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Aurelio González

Para Dido de Eneas

Acción de gracias

Deshielo

Argos

Exilios interiores

 PARA DIDO DE ENEAS

Te vi quedar llamándome en la niebla
sobre la almena más alta del palacio,
pero los dioses, Dido, no comprenderán jamás
por qué los hombres preferimos morir
a separarnos. Y aquella madrugada, sobre
las vigas rechinantes de mis naves
mil veces me grité:
¿por qué viniste a Libia, por qué no te amarraste
a la galerna?
Ahora ya no valen de nada mis reproches y mi odio
dibujará en las cenizas de tus labios
maldiciones
cada vez que pasen por tu ausencia
las sandalias silvestres de los vientos.
Recuerdo la primera noche que robamos
al brillo de tus ojos,
las caricias que había guardadas en tus
cofres y el perfume fenicio
que dulcemente, ahora, me describe
las rutas navegables de tu cuerpo.
Pero de nada vale, Dido, que te confiese
un poco esta agonía
si entre tus tierras y mi llanto
silban los trapos de la muerte.
Asómate otra vez como el abismo a los acantilados
y piensa que he venido a recogerte,
que he venido a buscarte con mis hombres
y en mis naves. Asómate al recuerdo y haz que vuelves
a ver en la borrasca un rostro marinero
curtido como el sándalo, agarrado a tus costas
desde que te creyó una mentira de la bruma.

 

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ACCIÓN DE GRACIAS

Me ha costado mis años
llegar a escribir
soy
siento.
Estoy aquí y percibo
la grandeza del día,
su dimensión azul,
mi transparencia.
Se lo debo a los nombres
que tanto me llamaron.
Se lo debo a la infancia
y a su fosforescencia.
Se lo debo a los árboles
que crecieron conmigo.
Y a los versos que un hombre,
pastor en Orihuela,
dejó sobre la vida,
llegaron a mis manos,
giraron en mis ojos,
filtraron en mi voz.
Y, corazón arriba,
reconocimos juntos
la belleza.

 

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DESHIELO

Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
_qué contradicción dulce_
que envejezco.

 

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Argos

 Los caseros no atienden a sus ojos,
p
ero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.
Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.
Y poco a poco el giro de las moscas
que rondan sobre él noche y mañana,
le han dado un parecido con las cosas
que a la muerte se pudren olvidadas.
Su hocico respingón ya tiene forma
del aullido más último del alma,
y de aquella nariz de caracola
tan única en los rastros de la caza,
cuelga la transparencia de una gota
que ya no puede secarse con la pata.
Y aunque sigue esperando, de su boca
sale de vez en cuando esa palabra
con que expresan los perros su derrota;
y lloriquea y cae y se levanta…

 

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EXILIOS INTERIORES
E
n tu espacio está todo lo que asumes de espacio,
todo lo que tú ocupas como parte del mundo,
todo lo que del mundo forma parte de ti.
Tú, como peso en la piedra. Como el rojo
en la rosa.Como el aire en el árbol.
Como el puño al poema.
Y si un día miraras y encontraras caballos
aunque no sean caballos, y tú
vieras caballos
(aunque sean de humo), porque tú ves caballos,
podrán ser tus caballos y llevarte muy lejos
y enseñarte a galope
aquello que no existe pero nos lo parece
y aquello que resurge
y brota
y está ahí, brillante, desde siempre,
desde siempre esperando caballos
luminosos con un hombre que admite:
solamente nosotros mentimos las verdades.
Y entonces tú te posas y tus caballos beben
y una extensión muy grande
como un libro con toda la noche y las estrellas,
como un verso gigante de donde baja el agua
serán espacio tuyo,
mirada de tus ojos,
tamaño de tus manos,
instante muy fugaz, realidad muy larga.
Y entonces tú cabalgas, en tus caballos ágiles,
aunque sean de pétalos que van quedando atrás,
aunque sean de olas que mueren en la arena,
aunque sean caballos, de tan hermosos,
breves.

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