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Francisco de Icaza

Calla

Vesperal

En la noche

Aldea andaluza

CALLA

En otros tiempos, tiempos mejores,
los dos cumplimos nuestro deseo,
y sin querernos, de unos amores
urdimos ambos el fantaseo.

Los dos mentimos: ¡dulce mentira!
Yo te escuchaba con calma absorta
y, habla, te dije, que amor te inspira;
miente y soñemos, la vida es corta.

Hoy, fatigado de la comedia,
porque la ruda verdad amarga,
y con engaños no se remedia,
pienso al oírte: la vida es larga.

¿A qué las frases que me dijiste?
Mimos gastados, suspiros viejos...
¡Estoy tan solo, y estoy tan triste!
Los que me quieren están muy lejos.

 

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VESPERAL

El pastor su rebaño en el redil encierra
y del prado brumoso viene una voz lejana:
es aguda en la esquila y grave en la campana. . .
Una niebla de ensueño se extiende por la tierra. . .
El cobre del ocaso se funde en rojo brillo,
y luego es amaranto, es pálido violeta,
es sombra y es silencio. Ya sólo canta el grillo.
Húndete, corazón, en esta paz completa.

 

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EN LA NOCHE
Los árboles negros,
la vereda blanca,
un pedazo de luna rojiza
con rastros de sangre manchando las aguas.
Los dos, cabizbajos,
prosiguen la marcha
con el mismo paso, en la misma línea,
y siempre en silencio y siempre a distancia.
Pero en la revuelta
de la encrucijada,
frente a la taberna, algunos borrachos
dan voces y cantan.
Ella se acerca,
sin hablar palabra
se aferra a su brazo,
y en medio del grupo, que los mira, pasan.
Después, como antes,
caen el brazo flojo y la mano lacia,
y aquellas dos sombras, un instante juntas,
de nuevo se apartan.
Y así en la noche
prosiguen su marcha
con el mismo ritmo, en la misma línea,
y siempre en silencio y siempre a distancia.

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ALDEA ANDALUZA
D
e toda tu belleza en mí solo perdura,
entre el deslumbramiento de la intensa blancura
de la cal luminosa que tus muros enjarra,
la queja de una copla que los aires desgarra,
y en el calcinamiento de la estéril llanura,
aquel rincón de paz, oasis de frescura,
perdido en la planicie donde el sol achicharra
y su crótalos roncos repica la cigarra.
Y allí, visto de paso, bajo el verde cancel
de las tupidas hojas que forman el dosel
que lo estona y ajusta el marco del dintel,
aquel rostro moreno del mirador aquel,
con los ojos de pena y los labios de miel,
y toda Andalucía reconcentrada en él.

 

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