Ramón de Campoamor 

índice

El busto de nieve

A unos ojos

Hero y Leandro

Las buenas pecadoras

Tu boca

Las niñas más juiciosas y más puras...

El ojo de la llave

 

EL BUSTO DE NIEVE



De amor tentado un penitente un día


con nieve un busto de mujer formaba,


y el cuerpo al busto con furor juntaba,


templando el fuego que en su pecho ardía.

 



Cuanto más con el busto el cuerpo unía,


más la nieve con fuego se mezclaba,


y de aquel santo el corazón se helaba,


y el busto de mujer se deshacía.

 


En tus luchas, ¡oh amor de quien reniego!


siempre se unen el invierno y el estío,


y si uno ama sin fe, quiere otro ciego.



Así te pasa a ti, corazón mío,


que uniendo ella su nieve con tu fuego,


por matar de calor, mueres de frío.

 

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS AL CUERPO FEMENINO

ir al índice

A unos ojos

Más dulces habéis de ser,
si me volvéis a mirar,
porque es malicia, a mi ver,
siendo fuente de placer,
causarme tanto pesar.

De seso me tiene ajeno
el que en suerte tan crüel
sea ese mirar sereno
sólo para mí veneno,
siendo para otros miel.

Si crüeles os mostráis,
porque no queréis que os quiera,
fieros por demás estáis,
pues si amándoos, me matáis,
si no os amara, muriera.

Si amando os puedo ofender,
venganza podéis tomar,
porque es fuerza os haga ver
que o no os dejo de querer,
o me acabáis de matar.

Si es la venganza medida
por mi amor, a tal rigor
el alma siento rendida,
porque es muy poco una vida
para vengar tanto amor.

Porque con él igualdad
guardar ningún otro puede;
es tanta su intensidad,
que pienso ¡ay de mí! que excede
vuestra misma crüeldad.

¡Son, por Dios, crudos azares
que me dén vuestros desdenes
ciento a ciento los pesares,
pudiendo darme a millares,
sin los pesares, los bienes!

Y me es doblado tormento
y el dolor más importuno,
el ver que mostráis contento
en ser crudos para uno,
siendo blandos para ciento.

Y es injusto por demás
que tengáis, ojos serenos,
a los que, de amor ajenos,
os aman menos, en mas,
y a mí que amo más, en menos.

Y es, a la par que mortal,
vuestro lánguido desdén
¡tan dulce... tan celestial!...
que siempre reviste el mal
con las lisonjas del bien.

¡Oh, si vuestra luz querida
para alivio de mi suerte
fuese mi bella homicida!
¡Quién no cambiara su vida
por tan dulcísima muerte!

Y sólo de angustias lleno,
me es más que todo crüel,
el que ese mirar sereno,
sea para mí veneno,
siendo para todos miel.

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LOS OJOS DE LA MUJER

ir al índice

Hero y leandro

A Hero Leandro adoraba,
y, por verla, enamorado
el Helesponto cruzaba
todas las noches a nado.

Y, según la fama cuenta,
Hero una luz encendía
que en las noches de tormenta
de faro al joven servía.

Una noche a Hero cansada
de mirar hacia Bizancio,
rendida, aunque enamorada,
la hizo dormirse el cansancio.

Y esto su amor no mancilla,
pues todas, lo mismo que Hero,
tienen el cuerpo de arcilla
aun teniendo el alma de acero.

Y lo más triste es que, apenas
la pobre Hero se durmió,
cuando un aire desde Atenas,
la luz, soplando, apagó.

Viendo él la luz apagada,
sintió aquel olvido tanto,
que, maldiciendo a su amada,
abrasó el mar con su llanto.

Y queriendo, o sin querer,
de pena se dejo ahogar,
sin que él pudiese saber
si le ahogó el llanto o la mar.

Lo cierto es que al desdichado,
al rayo del sol primero
la tormenta le echó, ahogado,
al pie de la torre de Hero.

Y cuando muerto le vio,
Hero, cual Leandro fiel,
se arrojó al agua y murió
como él, por él y con él.

¡Que ellas, fuertes en amar
y flacas en resistir,
si duermen para esperar,
despiertan para morir!

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE MITOS

ir al índice

ir al índice

 

Las buenas pecadoras

 

Después de días de tormentas llenos
te vi en misa rezar con santa calma,
y dije para mí:-¡Del mal el menos:
da el cuerpo al diablo, pero a Dios el alma!

 

ir al índice

Tu boca

Para formar tan hermosa
esa boca angelical,
hubo competencia igual
entre el clavel y la rosa,
la púrpura y el coral.
 

Mintiendo sombras del bien,
en ella el mal se divisa,
por lo que juntos se ven
ya la apacible sonrisa,
ya el enojoso desdén.
 

Y en los senos abrasados
engendra con doble holganza,
o con tormentos doblados,
cada risa una esperanza,
cada desdén mil cuidados.
 

Cual las conchas orientales
en tu boca, y por vencerlas
muestra en riquezas iguales,
cuando desdena, corales,
y cuando sonríe, perlas.
 

Y si con sombras de bien
tal vez el mal se divisa,
es porque en ella se ven
guardar la miel de su risa
las flechas de su desdén.
 

Si a mí su rigor alcanza,
al ver su hermosura, siente
el corazón doble holganza;
y aunque un desdén me atormente,
déme una risa esperanza.
 

¡Bien haya la dulce boca,
que sólo sus frescos labios
el aura pasando toca;
que haciendo el ámbar agravios,
su miel a gustar provoca!
 

¡Oh, bien haya cuando ufana
dando enojos a la rosa,
muestra su cerco de grana,
fresca como la mañana,
como el azahar olorosa!
 

Y si acaso dulcemente
suelta plácida congojas,
ya es el rumor del ambiente,
ya el susurro de las hojas,
ya el murmurar de la fuente.
 

Si alegres sones respira,
las aves del prado encanta;
y si a vencerlas aspira,
con las que gimen, suspira;
con las que gorjean, canta.
 

Tu miel, aroma y colores,
rinde en amante oblación,
flor, ante cuyos primores,
mustias é inútiles flores
las flores del valle son.
 

El néctar mas regalado
deja que de amores loco
beba en tu labio abrasado;
para una abeja es sobrado
lo que para muchas poco.
 

¡Mas ah! que vertiendo quejas,
me esquivas tu dulce miel;
en vano de una te alejas
si ves que miles de abejas
poblando van el verjel.
 

¡Ay de la rosa encarnada,
que en su seno de carmín
niega a una abeja la entrada!
Tantas la acosan al fin,
que queda sin miel, y ajada.
 

¡Ay de las cándidas flores,
si alzan su capullo tierno
del estío a los ardores!
¡Ay del panal, si el invierno
lo hiela con sus rigores!
 

Dame los gustos sin tasa,
pues ves que el sol estival
las tiernas flores abrasa;
mira que amarga el panal
cuando de sazón se pasa.
 

Ríndete a mí placentera:
no te rinda con agravios
de abejas la turba fiera:
que herir esos dulces labios
herirme en el alma fuera.
 

De ese tesoro las llaves
dame, y sus dones ardientes
libaré en besos süaves,
sin que lo canten las aves,
ni lo murmuren las fuentes

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LA BOCA DE LA MUJER

 

ir al índice

 

 

Las niñas más juiciosas y más puras

al llegar la razón hacen locuras.

Si, como el héroe de la Mancha, antaño

realicé por tu amor grandes hazañas,

hoy, sentado a la sombra de un castaño,

pensando mucho en ti, como castañas.

 

ir al índice

EL OJO DE LA LLAVE

El ojo de la llave

No te ocupes de cosas ajenas ni
te entremetas en las cosas de los
mayores
Kempis, lib. XI.I

I. A los quince años

Dos hablan dentro muy quedo;
Rosa, que a espiar comienza,
oye lo que le da miedo,
ve lo que le da vergüenza.
Pues ¿qué hará, que así la espanta,
su amiga, a quien cree una santa?
No sé qué le da sonrojo,
mas... debe ser algo grave
por el ojo,
por el ojo de la llave.

El corazón se le salta
cuando oye hablar, y después
mira..., mira... y casi falta
la tierra bajo sus pies.
¡Ay! Si ya a vuestra inocencia
no desfloró la experiencia,
no miréis por el anteojo
del rayo de luz que cabe
por el ojo,
por el ojo de la llave.

Desde que a mirar empieza,
de un volcán la ebullición
sube a encender su cabeza,
va a inflamar su corazón.
Claro, el ser que piensa y siente
siempre, cual ella, en la frente
tendrá del pudor el rojo
cuando de mirar acabe
por el ojo,
por el ojo de la llave.

De aquel anteojo a merced
mira más..., y más... y más...
y luego siente esa sed
que no se apaga jamás.
Mas ¿qué ve tras de la puerta
que tanto su sed despierta?
¿Qué? Que, a pesar del cerrojo,
ve de la vida la clave
por el ojo,
por el ojo de la llave.

Haciendo al peligro cara,
ve caer su ingenuidad
la barrera que separa
la ilusión de la verdad.
Pero ¿qué ha visto, señor?
Yo sólo diré al lector
que no hallará más que enojo
todo el que la vista clave
por el ojo,
por el ojo de la llave.

Siguen sus ojos mirando
que habla un hombre a una mujer,
y van su cuerpo inundando
oleadas de placer.
Su amiga, de gracia llena,
¿no es muy buena? ¡Ah!, ¡sí, muy buena!...
Pero ¿hay alguien cuyo arrojo
de ser mirado se alabe
por el ojo,
por el ojo de la llave?

II. A los treinta años

Mas, quince años después, Rosa ya sabe
con ciencia harto precoz
que el mirar por el ojo de la llave
es un crimen atroz.
Una noche de abril, a un hombre espera:
la humedad y el calor
siempre son en la ardiente primavera
cómplices del amor.
Húmeda noche tras caliente día...
Rosa aguarda febril.
¡Cuánta virtud sobre la tierra habría
si no fuera el abril!
Y como ella ya sabe lo que sabe,
después que el hombre entró,
de hacia el frente del ojo de la llave
cual de un espectro huyó.
Y cuando al lado de él, junto a él sentada,
en mudo frenesí
se hablan ambos de amor sin decir nada,
Rosa prorrumpe así:
«¿El ojo de la llave está cerrado?
¡Ay, hija de mi amor!
Si ella mirase, como yo he mirado...
Voy a cerrar mejor.»

ir al índice

 

IR AL ÍNDICE GENERAL