La
sonrisa
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Desnudo
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Tus manos
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Juntos |
Late
conmigo |
I Soy la mujer que impúdica ha besado la zona de tu vientre, tus pezones, quien rueda un manantial de sensaciones que antes de ti no había imaginado. Eres el mar, soy el acantilado, reviente en mí tu furia de emociones irrumpiendo en mis húmedos rincones la dulce intensidad que he presagiado. Deja tu voz acariciar mi oído con ese lánguido, sensual tañido, de campana en crepúsculos herida. El último vestigio del recato borrado ya, dobla por mí a rebato, y escúchame gemir estremecida. II Sin estar junto a mí estabas conmigo, sombra de piel sobre mi piel desnuda; te vio la oscuridad, íntima y muda, de mis ojos cerrados al abrigo. ¿Mis manos o las tuyas? Te persigo a través de mi cuerpo; se me anuda tu tacto en la cintura, se hace aguda filigrana la lengua en el ombligo. Tripula mi bajel en estos mares, que aún no son, por abiertos, familiares, aunque conozca brújula y afán. Iza mis velas, colma mi bodega, navégame entre muslos, que ya llega rodando irracional el huracán. III La tempestad ha roto arrolladora en descarga de lluvias y crujidos; jadeante el deseo en los sentidos es pantera que lúbrica devora. La noche carnal muere, y en la aurora del sosiego se duermen los sonidos, y la mente retraza recorridos que habrá de repetir en otra hora. Vencidas las palabras, suavemente yacen sobre el teléfono. Se siente una entrañable paz a ambas orillas. Dos mujeres se amaron a distancia; y tal vez queda más en cada estancia que un ligero temblor en las rodillas.
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Llueven tus senos sobre mí oscilantes, resbalando en la cuenca de los muslos. El placer, de puntillas sobre el cuerpo, quema un sendero oculto. Hay un sueño de labios sobre el vientre, de labios vagabundos, frescos de sombra y humedad, como alas de rosas deshojadas al crepúsculo. Y remolcas cerezas ya maduras por invisibles surcos, sobre la piel del pecho, hasta el cuello desnudo, paréntesis de nardo en las mejillas, para la boca alternativo fruto. Se aglomeran en súbita cadencia latidos en tumulto, rojos de sangre en corazón inquieto, convulsivos en torno al sexo duro. Acóplate, mujer, en fluctuantes, recíprocos impulsos, que en tus entrañas he de atrincherarme, y a ti, en cautividad, me catapulto.
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