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Ben Clark

Hoy

Sef-service

La hora del paseo

Análisis sintacto

Hoy

Hoy ha sido el primer día después.
Las plazas se han llenado de mazorcas
y la gente se acuerda, sin saber
muy bien por qué, del viaje de Colón,
y todo es ancestral y todo es nuevo

Hoy ha sido el primer día de todos.
Los libros no leídos ya no importan,
los amores no amados son tan solo
nombres que se arañaron en la arena,
el recuerdo de un sueño en plena noche.

Hace falta volver a definir
el Tiempo, renombrar
los días —siempre y cuando sean días
y noches todavía separables—
porque hoy ya nada puede ser lo mismo.

 

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Self-service

Para Sara

Yo nunca he pretendido nada más:
estar vivo y consciente cuando mueras;
porque yo no me fío,
porque al final no hay nadie más que uno
mismo y su tozudez y, claro está,
su amor.

Haz con tu vida lo que quieras,
no te estoy proponiendo ningún pacto

La gente es cada vez más y más joven
y no es justo exigirle lo imposible.

Así que me reafirmo y me prometo
y me cuido y procuro no morir
para hacerte vivir un poco más,

en mí.

 

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La hora del paseo

Un hombre que ha salido con su perro,
un hombre que ha salido muy temprano,
que pasa por delante de la mar
sintiéndose distinto a la mañana
anterior, repitiendo sin embargo
cada paso de ayer, como una máquina.
Se ignora si es la bestia quien lo lleva,
o si en cambio conduce el ser humano;
o si se necesitan mutuamente
como se necesitan con urgencia
los amantes los sábados.
Amanece despacio y alguien grita
sin que nadie pregunte ni responda.
Y es que sólo hay un hombre paseando,
no arrastra tras de sí ningún dolor,
no representa nada, no es un símbolo
de ningún tipo, no es una metáfora
de la pena y la angustia de vivir,
hay poemas mejores para aquello.
A
quí sólo hay un hombre que ha sacado
a su perro a la calle unos minutos.
Que pretende volver en cuanto pueda
a la cama a seguir imaginando
que el perro se le muere, que de pronto
se le destina a un sitio donde nadie
entienda una palabra en castellano.
Un sitio sin correas. Eso piensa
el hombre que pasea con su perro,
el hombre que ha salido tan temprano
porque le aterroriza que otros hombres
puedan interrogarle con preguntas
sobre la raza y sobre las costumbres
del animal que tiene amordazado,
mientras sale a la calle con su perro
aburrido del mundo, junto al mar,
y piensa que ha vivido muchos años
y que ha sido feliz muy pocas veces,
y que ha tenido varios perros buenos
pero sólo un amor, y ese fue malo.

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Análisis sintacto

                                                                                                                                   Para Alberto de la Rocha
Hoy es domingo en casi todo el mundo.
Pero aquí, sin embargo, muere el miércoles,
porque aquí la semana está borracha.
Y en su ebriedad, a veces, se le ocurren
cosas estrafalarias, por ejemplo
supo que me dejaste un jueves frío,
un día sin anécdotas –aparte
de que tú me dejaras –.
Y desde entonces siempre que se aburre
–y se aburre a menudo –
se entretiene conmigo transformando
cualquier mañana en miércoles, cualquier
radiante día nuevo en aquel día
en que sentí que el viento me miraba
un poco compasivo, cuando vi
–o eso me pareció – un gesto tuyo
en aquella mujer del restaurante,
la que no estaba sola.
Aquel miércoles
tan largo y tan espeso que avanzaba
hacia el último jueves de mi vida.

(De
Los hijos de los hijos de la ira)
 

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