Pedís, reina un soneto, ya le hago... Este es el propio tiempo de mudarse... Señora la del arco y las saetas... |
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Pedis,
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Este es el propio tiempo de mudarse,
cuando el padre febrero nos enseña
si
no está satisfecho de su dueña;
de
gusto y de elección de quién y cuándo,
pues vemos a los gatos ir maullando |
Señora
la del arco y las saetas,
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Los pensamientos de Filis |
En las secretas ondas de Neptuno sus miembros recreaba Glauca un día, por huir del calor grave, importuno, que en el ferviente Julio el cielo envía; mas porque pocas veces goza alguno enteramente el bien de su alegría, los hados su placer contraminaron y un grave sinsabor le acarrearon. Acá y allá un cangrejo discurría, buscando alguna presa que robase; tal la halló cual yo hallar querría cada y cuando que alguna yo buscase; fuertemente de Glauca el malo asía tal que no hubo poder que lo arrancase de aquella honda sima, á quien debemos los hombres esta vida que tenemos. Asióla del lugar más ascondido que á la mujer le dio naturaleza, del lugar que concede a su marido la virgen cuando pierde su limpieza; como el que á Eneas dio la reina Dido cuando con él usó de más largueza, en quien la mujer hace resistencia y del varón por él se diferencia. Como le vio pasmose, y afligida a su madre llamó la socorriese; su madre allí acudió despavorida, pensando que algún mal muy grave fuese, y vio como en la torre defendida entraba, sin que cosa le impidiese, un cangrejuelo, y que por la espesura andaba por dar fin a su ventura. Ellas a lo sacar, él a meterse; ellas a desasille, y él a asirse; ellas no saben orden que tenerse para de tanto mal descabullirse; él antes permitiera deshacerse que de tan buena presa despedirse, la madre clama y la mozuela llora y el cangrejuelo siempre se mejora. No de otra suerte el perro ardiente y ñero que presa de algún toro tiene hecha; ni puede desasille el carnicero, ni el toro con sus cuernos le desecha; antes la vida dejará primero que deje aquella presa y lid estrecha; el toro brama, el amo tira en vano, y no por eso afloja el fiero alano. En esta priesa estando y agonía, un mancebo parece en la ribera; llámanle y llega a ver lo que sería; ruéganle que le saque aquella fiera; hace mil pruebas y ninguna vía halla, para podelle echar afuera, y viendo el poco fruto, determina de usar de una muy buena medicina. La tienta asió en la mano prestamente el fuerte, sobrediestro cirujano, y metióla suave y dulcemente por aquel hondo y montuoso llano, y va tras el cangrejo diligente por darle batibarba y sacomano, y como es viva y fuerte aquella tienta, sale muy bien con todo cuanto intenta. La tienta asió que Apolo asió primero cuando tras de su Dafne se ha emboscado; la que de un ciervo hace un león fiero, de un Galalon un Héctor denodado; la que mete Vulcano, el gran herrero, en la fragua de Venus ; la que ha dado a Júpiter mil formas, pues fue toro, hombre, cisne, pavón, sátiro y oro. La que sube y abaja cada punto; la que saca su vida de su muerte; la que ahora tiene talle de difunto y a poco rato está muy viva y fuerte; la que aprovecha y daña todo junto; la que no hace golpe que no acierte; la que del rico alcázar se apodera y estando dentro del se sale fuera. Finge Homero, de musas gran goloso, que en mil formas Proteo se mudaba: agora en león fiero, agora en oso, en sierpe, en fuego, en agua se tornaba, a veces como toro en ancho coso con sus cuernos los aires azotaba; mas la tienta que digo es el Proteo, que todo lo demás es devaneo. Diose tal maña al fin, que el monstruo saca con su priapo de la gruta oscura, y a la señora todo el mal la aplaca con esta tan suave y nueva cura; ella estuviera como perro a estaca en aquel acto lleno de dulzura, y así, cuando del todo fue guarida, no quisiera la pobre ser nacida. No por no se curar, que eso buscaba, sino porque dejaba de curarse; y no porque la paga se acercaba, que holgara otras mil veces adeudarse; ni porque un caso tal la avergonzaba, que quisiera otra vez avergonzarse; mas porque al buen mancebo despedía, maestro de tan buena cirugía. Mas al cabo esforzó su voz cansada y á la madre habló desta manera: «No me dejes morir de mal curada, madre, pues no se excusa que yo muera, que no está del todo en mí agotada la casta que me dejó aquella fiera, que otros mil cangrejuelos parió dentro que es menester sacallos de su centro». La madre, como fuese algo taimada y en aquel menester muy entendida. entendiole la treta delicada, y el fin a que también fue dirigida; dale al mozo su hija bien dotada para de todo punto ser guarida. Y con su esposa el nuevo desposado Para sacar cangrejos se ha quedado.
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A una Señora que le envió una cana. Dar cana á quien tantas tiene y cuidado a quien le sobra, es cosa que no conviene; cierto, fuera mejor obra decirnos de dónde viene. Si es de pelo o repelada, es corta para cabello; si es pública o encelada, dura y gruesa para vello, ¿quién nos dirá su morada? No fuera malo mirar que dais, Señora, una cana a quien las suyas dejar quisiera de mejor gana que las ajenas tomar. De parte puede ser ella que, si confesallo osase, el gusto sólo de vella o de ayudar a cogella. todas mis canas quitase. Señora , si es esa cana vuestra, por nueva manera, en vos fruta tan temprana (siendo moza tan lozana) debe de ser de la Vera. Mas nacer en tal frescura tan vieja y tan triste planta, tomándola con cordura, mucho el todos nos espanta tal milagro de natura. En la cabeza , a mi ver, tener una moza cana es cosa de no creer que de muy caliente ser venga la fruta temprana. Y no acabo de entender que este pelo que me distes en vos pudiese nacer, sino que vos me le distes para me desvanecer. He pensado si salió del almohada y llevado acaso fue aposentado de donde al salir sintió Algún dolor el cuitado. Sólo una cosa enviastes, mas muchas nos habéis dado en pensar si la hallastes o por ventura sacastes de cierto lugar vedado. De ser el lugar extraño yo lo aseguro y lo fío, porque en el grueso tamaño se ve que nació en buen año y en tierra de regadío. ¿Quién pudiese adivinar dónde esta cana ha salido por irse a desenfadar a tan vicioso lugar que tan presto ha florecido? Si con vela fue hallada esta cana que me distes, estaba muy señalada, pues con poca luz la vistes en tan escura morada. Si al sol se vino a hallar no fue muy gran cosa vella, porque él se quiso bajar do nunca suele llegar a ver la posada della.
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Dícenme, Don Jerónimo, que dices que me pones los cuernos con Ginesa; yo digo que me pones cama y mesa; y en la mesa, capones y perdices. Yo hallo que me pones los tapices cuando el calor por el octubre cesa; por ti mi bolsa, no mi testa, pesa, aunque con molde de oro me la rices. Este argumento es fuerte y es agudo; tú imaginas ponerme cuernos; de obra yo, porque lo imaginas, te desnudo. Más cuerno es el que paga que el que cobra; ergo, aquel que me paga, es el cornudo, lo que de mi mujer a mí me sobra. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SATÍRICOS |