Elena Martín  Vivaldi

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La lluvia en el insomnio

Y 14

Destino

El ala de un recuerdo

Primera palabra

La lluvia en el insomnio

 A Antonio Carvajal

Llueves, la noche, llueves reclamando
mi atención, la mirada,
mi entrega a tu constante, entrañada,
pasión.
Llueves y llueves, lluvia de la noche,
lluvia que te proclamas vencedora
de la estrella más alta,
que pregonas, abates el silencio,
repitiendo tu nombre y tu destino
de palabra insaciable.
Llueves y llueves más,
cuelgas tus hilos
de un cielo recobrado
en tu sombra y acento.
Llueve tu acompasado ritmo sobre el tejado,
el árbol,
por las ramas,
la tierra,
en la carne,
en la ausencia.
Iluminas la noche y la oscureces.
Hablas y dices tu húmeda pregunta
al que insomne te espía.
Pero yo no respondo.
¿Qué me tiene
la frente dolorida, y sin espejos
donde encontrar el corredor que lleve
hasta el hondo lugar que se extiende en lo oscuro,
revelador de un sueño?
¿Por qué tu voz no es hoy
brillante azul,
liviana,
alegre, triste,
desvelada, mía?

¿Por qué no es puente, aroma
trayéndome el asombro de tus manos?

¿Por qué me dejas sola, con mis ojos
ciegos a la verdad que tú le siembras
a corazón sencillo,
al hombre que te escucha sintiéndose más tierra,
más árbol, más deseo,
más rama, más raíz
y más humano?
Déjame de tu nombre la inquietud,
guardada en el temblor de tu insistencia.
Que mañana la encuentre,
cuando el sueño
haya borrado este desasimiento,
y amanezca yo en ti,
ya luz y llama.

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 Y 14

 Tan lejos va el recuerdo, tan lejana
la imagen _esta noche_ del pasado,
tan parece mentira lo soñado
como la realidad de fiel mañana.

Esfumándose va, materia vana,
aquello que en mi mente está grabado,
y no sé si es real o imaginado
todo aquel mundo donde anduve ufana.

Instantes son de angustia, cuando veo
cómo se me deshace lo que un día
fuera luz y verdad resplandeciente.

Yo quisiera creer, y ya no creo.
Allí me miro. Y era. Allí vivía.
Hoy sólo sombras luchan en mi mente.

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Destino

Entre ti, soledad, me busco y muero,                   
en ti, mi soledad, mi vida sigo,                  
vencida por tus brazos voy contigo             
y allí te aguardo donde ya no quiero.          
 Desde siempre en mi calle yo te espero,
y amante de mis noches te persigo,            
si alguna vez, dolida, te maldigo,                
desde tu ausencia, triste, desespero.          
 Me diste la esperanza de tenerte                
en mi dolor. Guiada por tu mano                
subí los escalones de la muerte.                 
 Aquí donde a tu sombra soy crecida,           
el tiempo, tuyo y mío, va cercano,              

dejándome la sangre ya cumplida.

 

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El ala de un recuerdo
Como un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente.
 

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 Primera palabra  

 

Primer día.
Primera palabra.
Atrás quedó el dolor, su mano alzada
que golpeó en el rostro del ensueño,
buscando las raíces, el germen de ilusiones
crecido en esta tierra dura y seca
de la carne cansada.
Pero sus dedos torpes no han podido
romper esta corteza improbable y rebelde,
su pujanza de espera.
Primer día.
Primera palabra.
La lucha empieza ahora
con un rubor de llama.

Detrás del dolor brilla
la rama verde y tallo.

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