En cuanta extensión inunda el sol con su luz dorada, la libertad es amada con una pasión profunda, un canto en su honor entona, y bien la fama pregona que, aunque destronarla intenten, tienen en las almas que sienten un trono y una corona. La libertad presta aliento al pensamiento que crea, porque es la primera idea que brota en el pensamiento; ella es luz y es sentimiento, y es fuerza que la respeten, pues, aunque su marcha inquieten almas a su luz ajenas, no habrá quien labre cadenas que a la libertad sujeten. ¡Libertad, lazo de amor, talismán que honra y escuda, la humanidad te saluda como a su gloria mejor! No pierdes en esplendor, aunque al verte victoriosa te promuevan guerra odiosa; que aun siendo tus penas muchas sales de las nuevas luchas más radiante y más hermosa. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LA LIBERTAD |
De mis ideas la insufrible carga abruma, sin cesar mi pensamiento, y a cada instante crece mi tormento; cada hora que se aleja es más amarga. Presa de la ansiedad que así me embarga, día por día mi existencia cuento; sigo el curso del sol; ¡pero es tan lento! Llega la noche al fin; ¡pero es tan larga! Largo es vivir con mi martirio fuerte, mas fuera corto el tiempo, aún sin medida, si cual quisiera yo fuese mi suerte. Y es ¡ay! mi voluntad tan combatida, que sobrándome vida amo la muerte, y a punto de morir querré la vida.
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En derredor del sol gira la tierra, haciéndose, al girar, sombra a sí misma, y en redor de mis propios sentimientos, hallando sombra y luz, mi mente gira. Yo no sé qué pensar; me alejo mucho y otra vez vuelvo al punto de partida; la luz de mi esperanza nunca muere, y a impulsos del dolor siempre vacila. Para soñar en mundos que no veo me basta mi incansable fantasía, y para comprender el que habitamos no me bastan ni el alma ni la vista. Sombras que ante la luz se desvanecen, pasan mis ilusiones más queridas: rocas fijas en medio de los mares, duran mis penas grandes e infinitas. Yo no sé qué pensar; mi pensamiento tiene en mi corazón extraño guía; batallo sin cesar, y amo la lucha, y muero sin cesar, y aún tengo vida.
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Con todos los rumores que, mezclados, suben a lo infinito, ha querido formar el hombre, ansioso, de libertad el sacrosanto himno. Notas, murmullos, huracanes, risas, palabras y suspiros, nada es bastante; el himno deseado siempre incompleto resonó en mi oído. Mientras me lleve por el mar del mundo la nave del martirio, no espero ya escucharlo; falta un eco universal, espléndido y divino. Tal vez la eternidad es solamente quien guarda ese sonido, y el velo de la muerte cubre el arpa donde resuena el suspirado himno. |