Francisco de Borja

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Epístola II

Cantarcillos

Letrilla I

Letrilla II

Romance

EPISTOLA II

De pies en los linderos castellanos,
esto que os digo aquí, borro y escribo
con puros versos en cultura llanos,
a nadie en ellos de entenderme privo;
y si es fácil o no llaneza tanta,
pruebe la mano el culto más altivo.
No es mi Musa tan rígida, que espanta
con voces erizadas, con horrores,
ni sólo al son de la guitarra canta.
Que si en su verde edad cantaba amores,
tal vez calza también coturnos de oro
la que calzaba abarcas de pastores.
Que un grave estilo, fácil y sonoro,
no es cosa que se imita, ni se aprende,
ni está del pedantismo en el tesoro.
Con esto el vulgo en su ignorancia entiende,
que es arte insigne desatar latines,
que el cándido vulgar vicia y ofende.
Los versos de otros son de matachines,
que asoman a decir lo que no dicen,
y son los más plebeyos y ruínes.

No del estilo familiar desdicen
humildes consonantes y vulgares;
y es bien que con Horacio se autoricen.
Ni sigue los antiguos ejemplares,
quien de estrellas jurar hace las olas,
entre otros barbarismos singulares.
Y armar los versos de palabras solas,
es hacer la comida de minestras,
y no de las vïandas españolas.
Plautinas son, señor, las Musas nuestras;
Virgilio vive solo en sus cuadernos,
las tablas han vencido a las palestras.
Hay nueva locución, tropos modernos;
y llaman nuestros cómicos laureles
al verso con muleta, afectos tiernos.
Fiestas de noche son con oropeles,
que encubren y desmienten la vileza,
correr, hachas, rumor y cascabeles.
¡Oh siglo! Bueno está, que es gran flaqueza
hacer emulación de la ignorancia,
y dar al zueco vil lustre y grandeza.
La presunción se atreve, a la distancia,
que vistes ya de un español Terencio,
licencias de poética arrogancia.

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CANTARCILLOS.
I.

Fuentecillas que reís
y con la arena jugáis,
¿dónde vais,
pues de las flores huis
y los peñascos buscáis?
Si reposáis,
¿dónde en calma dormís,
Porque corréis y os cansáis?
II
Pajarillo que cantas,
cuando con tristes quejas
al despertar el día te levantas,
y enternecida dejas
la umbrosa selva que escuchó tu llanto,
calla, no llores tanto,
que es agravio y desdicha del que llora
sentir sus quejas y reír la aurora.
Canta la noche fría,
en las dormidas ramas,
de tu dolor funesta compañía,
descansa cuando llamas
al sol hermoso que los campos viste,
logra su ausencia triste;
que es agravio y desdicha del que llora
sentir sus quejas y reír la aurora.
En este verde soto
escucharán tus males
del más vecino al sauce más remoto
y el agua en sus umbrales,
de verde yerba, de doradas flores
prenderán tus amores,
que es agravio y desdicha del que llora
sentir sus quejas y reír la aurora.
No quieras más aliento
que en tus tristes congojas
la piadosa atención del manso viento,
y que duerman las hojas,
al dulce son de tus querellas graves,
envidia de otras aves:
que es agravio y desdicha del que llora.
Sentir sus quejas y reir la aurora.
III.
Si alegres y risueñas
corren las claras fuentes
entre perlas lucientes
a reír las enseñas,
y si corren aprisa
imitan más la gracia de tu risa.
No ríe la mañana,
que soñolienta y fría
sale a hospedar el día
vestida de oro y grana,
si primera no ríes
y dejas qué copiar en tus rubíes.
También quiere imitarte
cuando el sol reverbera,
la dulce primavera
y cuando abril se parte;
hace el primer ensayo
al paso de tu risa el suave mayo.
Pensaban engañados
que las selvas reían
los mismos que creían
la risa de los prados.
Todos, Silvia, mintieron:
que sin verte reír, jamás rieron.
Los más fieros tiranos
que menos se recatan,
no ríen cuando matan;
y aunque muere a sus manos
con piedad el aurora,
la dulce muerte de la noche llora.
Tu risa son enojos,
porque matas riendo,
y lloran, desmintiendo
a tu boca, mis ojos.
Y es lo que precian tanto,
risa en tus labios,

y en mis ojos llanto.
 

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LETRILLA I
«Llamo con suspiros
el bien que pierdo,
y las galerillas
baten los remos. »
De las plagas, madre,
donde rompe el mar
parten las galeras,
con mi bien se van.
Cuanto más las llamo
ellas huyen más:
si las lleva el viento
¿quién las detendrá?
El de mis suspiros
hácelas volar
cuando más pretendo
que vuelvan atrás.
Forzados se quedan
si forzados van,
y duele el partirse
y duele el quedar.
Llamo con suspiros
el bien que pierdo,
y las galerillas
baten los remos.
De casas que huyen
¿quién podrá fiar
un amor de asiento
que tan firme está?
¿Si ligeras vuelan
dónde pararán?
Que quien tanto corre
suele tropezar.
¡De las verdes ondas
quiebran el cristal!
¡Todo cuanto tocan
mudándose va!
No está el mar constante
ni el viento jamás,
mis suspiros solos
en un ser se están.
Llamo con suspiros
el bien que pierdo,
y las galerillas
baten los remos.
 

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LETRILLA II
Truécanse los tiempos,
múdanse las horas.
¡Unas de placeres
de pesares otras!
En la breve vida
de la más hermosa
noches son los años,
la niñez aurora;
el árbol florido
que el cierzo despoja,
si enero le agravia
mayo le corona.
La escondida fuente
que murmura a solas
en verano ríe
y en invierno llora.
Si en prisiones duermen
las aves sonoras
libertad de día
por los aires gozan.
Si los vientos braman
y la mar se enoja
cuando el alba nace
descansan las olas.
Si de nieve mira
cubierta su choza
el pastor que en ella
guarda ovejas pocas,
cuando vuelve mayo
que sus pajas dora
los copos de nieve
de plata son copas.
La viuda montaña
sus nevadas tocas
por las galas trueca
de lirios y rosas.
Y el sol a quien prenden
sus pasos las sombras
mas galán despierta
por campos de aljófar.
Mas después de todo
retorna a deshora
el viento y la nieve,
la noche y las sombras:
¡Silvia, tus cabellos
y mejillas rojas,
si el tiempo las pinta
él mismo las borra.
 

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ROMANCE.
Niñas de mi aldea,
que vais a la fuente
por agua las menos,
las más porque quieren,
si el amor os lleva
y el pesar os vuelve,
el verdad os dice
y el amor os miente.
No son buenas prendas
plumas y papeles,
para dar el gusto
quien libre le tiene.
Mirad que en la vida
son quien más defiende
de asaltos de amores
armas de desdenes.
Mirad el peligro,
porque a las mujeres
verdad y mentira
dañan igualmente.
En las que se engañan
y en las que se pierden,
mal los pocos años
aconsejan siempre.
Mirad como el árbol
cuando está mas verde
en abril un cierzo
le burla y le ofende.
¡No os engañen, niñas,
los floridos meses,
que al paso que mayo
camina diciembre.
¿No ves que las manos
del tiempo convierten
las rubias espigas
en nevadas mieses?
Los alegres años
no esperéis que vuelen
y los tristes vengan
que jamás se vuelven.
Pierde, cuando turbio
con los años crece,
del amor el río
el vado y la puente.
¿Visteis las que hollando
tiempos diferentes
causaron envidias?
Ya a lastima mueven.
Oíd mis consejos,
mirad que os advierten,
pues los años vuelan
que el engaño vuele.

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