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Final

Cuerpo desnudo

Deseo en la madrugada

Cosas inolvidables

Y es de día

Poema final del llanto

Carlos Sahagún

 

FINAL

Ya está escrito mi libro. Ya está escrito

mi primer libro. Llega el desenlace.

Y, como un corazón que se deshace,

mi verso va muriéndose marchito.

Podrá tal vez alzarse, ser el grito

juvenil del que muere apenas nace.

Pero nunca podrá servir de enlace

entre el mundo que sueño y el que habito.

Ya está escrito mi libro: un apalanca

que me empuja con cólera y me arranca

de esta trágica tierra presentida.

Y ahora, a esperar, a ver si no se agota

el manantial que ardientemente brota

de estos labios nacidos a la vida.

 

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CUERPO DESNUDO

                                                                                                                                "...muchas veces me pregunto
                                                                                                                              qué hacíamos tú y yo antes de querernos..."

Y vienes y te quedas
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro para subir a Dios.

No sé qué hacer, dónde buscar
mis palabras más verdaderas, cómo decirte
que llevo en la mirada reflejado tu pecho,
y los brazos me caen, como en derribo,
al verte aquí, a mi lado, morena, lejos siempre.
Voy hacia ti como hacia el mar, despliego
las velas, ay, las alas de mi infancia,
veloz mi corazón cruza la arena,
se me dobla el dolor, te miro
toda de agua navegable, toda
pequeña,
como una estrella húmeda y parada.

Rodeado de naranjos, asombrándome
de ver los pájaros de oro,
era yo niño, comí
pan duro entre las manos vivas de mi madre,
y los zapatos rotos me hacían sentir la tierra,
mientras la tierra iba levantándome a hombre sin
                                                               remedio.
Quisiera haberte visto entonces, cuando
las calles bombardeadas. Ven,
dame la mano, sube
conmigo al monte negro de la pena.
Dame la mano, dime
si he de morir, si voy a ser eterno,
déjame repartirte como un pan por mis brazos.
Pero qué importa, ya que importa,
ya para qué acordarme, si hoy te quedas
desnuda, inmóvil,
si hoy has crecido tanto
que olvido y rompo aquella infancia de humo
y voy a ti en silencio como un rayo de luz.

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DESEO EN LA MADRUGADA
Ahora la madrugada trae un ramo
de rosas blancas. Pero no las quiero.
Yo no he venido aquí para estas rosas
sino para el aroma de tu cuerpo.
Despierto estoy. Tu cuerpo inolvidable
se precipitará hacia mi recuerdo.
Tú misma estás junto a la aurora triste
y te levantas firme sobre el tiempo.
Vienes a mí con la orfandad del día
abrazadoramente hasta mi lecho,
igual que el despertar de un largo olvido
o como la llegada del invierno.
Y yo, ciego y mortal, hacia tu carne,
hacia las soledades de tu pecho
pongo mi corazón y escucho. Tierra
tierra de nadie el corazón se ha vuelto.
Lo que fue una noticia de relámpagos,
una mano entregada desde un sueño.
Ahora no estás y un alba de jardines
abre sus flores para mi deseo.
Te amé tal vez por las doradas hojas
que iba en tu corazón reconociendo.
Pero hoy ya no. Que toquen los clarines.
Es la resurrección de nuestros cuerpos.
Nos alzaremos con la madrugada.
Desnuda estás y blanca. Es el momento,
el tiempo del abrazo. Y te vas. Queda
la noche gris sobre mi pensamiento.
No encontraré otro cuerpo de más vida
ni, dentro de lo vivo, más sereno.
Es la serenidad del alba. Vamos.
Al monte más distante subiremos.
Pero nos llaman a olvidar, hoy hace
sombra en todas las calles y en mi pecho.
Como una torre de cristal vacía
se me derrumbarán todos los sueños.

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 COSAS INOLVIDABLES

Pero ante todo piensa en esta patria,

en estos hijos que serán un día

nuestros: el niño labrador, el niño

estudiante, los niños ciegos. Dime

qué será de ellos cuando crezcan, cuando

sean altos como yo y desamparados.

Por mí, por nuestro amor de cada día

nunca olvides, te pido que no olvides.

Los dos nacimos con la guerra. Piensa

lo mal que estuvo aquella guerra para

los pobres. Nuestro amor pudo haber sido

bombardeado, pero no lo fue.

Nuestros padres pudieron haber muerto

y no murieron. ¡Alegría! Todo

se olvida. Es el amor. Pero no. Existen

cosas inolvidables: esos ojos

tuyos, aquella guerra triste, el tiempo

en que vendrán los pájaros, los niños.

Sucederá en España, en esta mala

tierra que tanto amé, que tanto quiero

que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,

quisiera no acordarme de la patria,

dejar a un lado todo aquello. Pero

no podemos insolidariamente

vivir sin más, amarnos, donde un día

murieron tantos justos, tantos pobres.

Aun a pesar de nuestro amor, recuerda.

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Y ES DE DIA

                                                                           Huyendo de mí siempre, a mí me sigo.

                                        Juan Boscán

Tal vez naciste para ser motivo

de estos versos y no sustancia mía,

fuego de mis palabras, no madera

de aquellos bosques donde tantas veces,

hijos del alba, nos perdimos.

No eras de carne, eras el viento en furia.

Viniste y me tiraste el alma abajo.

No eras de carne, pero no te puedo

olvidar.

Si algo que es tuyo se ha perdido lejos

como un relámpago en la noche, dime,

dime tú, estrella que en el pecho llevo,

qué podemos hacer, a qué lugares

voy a traer mi corazón. La historia

es sencilla y es triste. Recordarla

sería también sencillo y triste, pero

ya para qué, si tú no estás conmigo.

Salgo a la calle. Un nuevo día crece,

pero me daña sin piedad. El sol

pone en las cosas su color antiguo.

Pero no me conoce nadie. Nadie

-la flor de aquel jardín, el agua mansa

de aquel estanque, aquellos montes grises,

tanta ceniza repartida-, nadie

sabe mi nombre. Este es el fin. Aquí

se termina la historia.

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POEMA FINAL DEL LLANTO

Te bautizaron para amar la rosa

y apretarla en las manos algún día,

como sólo tú sabes. No podía

suceder, en tus manos, otra cosa.

Otro milagro y otra oscura fosa

para enterrar en ella tu alegría.

Muchacho, el llanto es llanto todavía;

el agua es triste y la tristeza hermosa.

Mañana se despiertan los rosales.

Mañana irás, y ya no habrá ni flores

ni pájaros que canten. Se habrán ido.

Por todos tus pecados capitales

la tarde, entre gastados resplandores,

caerá, como caes tú. Como has caído.

 

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