CASTALIA
(1979)
La
fuente de Castalia. Mediodía.
Ni oráculos ni tiempos venideros.
El sol profundizaba precipicios
por entre el crepitar de las cigarras.
Había en el espacio una plomada roja.
Exhausto de entusiasmo y de solemnidades,
me senté junto al árbol
que acompaña a la fuente.
Aquel sabor del agua lo recuerdo.
Cerca, como surgido de no sé...,
el súbito guardián del hontanar.
Se tocaba con gorra de marino,
como buen capitán de manantiales
seguro de su mando sobre tanta belleza.
Su rostro era una arruga cubriendo una mirada.
Abrió el hatillo parco, y extendió poco a poco
las aceitunas negras, de hueso puntiagudo,
y el trozo de qué pan y de qué trigo.
Para la sed, el agua.
Me miró natural, y con la mano
me condujo los ojos a sus frugalidades.
No dijo nada más.
Nunca el griego fue lengua tan hermosa,
(De Mapa de Grecia) |