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Como ropa
tendida Peregrino a la fuerza Carta de gato a uno de sus amores |
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En un poema hay que extender la vida
al
vie a la vista de todos como ropa tendida en el alambre. Una pizca de vida es suficiente, la camisa de un sueño, por ejemplo, o el mantel de las últimas derrotas o aquel pañuelo que es como un resto de niñez, tan blanco, tan diminuto, tan herido. Los versos, hechos sangre, piel o músculo, bien cogidos con pinzas, agitándose en medio de los patios, a la luz, como banderas sin ejército. Así tienen sentido. PULSA AQUÍ PARA LEER LA TEORÍA POÉTICA DE DISTINTOS AUTORES |
Iba haciendo el Camino de Santiago con una concha al cuello.
su sonrisa de libro y lo demás, como para volver loco al apóstol cuando llegase a Compostela. Así que la llevé en mi coche (adoro el autostop algunas veces) -Yo -mentí- también voy de peregrino. -Prefiero andar -me dijo- pero gracias, llévame a Ponferrada y ya seguiré a pie lo que me falte. "Ponferrada -pensé- y Finisterre, si te dejas" Puso el bastón y su macuto en la parte de atrás y se sentó a mi lado. Casi no hablaba, pero qué silencios. Su perfume a lavanda me hizo olvidar que yo no iba a Galicia y otros asuntos eran mi destino. Junto al castillo de templarios paramos a reponer fuerzas. Cuando estaba pagando la empanada y el vino oí el motor del coche. Me dejó su cayado, la venera, y un palmo de narices con recuerdo a colonia. Caminé todo el resto del verano, como un imbécil, con la boca seca, pero he ganado el jubileo. |
Desesperada y gris, un poco loca, se dispuso a viajar conmigo al fin del mundo. -Eso está lejos -dije-, mejor nos vamos hasta el parque, patatas fritas y cerveza, sol,
para
qué más.
Pero ella siguió haciendo el equipaje. Cientos de cachivaches, zapatos y pañuelos, una florete de esgrima (me sigo preguntando para qué) guantes, perfume, rulos, crucigramas; y tuve que trepar a las maletas para que se cerrasen. -¡Vámonos! tengo ya los billetes del tren. Era la dueña del asunto.
Se sentó en el asiento junto a la ventanilla, apoyó la cabeza, y vi el reflejo de su rostro: tenía una sonrisa de las que no dejan salida. -Voy un momento a por tabaco -dije. Seguía ensimismada.
Sus ojos se agrandaron a lo lejos, cuando le dije adiós desde el andén. Ni ella ni las maletas regresaron jamás. |
CARTA DE GATO A UNO DE SUS AMORES
Ya no podía resistir más su respuesta miserable. Cada vez que buscaba en su interior, yo desaparecía, estabas tú. Me decías: “¡Qué viejo estás! ¿no te das cuenta?”
Recogí los cristales diminutos, teñidos con la sangre de mis manos. Te los hice llegar envueltos en papel de celofán. No acusaste recibo, pero jamás podrás decir que no te regalé la Luna. |