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Probaron en el campo su destreza... Quien libre está no viva descuidado... |
Probaron en el campo su destreza Diana, Amor y la pastora mía, flechas tirando a un árbol que tenía pintado un corazón en su corteza. Allí apostó Diana su belleza, su arco Amor, su libertad Argía, la cual mostró en tirar más gallardía, mejor tino, denuedo y gentileza. Y así ganó a Diana la hermosura, las armas a Cupido, y ha quedado tan bella y tan cruel de esta victoria que a mis cansados ojos su figura y el arco fiero al corazón cuitado quitó la libertad, la vida y gloria.
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Quien libre está no viva descuidado, que en un instante puede estar cautivo, y el corazón helado y más esquivo tema de estar en llamas abrasado. Con la alma del soberbio y elevado tan áspero es Amor y vengativo, que quien sin él presume de estar vivo, por él con muerte queda atormentado. Amor, que a ser cautivo me condenas, Amor, que enciendes fuegos tan mortales, tú que mi vida afliges y maltratas: maldigo desde ahora tus cadenas, tus llamas y tus flechas, con las cuales me prendes, me consumes y me matas.
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Arenoso, desierto, y seco prado, tú, que escuchaste el son de mi lamento, hinchado mar, mudable y fiero viento, con mis suspiros tristes alterado; duro peñasco, en do escrito y pintado perpetuamente queda mi tormento, dad cierta relación de lo que siento, pues que Marcelio sola me ha dejado. Llevó a mi hermana, a mí puso en olvido; y pues su fe, su vela y mi esperanza al viento encomendó, sedme testigos, que más no quiero amar hombre nacido, por no entrar en un mar, do no hay bonanza, ni pelear con tantos enemigos.
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Cuando la brava ausencia un alma hiere, se ceba, imaginando, el pensamiento que el bien que está más lejos, más contento el corazón hará cuando viniere. Remedio hay al dolor de quien tuviere en esperanza puesto el fundamento, que al fin tiene algún premio del tormento, o al menos en su amor contento muere. Mil penas con un gozo se descuentan, y mil reproches ásperos se vengan con sólo ver la angélica hermosura. Mas cuando celos la ánima atormentan, aunque después mil bienes sobrevengan, se torna rabia, pena y amargura.
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