Poema final del llanto |
|
Ya está escrito mi libro. Ya está escrito mi primer libro. Llega el desenlace. Y, como un corazón que se deshace, mi verso va muriéndose marchito. Podrá tal vez alzarse, ser el grito juvenil del que muere apenas nace. Pero nunca podrá servir de enlace entre el mundo que sueño y el que habito. Ya está escrito mi libro: un apalanca que me empuja con cólera y me arranca de esta trágica tierra presentida. Y ahora, a esperar, a ver si no se agota el manantial que ardientemente brota de estos labios nacidos a la vida.
|
Y
vienes y te quedas
No
sé qué hacer, dónde buscar
Rodeado
de naranjos, asombrándome |
DESEO EN LA
MADRUGADA |
Pero ante todo piensa en esta patria, en estos hijos que serán un día nuestros: el niño labrador, el niño estudiante, los niños ciegos. Dime qué será de ellos cuando crezcan, cuando sean altos como yo y desamparados. Por mí, por nuestro amor de cada día nunca olvides, te pido que no olvides. Los dos nacimos con la guerra. Piensa lo mal que estuvo aquella guerra para los pobres. Nuestro amor pudo haber sido bombardeado, pero no lo fue. Nuestros padres pudieron haber muerto y no murieron. ¡Alegría! Todo se olvida. Es el amor. Pero no. Existen cosas inolvidables: esos ojos tuyos, aquella guerra triste, el tiempo en que vendrán los pájaros, los niños. Sucederá en España, en esta mala tierra que tanto amé, que tanto quiero que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo, quisiera no acordarme de la patria, dejar a un lado todo aquello. Pero no podemos insolidariamente vivir sin más, amarnos, donde un día murieron tantos justos, tantos pobres. Aun a pesar de nuestro amor, recuerda. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS RELACIONADOS CON EXILIADOS |
Huyendo de mí siempre, a mí me sigo. Juan Boscán Tal vez naciste para ser motivo de estos versos y no sustancia mía, fuego de mis palabras, no madera de aquellos bosques donde tantas veces, hijos del alba, nos perdimos. No eras de carne, eras el viento en furia. Viniste y me tiraste el alma abajo. No eras de carne, pero no te puedo olvidar. Si algo que es tuyo se ha perdido lejos como un relámpago en la noche, dime, dime tú, estrella que en el pecho llevo, qué podemos hacer, a qué lugares voy a traer mi corazón. La historia es sencilla y es triste. Recordarla sería también sencillo y triste, pero ya para qué, si tú no estás conmigo. Salgo a la calle. Un nuevo día crece, pero me daña sin piedad. El sol pone en las cosas su color antiguo. Pero no me conoce nadie. Nadie -la flor de aquel jardín, el agua mansa de aquel estanque, aquellos montes grises, tanta ceniza repartida-, nadie sabe mi nombre. Este es el fin. Aquí se termina la historia. |
Te bautizaron para amar la rosa y apretarla en las manos algún día, como sólo tú sabes. No podía suceder, en tus manos, otra cosa. Otro milagro y otra oscura fosa para enterrar en ella tu alegría. Muchacho, el llanto es llanto todavía; el agua es triste y la tristeza hermosa. Mañana se despiertan los rosales. Mañana irás, y ya no habrá ni flores ni pájaros que canten. Se habrán ido. Por todos tus pecados capitales la tarde, entre gastados resplandores, caerá, como caes tú. Como has caído.
|