Dame,
Señor, que cuando el alba bella... Yo pequé, mi Señor, y tú padeces... |
Dame, Señor, que cuando el alba bella el cielo azul de blancas nubes orne, tu cruz yo abrace, y me deleite en ella, y con su ilustre púrpura me adorne; y cuando la más linda y clara estrella a dar su nueva luz al aire torne, mi alma halle el árbol de la vida, y a ti, su fruto saludable, asida.
Y cuando el sol por la sublime cumbre en medio esté de su veloz carrera, La santa luz, con su divina lumbre más ardiente que el sol, mi pecho hiera; y al tiempo que la noche más se encumbre con negras plumas en la cuarta esfera, yo a los pies de tu cruz, devoto y sabio tus llagas bese con humilde labio.
Cuando el sueño a los ojos importante los cierre, allí tu cruz se me presente, y cuando a la vigilia me levante, ella tu dulce cruz me represente: cuando me vista, vista el rutilante ornato de cruz resplandeciente, y moje, cuando coma, en tu costado el primero y el último bocado.
Cuando estudie en el arte soberana de tu cruz, la lección humilde aprenda; y en ese pecho, que dulzura mana, tu amor sabroso y tierno comprehenda; y toda gloria me parezca vana, si no es la que en tu cruz ame y aprenda; y el más rico tesoro, gran pobreza, y el deleite mayor suma vileza. |
Yo pequé, mi Señor, y tú padeces; yo los delitos hice y tú los pagas; si yo los cometí, tú ¿qué mereces, que así te ofenden con sangrientas llagas? Mas voluntario, tú, mi Dios, te ofreces; tú del amor del hombre te embriagas; y así, porque le sirva de disculpa, quieres llevar la pena de su culpa.
Pues en los miembros del Señor, desnudos y ceñidos de gruesos cardenales, se descargan de nuevo golpes crudos, y heridas de nuevo desiguales: multiplícanse látigos agudos y de puntas armados naturales, que rasgan y penetran vivamente la carne hasta el hueso transparente.
Hierve la sangre y corre apresurada, baña el cuerpo de Dios y tiñe el suelo, y la tierra con ella consagrada competir osa con el mismo cielo; parte líquida está, parte cuajada, y toda causa horror y da consuelo; horror, viendo que sale desta suerte, consuelo, porque Dios por mí la vierte.
Añádense heridas a heridas, y llagas sobre llagas se renuevan, y las espaldas, con rigor molidas más golpes sufren, más tormentos prueban; las fuerzas de los fieros desmedidas más se desmandan cuanto más se ceban; y ni sangre de Dios les satisface, ni ver a Dios callar miedo les hace.
Alzan los duros brazos incansables, y el fuerte azote por el aire esgrimen, y osados, más y más inexorables, braman con furia, con braveza gimen: rompen a Dios los miembros inculpables, y en sus carnes los látigos imprimen, y su sangre derraman, sangre dina de ilustre honor y adoración divina. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DE TEMA RELIGIOSO |
A las batallas presidió severo, y del marcial estruendo tomó el nombre, y engañando, espantó furioso al hombre. De Behemot la piel impenetrable llevaba por horrísona armadura, y el mástil de un bajel incontrastable era su lanza, de eminente altura. Y del ara de Delfos memorable llegó Apolo con roja vestidura, y entre fuego que rayos parecía, como sol del infierno, así lucía. Carro fingió de sierpes enroscadas de ahumado alquitrán y llama oscura, cuyos silbos las gentes engañadas juzgaron por suavísima dulzura. ¡Oh fábulas de locos inventadas! ¡Bendito el que encerró vuestra locura en las hondas tinieblas del abismo, y la verdad fundó del Cristianismo! Otro que al melancólico Saturno, mintiendo ancianidad, representaba, llegó al palacio de su rey nocturno, con ceño enojadizo y frente brava: este, huyendo el resplandor diurno, del alegre comercio se apartaba rabioso, apasionado, vengativo, triste demonio, espíritu nocivo. Y el que adorado en la radiante estrella, segunda luna del hermoso cielo, como diosa de amor lasciva y bella, dejó de Chipre el ancho y verde suelo; este inspira el favor y la querella, el gozo y la tristeza y el recelo, el bien y el mal desos amantes viles en que no se engañaron los gentiles. Y el que imitó y fingió envidiosamente de la deidad eterna el limpio culto, y quiso adoración de casta gente, teniendo el vicio en la virtud oculto, cual diosa de las vírgenes clemente, de Diana tomó el triforme bulto, y entró rayando, entre nublados gruesos de negra luz, relámpagos espesos. |
También el diligente mensajero que falso padre fue de la elocuencia, alado en pies, estuvo allí ligero, pretendiendo mostrar su antigua ciencia: espíritu en los sueños lisonjero, gran pintor de fantástica apariencia, y fingidor de nuevas mentiroso, que el sosiego cortaban más sabroso. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DE TEMA MÍTICO |