Enrique de Mesa

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Serenidad

Erótica

Corazón, vete a la sierra

SERENIDAD

Aquí, a la sombra de los pinos viejos,

descanso al repechar de la vereda,

quiero, mientras murmura el agua leda,

meditar la razón de tus consejos.

 

Transida el alma está de amargos dejos.

Sendero de dulzor o ruta aceda,

¿quién hay, humano que decirnos pueda

la dicha o el dolor que aguardan lejos?

 

De sol, silencio y soledad cercado,

huidera la pasión, la razón quieta,

lo más puro del alma se destila;

 

y el hombre, de sí mismo enajenado,

siente latir el ansia más secreta

y oye cantar el bronce de su esquila.

 

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ERÓTICA

Cayó sobre tu espalda

la llama de tu pelo,

y quemó la blancura

su ondulación de fuego.

 

Entre los áureos rizos,

por el amor deshechos,

yo vi calientes, húmedos,

brillar tus ojos negros.

 

Sin desmayar, erguidos,

redondos, duros, tersos,

temblaron los montones

de nieve de tus pechos.

 

Y de amor encendida,

estremecido el cuerpo,

con amorosa savia

sus rosas florecieron.

 

El clavel de tus labios

brindaba miel de besos,

y fue mi boca ardiente

abeja de sus pétalos.

 

De la crujiente seda,

que resbalara al suelo,

emergió su blancura

tu contorno supremo.

 

Y al impulso movido

de ardoroso deseo,

se cimbró entre mis brazos

y quedó prisionero.

 

Me abrasaban tus ojos.

Me quemaba tu aliento.

Y apagó las palabras

el rumor de tus besos.

 

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Corazón, vete a la sierra;

derrotado del amor,

viste sayal de pastor

y oye el cantar de la tierra...

Corazón, vete a la sierra

y acompaña tu sentir

con el tranquilo latir

del corazón de la tierra.

 

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