Bartolomé Argensola

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Fimio, en tu edad ningún peligro hay leve...

Yo os quiero confesar. don Juan,primero...

Viéndose en un fiel cristal...

Si amada quieres ser...

Gala, no alegues a Platón

 

          A un caballero y una dama que se criaban

          juntos desde niños y siendo mayores de

          edad perseveraron en la misma conversación

 

 Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;

porque nos hablas ya con voz escura,

y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura

sobre esse labio superior se atreve.

 Y en ti, oh Drusila, de sutil relieve

el pecho sus dos bultos apresura,

y en cada cual sobre la cumbre pura

vivo forma un rubí su centro breve.

 Sienta vuestra amistad leyes mayores;

que siempre Amor para el primer veneno

busca la inadvertencia más sencilla.

 Si astuto el áspid se escondió en lo ameno

de un campo fértil, ¿quién se maravilla

de que pierdan el crédito sus flores?

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                      A una mujer que se

               afeitaba y estaba hermosa.

 

 

 Yo os quiero confesar, don Juan, primero:

que aquel blanco y color de doña Elvira

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

 Pero tras eso confesaros quiero

que es tanta la beldad de su mentira

que en  vano a competir con ella aspira

belleza igual de rostro verdadero.

 Mas, ¿qué mucho que yo perdido ande

por un  engaño tal, pues que sabemos

que nos engaña así Naturaleza?

 Porque ese cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul: ¡Lástima grande

que no sea verdad tanta belleza!

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Viéndose en un fiel cristal
ya antigua Lice, y que el arte
no hallaba en su rostro parte
sin estrago natural,
dijo: «Hermosura mortal,
pues que su origen lo fue,
aunque el mismo Amor le dé
sus flechas para rendir,
viva obligada a morir,
pero a envejecer, ¿por qué?»

 

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Si amada quieres ser, Lícoris, ama;
que quien desobligando lo pretende,
o las leyes de amor no comprehende,
o a la naturaleza misma infama.

Afectuoso el olmo a la vid llama,
con ansias de que el néctar le encomiende,
y ella lo abraza y sus racimos tiende
en la favorecida ajena rama.

¿Querrás tú que a los senos naturales
se retiren avaros los favores,
que (imitando a su Autor) son liberales?

No en sí detengan su virtud las flores,
no su benignidad los manantiales,
ni su influjo las luces superiores.

 

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Gala, no alegues a Platón o alega
algo más corporal lo que alegares,
que esos cómplices tuyos son vulgares
y escuchan mal la sutileza griega.

Desnudo al sol y al látigo navega
más de un amante tuyo en ambos mares
que te sabe los íntimos lunares
y quizá es tan honrado que lo niega.

Y tú, en la metafísica elevada,
dices que unir las almas es tu intento,
ruda y sencilla en inferiores cosas;

pues yo sé que Apuleyo más te agrada
cuando rebuzna en forma de jumento
que en la que se quedó comiendo rosas

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