Como en la piel de Rusia _¡es extraño!_, el latido del abedul _acorde de olor_ y en el gemido la lágrima y el lúpulo en el oro fluido de la cerveza, en todo me encuentro estremecido. Mi corporeidad _mínima y acicular_ es apta. Su tensión esotérica a la adiaforia capta, a la emoción impulsa y al entusiasmo rapta. Soy penumbra, ebriedad de sol, senda, abditorio, montículo de sombra, cumbre, reclinatorio, rémora y acicate. ¿Verdad? Contradictorio. Y omnipresente. En todo palpito. Mis huidas moléculas perforan la vida, estremecidas... Mi ubicuidad, empero, no alcanza a las mentidas verdades, ni hasta el útero de las hembras vendidas. |
Hastío _pajarraco de mis horas_. ¡Hastío! Te ofrendo mi futuro. A trueque de los ocios turbios que me regalas, mi porvenir es tuyo. No aguzaré las ramas de mi intelecto, grave. No forzaré mis músculos ¡Como un dios, a la sombra de mis actos _en germen, sin realidad_, desnudo! ¡Como un dios _indolencia comprensiva_, en la cumbre rosada de mi orgullo! ¡Como un dios, solo y triste! ¡Como un dios, triste y solo! ¡Como un dios, solo y único!
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Mujer. Palabra rubia, de miel. Vaso de oro. Persistencia monótona, de lluvia. Silencio puro. Balbucir sonoro. Mármol o bronce. Simulacro. Corporeidad rotunda. Lanza de emoción. Fuego sacro. Cumbre de todos los instintos. Danza. Médula de lo ignoto. Áurea vedija incoercible. Vientre de los nombres. Arca de la eternidad. Hija del Hombre. Madre de los hombres.
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Mejor que tú, pensamiento, este olvido de enramada donde todo vive en nada: hoja al sol, pájaro al viento. De azul de luz sin cimiento, ¡qué cúpula! Maravilla de ingravidez amarilla. Mejor, pensamiento, el río; donde apenas moja el frío de su límite la orilla. |
Huele a verano ya, suena a verano - ¡qué retumbar en hueco! Es un vacío llenos de cañas rotas el estío sordo: eco seco, que redunda ufano. Un olor estridente, de secano, sube en grietas su hisurto desvarío de la tierra agostada. Donde el río fluyó, está el cauce, enjuto como el llano. Los juncos, ya pajones, en su avío, y las hirientes tobas, a la mano, se grifan: son las uñas del sequío. Huele a verano ya, suena a verano, y todo un mundo de élitros, baldío, se desmorona y pierde en polvo vano.
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Ala de sombra, un cuervo - que crascita "Nunca" - repite su áspero graznido al través de mi día mal vivido y de mi noche a solas, infinita. En su agorera convicción le imita mi doble desaliento, persuadido de que "nunca" la tierra que he tenido podrá tenerme en pie, que está proscrita. "Nunca"... Pico de grajo, el pensamiento - corvo, corvino - escarba... Lo que siento sólo puede decirse en ese "nunca" - cuervo de negra luz, empobrecida pitanza, interminable despedida - que tiene el nombre de mi nombre: "Nunca". |
El árbol dice con su sombra inmoble que tiene inmoble tronco, y su aireada frondosidad se mueve en la azogada palpitación en sombra de su doble. Tiene tocón inconmovible, noble raíz por tierra y sombra encadenada y las hojas del éxodo, en atada inquietud verde, sobre le tronco inmoble. Está en sí, y sobre sí, perfecto. Tiene la tierra que le tiene. Tiene vida propia, bajo el sostén que le sostiene. Y la luz, que le llega de caída, se remonta en sus hojas y le viene a renovar la pesadumbre erguida. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE ÁRBOLES |