José Mª Gabriel y Galán

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¡¿Por qué?

Dos paisajes

El embargo

A un rico

¡¿POR QUÉ?!
Aquella flor anónima
de pétalos iguales
que sola está en el páramo
de grises pizarrales,
¿por qué ha nacido allí?
Y aquella moza rústica
que a ser esclava aspira
de aquel pastor selvático
que huraño y torvo mira,
¿por qué lo adora así?
¿Por qué mete el cernícalo
su nido en la hendidura
y el colorín minúsculo
lo guarda en la espesura
del viejo carrascal?
¿Por qué las oropéndolas
lo cuelgan del encino
y aquellos otros pájaros
sotiérranlo en el fino
tapiz del arenal?
¿Por qué a la loba escuálida
creó Naturaleza
vecina de la tórtola
que arrulla en la maleza
la calma del cubil?
¿Por qué son hermosísimos
los blancos recentales?
¿Por qué tan torvos y hórridos,
por qué tan desleales
la hiena y el reptil?
¿Por qué vivirá errático,
sin nido, el necio cuco?
¿Por qué será el polícromo
vistoso abejaruco
tan áspero cantor?
¿Por qué de dulce música
tesoro tal Dios guarda
para el pardillo mísero,
para la alondra parda
y el pardo ruiseñor?
¿Por qué destila bálsamos
el mísero cantueso
que vive en las estériles
calvicies de aquel teso
paupérrimo vivir?
¿Por qué las pomposísimas
peonías fastuosas
producen esas fétidas
grasientas grandes rosas
de enfático vestir?
¿Por qué vierten las víboras
ponzoñas dañadoras?
¿Por qué las beneméritas
abejas labradoras
producen rica miel?
¿Por qué si bajan límpidas
a un labio que sonría
las gratas puras lágrimas
que arrancan la alegría
también saben a hiel?
¿Por qué?... Curioso espíritu,
no quieras indagarlo,
ni en tristes secas fórmulas
pretendas encerrarlo
si no quieres llorar.
Misterios que sois únicos
divinos bebederos
de encantos sabrosísimos:
¡tocaros es perderos!
¡viviros es gozar!

 

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DOS PAISAJES
I
Dos paisajes: el uno soñado
y el otro vivido.
¡Cuán amarga, sin sueños, me fuera
la vida que vivo!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Era un trozo de tierra jurdana
sin una alquería;
era un trozo de mundo sin ruido,
de mundo sin vida.
Era un campo tan solo, tan solo
como un cementerio,
donde más hondamente se sienten
los hondos silencios.
Madroñeras, lentiscos y jaras
helechos y piedras,
madreselvas, zarzales y brezos,
retamas escuetas...
¡La maraña revuelta y estéril
que viste los campos
cuando no los fecundan y riegan
sudores humanos!
No tenían trigales las lomas,
ni huertos las vegas,
ni sotillos las frescas umbrías,
ni árboles la sierra...
No tenían las rudas labores
cantores humanos,
ni el sabroso caer de las tardes
cantores alados.
No tenían ni puente el riachuelo,
ni torre la aldea,
ni alegría de vida sus grises
hórridas viviendas.
A sus puertas holgaban desnudos
niñitos hambrientos,
devorando sopores de muerte
de alma y del cuerpo.
Y unas ruines mujeres traían
de pueblos lejanos
miserables mendrugos mohosos
envueltos en trapos...
Y unos hombres huraños y entecos
la tierra arañaban
como ruines raposos sin presa
que el páramo escarban.
Y una sorda quietud imponente,
grabándolo todo,
sobre el muerto vivir descargaba
su losa de plomo...

 

II
Era un trozo de tierra jurdana
con una alquería:
era un trozo de mundo vibrante,
de ruidos de vida.
Era un campo de flores y frutos,
con hombres y pájaros,
con caricias de sol y aguas puras,
de limpios regatos.
Olivares azules que escalan
alegres laderas;
huertecillos con frutos de oro
que engríen las vegas.
Recortados, pequeños trigales;
minúsculos prados
alamedas pomposas y viñas,
sotos de castaños...
Y la sierra gentil, más arriba,
perdiendo asperezas...
¡sonriendo a medida que sube
la vida por ella!
Colmenares que zumban y labran,
palomares blancos,
majadillas que alegran las cuestas
sonoros rebaños...
Carboneras humosas que fingen
pequeños volcanes;
leñadores que cortan y cantan,
que llevan y traen...
¡La visión de los campos incultos
que ricos se tornan
si los baña del sol del trabajo
la luz creadora!
Y tenía ya puente el riachuelo,
y torre la aldea,
y alegría de vida sus blancas
y sanas viviendas.
Y del útil saber en un templo
limpio y diminuto,
y en el templo más grande y más sabio
del campo fecundo,
bando alegre de niños que un hombre
discreto guiaba,
la salud y la vida bebían
del cuerpo y del alma.
Y unas madres con leche en sus pechos,
y luz en la mente,
y en las caras morenas, dulzuras
y risas alegres,
amasaban el pan de los suyos,
rezaban, bullían,
gobernaban la casa cantando,
¡cantando la vida!
Y unos hombres briosos y cultos
labraban los campos
con la sana alegría que infunden
la paz y el trabajo.
Y flotaba en los aires el ritmo
gigante y oscuro
con que alienta la tierra fecunda
preñada de frutos.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Dos paisajes! El uno soñado
y el otro vivido.
Del vivir al soñar, ¿hay distancia?
¡Pues amor cegará tal abismo!

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EL EMBARGO

Señol jues, pasi usté más alanti
     y que entrin tos esos,
     no le dé a usté ansia
     no le dé a usté mieo...

Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!

¡Embargal, embargal los avíos,
     que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
     y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
     ya me está sobrando,
     ya me está gediendo!

Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
     y esa segureja
     y ese cacho e liendro...

¡Jerramientas, que no quedi una!
    ¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
     ni esa segureja
     ni ese cacho e liendro...

¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
     si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
     ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
     cuatro mesis vivo
     y una nochi muerto!

¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
     porque aquí lo jinco
     delanti usté mesmo!
     Lleváisoslo todu,
     todu, menus eso,
     que esas mantas tienin
     suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
     ca ves que las güelo!...

 

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A un  rico

¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
O son fruto del trabajo honrado,
o el haber que tu padre te ha legado,
o el botín de un ladrón o un usurero.

Si el dinero que das al pordiosero
te lo dio tu sudor, te has sublimado;
si es herencia, ¡cuán bien lo has empleado!;
si es un robo, ¿qué das, mal caballero?

Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
dejó comer los restos de un cabrito
a un perro ruin que presenció su robo.

Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
porque algo más que un perro será un pobre,
y tú no querrás ser menos que un lobo.

 

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