Francisco
Trillo
y Figueroa

 

 

 

 

 

 

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Últimos afectos de una dama, mirando el sepulcro de su amante

Despreciando la fortuna

A una esperanza dudosa

Letrilla

 

 

ÚLTIMOS AFECTOS DE UNA DAMA, MIRANDO EL SEPULCRO DE SU AMANTE.

Si con morir pudiera mejorarte,
si viviendo pudiera no perderte,
qué poco mereciera con la muerte,
qué poco me debieras por amarte.
Si con llorar pudiera consolarte,
si risueña pudiera no ofenderte,
qué poco me costara el merecerte,
¡oh, cuánto mereciera en olvidarte!
Si la elección me fuera permitida,
si en tus cenizas abrigar la pena,
que ardiente parasismo es de mi vida,
¡oh, cuán gozosa en la fatal cadena
aprisionara el alma condolida,
que tanto está de libertad ajena!

 

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DESPRECIANDO LA FORTUNA 

Dichoso aquél a quien la amarga muerte
no tronca el tiempo de sus dulces años,
y aquel que no alimenta desengaños
con el cebo engañoso de la suerte.
Dichoso (si hay alguno) aquél que advierte
su riesgo al resplandor de los extraños,
y aquel que, mariposa a los engaños,
entre las llamas el ardor advierte.
Dichoso el que con vuelo reposado
a la cumbre se acerca fatigable
de la alta ruina a que el honor aspira,
y mucho más aquél que, retirado
vive de la fortuna incontrastable,
limando con su paz su cruel ira.

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A UNA ESPERANZA DUDOSA

De anciano roble un tronco mal vestido,
con débiles raíces amarrado
a un duro escollo, a quien el tiempo airado
de una alta roca había dividido.
Yacía en la montaña defendido
más del riesgo a que estaba dedicado
que de amiga seguro de olvidado
rigor, no al infelice concedido.
Doliente asombro del hermoso día
de mi esperanza simulacro era,
y horrendo asilo de aves gemidoras.
¡Oh cuán ingrato el riesgo se desvía
de quien trofeo el precipicio fuera!
¡Oh cuanto muere un triste en breves horas

 

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LETRILLA

¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan!

¡Válgame Dios, que saben volar!

 

Andando en el suelo

 vide un ánsar chico,

y alzando su pico

vino a mí de vuelo,

 dióme un gran consuelo

 de verlo alear.

 ¡Válgame Dios, etc.

El ánsar gracioso

comenzó a picarme,

y aun a enamorarme

 su pico amoroso;

mas como alevoso

volvióme a dejar.

¡Valgame Dios, etc.

Era tan bonico

que me dejó en calma,

dando gusto al alma

su agraciado pico,

pues era, aunque chico,

grande en el picar.

¡Válgame Dios, etc.

Más quisiera yo

 nunca haberle visto,

pues dulce le asisto

 y cruel se huyó.

Sólo me dejó

que sentir y amar.

iV álgame Dios, etc.

¡Ay, amor cruel,

cuando quieres paces

qué de halagos haces,

 cuando no, qué infiel!

¿Dónde iré tras él,

que no sé volar?

¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan!

¡Válgame Dios, que saben volar!

 

 

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