mis pechos fueron las suaves colinas en el horizonte y mi boca el pozo del agua. Para ti, estuve siempre como un fruto en el secreto huerto particular de los sábados y de las noches robadas a los días de semana. Cuando deseaste cubrirme tu cuerpo fue mi vestido, fue mi sábana, fue mi casa. Para tus deseos de morir fui la muerte y para tus deseos de vivir, fui la vida.
Para tus deseos de música te regalé una suave queja, un fuerte grito, una risa. Para tus deseos de lluvia te mojé con mis lágrimas y mis sudores… apagué tu incendio entre flujos o salivas, apagué tus ganas en mis ganas.
Para tus deseos de dormir como un niño pequeño, te quedaste durmiendo sobre mi carne y yo pasé mis manos por tu cabeza y yo pasé mis manos por tu espalda y tú te quedaste pequeño, para siempre, para tus deseos, adentro de mi pecho y adentro de mi historia. |
sobre nuestros cuerpos echados juntos en la cama. Al amanecer cayeron dos lágrimas de mis ojos sobre el pacífico lago y al pie de las montañas que lo rodean. Te me quedaste viendo y dos lágrimas asomaron a las ventanas de tus ojos: se quedaron en las cortinas de tus pestañas porque tuvieron frío. La letra de la canción fue un salmo entre tus conmovidos labios. Llévame otra vez a ese país donde los deseos cumplidos están en un vaso de agua para tomárselos masivamente. Tómame de la mano como anoche en la terraza de la vida, desde donde se ven nuestros mejores años y no se presiente lo amargo. Cómete mi boca como lo hiciste ayer y mete tu caracol desnudo en mi concha para que esta noche mágica también vuelva a llover estrellas el cielo y mañana en la mañana lloren dos cielos mis ojos de mujer. Para que mañana tu garganta, hombre mío sublime, susurre tu mejor trova como si por vez primera cantara. Te tomaré otra vez de la mano y nos iremos a cruzar el río sobre las piedras que le nacen en su cintura de agua y cuajan su cabeza de dios. |
Momento Aquella tarde de sábado, arriba en el parque. El amor boscoso se detuvo en el bosque. El amor durmió la siesta sobre las hojas. Y los árboles se detuvieron, aguantando la respiración, deteniendo su torrente de savia en su circulación vegetal… para que ni las sombras -- sobre los amantes tendidos— arruinaran el momento. |
El mar. La paz. Calidez de almohada y sábanas blancas un jueves. Una playa de amor sobre el horizonte de tu espalda. Un puñado de arena. Una sonrisa. Muchas. La dicha fue una barca crepuscular, bajo la lluvia. Crepuscular, crepusculada. Mi cintura doblada bajo tu sombra. Tus párpados. Tus brazos. Un beso. Muchos. Era un vivero preparado por semanas. Trasplantamos cada beso a buena tierra y crecieron árboles para formar un bosque. Los martes se hicieron para amarnos Los martes, por las tardes, del cielo cae el invierno y por las noches, llueve. Llueve septiembre, las últimas lluvias. Llueve tu cuerpo. Llueve. Los martes se hicieron para amarnos. Para subir senderos y colinas. Para mojarnos en agua helada como sudor de madre montaña. Besos de flor reventada los martes desde siempre, memoria vegetal. Memoria sin historia, sin argumento. Sólo la lluvia. Llueve. Los martes, por las tardes, llueve. Nos amamos. |
Las sales de tu cuerpo
me han carcomido la boca.
El amor que se hace cada tarde
viene del fondo de un océano.
La fuerza de tu amor es acuática,
un delfín, una ballena azul.
Es fuerza mamífera, humedad colosal
reconcentrada.
El amor que se hace cada tarde
nos deja exhaustos
como haber ido de un mar a otro
-- y los ojos cerrados--.
Nos quedan las manos llenas
de un augusto reposo salado.
Se quedan tus manos cetáceas
cubriendo en absoluto mis manos.
Mi entraña, flor de océano,
medusa; el dolor de amarte
dentro del mismo conocido universo.
Soy una mujer encerrada en el movimiento.
Tu mano, remolino humano.
Remolino encima de mi concha.
y tu sonrisa, tan mía.
Mis gemidos, tan tuyos.
Las gotas de sudor caliente,
calientes, nuestras, sólo nuestras.
Tu vello y el mío se enredan,
nos derramamos como ríos robustos.
Sólo el ancho de mi cuerpo
tiene el ancho de tu cuerpo,
medido a cabalidad tarde a tarde,
mes a mes, año a año.
Tu lengua enciende mi pubis,
soy una sombra más entre tus piernas.
Entre tus piernas hay un abismo
y te respondo, como volcán submarino.
Me buscas la leche en cada pecho,
yo me dejo encontrar entre tus labios.
El amor que se hace cada tarde
queda escrito en cada verso.
Cada línea es un chorro que desata
o amarra las temperaturas.
Tu cuerpo es más largo que el mío
y tu vida, más vivida.
Pero el amor que se hace cada tarde
nos hace marcadamente iguales.
Nuestra estatura es la misma
y nuestra mirada, un solo horizonte.
Hombre de amor
Hombre de amor,
verte a ti
es ver al amor de cuerpo entero.
El amor vivido
y el amor por vivir.
Sonreírte a ti
es sonreírle al amor
en un abismo de la boca
y a flor de tierra en el corazón.
Acariciarte a ti
es acariciar al amor
con todo el amor
de que el amor es capaz.
Hombre de amor,
yo digo que amarte
es amar el amor
y tenerte conmigo,
es tenerlo todo.
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