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¿A quién me quejaré de mi enemiga? Contra un poeta que usaba mucho de estas voces |
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(CANTO OCTAVO de Las lágrimas de Angélica)
Que niña debía niños ayuntarme, muchacha a los muchachos simplemente, después a mozos moza y derramarme a más de lo que honrosa ley consiente; y cuando ya mujer vine a hallarme, crecer mis pechos vi indiscretamente, y aún viera más crecer si el padre mío no diera freno a tanto desvarío. |
CONTRA UN POETA QUE USABA MUCHO DE ESTAS VOCES
Esplendores,
celajes, rigoroso,
ufanía,
apacible, numeroso,
cercos,
ásperos, albos, encrespado;
luces,
ebúrneo, nítido, asombrado,
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que amor llenó de glorias y despojos la lumbre digo de los claros ojos, que sombra en tanta luz no se consiente; en beneficio del amigo ausente revuelve de tus riendas los manojos, con nuevas de mis lástimas y enojos, adonde es mi levante y tu poniente; y al tiempo que el sereno rostro veas de aquellos ojos verse entre tus ondas, dirásle: "Ingrato corazón, venciste. Venciste, no me huyas ni te escondas: alégrate, pues sé que lo deseas; que muerto es ya el que tanto aborreciste." PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A RÍOS |
Ve,
suspiro caliente, al pecho frío de aquella viva piedra por quien muero; que libre va de culpa el mensajero, aunque no sé en tal parte, siendo mío. Loarte has que en extraño señorío entraste mis querellas tú el primero, y que ablandaste un corazón de acero, que se templó en mis ojos, hechos río. Seguro vas, pues el amor te guía, y más llevando nuevas de mi muerte adonde buscan gloria con mis daños. Quizá entrará el amor do no solía, y con el fin de mis pasados años comenzarán los buenos de mi suerte. |