lo prometiste como dices, non has de facer sacrificio de mí, mas de mi asnillo que encontraste primero.

     E oyendo esto Alejandre non pudo tener el riso, e luego lo soltó al rústico.

 

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