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Gloria Bosch

Receta de cocina frustrada a las finas hiebas

Pfopuesta

Te escribo en esta mañana...

Barrio chino

RECETA DE COCINA FRUSTRADA A LAS FINAS HIERBAS

Apenas empiezo a saborearte

y ya me entran ganas de comerte

mordisquear tus orejas despacio

lamer tu cuello lentamente,

prepararte un aderezo con mi aliento

mezclar tu saliva con mis dedos.

Apenas empiezo a intuirte

y ya me entran ganas de servirte

un manjar de caricias y de halagos

invitarte a degustar mi condimento

sazonar con mis manos tu cintura

hornear el deseo a fuego lento.

Apenas empiezo a tramar la receta

cuando te deslizas con cautela hacia la mesa

y con la exquisita canela de tu boca

dispones ante mí la escapada.

Argumentas que hay exceso de alimento

y que mantienes una dieta muy estricta

me dejas rebosantes las manos de especias

y un desfile se inicia de pucheros y cazuelas.

El orégano previsto en tu mejilla

la pimienta salpicada en tu mirada

la vainilla extendida por tu nuca

la menta en tu piel y la mostaza.

El comino, el limón, la hierbabuena

el romero en tu frente, en tus labios la salvia

el azafrán y el laurel en tus hombros

por tus dientes el anís, la alcaparra.

Uno a uno los ingredientes que aguardaban tu llegada

retroceden a su lugar de origen

y yo, apenas me dispongo a iniciar la retirada

congelo en la memoria el menú del deseo

por si alguna vez te apetece paladearme

y a mí me entran ganas de evocarte

y es que apenas empiezo a conocerte

y ya siento el impulso de adobarte.

(De Carne y verso)

 

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PROPUESTA

Te propongo esta noche

llegar a un acuerdo,

un diálogo entre mi cuerpo y tu cuerpo

una conversación sin palabras,

un silencio de proyectos,

que tus dedos interpreten

el lenguaje de mis dedos.

Te propongo, simplemente,

alargar la caricia,

no planear la llegada a la cima

sino navegar con el remo de mis brazos

no utilizar para nada el salvavidas

ni que el tiempo detenga la mirada

dirigida a los botones de tu camisa.

Te propongo un pacto de susurros,

una tertulia de gemidos,

un monólogo de gritos,

que todo lo que no dijimos

en la piel permanezca escrito.

Te propongo una noche interminable,

lenta, muy lenta, tan lenta

que cuando nos interrogue la mañana

no sepamos quiénes somos

ni hacia dónde vamos,

como si aprendiéramos de nuevo a leer

igual que dos niños pequeños,

como si aprendiéramos de nuevo a escribir

sobre el pálido folio de nuestro cuerpo.

Te propongo una lectura corpórea

desde el prólogo de tus ojos

hasta el epílogo de mi boca.

 

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Te escribo en esta mañana de viernes

con la compañía de mis objetos cotidianos.

Hoy aterrizaron en casa dos visitantes nuevas

que inundaron de sorpresa mi rutina.

Miré al techo buscando una respuesta

y me acordé del cielo ampurdanés y de tus ojos

pero sólo encontré una mancha amarilla en el techo

y dos gotas inmensas con música de fondo.

Coloqué algunos cubos y me quedé observando

las goteras resbalaban por mi rostro

y sentí que el techo, en un acto solidario,

se desmoronaba despacio, despacio.

En medio de este viernes irrespirable

una llamada tuya bastará para sanarme

 

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BARRIO CHINO

Viví la infancia en una planta baja

en pleno Barrio Chino

en medio de dulces y lecheras

interrogantes y ojeras.

Un gato negro se paseaba entre mis piernas

mientras yo, con un lápiz mordido,

jugaba con un poema.

Algunas tardes merendaban en casa

clientes diferentes

mendigos, prostitutas, travestidos

-buena gente-

otras, me sentaba en una silla baja

para ver como la vida, vestida de rojo,

se paseaba contoneándose por la acera.

Ahora vivo en un quinto sin ascensor

-he mejorado-

tengo palomas en la azotea

y un día invité a la vida a que subiera

 

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