Idilio frente a la piedra A Segovia Paseo en la tarde |
El verbo labio a labio, amor sereno tú me amabas como un posar de flores, y montañas traían mis amores para su mundo anticipado y pleno. Tu prado verde, mi pinar moreno, fundaba en primavera sus olores el paisaje del viento y tus temblores en cigüeña y arroyo, nube y seno. Y la piedra sin tiempo frente a frente con el tiempo delgado, enternecido, que era, en hoja fugaz, nuestro presente. Sin madurez se extravió el latido. Tu voz me enamoraba de la fuente y aún le quedan rumores al olvido. |
Entre arboledas la pesada quilla y hacia el llano sin sombra aventurada, desgajas de la sierra, ágil, dorada, la tenue primavera de Castilla. Nave de soledad, alta, arbolada de dulce otoño cuando el sol se humilla mientras llegan triunfantes a tu orilla los arcos de la sed petrificada. Oigo mi tiempo en el Eresma frío que lame tu reflejo con tus horas y en la ribera espadas y ganados. Y te enalteces más y con más brío sobre árboles y peñas mientras lloras verdor entre tus muros quebrantados. |
Sube el blanco camino reptando desde Ronda a Grazalema, salva los campos de labor, se pierde hacia las duras piedras. Montes quiebran el cerco de los montes y con la luz el corazón se aleja. Vuelvo y es en mis ojos universo pequeño y bravo la ceñida tierra. Me extraño de tu calma y no confío en tu mansa firmeza. Lejos chocan las armas, el mundo se estremece y algo espera la muerte o el milagro, y con la muerte la vida más y más arde y se encrespa. Y está el hombre de siempre, por siempre sin asiento y siempre en guerra; está el hombre aterido con sus instantes frágiles y su destino en niebla; aquel abismo ante sus pies y aquella espada amenazando su cabeza. Saltar sobre las llamas, esgrimir la amenaza con la diestra. Ya sólo así. Mas luego, ¿cómo será a su paso la alcanzada ribera? ¿Bajo sus plantas sin raíz el suelo es movediza arena? ¿Sobre su frente sin unción el cielo es un bloque de piedra? Me extraño de estar solo y de verte inmutable levantando tu hierba. ¿Tú, campo primoroso, no vacilas? Campo fuerte y bravío ¿tú no tiemblas? Por tu seno fecundo un sabor de ceniza el aire lleva y una gran sed de eternidad humilla las rudas cresterías altaneras. Cae la tarde de marzo entre las flores; con dulzura implacable va rodando el Planeta. Todo será un instante. Paso a paso me trae la humedecida carretera hacia el hogar de la costumbre. Lejos ruge el tiempo indeciso; lo alimentan sueños de aurora, ocasos, sueños de nuevo ante la noche en vela. Se va durmiendo el mar de corazones que llamaban al mío. Dondequiera ojos como mis ojos mirarán a esta hora la lenta aparición de las estrellas. |
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