Gregorio Silvestre

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Habiendo sido ya mas combatida...

Si mi vida pudiese defenderse...

Decid los que tratáis de agricultura...

Con penas quiere Amor que me contente...

Por ti moriré


Habiendo sido ya más combatida
mi ninfa, que en el mar la dura roca,
amor la fuerza, hiere y la provoca
a darse entre mis brazos por vencida.
Y allí del mismo amor mío encendida
con su hermosos labios bebe y toca
el aire más caliente de mi boca,
haciendo de dos almas una vida.
Y un alma de dos cuerpos moradora
y dos cuerpos en uno más trabados
que jamás hiedra estuvo a olmo alguno.
Suspende este milagro amor ahora,
que no estemos jamás menos ligados
que Salmacia y Troco hechos uno.

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Si mi vida pudiese defenderse
tanto de sus tormentos y sus daños
que, por virtud de sus postreros años,
vea vuestra hermosura oscurecerse,
y los cabellos de oro plata hacerse,
y dejar la guirnalda y ricos paños,
las galas y los trajes –tan extraños
que hacen mi afición más extenderse–:
allí me dará amor atrevimiento
para poder decirrle mi cuidado,
los años, días, meses y el momento.
El tiempo contrario es a tal estado;
mas tanto no será, que mi contento
no llegue algún suspiro, aunque cansado.
 

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Decid los que tratáis de agricultura
en este valle umbroso y desabrido,
¿qué fruto de deleite habéis tenido
que no se os torne luego en amargura?
Del gusto y del regalo y la dulzura,
¿qué espigas y qué grano habéis cogido
que no salga nublado y revenido
del silo de la triste sepultura?
Del mal terreno y mala sementera,
¿qué se puede segar sino sospecha,
disgusto, confusión, remordimiento?;
el alma siente ya desde la era
cómo ha de baratar de la cosecha
Agosto seco de eternal tormento.

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Con penas quiere Amor que me contente
y que perdiendo entienda que me gano,
que tenga el corazón muriendo ufano,
que sienta y que no sienta lo que siente.
Ni sé cuando estoy frío ni caliente,
ni sé cuando es invierno ni verano;
en mí lo más doliente es lo más sano
y es lo más sano en mí lo más doliente.
Del un extremo al otro extremo,
que no vale razón, ni ley, ni uso
para avisarme del error pasado.
Y es mal de tantos males, que no temo
sino que todo reino en sí confuso
en breve tiempo se verá asolado.
 

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Por ti moriré

 Silvia, por ti moriré,
y sólo quiero de ti
si preguntaren por mí
que digas: «Yo le maté».

Si tu confiesas la culpa
bien mereces mi perdón,
pues está en tu confesión
mi venganza y mi disculpa:
venganza, yo sé de qué
pues todos huirán de ti:
disculpa verás en mí
si dices: «Yo le maté».

Ambos ganamos victoria,
yo en darla y tú en ganalla:
¿quién vio en tan corta batalla
tantos misterios de gloria?
en mí de constancia, y fe,
en ti de matarme así,
mayores en mí y en ti
si dices: «Yo le maté».

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