A UN ORADOR CONTRAHECHO, ZAZOSO Y SATÍRICO
Botijo con bonete clerical, que viertes la doctrina a borbollón, falto de voz, de efectos, de emoción, lleno de furia, ardor y odio fatal;
la cólera y despique por igual dividen en dos partes tu sermón, que, por tosco, punzante y sin razón, debieras predicárselo a un zarzal.
¿Qué prendas de orador en ti se ven? Zazoso acento, gesto pastoril, el metal de la voz cual de sartén,
tono uniforme cual de tamboril. Para orador te faltan más de cien; para arador te sobran más de mil.
|
cierta noche formando en su aposento, con graciosos talento, una tierna canción, y porque en ella satisfacer a Delio meditaba, que de su fe dudaba, con vehemente expresión le encarecía el fuego que en su casto pecho ardía.
Y estando divertida, un murciélago fiero, ¡suerte insana, entró por la ventana! Mirta dejó la pluma, sorprendida, termió, gimió, dio voces, vino gente; y al querer diligente ocultar la canción, los versos bellos de borrones llenó, por recogellos.
Y Delio, noticioso del caso que en su daño había pasado, justamente enojado con el fiero murciélago alevoso, que había la canción interrumpido, y a su Mirta afligido, en cólera y furor se consumía, y así a la ave funesta maldecía.
“Oh monstruo de ave y bruto, que cifras lo peor de bruto y ave, visión nocturna grave, nuevo horror de las sombras, nuevo luto, de la luz enemigo declarado, nuncio desventurado de la tiniebla y de la noche fría, ¿Qué tienes tú que hacer en donde está el día?”
“Tus obras y figura maldigan de común las otras aves, que cánticos suaves tributan cada día a la alba pura; y porque mi ventura interrumpiste, y a su autor afligiste, todo el mal y desastre te suceda que a un murciélago vil suceder pueda”.
“La lluvia repetida, que viene de lo alto arrebatada, tan solo reservada a las noches, se oponga a tu salida; o el relámpago pronto reluciente te ciegue y amedrente; o soplando del Norte recio el viento no permita un mosquito a tu alimento”.
“La dueña melindrosa, tras el tapiz do tienes tu manida, te juzgue inadvertida por telaraña sucia y asquerosa, y con la escoba al suelo te derribe; y al ver que bulle y vive tan fiera y tan ridícula figura suelte la escoba y huya con presura”.
“Y luego sobrevenga el juguetón gatillo bullicioso, y primero medroso al verte, se retire y se contenga, y bufe, y se espeluce horrorizado, y alce el rabo esponjado, y el espinazo en arco suba al cielo, y con los pies apenas toque al suelo”.
“Mas luego recobrado, y del primer horror convalecido, el pecho al suelo unido, traiga el rabo del uno al otro lado, y cosido en la tierra, observe atento; y cada movimiento que en ti llegue a notar su perspicacia le provoque al asalto y le dé audacia”.
“En fin, sobre ti venga, te acometa y ultraje sin recelo, te arrastre por el suelo, y Acosta de tu daño se entretenga, y por caso las uñas afiladas en tus alas clavadas, por echarte de si con sobresalto, te arroje muchas veces a lo alto”.
“Y acuda a tus chillidos el muchacho, y convoque a sus iguales que con los animales sueles ser comúnmente desabridos; que a todos nos dotó naturaleza de entrañas de fiereza, hasta que ya la edad o la cultura nos dan humanidad y más cordura”.
“Entre con algazara la pueril tropa, al daño prevenida, y lazada oprimida te echen al cuello con fiereza rara; y al oirte chillar alcen grito y te llamen maldito; y creyéndote al fin del diablo imagen te abominen, te escupan y te ultrajen”.
“Luego por las telillas de tus alas te claven al postigo, y se burlen contigo, y al hocico te apliquen candelillas, y se rían con duros corazones de tus gestos y acciones, y a tus tristes querellas ponderadas correspondan con fiestas y carcajadas”.
“Y todos bien armados de piedras, de navajas, de agijones, de clavos, de punzones, de palos por los cabos afilados (de diversión y fiestas ya rendidos), te embistan atrevidos, y te quieten la vida con presteza, consumando en el modo su fiereza”.
“Te puncen y te sajen, te tundan, te golpeen, te martillen, te piquen, te acribillen, te dividan, te corten y te rajen, te desmiembren, te apartan, te degüellen te hiendan, te desuellen, te estrujen, te aporreen, te magullen, te deshagan, confundan y aturullen”.
“Y las supersticiones de las viejas creyendo realidades, por ver curiosidades, en tu sangre humedezcan algodones, para encenderlos de la noche oscura, creyendo sin cordura que verán en el aire culebrinas y otras tristes visiones peregrinas”.
“Muerto ya, te dispongan el entierro, te lleven arrastrando, gori, gori, cantando, y en dos filas delante se compongan; y otros, fingiendo voces lastimeras, sigan de plañideras, y dirijan entierro tan gracioso al muladar más sucio y asqueroso;
y en aquella basura un hoyo hondo y capaz te faciliten, y en el te depositen, y allí te den debida sepultura; y para hacer eterna tu memoria, compendiada tu historia pongan en una losa duradera, cuya letra dirá de esta manera: Aquí yace el murciélago alevoso que el sol horrorizó y ahuyentó el día, de pueril saña triunfo lastimosos, con cruel muerte pagó su alevosia; no sigas, caminante, presuroso, hasta decir sobre esta losa fría: Acontezca tal fin y tal estrella a aquel que mal hiciere a Mirta bella”.
|
A Lisi malagueñaNi la rubia Calipso mostró mayor terneza cuando de la isla Ogigia Ulises se le ausenta; ni la famosa Dido hizo mayor fineza subiendo al alto techo a ver partir su Eneas; como ha debido a Lisi divina malagueña el malhadado Delio, a quien la suerte fiera dio la dicha de amarla al tiempo de perderla. Yacía en blando lecho... ¡Oh Delio! ¡Cuánto yerras, pues dices que yacía la vida que te alienta! En blando lecho estaba de mil cuidados llena, que el sueño de la noche de sus ojos alejan. El ruido del caballo lleva la triste nueva a Lisi de que Delio para siempre se ausenta, y toda poseída de singular fineza el frío despreciando, (que otro fuego la quema) salta del casto lecho sin buscar más decencia, que la que al acostarse previene una doncella. El cabello sin orden claramente demuestra cuanto aventaja al arte la fiel naturaleza. El cambray delicado avaro, y cruel intenta cubrir el blanco pecho tesoro de belleza, y en parte lo consigue; pero a la vista deja dos breves hemisferios de nieve que le afrentan. De la breve cintura airosamente cuelgan los lienzos que a los ojos roban mejor Elena. Nunca la fresca aurora se levantó tan bella a desterrar las sombras de la noche funesta, jamás la blanca Tetis cumplió su anual promesa al sepulcro de Aquiles con tanta gentileza; como por dar a Delio la vista postrimera salió del lecho Lisi; ¡Oh Musa, si la vieras! La cerrada, ventana con presta diligencia abre, se asoma, mira, no ve a Delio, ¡qué pena! Mas ¿cómo era posible si en una sazón mesma el alba se levanta, y la noche se ausenta? Lisi, se vuelve al lecho, Delio, triste se aleja, entonces ignorante de tamaña fineza. Mas luego noticioso siente al doble la ausencia, se queja de su suerte, blasfema de su estrella, y al aire vago esparce tristísimas endechas. Ve a Málaga volando mi dulce cantilena, y goza la ventura que a tu autor se le niega. Y si logras la dicha de llegar a las bellas manos de Lisi hermosa, mil veces se las besa, y vuelve luego, luego, a traerme las nuevas alegres, si te acoge, tristes, si te deshecha.
|