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Carmen Matute

Propuesta del higo

Amado

Carta al amante

A tu ancho cuerpo de jade

 

Propuesta del higo

Te propongo

la dulzura del higo,

su carne sonrosada,

replegada y húmeda

como un animal marino.

Goza el misterio de este fruto,

su textura de molusco,

su íntimo tamaño.

Tersa,

su pulpa

apremiará el deseo

de tu lengua.

Te propongo

las delicias del higo.

Muerde su violado,

desamparado centro,

 

prueba de nuevo -empecinado-

su carne

que guarda mieles y diluvios.

Las delicias y dulzura del higo

-pequeño y desbordado-

tan sólo te propongo.

Que tu boca profunda

se demore

en el dulzor secreto,

que asalte con lentitud

su carne desvelada.

Deja que a tu paladar

traiga la memoria

de sabores primitivos

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Amado

Fui agarrándome de ti,
de tus ojos,
campanarios llenos de palomas,
y tu pecho
encendido como un lucero sólo.

Caminé desesperada
en los senderos
trazados por tus venas
y me así
a tus riñones
y testículos,
a tus orejas
y tu lengua.

Golosa
bebí con gratitud
láudano en tu boca
y me detuve
por siglos en tu sexo:
lo exploré
con soles diminutos
nacidos en las puntas de mis dedos
y cárdenos frutos mancillados.

Copié tu mirada,
doblé tu risa,
y lúbrica mordí
tu agonía con los dientes.

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Carta al amante

Por recorrer tu piel a pedacitos
olvidé la piel agrietada
de la patria,
dejé de andar por sus caminos,
no llegué hasta sus aldeas,
ignoré el hambre y la violencia,
sumergida en un orgasmo inacabable.
Así me fui volviendo caracol.
Me fui volviendo tortuga,
oculta en las profundidades de su casa.
Vivía inútil, cantando
como la cigarra de la fábula.
Mi casa no tenía puertas ni ventanas.
Monumental, ¡el egoísmo me envolvía
en su crisálida!
Sin embargo, nuestro amor crecía.
Nuestro amor, que ha sido
un diálogo de años.
Un amarnos a besos,
a golpes a mordiscos.

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A tu ancho cuerpo de jade
y plata vuelvo,
jinete de manos verdes
y pleno cuerpo verde
de fosforescencias nocturnas.
A tu mansa lengua tibia
regreso,
a tu espléndido torso
de esmeradas vivas
e increíbles resplandores;
a tu canto
de agua simple,
recogida en tu inmenso lecho
de obsidiana oscura.

A tus olas vuelvo inevitablemente,
a tus amadas hojas líquidas
coronadas de magnolias
que se destrozan en instantes.

 

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