SONETO
XXIII |
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SONETO XXIX PULSA AQUÍ PARA LEER UN SONETO DE HERNANDO DE ACUÑA SOBRE EL MISMO MITO |
Amor,
amor, un hábito vestí PULSA AQUÍ PARA LEER LAS TEORÍAS AMOROSAS DE DISTINTOS POETAS
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SALICIO
¡Oh
más dura que mármol a mis quejas
El
sol tiende los rayos de su lumbre
Y
tú, desta mi vida ya
olvidada,
Por
ti el silencio de la selva umbrosa,
Cuántas
veces, durmiendo en la floresta,
Tu dulce habla
¿en cúya oreja suena?
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NEMOROSO
Corrientes aguas puras, cristalinas,
y
en este mismo
valle, donde agora ¿Do están agora aquellos claros ojos que llevaban tras si como colgada mi alma doquier que ellos se volvían? ¿Do está mi blanca mano delicada, llena de vencimientos y despojos que de mis sentidos le ofrecían? Los cabellos que vían con gran desprecio el oro, como a menor tesoro, ¿adónde están? ¿Adónde el blanco pecho? ¿Do la columna que el dorado techo con presunción graciosa sostenía? Aquesto todo agora ya se encierra por desventura mía, en la fría, desierta y dura tierra. PULSA
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SALICIO
¡Cuán
bienaventurado
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Por aquesta razón de ti escuchado,
Cerca del Tajo, en soledad amena, Con tanta mansedumbre el cristalino Tajo en aquella parte caminaba que pudieran los ojos el camino determinar apenas que llevaba. Peinando sus cabellos d’oro fino, una ninfa del agua do moraba la cabeza sacó, y el prado ameno vido de flores y de sombra lleno. Movióla el sitio umbroso, el manso viento, el suave olor d’aquel florido suelo; las aves en el fresco apartamiento vio descansar del trabajoso vuelo; secaba entonces el terreno aliento el sol, subido en la mitad del cielo; en el silencio solo se ’scuchaba un susurro de abejas que sonaba. Habiendo contemplado una gran pieza atentamente aquel lugar sombrío, somorgujó de nuevo su cabeza y al fondo se dejó calar del río; a sus hermanas a contar empieza del verde sitio el agradable frío, y que vayan, les ruega y amonesta, allí con su labor a estar la siesta. No perdió en esto mucho tiempo el ruego, que las tres d’ellas su labor tomaron y en mirando defuera vieron luego el prado, hacia el cual enderezaron; el agua clara con lascivo juego nadando dividieron y cortaron hasta que’l blanco pie tocó mojado, saliendo del arena, el verde prado. Poniendo ya en lo enjuto las pisadas, escurriendo del agua sus cabellos, los cuales esparciendo cubijadas las hermosas espaldas fueron dellos, luego sacando telas delicadas que’n delgadeza competian con ellos, en lo más escondido se metieron y a su labor atentas se pusieron. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS QUE DESARROLLEN EL LOCUS AMOENUS Y OTROS YÓPICOS LITERARIOS |
Las telas eran hechas y tejidas del oro que’l felice Tajo envía, apurado después de bien cernidas las menudas arenas do se cría, y de las verdes ovas, reducidas en estambre sotil cual convenía para seguir el delicado estilo del oro, ya tirado en rico hilo.
La delicada estambre era distinta llamada la mayor, con diestra mano tenía figurada la ribera de Estrimón, de una parte el verde llano y d’otra el monte d’aspereza fiera, pisado tarde o nunca de pie humano, donde el amor movió con tanta gracia la dolorosa lengua del de Tracia. Estaba figurada la hermosa Eurídice, en el blanco pie mordida de la pequeña sierpe ponzoñosa, entre la hierba y flores escondida; descolorida estaba como rosa que ha sido fuera de sazón cogida, y el ánima, los ojos ya volviendo, de la hermosa carne despidiendo. Figurado se vía extensamente el osado marido, que bajaba al triste reino de la escura gente y la mujer perdida recobraba; y cómo, después desto, él impaciente por mirarla de nuevo, la tornaba a perder otra vez, y del tirano se queja al monte solitario en vano.
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Dinámene no menos artificio
Dafne, con el cabello suelto al viento,
Mas a la fin los brazos le crecían
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Climene, llena de destreza y maña,
Tras esto, el puerco allí se via herido según se muestra Venus dolorida, que viendo la herida abierta y fiera, sobr’él estaba casi amortecida; boca con boca coge la postrera parte del aire que solia dar vida al cuerpo por quien ella en este suelo aborrecido tuvo al alto cielo. PULSA AQUÍ PARA ACCEDER A POEMAS DE TEMA MITOLÓGICO Y AQUÍ PARA VER EL TRATAMIENTO BURLESCO QUE HACE QUEVEDO DE LOS MITOS DE ORFEO_EURÏDICE y APOLO-DAFNE.
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La blanca Nise no tomó a destajo que en áspera estrecheza reducido, un monte casi alrededor ceñía, con ímpetu corriendo y con rüido; querer cercarlo todo parecía en su volver, mas era afán perdido; dejábase correr en fin derecho, contento de lo mucho que habia hecho. Estaba puesta en la sublime cumbre del monte, y desde allí por él sembrada, aquella ilustre y clara pesadumbre d’antiguos edificios adornada. D’allí con agradable mansedumbre el Tajo va siguiendo su jornada y regando los campos y arboledas con artificio de las altas ruedas. En la hermosa tela se veían, entretejidas, las silvestres diosas salir de la espesura, y que venían todas a la ribera presurosas, en el semblante tristes, y traían cestillos blancos de purpúreas rosas, las cuales esparciendo derramaban sobre una ninfa muerta que lloraban Todas, con el cabello desparcido, lloraban una ninfa delicada cuya vida mostraba que habia sido antes de tiempo y casi en flor cortada; cerca del agua, en un lugar florido, estaba entre las hierbas degollada cual queda el blanco cisne cuando pierde la dulce vida entre la hierba verde. Un a d’aquellas diosas que’n bellezaal parecer a todas ecedía, mostrando en el semblante la tristeza que del funesto y triste caso había, apartada algún tanto, en la corteza de un álamo unas letras escribía como epitafio de la ninfa bella, que hablaban ansí por parte della:
«Elisa soy, en cuyo nombre suena En fin, en esta tela artificiosa toda la historia estaba figurada que en aquella ribera deleitosa de Nemoroso fue tan celebrada, porque de todo aquesto y cada cosa estaba Nise ya tan informada que, llorando el pastor, mil veces ella se enterneció escuchando su querella; y porque aqueste lamentable cuento, no sólo entre las selvas se contase, mas dentro de las ondas sentimiento con la noticia desto se mostrase, quiso que de su tela el argumento la bella ninfa muerta señalase y ansí se publicase de uno en uno por el húmido reino de Neptuno.
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