CARLOS BOUSOÑO |
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lLa
tarde Algo de mi sangre espera todavía...
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Sí, nuestro amor trabaja cual labriego que arroja la semilla que no nace y el tiempo pisa y bajo el pie se hace podredumbre que el viento arrastra luego. Podredumbre es mi amor. Podrido fuego. Miro la tarde que en el aire yace como a la muerte. Lejos se deshace alguna sombra. Es el mayor sosiego. Esta es la vida en que nacimos. Esta en la que viviremos. Triste espía mi corazón a la dorada cresta. Del monte aquel. ¡Ansiada lejanía! ¡Quién pudiera creerte, dulce puesta del sol; soñarte sólo, cielo, día! |
Algo
en mi sangre espera todavía. |
Sosténme tú... Sosténme en esta espuma, en tan dudosa espuma, en tan extraño vivir; en este sueño, en este engaño, en esta incertidumbre, en esta espuma. Pero me voy. Callada, cierta, suma, me espera la deidad del rostro huraño, y lentamente del vivir me extraño. Hacia otra ley mi cuerpo que se esfuma. Y tú, campo de amor... Y tú, levanta tus ojos ciegos. Mírame de frente. Yo no soy yo. Mi cuerpo ya me espanta. Mírame bien. No soy aquél. Enfrente está ya el mar. No soy, no soy... No canta nada. No soy... Amor, escucha. Tente...
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De un solo golpe hacer surgir las cosas múltiples, simultáneas, como un río. Decir “es odio”, “no”, “borrasca”, “frío”, y entender, además, con eso, “rosas”. Maravillosas rosas mariposas del alma, fuego azul, extraño envío de un pájaro que siendo atroz navío fuese los aires y las olas rosas. Que en tu palabra surja el mar o el viento como huracán que, aquí, sopla en Bagdad. Dentro de un siglo resonó el momento este, en este reloj, de esta ciudad, veloz como quietud o arrobamiento.
Sé la mentira y sé la de verdad.
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