Receta de cocina frustrada a las
finas hiebas Pfopuesta Te escribo en esta mañana... |
RECETA DE COCINA FRUSTRADA A LAS FINAS HIERBAS Apenas empiezo a saborearte y ya me entran ganas de comerte mordisquear tus orejas despacio lamer tu cuello lentamente, prepararte un aderezo con mi aliento mezclar tu saliva con mis dedos. Apenas empiezo a intuirte y ya me entran ganas de servirte un manjar de caricias y de halagos invitarte a degustar mi condimento sazonar con mis manos tu cintura hornear el deseo a fuego lento. Apenas empiezo a tramar la receta cuando te deslizas con cautela hacia la mesa y con la exquisita canela de tu boca dispones ante mí la escapada. Argumentas que hay exceso de alimento y que mantienes una dieta muy estricta me dejas rebosantes las manos de especias y un desfile se inicia de pucheros y cazuelas. El orégano previsto en tu mejilla la pimienta salpicada en tu mirada la vainilla extendida por tu nuca la menta en tu piel y la mostaza. El comino, el limón, la hierbabuena el romero en tu frente, en tus labios la salvia el azafrán y el laurel en tus hombros por tus dientes el anís, la alcaparra. Uno a uno los ingredientes que aguardaban tu llegada retroceden a su lugar de origen y yo, apenas me dispongo a iniciar la retirada congelo en la memoria el menú del deseo por si alguna vez te apetece paladearme y a mí me entran ganas de evocarte y es que apenas empiezo a conocerte y ya siento el impulso de adobarte. (De Carne y verso) |
Te propongo esta noche llegar a un acuerdo, un diálogo entre mi cuerpo y tu cuerpo una conversación sin palabras, un silencio de proyectos, que tus dedos interpreten el lenguaje de mis dedos. Te propongo, simplemente, alargar la caricia, no planear la llegada a la cima sino navegar con el remo de mis brazos no utilizar para nada el salvavidas ni que el tiempo detenga la mirada dirigida a los botones de tu camisa. Te propongo un pacto de susurros, una tertulia de gemidos, un monólogo de gritos, que todo lo que no dijimos en la piel permanezca escrito. Te propongo una noche interminable, lenta, muy lenta, tan lenta que cuando nos interrogue la mañana no sepamos quiénes somos ni hacia dónde vamos, como si aprendiéramos de nuevo a leer igual que dos niños pequeños, como si aprendiéramos de nuevo a escribir sobre el pálido folio de nuestro cuerpo. Te propongo una lectura corpórea desde el prólogo de tus ojos hasta el epílogo de mi boca. |
Te escribo en esta mañana de viernes con la compañía de mis objetos cotidianos. Hoy aterrizaron en casa dos visitantes nuevas que inundaron de sorpresa mi rutina. Miré al techo buscando una respuesta y me acordé del cielo ampurdanés y de tus ojos pero sólo encontré una mancha amarilla en el techo y dos gotas inmensas con música de fondo. Coloqué algunos cubos y me quedé observando las goteras resbalaban por mi rostro y sentí que el techo, en un acto solidario, se desmoronaba despacio, despacio. En medio de este viernes irrespirable una llamada tuya bastará para sanarme |
Viví la infancia en una planta baja en pleno Barrio Chino en medio de dulces y lecheras interrogantes y ojeras. Un gato negro se paseaba entre mis piernas mientras yo, con un lápiz mordido, jugaba con un poema. Algunas tardes merendaban en casa clientes diferentes mendigos, prostitutas, travestidos -buena gente- otras, me sentaba en una silla baja para ver como la vida, vestida de rojo, se paseaba contoneándose por la acera. Ahora vivo en un quinto sin ascensor -he mejorado- tengo palomas en la azotea y un día invité a la vida a que subiera |