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Elías Regules |
Mi tapera |
I
Satisfecho retozaba,
Con
la calandria cantora, |
Por Ella 1912
Rozando el pecho en la arena
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Esquila en el pueblo
-Adiós amigo Machao, ¿dende cuando por el pago?
-Cómo le va Ño Agapito? ...hace una docena de días que ando relinchando en la querencia.
-¿Y qué tal le fue por el rodeo de las casas amontonadas?
-No me toque en ese lao, que me ha salido un nacido. Por mas que le meta talón, Ud no es capaz de endevinar los pantanos en que me he zambullido.
-Baje las trancas y déle puerta. Cuando se resuella en el poblao, siempre se encajan en las maletas algunas cosas raras con que noticiar a los amigos.
-Puede que haya embocao; pero, si se embretan apuros medios amargos, se pone la lengua reculadora y le cuesta caer al cuento.
-Déjese de mañerear y tírese al paso. Gomite lo que trae entre pecho y lomo, que descargando la carreta los güeyes tiran mejor.
-Pues no me ha de señalar como paisano rogao.
-Le voy a soltar sin hacer partidas.
-Largue de un viaje.
-Llegué con la tropa, dentré a la Tablada, vendí con bagualas ventajas, encerré en el potrero del cinto las doradillas y me largué a la fonda, donde churrasquié a lo cajetilla y me acosté pa refrescar la osamenta.
-Hasta ese pedazo no veo tiento ramaliao.
-Aura comienza lo desparejo. Cuando disperté tenía los caracuces como retobaos en puñaladas, por titos costaos salían dolores, la cabeza estaba cargada de barreniadores que le metían maniobra con empuje y por el cuero me corría un dolor machazo, como si el sol se me hubiese arrimao a pegarme un soplido.
-Dejuro, alguna peste le había entrao sin pedir permiso.
-Verá. Vino el fondero, me vido, quedó de asustao pa arriba, dijo que tenía que avisarle a un Comisario de no sé que pueblo, y que iba a trair un médico. Yo le retruqué que eso no le importaba al Comisario, pero el hombre no me hizo caso y se mandó mudar, naquianao hasta las liendres.
-¿Es decir que allá no puede uno enfermarse sin dir al cepo?
-Asigún el de la fonda , parece que sí. Yo me envolví como cigarro en el poncho y aguardé. Al rato cayó el fondero con un galerudo muy serio, con vidrieras ensartadas en la naríz pá mirar mas lejos y un palo negro en la mano del lao de enlazar.
-Carrero de á pié.
-Sujete que hay cerco...era el dotor que traiba el fondero de tiro pá que me desanimase.
-¡Hágame montar de salto! ...¿y pá que era el palo?
-No me animé a preguntarle. El dotor se arrimó despacio, pidió una silla, acomodó en ella la sombrera y el garrote, se golpió la zurda con la de escribir y me miró por detrás de las vidrieras , amacando los ojos.
-De siguro que le estaba tomando reclaraciones a la enfermedá.
-Dispués tosió lerdo y me preguntó si mi padre me había comido pasteles en Viernes Santo o en la fiesta de alguna trilla. Se acercó receloso a la cama y me manotió por la muñeca. Carculé que ya estaba preso y esperé el aviso. Peló el reló y miró un güen rato. Me afiguré que aquello era pa apuntar el momento en que me había prendido.
-Quien sabe si era reló; talvez juese maquinaria de descubrir pestes.
-Por juera era como reló. ¡quién va a saber lo que tenía adentro! Me acomodó un tubo de vidrio en el sobaco, me pegó unas trompadas en la barriga y se me acostó en el lomo a escuchar lo que yo podía conversar solo. ¡Viera mi apuro, pensando que el hombre iba a descubrir mis secretos! Pero me dio coraje, porque dispués de sestiar sobre mis costillas, me hizo que le sacase la lengua.
-Eso era pa darle confianza.
-Quién sabe. Escrebió en un papel , me dijo que lo tomase, se acomodó la de criar piojos, cazó el tramojo y sin decir: hasta luego, se hizo perdiz on vidrieras y maquinaria.
-¿Y usté se tragó el papel escrebido?
-¡Diaonde!...el fondero se lo llevó y volvió al rato con 18 frascos y 4 jarros con unguentos. Yo me lo puse rienda arriba y le hice saber que había errao el tirón, que no estaba dispuesto a tragarme aquellas porquerías, que mi panza no era gasurero pa encajarle las sobras de su boliche y que se guardase los ungüentos pa refregrarse el umbligo cuando lo atropellase la sarna.
-Poco pero feo. Es claro que el fondero no le habrá entendido.
-Me parece que comprendió, porque se dio güelta y abollo la puerta con la punta de una herradura.
-¿Y el frasquerío?
-Quedó allé en espera de un zonzo que lo vaciase. Yo me levanté y escondí aquella carga de aguas sucias debajo de la cama, pa que no golviese el de la fondo a empezarse en hacermelas tomar.
-Y su pidemia, ¿cómo andaba?
-Con la faina de arreglar el frasquerío , se me empezaron a retorcer las tripas , se me subió al tragadero tuita la carga de los chinchulines y comenzó a salir inmundicia por la boca! ¡Qué cosa de llamar gente pa que viese! ...¡como pipa y media! ...
-Si hubiese sido en el campo crecía el arroyo.
-Y se augaba el ganso. Al otro día, vino el dotor, vido que estaba mejor y me vomitó este consejo: siga con lo mesmo.
-Dispués de agarrar rumbo, cualquiera se hace baquiano.
-Ansina estuvo mirándome quince días y al último yo me remangué a decirle que me iba pa ajuera, que ya estaba güeno y que me pasaba de hambre. El dotor se puso mas serio y me alargó un papel apadrinao con estas palabras: -Esta es la cuenta. No son más que cien pesos.
-Se lo levantó en la jerga como cascarón de mata.
-Y en ancas al fondero con otro papel y el apunte de la frasquería.
-Lo habían maniao en la cancha y se lo iban a esquilar.
-Pero, el carnero se desmanió y enderezó campo ajuera... Salté de la cama, hice culebriar el cinto, les tiré unas monedas, como soquete a los perros , y les dije que se conformasen, que entuabia les daba de más, que la oveja les había salido criolla y de barriga pelada y que si querían otras explicaciones que aguardasen al invierno, si eran muy guapos....pa el frío.
-Y como acabó la penca?
-De este modo. Yo levanté el campamento y ellos se quedaron haciendo la repartija.
-¡Ánima de Dios!... ¿y usté se curó con los humos del frasquerío?
-No sea mula que lo enfrenan. Yo me curé con la lanzada...
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