Vicente García de la Huerta

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Amor constante

El loco de Chinchilla

Redondillas a Lisi esquiva

La desconfianza

 

Amor constante

Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas;
antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidias al merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;
antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera,
y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera,
cuanto menos que falte el amor mío.

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El loco de Chinchilla.
Fábula a la moda, esto es, insulsa y fría

Andaba en Chinchilla un loco
con la bellaca manía
de dar de palos a cuantos
topaba por su desdicha.
No hubo quien se libertase
de su locura maldita:
al que no descalabraba
magullaba las costillas.
Y fuese compasión,
fuese por majadería,
ninguno entre tantos quiso
querellarse a la Justicia.
Ni ella pensó en recogerle,
por estar la policía
algo atrasada en el tiempo
de que se cuenta esta hablilla.
Hasta que uno de Albacete,
murciano en la mala tripa,
manchego en lo mal sufrido,
a Chinchilla subió un día.
Atísbale el loco, llega
a hablarle y por bienvenida
le da tal palo en la chota
que a ir sin montera le birla.
El de Albacete, mohíno
de la ruin burla, le quita
el palo y con él le toma
la más horrenda paliza,
moliéndole de manera
entre nuca y rabadilla,
que, a no acudir gente, allí
acaba el loco sus días.
Escápase en fin, y temiendo
hallarle tras cada esquina,
iba corriendo y gritando:
«¡Otro loco anda en Chinchilla!».
De aquí procedió el refrán,
y de aquí la medicina,
de aquel loco. ¡Cuántos uno
de Albacete necesitan!
Cada cual el cuento aplique
a su caso y se corrija,
o hallará uno de Albacete
cuando menos lo imagina.
A muchos parecerá
insulsa la fabulilla,
mas ¿qué falta es ésta en tiempo
en que tanta insulsez priva?

 

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Redondillas A Lisi esquiva

Si pretendes por despojos,
Lisi, los alientos míos,
¿qué has menester de desvíos,
cuando te sobran tus ojos?
Si con mi muerte, mi bien,
esperas tu libertad,
mátame con tu beldad,
pero no con tu desdén.
Pues será doble rigor,
cuando en tu mano lo tienes,
que me mates a desdenes,
pudiendo morir de amor.
Y nadie podrá ofenderte,
si lo hicieres con tal arte,
porque yo, por disculparte,
me achacaré a mí mi muerte.
Y aún te será más blasón
oír que tu amante Fabio
ha muerto, no de tu agravio,
sí sólo de su pasión.
Que se hace agravio a tu pura
y poderosa belleza
en que usurpe la fiereza
su poder a la hermosura.
Deja que mi amante fe
me mate, pues de esta suerte
tú consigues darme muerte
y yo lo agradeceré.
Pues logras de esta manera
que a tu beldad peregrina
la idolatren por divina
y no la infamen por fiera.
Sea lícito a mi tristeza
saber que, en lance tan fuerte,
los que celebren mi muerte
celebrarán tu belleza.
Y mis penas lastimosas
harán, cuando más no puedan,
que tu hermosura concedan
hasta las más envidiosas.
Y será doble rigor,
cuando en tu mano lo tienes,
que me mates a desdenes,
pudiendo morir de amor

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La desconfianza

¿Qué es esto, amante corazón rendido?
¿De qué te sirve tan dichoso estado,
si tus penas parece se han doblado
de que empezaste a ser favorecido?
La imagen horrorosa del olvido
turba mi gloria y crece mi cuidado,
y aun al alma, confieso, ha penetrado,
no celos, un recelo mal nacido.
¡Ay, Lisi mía, en qué mortal quebranto
despedazado el corazón me siento,
de un temor a la rústica violencia!
Y si sólo un temor me aflige tanto,
cuánto será bien mío mi tormento,
si a ser este temor llega evidencia.

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