Domingo F. Faílde

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En este nuevo siglo...

Dial de madrugada

De cómo la voz lírira...

Ordalía

De cómo, mientras el poeta...

En este nuevo siglo de camelias tronchadas

Debo corregir la semántica de tu mirada, bisturí
y rosa, con la que me robaste las dulces noches.
Necesito reposar, antes de la alborada, el deseo
y la fantasía que me ofrecían tus punzantes pupilas:
ojos que a un metro de mi cuerpo despedían
aromas a claveles rojos y sexos de palomas.
Como si vieras en mí el paisaje de otros siglos,
la cortina de nieve que alumbra los senderos,
la mano cortés que te enciende un cigarrillo
o el maduro limonero donde aplacar la sed.
Necesito cambiar los signos de tus párpados
cuando un viento secreto los cierre para soñar,
antes que, desesperado, conecte por norma
con el canal nocturno del vidrio y la lujuria,
y un falo y unos labios, en primerísimo plano,
me transporten a la cruda realidad del deseo.
Figúrense, lectores, qué solo y desnudo me hallo
en este nuevo siglo de camelias tronchadas.

 

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Dial de madrugada

 

 Muchos siglos atrás, tantos acaso
que la historia siquiera los contaba,
se podía escuchar el Universo.

En noches como ésta (Pink Floyd,
sonido digital, 100 Mhz.),
algún hombre, perdido en la montaña,
buscaba los caminos
del cielo y escuchaba
los motores del mundo,
las hélices galácticas rotando,
los engranajes de las constelaciones,
la fiesta de los astros,
el temblor de la vida.

En la autopista de la Vía Láctea,
sonaba el ruido cósmico
y el hombre percibía
aquel clamor remoto.

Música _le llamó_ que fue perdiéndose
por los negros mesones de la noche,
hace ya tanto tiempo, quizá nunca.

 

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De cómo la voz lírica
pide a su amada
que no se quite las medias
 
Caen.
Caen,
una
a
u
n
a
todas
las prendas que te visten,
todas las prendas –eso quiero decir–
que
te
desnudan.
Mas conserva tus medias, vida mía,
que son las galas de la desnudez.
(De Decomo)

 

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Ordalía

En el fuego pondré siempre mi mano,
que prueba es de mi fe para probarte,
y bajaré contigo a los infiernos
por arder más profundo y encendido.
Mas si en prenda de amor quemarme quieres,
envuélveme en tus brazos
y cubre con tus piernas mi cintura:
que no me sea posible
sino ser llamarada yo mismo
del disco solar de tu sexo.

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De cómo, mientras el poeta escribe un soneto,
tumbado sobre un lecho de flores,
su joven amada le tatúa las nalgas
 
Al margen de la edad, que es accidente
y contrario, sin duda, a cortesía,
yo te hago responsable de estos versos
y el lenguaje maligno que delata
el modo y la natura
con que fueron creados.
Pues si mi piel te empeñas
en seguir tatuando
con palabras obscenas,
¿qué haré, sino borrarlas
cuando dé media vuelta
cuando dé media vueltay use el tip-ex?
(De Decomo)

 

 

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