Un
recuerdo de los templarios El Pastor Trashumante |
Yo
vi en mi infancia descollar al viento |
Recuerdos
de la infancia.
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inguna reliquia más venerable queda en nuestra España que la vida nómada, que la trashumacion periódica de los rebaños merinos. Facción es esta que no se distingue en el semblante de ninguna nación europea con tanto vigor como aquí, y por lo mismo el Pastor trashumante es uno de los destellos más vivos de originalidad que brotan de este suelo poético y pintoresco. Su apartamiento habitual de poblado, sus ocupaciones uniformes y sencillas, su vida trabajosa por el rigor de las estaciones que está condenado a sufrir, le convierten en un ser aparte dotado de aquella buena fe y bondad de sentimientos que desde tiempos muy antiguos se atribuye a la gente campesina, y al mismo tiempo de aquella fuerza de acción y movible energía que caracteriza a las tribus nómadas. Hijo de las montañas de León, Segovia o Soria, trasladado desde allí a los campos abundosos y feraces de Extremadura, donde la vida pastoril y agrícola derrama el más rico caudal de sus gracias, sin más cuidados que los de su dócil rebaño, y al mismo tiempo robusto y vigoroso, apenas encuentra a quien parecerse aun en la misma nación española tan cercana a la naturaleza en muchas de sus partes. Entre las lanas finas de España la más estimada es la llamada babiana que toma su nombre del distrito de las montañas de León que apellidan Babia. Este país celebrado entre todos los pastores por sus pastos delicados y sabrosos, no tiene más riqueza que sus yerbas, y de consiguiente todos sus habitantes son pastores. Ahora que las grandes cabañas trashumantes han venido a menos con la mejora de las lanas extranjeras, y los tiempos corren menos bonancibles que antes para los ganaderos de merinas, se encuentran algunos babíanos que permanecen en su país o buscan su vida fuera de él por otros caminos; pero gentes no muy entradas en años recuerdan la época en que a la salida de los rebaños trashumantes solo quedaban en sus pueblos las mujeres, los ancianos y los niños. Aun los que no componían parte de la cabaña, solían acompañarla con el nombre de escoteros para procurarse en las provincias del mediodía una subsistencia que a duras penas concede el riguroso y pobre invierno de sus nativos montes. Por esta razón al pensar en dar una patria al Pastor trashumante hemos elegido las sierras de León, y de ellas haremos su principal y verdadero teatro. Así lo exigiría la verdad histórica, porque en las fértiles orillas del Guadiana y en los hermosos llanos de Cáceres, a despecho de lo templado del clima y de la cordial acogida que encuentra en los habitantes acostumbrados a esperarlo como un huésped necesario y siempre bien venido, al cabo el pastor trashumante vive lejos de su país y en medio de un pueblo que si algo se le asemeja en sus ocupaciones, harto más se desvía de su índole y carácter especial. Una vez levantado su chozo, y aderezadas sus camas de píeles, y preparados los utensilios de su frugal mantenimiento, su tarea está reducida a apacentar sus ovejas por el día, encerrarlas por la noche dentro de la red que alrededor de ellas atan a unas estacas clavadas en tierra, hacer de cuando en cuando su ronda para guardarse de los lobos, guarecerse de la intemperie dentro de otro chozo más pequeño que se dispone para este servicio nocturno y volver con el alba a las mismas tranquilas ocupaciones. Claro está que en semejantes vigilias por lo duras y penosas alternan todos los pastores de condición subalterna: los demás pasan las noches abrigados en su chozo al amor de la lumbre, cenando sus migas canas, y de cuando en cuando por extraordinario tal cual frité o caldereta; rezando el rosario si el mayoral es viejo y devoto, y durmiendo como unos cachorros hasta que los cencerros de los mansos, los ladridos de los perros o la luz del alba los despiertan. Sin embargo, si queremos conservar la nota de historiadores verídicos, fuerza nos será confesar que por los meses de diciembre y enero semejante calma y asiento se truecan por una penosísima faena con la paridera de las ovejas que tiene lugar por entonces. Acontece que los mansos corderillos vienen al mundo en las noches más bravas y tempestuosas del invierno, y el pastor en medio de la ventisca y aguacero tiene que asistir a las paridas y atender a que todo vaya en orden. Acontece asimismo que las madres en años miserables desechan la cría porque apenas la pueden alimentar, y entonces el comadrón solo a fuerza de maña y aun de fuerzas puede obligarles a aceptar los deberes de la maternidad. Ordinariamente se dobla, es decir, se deja un solo borrego para que lo críen dos ovejas, pero para que lo admita la que no es su verdadera madre, es preciso cubrirle con la piel del hijo muerto. Figúrese el lector todas estas menudencias en una noche de invierno en que el vendaval arranca a veces los chozos, y verá cómo semejante cargo se le hace imposible cumplir; pero el pastor que conoce a sus reses por la cara como los demás conocemos a las personas de nuestro trato íntimo, sabe muy bien a quién corresponde el recién nacido, y distingue a tiro de arcabuz la oveja que se ha quedado sin cría, para acercarle el intruso disfrazado con la piel del muerto. Todo esto por decontado no se hace sin un granizo de conjuros, reniegos, juramentos y maldiciones que en medio da la oscuridad forman con los balidos del ganado y el silbido de los vientos un maravilloso coro, excelente para algún aquelarre. Fácil es de conocer que a pesar de la consumada ciencia pastoril, semejantes operaciones necesitan una dirección cuerda y atinada, y aquí es de advertir la distribución de las cabañas, su jerarquía y subdivisiones, porque muy pronto va a llegar la importante ocasión de ver a nuestros pastores en su peregrinación anual. En todas estas grandes ganaderías hay un mayoral, especie de general en jefe a cuyo cuidado están los arriendos de las yerbas, los salarios de los pastores, el fijar las épocas de marcha y todas las demás atenciones generales. Él es quien inmediatamente se entiende con el amo y recibe sus ordenes en derechura. Síguele el sota mayoral cuyas atribuciones son también generales aunque su grado, como el nombre lo dice, es inferior. Estos son los jefes de la cabaña que como pueden imaginarse nuestros lectores, se reparte luego en varios rebaños, cada uno compuesto de rabadán que es el jefe, compañero del rabadán que le reemplaza en todos los casos de ausencia, ayudante, persona y zagal que por sus años verdes, y a guisa de aprendizaje suele sufrir la mayor parte de las cargas con mucho menos provecho. Hay además una especie de hacienda militar en este inocente ejército con el nombre de ropería, y no es sino la panadería donde se elabora el pan para pastores y perros, y consiste en un ropero mayor o jefe, de cuya cuenta corre la compra de los granos y la distribución del pan, y en otros mozos que dicen roperos a secas y son los que amasan y hacen todos los oficios mecánicos. Aquí tienen nuestros lectores explicado el manejo y gobierno interior de las cabañas trashumantes; pero por si de ellos los hay curiosos, como suele suceder (porque desde muy antiguo viene la curiosidad como por herencia a todos los lectores) y quieren saber los salarios y beneficios de estos hombres, procuraremos satisfacerlos. Obligación del amo, o para hablar con más propiedad, principal es dar al mayoral la mula en que va caballero y de 200 a 300 ducados. El sota mayoral gana de 600 a 1000 rs.; el rabadán de 200 a 300 rs., y el compañero ayudante y persona bajan en proporción basta llegar al zagal, cuyo sueldo ni pasa de 100 rs. ni baja de 80. Seguramente se admirarán los que lean esto por la primera vez de que por tan escaso dinero se preste un servicio tan duro y trabajoso que obliga a sufrir la intemperie la mayor parte de las veces, y a dos viajes en el año de más de setenta leguas cada uno. Sin embargo, lo que no va en lágrimas va en suspiros, según el dicho vulgar, y lo que el amo no da lo saca el pastor por su parte al cabo de la cuenta, porque además del sustento que recibe, tiene el beneficio de la excusa. Excusa llaman al número de ovejas y aun de cabras que a cada pastor se le permite tener agregadas a las de la cabaña sin pagar poco ni mucho por su apacentamiento y que con sus crías y rendimientos le pertenecen en propiedad absoluta ( 1 ). Parte de la excusa suelen ser también las yeguas que gozan de los mismos fueros o inmunidades: por todo lo cual si nos tomamos el trabajo de agregar a la suma en dinero que recibe, la probable que estas adherencias dejan en sus manos, vendremos en conocimiento de que la condición del pastor trashumante todavía es tolerable, si no mejor que la de la mayor parte de las clases del pueblo. El arriendo de los pastos de invierno concluye el 25 de abril, día que los pastores ven amanecer con más regocijo que la mayor festividad del año, porque como es natural, ninguna festividad puede compararse, sobre todo en las gentes sencillas, a la vuelta al país donde han nacido y tienen lo que en el mundo quieren, donde con verdadera ansia se les aguarda y con cordialísima efusión se les recibe. Si el pirata Lambro (2) sentía a la vista de su isla y del humo de su hogar una emoción de que no sabía darse cuenta, no es maravilla que nuestros montañeses cuyas piraterías se reducen a dejar escurrirse alguna res hacia el campo del prójimo, a cortar un poco más de leña de la necesaria, y hacer de manera que sus ovejas la mayor parte de las veces conserven salud, aun en medio de la epidemia de las del amo, y paran siempre hembras que es lo más beneficioso; no es extraño decimos que se dé tal cual refregón de manos, avíe su hato cantando, silbe y grite con más garbo a sus ovejas y perros, acuda con cara de pascua a recibir su haber y su cundido, (3) pase en revista los reales de su bolsa de cuero, y con una gallardía, digna de la airosa gente de su tierra se ponga en camino con su cayado debajo del brazo, su manta al hombro, su sombrero calañes encasquetado y sus abarcas de cuero. Cruzan el Tajo la mayor parte de las cabañas por Almaraz o por Alconétar, pero como en ninguno de los dos puntos hay puente servible y las barcas sobre pequeñas para tal multitud de cabezas, serían tardas y costosas, suelen fabricar un puente de barcas que apellidan en Extremadura la Luria y proporciona paso a los ganados. El tal paso sin embargo siempre es difícil, porque si una oveja llega a saltar al agua, por pronto que se acuda siempre la sigue una gran porción y por eso se necesita gran cuidado y diligencia. Verdad es que algunas veces la res que el amo o mayoral se figura en el fondo del río, aparece en el fondo de la caldereta; pero estas son pequeñas travesuras del oficio, y además es de creer que muy insubordinada debe de haber estado la culpable durante la paridera, cuando tal castigo ha merecido. Hay varias cañadas o cordeles señalados para los rebaños trashumantes y que no son más que otros tantos caminos destinados exclusivamente a este objeto. Cualquiera de ellos ofrece por los meses de abril y mayo escenas muy animadas y movimiento continuo. Una nube de polvo y el son de los cencerros que desde muy lejos comienza a oírse, anuncian la llegada de las merinas, y a poco rato suele presentarse el rabadán de los moruecos o carneros padres al frente de su rebaño, rodeado de sus mansos que con el cebo del pan que de sus manos reciben, apenas se apartan de él; y en seguida desfila todo el rebaño con dos pastores a retaguardia acompañados de los perros. Pasan después y siempre con el mismo orden los rebaños de ovejas, y por último las yeguas fateras o hateras, llamadas así por llevar los hatos y los utensilios de cocina, con sus potros que corretean a la orilla del camino, algún pastorcillo demasiado tierno para la fatiga del viaje sentado entre la carga y alguna res que se ha desgraciado en la marcha colgada. Aquellos hombres que con todos sus medios y riquezas se trasladan de una provincia a otra, recuerdan involuntariamente la vida de los patriarcas o las tribus errantes que vagan de oasis en oasis en busca de pasto y de frescura. Las paradas que por el camino se hacen, sirven a un tiempo para descansar y comer, y es de ver la prontitud con que aderezan sus rústicos platos que de viaje suelen consistir en sopas por la mañana y migas canas por la noche. Durante él, además suele pasarse una ración de vino con lo cual se sobrellevan sus fatigas con algo más de conformidad. Aunque no pocas cabañas hacen el esquileo en Extremadura, otras varias ejecutan en el camino esta importante operación; en que si los pastores no toman más parte que la de apartar las reses y presentarlas atadas al maleante esquilador, no por eso deja de alcanzarles una y no pequeña en las alegres y bulliciosas escenas que suelen acompañar a esta tarea. Con semejantes estímulos y sobre todo con el poderoso de llegar pronto a sus queridas montañas, se atraviesan con buen ánimo las áridas llanuras de la Mancha donde ya sabe todo pastor que tiene que comprar las cintas de estambre fino para agasajar a su mujer, novia, hija o hermana, so pena de pasar por un ruin sujeto; y los no menos desabridos páramos de Campos. Aquí sufre otra sangría la bolsa del montañés, pues la compra de los pañuelos, las agujas y cordones o como dicen las babianas gordones para atacar los justillos es tan de ley al pasar por Rioseco de Medina como la de las ligas en la Mancha. En Rueda además suele proveerse de una gran bota que como más adelante veremos no deja de hacer importante papel. Lástima es por cierto que las ovejas se desmanden de cuando en cuando y los guardas del campo anden tan listos en advertirles su mala crianza y tirar de los cordones de su bolsa, que a no ser por esto, pocos malos ratos aguarían el contento de la peregrinación. |
Por fin, después de cuarenta y cinco días gastados en esquilar y caminar, cruza la cabaña los frescos contornos de León, y a muy poco vemos a nuestro pastor enfrente del campanario de su lugar. La Babia es un país triste y riguroso por invierno, porque ocupa la mesa de las montañas y las nieves y ventarrones duran allí mucho tiempo; pero a la época en que llegan los pastores, la escena ha cambiado enteramente, pues aunque la desnudez de sus colinas siempre lo entristece un poco, las praderas que verdeguean por sus llanuras, sus abundantes aguas, la alineación casi simétrica de sus montecillos cenicientos de roca caliza, y los vapores que de sus húmedos campos levanta el sol del verano, le dan un aspecto suave y vago semejante al que distingue algunos paisajes del norte. Estos atractivos son reales y verdaderos; pero aunque de ellos careciese, el pastor siempre la amaría, porque la patria nunca deja de ser hermosa.
El mayoral que por su oficio está obligado a adelantarse, sale al encuentro de la cabaña para señalarle los puertos (4) arrendados y después de repartido el ganado y fabricado el chozo (si ya no vuelven a los mismos pastos) cada pastor tiene licencia por turno para pasar un par de días en su casa. Estos cuadros de interior son tan fáciles de comprender como difíciles de pintar: por eso y por ahorrar paciencia a nuestros lectores, nos contentaremos con decir que despuésde los abrazos, apretones, preguntas y respuestas de costumbre, el marido sale en seguida a hacer la visita de ordenanza al señor cura y la mujer a convidar a los parientes, deudos y amigos a la bota del pastor. Esta bota es la misma que vimos llenar no hace mucho en Rueda de exquisito vino rancio, y que en compañía de buenas magras, ricos chorizos y suculentas morcillas procedentes de Extremadura sirve para una cena opípara en que a fuerza de festejar la llegada del amo de casa y brindar por su bien venida, suelen salir los convidados viendo más estrellas de las que hay en el firmamento. Esto sucede con los pastores padres de familia, que pasados estos días de júbilo y enganche, vuelven a su vida ordinaria, como vuelven a su cauce los ríos salidos de madre. Por lo que hace a los mozos o solteros esto, según suele decirse, ya es harina de otro costal, porque si no tienen festines y banquetes, para eso están las romerías que por entonces menudean y los galanteos y escapadas nocturnas de resultas de las cuales la yegua del padre o del rabadán no suele engordar por mucho que pazca. Porque es de saber que no hay pastor que no se enamore, sino a la manera lamentable y quejumbrosa de los Salicios y Nemorosos, por lo menos para tener una mujer con quien vivir pacíficamente y criar hijos para el cielo, según dice el Catecismo. En suma, para solteros y casados la época de paz, de diversión y de holganza es la del fresco verano de aquellas sierras, porque como los lobos no andan tan hambrientos, se puede aflojar algo en la solicitud de la guarda del rebaño. Y por otro lado cualquiera desavenencia que a propósito de pastos pueda suscitarse, fácil y amigablemente se compone entre gentes unidas por un origen común y ligadas en gran parte por lazos de amistad y parentesco. Pero al cabo estos días buenos se acaban pronto, porque como dice un poeta contemporáneo. Los tristes y los alegres al mismo paso caminan, y con las primeras nubes del otoño comienzan a moverse los pastores para volverse a sus invernaderos. La reunión del ganado y los preparativos de marcha se hacen con la misma actividad y concierto, pero con harto menos alegría de la que presencian en ocasión análoga los campos del Guadiana. La noche antes de la marcha es forzoso hacer a los viajantes el obsequio del queiso (queso) para el camino, que consiste en juntarse en su casa las mozas y los mozos solteros y bailar en guisa de despedida las sueltas y graciosas danzas del país, en recompensa de lo cual reciben las montañesas las ahuchas (agujas) que vimos comprar en Rioseco. Por rara que parezca esta ceremonia y por mal que se avenga en la apariencia con ánimos realmente apesadumbrados, no por eso deja de observarse religiosamente. Para el siguiente día ya está dispuesta la fiambrera del Pastor que consiste en una gran provisión de cecina y jamón, cosa en que tienen tanto puntillo las babianas que muchas de ellas consienten en pasar no pocas privaciones en el invierno a trueque de que sus maridos lleven la correspondiente merienda. Por fin amanece y los pastores se ponen en camino acompañados de sus mujeres que por una de aquellas extrañas contradicciones del pobre corazón humano van ahora a despedirlos hasta una legua de distancia, cuando para recibirlos apenas salen de las cercas del pueblo; y lloran y se afligen sin medida ni proporción con la alegría que a su vista recibieron. Por fin, los últimos adioses, abrazos y encargos de mirar por la salud se truecan entre muchos ahogos y suspiros; las mujeres se vuelven hechas unas Magdalenas y los hombres un poco más durillos de condición, aunque al cabo del mismo barro, después de un poco de camino andado a las calladas, comienzan por fin a entablar cualquier conversación y llegan últimamente a entrar en aquel bienaventurado temple de espíritu que tan poco desgasta el cuerpo y tantas primaveras le deja ver. Sin embargo este viaje es la mayor de las fatigas de la vida trashumante, porque siempre sobrevienen lluvias y mal tiempo: a veces salen de madre los arroyos y el ganado espantado y temeroso llega a ser más difícil de manejar. Así y todo alguna pequeña regalía disfrutan en Castilla con los amos de las tierras en que echan la noche con sus rebaños, y que por el beneficio que les reportan, suelen darles buena cena. Una vez en Extremadura, tienen andado ya todo su círculo y de nuevo pueden dedicarse a sus ocupaciones un poco más sosegados y a aumentar el caudal de conocimientos que poseen acerca de las enfermedades del ganado, de la calidad de las yerbas y de la prosperidad del ramo de riqueza que manejan. En esto son tan diestros y experimentados que cualquiera de ellos entretiene a una persona instruida, hablándole de la fisonomía de las reses, que a sus ojos no es menos distinta que la de las personas, como vimos en la paridera; de la influencia que la atmósfera ejerce en la cría y en la calidad de la lana, y de todo lo que atañe a su oficio. No menos notables son bajo su aspecto moral tanto por la buena hermandad que entre sí guardan, cuanto por la subordinación y obediencia que observan con sus superiores y la regularidad y economía con que salvo algún pecadillo venial, administran por su parte los intereses del amo. Este por la suya suele desempeñar más de una vez con ellos los oficios de padre, y las relaciones que entre ambos median están basadas en el respeto y benevolencia mutua. Finalmente, el Pastor trashumante por su conformación física, por su vestido, por sus costumbres, por sus modales es un tipo de los más antiguos que puede ofrecer la península, y aun quizá la Europa, porque su vida y ocupaciones se ligan con las primeras edades del mundo. Y sin embargo no es imposible que nuestros nietos vean extinguirse esta reliquia de las edades pasadas, porque si se ha de continuar en las herencias el sistema de subdivisión indefinida que en el día rige, a cada paso se diseminarán las cabañas, y ni aun pastos acomodados se encontrarán entre caudales que por un orden natural llegarán a desmigajarse completamente. No sabemos hasta qué punto traigan utilidad a la causa del país semejantes doctrinas que por nuestra parte nunca miraremos como sociales, cuando en último resultado las vemos tender al individualismo y al aislamiento; pero de todas maneras nos alegramos de haber bosquejado (dado que nombre de bosquejo merezcan estos borrones), una figura que si a toda España pertenece, con más derecho reclama por suya el país donde nacimos. |
NOTAS DEL AUTOR (1) En todas las ganaderías estantes y en muchas de las trashumantes la excusa es según la definimos, pero en otras el amo del ganado se queda con el esquilmo y deja al Pastor la cría. Esto es lo que llaman lana por costo= Al mayoral se le consiente de escusa 150 a 200 cabezas; 10 o 12 yeguas y algunas cabras que suelen no estar sujetas a número fijo. La excusa del sota solo llega a una cuarta parle; la del rabadán a 50 o 60 cabezas, dos o tres yeguas y algunas cabras, y los demás en proporción hasta el zagal que solo puede tener siete u ocho ovejas, algunas cabras, y por bondad del amo alguna yegua. (2 ) Byron. Don Juan . Canto 5º (3) Cundido o cundio llaman los pastores a la grasa, sal y pimienta que les dan para aderezar sus comidas (4) Puertos llaman en Babia a las cumbres y laderas donde se apacienta el ganado. PULSA AQUÍ PARA LEER RELATOS DE VIAJES Y COSTUMBRES |