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Guillermo 
Alonso del Real

Un rinoceronte en el infierno

El pirata que robó las estrellas
Hagan el favor de callarse
Extravagancias
Crescendos

 

UN RINOCERONTE EN EL INFIERNO

(A PARTIR DE UN CUENTO DE NATALlE BABBITT)

PERSONAJES

EL RINOCERONTE

DIABLEJO MAYOR

DIABLEJO MENOR

DIABLEJO VERDE

DIABLEJO COLORADO

DIABLEJO LLORÓN

DIABLEJO SOÑOLIENTO

ELSUPERDIABLO

LA SUPERDIABLA

MRS. BANGS

PORTEADORES INDÍGENAS

EL CONDENADO SERVICIAL

DOÑA NATALIA

LA DUEÑA DEL RINOCERONTE

 

CUADRO I

BARULLO EN EL INFIERNO

Sale el gran rinoceronte empujado por los diablejos, que vienen cansadísimos y mosqueadísimos

DIABLEJO MAYOR.- A ver, vamos: a la uuuuna, a las doooos, a las treeees...(Todos fingen empujar; pero el rinoceronte no se mueve) ¡Pero si no empujáis, si es que así no hay manera!

DIABLEJO MENOR.- ¡Sí que empujamos, hacemos lo que podemos!

DIABLEJO VERDE.- Y además, no nos han dado la merienda, así que bastante estamos haciendo.

DIABLEJO COLORADO.- ¡Eso es! ¡Exigimos, reivindicamos, reclamamos, requerimos la merienda!

TODOS ¡Me - rienda! ¡Me - rienda! ¡Me - rienda!

DIABLEJO MAYOR.- ¡Silencio! Luego merendaremos. Merendaremos chorizo al infierno, que está riquísimo, pero ahora tenemos que deshacemos del rinoceronte, porque si se lo encuentran por aquí el Superdiablo o la Superdiabla...

DIABLEJO SOÑOLIENTO.- A mí me da lo mismo. Yo lo que quiero es dormir la siesta. Puedes hacer lo que te parezca con ese bicho asqueroso.

El rinoceronte, molesto por lo de "bicho asqueroso" emite un bramido descomunal y todos los diablejos corren a esconderse.

DIABLEJO MAYOR.- (Asomando con precaución) ¿Veis lo que habéis conseguido? ¡Vamos, salid todos! (Van asomando todos con mucho miedo)

DIABLEJO LLORÓN.- ¡Buaaaa! ¡Yo no quiero empujar más rinocerontes! ¡Yo quiero merendar!

DIABLEJO MENOR.- La culpa es de éste. Con lo sensibles que son estas bestias. ¡Mira que llamarle bicho asqueroso!

El rinoceronte, al oír de nuevo tan molesta expresión, vuelve a bramar y todos corren a esconderse entre chillidos de pavor: Entra el Superdiablo en zapatillas y batín, disgustado porque el escándalo ha interrumpido su siesta.

SUPERDIABLO.- ¿Se puede saber qué demonios pasa aquí? ¡Por todos los diablos, qué escándalo tan mayúsculo!

Vuelven a emerger cautamente todos los diablejos.

DIABLEJO MAYOR.- Pues nada, señor Superdiablo, es decir, sí, todo, vamos que...éstos, es decir, nosotros...

DIABLEJO VERDE.- ¡Eso! Ahora, la culpa a nosotros. ¡Chivato, más que chivato!

DIABLEJO LLORÓN.- ¡Buaaaa! ¡Yo no he sido, la culpa es de éste! (Se van señalando con el dedo los unos a los otros)

DIABLEJO MAYOR.- ¡No, de éste!

DIABLEJO MENOR.- ¡No, señor, de éste! DIABLEJO VERDE.- ¡Ni hablar! ¡De éste! DIABLEJO COLORADO.- ¿Mía? ¡De éste!

DIABLEJO LLORÓN.- ¡No, aaay, no, de éste!

DIABLEJO SOÑOIJENTO.- ¡De éste!

Arman un gran guirigay señalándose y gritando todos a la vez "¡De éste!". El rinoceronte, entre tanto, ha ido desplazándose parsimoniosamente y se sitúa tras el Superdiablo, que se tapa los oídos y patalea.

EL SUPERDIABLO.- ¡Sileeecioooo! ¡Silencio, o, si no, os castigo en el congelador toda la tarde! ¡Y esta noche, cena fría! (El rinoceronte llama su atención con un suave toque de cuerno en el trasero) ¿Eh? ¿Pero qué es esto? ¡Pero, caramba, qué disparate! Vamos a ver: ¿qué pinta un rinoceronte en el infierno? Más aún: ¿qué pinta un rinoceronte tan pelmazo en el infierno? A ver, jovencitos: ¿Alguien me puede explicar quién ha llenado todo el infierno de rinocerontes?

DIABLE.JO MAYOR.- Pues verá usted, señor Superdiablo. Le aseguro que yo no sé nada. Yo...

DIABLEJO VERDE.- Ninguno de nosotros sabe nada.

DIABLEJO MENOR.- Nosotros llegamos y ya estaba . ahí.

DIABLEJO LLoRÓN.- (Haciendo pucheros) Estaba ahí rumiando y, y, y...

DlABLEJO COLORADO.- Estaba ahí sin decir este cuerno es mío. No dice ni pío, el bicharraco. Claro que los rinocerontes no dicen pío, eso son los pollitos y éste de pollito no tiene nada ¡Menuda mole de pollito! A ver: ¿cómo hacen los rinocerontes?... ¡Anda ya!.. .

SUPERDlABLO.- ¡Basta, ya está bien! (El rinoceronte restriega amistosamente su cabezota contra la pierna del Superdiablo) ¡Y usted, haga el favor de estarse quieto! ¡Me volveréis loco entre todos! ¿Pero es que nadie me va a explicar cómo ha llegado aquí un rinoceronte?

Entra la Superdiabla enjugándose las manos en el delantal. Observa la escena.

SUPERDlABLA.- ¡Atiza! ¡Pero si es un rinoceronte! ¿Me puedes explicar para qué diantres has encargado un rinoceronte? ¡Otro capricho del señor! Como cuando te empeñaste en comprar la máquina de segar llamas, o el aspersor de azufre ultrarrápido.. .Además, por ejemplo: ¿qué comen los rinocerontes?...¿Pasteles de crema? Pues lo que es, aquí, en el infierno, no hay pasteles de crema. ¿Bocadillos de calamares? ¡Tampoco hay bocadillos de calamares! Porque si se alimentan de tortilla de patata, yo no pienso pasarme la vida hecha una esclava en la cocina haciendo tortillas de patata. . .

DIABLEJO MENOR.- ¡Tortilla de patata! ¡Qué buena idea!

DIABLEJO VERDE.- ¡Eso, que no hemos merendado!

DIABLEJO SOÑOLIENTO.- Tortilla de patata mmmnmm.. .Bien calentita.

DIABLEJO MAYOR.- ¡Hirviendo! ¡Abrasando!

SUPERDIABLO.- Pero, bueno, pero ¿Es que nos hemos vuelto locos? ¿Hablamos de tortillas, hablamos de rinocerontes, o nos vamos todos al infierno?

SUPERDIABLA.- ¡Ja! No sé cómo nos íbamos a ir al infierno, si ya estamos en el infierno. Yo lo que te digo es que hagas el favor de devolver a la tienda ese bicho asqueroso, porque...

TODOS.- ¡Nooooo!

El rinoceronte, decididamente furioso, cambia su actitud pacífica, escarba el suelo, berrea y comienza a perseguirlos a todos hMta sacarlos de escena.

 

CUADRO SEGUNDO

LA GRAN CAZADORA

Entra Mistress Bangs vestida para safari con salacó, polainas y todo eso seguida de sus porteadores indígenas. Habla con marcado acento inglés. El condenado servicial está dentro de su caldera leyendo el periódico.

MISTRESS BANGS.- ¡Oh! ¡Bondad graciosa! Lugar muy demasiado caliente. ¿Cómo este lugar es llamado? Cree que nosotras extraviar camino, culpa de estúpido guía...(Se dirige muy educadamente al condenado servicial) Perdón, caballero: ¿Pueda usted ser mucho amable de informar mi por dirección a Picadilly Circus?

CONDENADO.- ¿Picadilly Circus? Pues...No sé, mire, yo la verdad es que no soy de aquí, yo, en realidad soy de Móstoles, quiero decir: era de Móstoles. Y, si le voy a decir la verdad, todavía no he conseguido orientarme bien por aquí. Pero, si usted quiere, puede preguntarle al encargado. Un momentito, que voy a avisarle. ¡Señor Superdiablo!

MISTRESS BANGS.- Oh, es muy gentil de su parte.

SUPERDIABLO.- (Entrando ya con su uniforme reglamentario) ¿Qué pasa, qué sucede? ¿Ya se ha vuelto a apagar el fuego? Es que estos del gas natural...

CONDENADO.- No, el fuego va bien. Me estoy achicharrando estupendamente. Esta señora, que preguntaba por usted

MISTRESS BANGS.- Buenos tardes, señor. Permita yo me presentas: soy Mistress Bangs, célebre cazador de mucha especie de todos animales. Miembro de la Royal

Lagartija Hunters Society. Este lugar ser mucho caliente. ¿Próximo a cocinas? Entonces, señor, tomamos el té. Casi cinco horas en punta ¡Cielos!

SUPERDIABLO.- ¿Bangs? ¿Bangs? Me suena...Sí, ahora que caigo la esperábamos por aquí, Bangs.

MISTRESS BANGS.- ¡Oh, no! No "Bangs": Bangs

SUPERDIABLO.- ¿Bangs?

MISTRESS BANGS.- ¡Bangs, Bangs!

Comienza un absurdo tiroteo en el que ambos se apuntan con los dedos puestos en forma de pistola.

SUPERDIABLO.- ¡Bangs!

MISTRESS BANGS.- ¡Bangs, bangs, bangs!

SUPERDIABLO.- ¡Bangs, bangs!

MISTRESS BANGS.- ¡Bangs, bangs, bangs, bangs!

SUPERDIABLO.- (Harto deljueguecito, imita el ruido de una metralleta).- ¡Ra- ta-ta-ta-ta! ¡Basta! ¿Quiere explicarme qué pinta usted aquí?

MISTRESS BANGS.- ¡Oh, buen pregunta! No parece lugar confortable, aquí. ¿Cómo llama usted a este estúpido lugar caliente?

SUPERDIABLO.- De estúpido nada, aunque reconozco que hace algo de calor. Esto, estimada señora Bangs, es el infierno.

MISTRESS BANGS.- ¡No Bangs!: Bangs.

SUPERDIABW.- ¡Basta! ¡No empecemos otra vez! ¡He dicho el in-fi-er-no!

MISTRESS BANGS.- ¡Cielos! ¿Realmente? Entonces ese bruto serpiente boa debió de asfixiar a mí con sus horribles anillos. ¡Oh, sí, ahora recuerda! Yo voy por selva exterminando bichos y más bichos: leones, panteras, búfalas, avestruzas, gallinas... PORTEADOR 1.- ¡Cazadora blanca, corazón negro!

PORTEADOR 2.- Cazadora blanca mala para medio ambiente.

PORYEADOR 3.- Destruir habitat natural inocentes bestias.

MISTRESS BANGS.- ¡Silencio, negros ecológicos! ¡Todos animales yo liquida con

gran rifle calibre doscientas y pico! ¡Bangs, Bangs!

SUPERDIABLO;- ¡Pues no sabe cuánto me alegro! (El rinoceronte, ésta me libra del rinoceronte...) Precisamente...

MISTRESS BANGS.- Precisamente es justo en ese momento que ella aparece y fastidia mucho a mí, creo. Una enojosa bestia, ella. Esta antipático animal come primero rifle de mi bonito Winchester rifle calibre doscientos y pico como ese que come un rosquilla, ñam, ñam, luego come todo bonito safari de mí, finalmente come también a mi misma propio señora Bangs. Disgustante, en verdad.

PORTEADOR 1.- Si mujer blanca no agredir bondadosa serpiente boa, ella no comernos.

PORTEADOR 2.- Ella no ver bonitos reportajes de la 2.

PORTEADOR 3.- Ella no educación medioambiental. Debemos respetar especies protegidas

SUPERDIABLO.- ¡Excepto a los rinocerontes! Veamos Mistress Bangs...

MISTRESS BANGS.- ¡No "bangs": Bangs! SUPERDIABLO.- No empecemos, no

empecemos...

MISTRESS BANGS.- Ello no empecemos: ello acabamos, porque este miserable reptil mosqueado conmigo, creo, y él aprieta barriga de Bangs y manda infierno, y aquí ahora en desagradable lugar caliente. Yo dice.

SUPERDIABLO.- Pues nada, Bangs, bienvenida a casa y...

MISTRESS BANGS.- ¡No "Bangs": Bangs!

SUPERDIABLO.- ¡Basta, Basta! Mire amiga como se llame. Yo le llamo como más le guste, pero usted me tiene que librar del rinoceronte.

MISTRESS BANGS.- ¿Rinoceronte? Ése gran especialidad mío. ¿Dónde rinoceronte?

SUPERDIABLO.- ¿Dónde? Pues eso me gustaría saber a mi. Aparece cuando menos falta hace y luego se esconde nadie sabe en qué parte. Es un animal muy extravagante y fastidioso.

MISTRESS BANGS.- ¡Bondad Graciosa! Sorprendente en verdad.

CONDENADO.- Perdonen que intervenga. ¿Se refieren a un animal de gran tamaño con una especie de cuerno en la nariz y bastante irritable? Precisamente viene por allí al galope perseguido por algunos diablejos. Trae una tortilla de patata en la boca. Es curioso porque...

Las últimas palabras del Condenado servicial quedan cubiertas por el estrépito que forma el rinoceronte al galope seguido por los diablejos, que gritan como diablos. Cruzan el escenario de lado a lado ante la mirada atónita de Mrs. Bangs y su cuadrilla.

DIABLEJO MAYOR.- ¡Para, condenado!

DIABLEJO MENOR.- ¡Suelta eso!

DIABLEJO VERDE.- ¡Nuestra merienda!

DIABLEJO COLORADO.- ¡Demonio de animal!

DIABLEJO LLORÓN.- ¡Buaaaaa! Quiero mi tortilla...

DIABLEJO SOÑOLIENTO.- ¡El diablo te lleve!

MRS. BANGS.- ¡Sangrienta maldición Ciertamente él ser auténtico espécimen rinoceronte. Sorprendente gustando él española cocina. Cazar de inmediato, escabechar... ¡Bangs, bangs!

PORTEADOR 1.- Lo que nosotros decir...

PORTEADOR 2.- Cazadora blanca. . .

PORTEADOR 3.- Corazón negro.

PORTEADOR 1.- ¡Animalito!

SUPERDIABLO.- ¿Ve lo que le decía? ¿Lo ve? Un animal insoportable. Bien, Bangs, manos a la obra.

MISTRESS BANGS.- ¡Oh, no! No Bangs: ¡Bangs!

SUPERDIABLO.- Mire, señora Pim-pam-pum, o

como se llame. Va a dejarse de historietas con su nombrecito y va usted a cazarme ese dichoso monstruo. . . ¡Ahora!

MISTRESS BANGS.- Bien. Yo cazas con gusto mucho... pero lamento imposible para mí. Hermoso animal boa constrictor devora excelente rifle Winchester...Ñam, ñam...Como rosquillo. Entonces no posible yo asesinando más salvajes bestias.

SUPERDIABLO.- Pues si que es un endemoniado fastidio. En fin... Veremos qué se puede hacer. ¡Diablejos!

DIABL&JO MAYOR.- (Desde dentro) ¡Ya va!

DIABLEJO MENOR.- (ibidem) ¡Estamos acabando de merendar!

SUPERDIABLO.- ¡Pero qué merienda, ni que...! ¡Venid inmediatamente u os congelo!

Entran sacudiéndose las migas y relamiéndose.

DIABLEJO VERDE.- No estaba mal la tortilla ¿eh? DIABLEJO COLORADO.- Y el rinoceronte ha sido muy amable al compartirla con nosotros.

DIABLEJO MENOR.- Es un animal bastante bien educado.

DIABLEJO LLORÓN.- A mí me da mucha pena que se tenga que ir ¡Ayyyy!

DIABLEJO SOÑOLIENTO.- Creo que me echaré un ratito a hacer la digestión.

DIABLEJO MAYOR.- Mande, señor Superdiablo.

SUPERDIABLO.- Pues mando que me busquéis inmediatamente algo que sirva para cazar. La señora Bangs...

MISTRESS BANGS.- ¡Oh graciosa bondad! No Bangs, Bangs.. .yo digo.

SUPERDlABLO.- ¡Aaaah! ¡No lo soporto! Vamos, a hacer lo que yo he dicho...¡Echando lumbre!

TODOS.- ¡Sí, señor Superdiablo!

Entran, salen, suben, bajan, rebuscan por todas partes. Mientras, dentro, se escucha a

SUPERDlABLA.- ¡Sal de mi cocina, bicho asqueroso!

Seguido de un tremendo bufido del rinoceronte. Llega la Superdiabla despavorida y se encara con el Superdiablo.

SUPERDlABLA.- Mira, ¿sabes lo que te digo? Que, o te deshaces de esa especie de armario cabreado, o yo me largo al cielo, o al purgatorio, o a la tierra o a donde sea, porque estoy muy harta y porque. . .

SUPERDlABLO.- Pero cielito, digo infiernito mío, si yo...

Entran los diablejos portando orgullosamente un gran cazamariposas.

DIABLEJO MAYOR.- ¡ Ya está, ya lo hemos encontrado!

DIABLEJO VERDE.- ¿A que es bonito?

SUPERDIABLO.- ¡Por Belcebú! ¿Qué es esto? ¿Es que queréis tomarme el pelo?

MISTRESS BANGS.- ¡Graciosa Bondad! No arma demasiado muy potente. Mi necesitar gran rifle calibre doscientos y pico, o potente bazooka, o gran pesado ametralladora, o...

DIABLEJO MENOR.- Pero si es que no quedan armas en el infierno. Se las han llevado todas a la tierra.

DIABLEJO COLORADO.- Como disfrutan tanto con sus guerritas.

DIABLEJO LLORÓN.- Siempre andan matándose los unos a los otros.

MISTRESS BANGS.- Ah, entonces yo no posible,afirmo. Dimito. Para rinoceros enorme agujeros hacer, no buena cosa este mierdecilla. Adiós.

SUPERDIABLO.- No, no, espere, verá.. .Es imprescindible, se lo ruego...

SUPERDIABLA.- ¿Cómo que se lo ruego? ¡Ahora mismo agarra usted el chisme

éste y me caza el rinoceronte. ¿Estamos? Porque, si no, la meto en la cocina a hacer tortilla de patatas para el rinoceronte noche y día. ¿Usted sabe el apetito que gasta el bicho asq. . ., quiero decir el angelito? Así que, tome y andando.

MISTRESS BANGS.- Bien, yo entonces agarra mierdecilla y andando, no interesante para mi de patatas tortilla. Pero no responsable.

SUPERDIABLO.- ¡Magnífico, todo arreglado! ¡Hale, todos a hacer el mal alegremente! Yo voy a programar varias cadenas de televisión, que es como más diabólicamente me lo paso. ¡En marcha, Bangs!

MISTRESS BANGS.- ¡No Bangs: Bangs!

CONDENADO.- ¿Bangs?

MISTRESS BANGS.- ¡Exactamente: Bangs!

Todos los diablejos aplauden y salen de escena muy contentos. El Condenado servicial saluda y sigue leyendo su periódico en la caldera. Mrs. Bangs

observa el mariposero con disgusto, saca un silbato y pita. Ella Y sus porteadores salen por el lado opuesto a paso ligero. Oscuro.

 

 

CUADRO III

FELIZ DESENLACE

Entro el Superdiablo sumamente satisfeclw, jugando con la punta del rabo y hurgándose la nariz con su tridente.

SUPERDIABLO.- Bueno, acabo de regresar de uno de mis pequeños paseos por la tierra y todo parece funcionar por allí a la perfección. La verdad es que son diabólicos del todo. Me tienen francamente satisfecho. ¡Se les ocurre cada cosa, que ni al mismísimo... yo! (Se oye un estruendo de bramidos de rinoceronte, carreras y alaridos.)¿Eh? ¿Pero qué es esto? ¡Un lío de todos los diablos, sí señor! ¡Un jaleo infernal! ¡Yo es que me doy a los demonios!... Vaya, creo que me estoy repitiendo un

poco. Éste era antes un lugar tranquilo, ay de mi, un lugar algo tórrido, pero bastante tranquilo, y ahora.. .En fin, comprobaremos cómo sigue la situación: ¡diablejos!

Entran diablejos por todas partes, se agrupan en ordenada hilera frente al Superdiablo.

DIABLEJO MAYOR.- Mande, señor Superdiablo.

DIABLEJO MENOR.- ¡Hola, super!

TODOS ¿En qué podemos servirle?

SUPERDIABLO.-Servirme, servirme, la verdad es que no me servís de gran cosa. Sólo quiero saber cómo le va con el rinoceronte a esa señora Bangs, o como se llame.

DIABLEJO COLORADo.- No se dice Bangs, sino Bangs.

DIABLEJO VERDE.- No, señor: ¡Bangs!

DIABLEJO DORMILÓN.- Querrás decir Bangs.

DIABLEJO LLORÓN.- No, quiso decir Bangs.

DIABLEJO MAYOR.- ¡Pero qué Bangs, ni Bangs!

DIABLEJO MENOR.- ¿Bangs?

Todos felices y alborozados corretean persiguiéndose y disparándose por el infierno.

SUPERDIABW.- ¡Basta, basta! ¡En qué condenada hora admitiría yo en el infierno a esa mujer de los demonios! ¡Silencio he dicho!

DIABLEJO MENOR.- ¡Bangs, digo, sí, señor Superdiablo!

SUPERDIABLO.- A ver: ¿qué sucede con doña Catapún, chin, chin, o lo que sea y ese bicho asqueroso?

DIABLEJO COLORADo.- ¡Ya la hemos liado!

Suena el habitual bramido. Entra el rinoceronte persiguiendo a Mrs. Bang y sus porteadores. Éstos se apartan a secarse el sudo1; mientras el rinoceronte y la perseguida prosiguen su carrera.

PORTEADOR 1.- ¡Deporte de riesgo, te dicen!

PORTEADOR 2.- ¡En pleno contacto con la naturaleza, sí señor!

PORTEADOR.- ¡Hombre blanco hablar con lengua de serpiente!

PORTEADOR 1.- Agencia de viajes, mala medicina.

SUPERDIABLA.- (Entrando) ¿Pero qué tumulto es éste? ¿Y por qué están tan sudorosos estos jóvenes africanos? ¿Y por qué corre esa buena señora delante del rinoceronte y no al revés, como habíamos dicho?

SUPERDIABLO.- Eso me gustaría saber a mi.

LOS DIABLEJOS.- ¡Eso!

EL CONDENADO SERVICIAL.- (Sacando la cabeza de su caldera) Bueno, creo que puedo proporcionarles alguna información. No es exactamente así. Vean...

Ahora es el rinoceronte quien corre tea perseguido por Mrs. Bangs.

MISTRESS BANGS.- ¡Bangs, bangs...bangs!

EL CONDENADO SERVICIAL.- Es que se han puesto de acuerdo. Como comprobaron que ninguno de los dos podía cazar al otro, se persiguen por turnos. Son gente muy cumplidora.

SUPERDIABLO.- ¡Pero esto puede resultar infernal! ¡Me vuelvo a la tierra inmediatamente!

DIABLEJO MAYOR.- ¡Todo por culpa de esa Mistress Bangs! ¡Con lo bien que lo pasábamos comiendo tortilla con el rinoceronte!

DIABLEJO LLORÓN.- No se dice Bangs, sino Bangs.

DIABLEJO MENOR.- No, señoritos, se dice...

SUPERDIABLA.- ¡Basta! Me importa un bledo cómo se dice. El caso es que estoy completamente harta y Tú tienes que libramos como sea de ese par de idiotas.

SUPERDIABLO.- ¿Yo? Pero infiernito mío, si yo...

EL CONDENADO SERVICIAL.- No es por nada, pero creo que ahí vienen otra vez... SUPERDIABLA.- ¡Esa cazadora chiflada y, y...ese bicho asqueroso.

La molesta expresión coincide con la llegada de perseguidor y perseguida. El rinoceronte, sintiéndose de nuevo ofendido, para en seco, bufa y la emprende con todo el mundo. Saltos, carreras, persecución general...Hasta que llega Doña Natalia con su sombrerito, sus gatitas y su paraguas. Se detiene, golpea el suelo con el paraguas y habla dulce pero enérgicamente. El rinoceronte deja de hacer el bruto y todos respiran aliviados.

DOÑA NATALIA.- ¡Vaya, por fin doy contigo! ¡Marcelino, pero qué malo eres, Marcelino! ¿No sabes que no tienes que molestar a la gente? ¡Vamos, ven aquí! El rinoceronte agacha la cabezota y se aproxima muy zalamero a Doña Natalia, que le acaricia el cuerno afectuosamente.

DOÑA NATAIJA.- ¡Ay, cuánto lamento las molestias que les habrá causado! ¡Es más travieso!

SUPERDIABLO.- ¿Travieso? ¿Este bicho as...? No puede prosegui1; porque la Superdiabla le tapa la boca.

DOÑA NATAUA.- Es que de vez en cuando se me escapa, y ya ven, hace alguna que otra diablura.

SUPERDIABLA.- Oiga, que precisamente nosotros...

DOÑA NATAUA.- Bueno, pues ya me lo llevo, porque casi es la hora de contarle su cuento para que se duerma. Vamos, Marcelino, cariño. ¡Ah! Muchas gracias por encontrarlo y ocuparse de él. Han sido muy amables.

MISTREss BANGS.- ¡Ah no, ciertamente no! Mío rinoceros tú no llevas porque yo estrictamente tiene que cazar por bonito cuerno pongo en

chimenea de Bangscastel, hogar míoo, personalmente...

DIABLEJO MENOR.- ¡Nosotros no queremos que se vaya!

TODOS Los DIABLEJOS.- ¡No, no, y no!

DIABLEJO COLORADO.- Claro, luego se va y luego la Superdiabla no hace más tortilla de patatas y...

DIABLEJO VERDE.- ¡No vale!

SUPERDIABLA.- Mirad: con tal que se vaya, haré todas las tardes tortilla para merendar.

TODOS Los DIABLEJOS..- ¡Bieeeen!

SUPERDIABLO.- Yusted, señora Tachín, tachín, o como se diga, se larga de aquí con viento fresco. Es usted más pesada que ese asquer...digo, esa encantadora mascota.

DOÑA NATALlA.- ¡Ah, qué bien! Entonces, nos vamos a casa, porque aquí hace un poquito de calor y Marcelino es muy delicado para la temperatura. Luego sale a la

calle y enseguida se me resfria. Adiós, muy buenas tardes.

Sale con su rinoceronte, que se despide amistoamente de los diablejos DIABLEJOS .- ¡Adiós, adiós!

SUPERDIABLO.- Adiós, señora rara, pero simpática.

SUPERDIABLA.- Ya sabe dónde tiene su casa.

MISTRESS BANGs.- Yo marcha también con viento en culo, como dicen en español. Vuelvo a viejo Bangscastle con marido mío, coronel Bangs. Hora del té, precisamente. Buenas días.

PORTEADOR 1.- Pues nosotros no ir.

PORTEADOR 2.- Comida inglesa, imposible para guerrero.

PORTEADOR 3.- Aquí mejor clima. Calentito.

EL CoNDENADO SERVICIAL.- Ya sabe, la tercera nave de calderas a mano derecha.

Mistress Bangs se va muy ofendida entre pedorretas burlonas de diablejos y porteadores.

SUPERDIABW.- Bueno, pues ya está todo arreglado. ¡Ah, la paz del hogar!

Se escucha de repente un barrito ensordecedo1:

SUPERDIABLA.- ¡Eh! ¿Qué es esto?

DIABLEJOS y PORTEADORES.- ¡Un elefante!

FIN

 

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El pirata que robó las estrellas(Basado  en un cuento de Carlos Cano)

Personajes

  •  El pirata Arcadio García llamado Black Blood

  • El grumete Currito

  • El cocinero chino Wan-Tun

  • El contramaestre Mohamed Barbarroja

  •  El loro Pedrito

  •  La mujer pirata

  •  Adelaida Ortiz

  • Su tía doña Milagros Ortiz

  •  La alcaldesa doña Tecla

  •  El jefe de los bomberos  

  • El astrólogo 

  •  La estrella polar 

  •  El lucero del alba

  •  Andrómeda  . Casiopea 

  •  La Estrellita Castro 

  • Una niña . Un niño Otra niña

CUADRO I

El pirata Arcadio García (Black Blood) está sentando en cubierta intentando leer a la pobre luz de una vela. Como resulta dificilísimo, se quita las gafas, cierra el libro y llama:

 

Arcadio.- ¡Esto es imposible! ¡No consigo leer con una luz tan birriosa! ¡Currito, grumete!

Currito.- ¡A la orden, mi capitán! Mande usted, don Arcadio García.

Arcadio.- Te he dicho mil veces que no me llames don Arcadio García, yo me llamo Black Blood, para que te enteres.

Currito.- ¡Sí, don Arcadio García, a la orden don Arcadio García! Se llama usted Blandiblub.

Arcadio.- ¡Rayos y truenos! ¡Te arrojaré a los tiburones, te pasaré por la quilla! (persigue a Currito)

Mohamed.-(Entra seguido por el loro Pedrito y habla con marcado acento marroquí) ¡Alto, alto! Vamos, Arcadio, hombre, deja en paz el chico. ¿Es que tú tienes cabeza tontona?

Pedrito.- ¡Chorizo para Pedrito!, ¡prrrr! ¡Chorizo al lorito!

Arcadio.- ¡Que no me llamo Arcadio, que me llamo Black Blood! Vaya nombre para un pirata: Arcadio García...

Pedrito.- ¡Arcadio García! ¡Arcadio García! ¡ ¡Prrr! ¡Me meo de risa!

Arcadio.- ¡Basta! ¡Que le den perejil al maldito loro! A ver, Mojamé.

Mohamed.-Yo tampoco me llama Mojamé, hombre: Mohamed, Mohamed Barbarroja.

Arcadio.- Está bien, está bien...(paciencia) Necesito velas, muchas velas: si no, no puedo leer.

Grumete.- ¿Velas? ¡Pero si estamos a dos velas! Quiero decir, que ya no quedan velas. Sólo queda ese cabo de vela, don...Blandiblub.

Arcadio.- Black Blood, es Black Blood, más que melón.  A ver: ¿cómo es eso de que no hay velas?

Mohamed.- ¡Ah! Eso tu preguntas a Wan-Tun, cocinero chino.

Pedrito.- ¡Cocinero chino, cocinero chino! ¡Chorizo para el lorito!

Cocinero.(Llega con su traje de cocinero chino y canturrea) Cocinelo, cocinelo, enciende bien la candela y plepala con esmelo un aló con habichueeela... ¡Todavía no hola comida, todavía no hola comida!

Mohamed.- A ver, Wan-Tun: tú no tontas cancioncitas y dices a capitán dónde velas.

Cocinero.- ¿Dónde velas? No aceite, no glasa...Velas muy buena glasa. Wan-Tun plepala lico bacalao aglidulce con glasa velas. Eso es.

Arcadio.- ¡Por el calamar gigante en su tinta! ¿Y ahora qué hacemos sin velas? Este chino es tonto.

Cocinero.- Wan-Tun nada tonto. Malcha a Madlid y bonita tienda todo, todo a Eulo. No más balco de mielda.

Currito.- Ya decía yo que la comida sabía algo rara estos últimos meses...

Arcadio.- ¡Maldición y requetemaldición! ¿Y qué hacemos ahora? ¡Sin luz y sin tesoro! ¡Ay de mi! Porque tampoco tenemos tesoro. ¿Cuándo se ha visto un pirata sin tesoro?

Pedrito.- ¡Tesoro para Pedrito! ¡Tesoro para lorito!

Arcadio.- ¡Maldito manojo de acelgas! ¡Silencio! ¡Todos a pensar! Necesitamos un tesoro y muchas, muchísimas luces.

Se ponen a dar vueltas con cara de profunda concentración. Cuando más pensativos están, entran las estrellas todas coquetonas y cruzan el navío llenándolo todo de una brillante luz. Están muy contentas y se ponen a bailar ante los ojos sorprendidos de los piratas. Luego se van con la música a otra parte.

Arcadio.- ¡Cáspita! ¿Y esas quienes eran?

Mohamed.- ¿Quién va a ser, hombre? Éstas, estrellas. En pueblo mío, Xauen, muchas, muchas de estas personas.

Currito.- Pues, no es por nada, don Arca...digo don Blandiblub, pero dan muchísima luz.

Cocinero.- Pelo no glasa. No silve pala cocinal. Vela mejol glasa.

Arcadio.- ¡Brillan como el oro!

Pedrito.- ¡Oro para el lorito! ¡Tesoro para Pedrito!

Arcadio.- ¡Pues ya está! Si cazamos todas las estrellas, tendremos luz y tesoro. ¡Tenemos que robar las estrellas!

Mohamed.Arcadio García cabeza tonta ¿Cómo haces esto, hombre?

Arcadio.- ¡Que me llames Black Blood! Suena mucho más sanguinario. Eso digo yo: ¿cómo lo haremos?

Currito.- Podemos preguntárselo al astrólogo. Él entiende mucho de estrellas.

Arcadio.- Pues, venga, vamos a llamar al astrólogo. A la una, a las dos y a las tres:

Todos.-   ¡Astrólogoooooo!

Astrólogo.- (Dentro) ¡Ya va! (Entra con su gran barba blanca y su capirote en la cabeza) A ver qué tripa se les ha roto a los señores piratas. Estaba la mar de entretenido averiguando por la conjunción de Aries y Géminis qué tendríamos esta noche para cenar.

Cocinero.- Lica fabada china, pelo no glasa, no velas. Malo, muy malo. Ploblema.

Arcadio.- Verá, señor astrólogo, nosotros necesitamos robar las estrellas y no sabemos cómo hacerlo.

Astrólogo.- Es que es muy difícil. Con lo que yo sé de estrellas, y sólo he podido hacerme con esta pequeñaja que llevo en lo alto de mi sombrero. No sé yo...

Pedrito.- ¡Estrellas para lorito! ¡Rica fabada china! ¡Todos chiflados!

Arcadio.- ¡Pues todos a pensar otra vez!

 

Se ponen a pensar de nuevo paseando de arriba a abajo.

 

Astrólogo.- ¡Un momento, un momento! Creo que se me ha ocurrido una idea: las estrellas duermen de día... Tal vez en ese momento...

Arcadio.- ¡Pues ya está, ya lo tenemos! ¡Todos en marcha, y no olvidéis nuestra bandera pirata!

Mohamed.- ¿Y dónde metemos tantas estrellas? ¿Eh?

Arcadio.- ¿Dónde va a ser? En el cofre del tesoro. Está completamente vacío. ¡Adelante, piratas!

Pedrito.- ¡Todos chiflados! ¡Prrrr! ¡Todos como cabras!

 

Mohamed apaga la vela y salen de escena silbando alegremente.

CUADRO II. EL ROBO DE LAS ESTRELLAS

 

Amanece y las estrellas llegan a dormir a su casa.

Andrómeda.-(Bostezando) Estoy cansadísima. No hemos parado en toda la noche.

Casiopea.- Ya lo creo. Además, estaba todo lleno de mirones.

Estrellita.- No son mirones, chiquilla, son enamorados. A los enamorados les gusta mirar las estrellas.

Polar.-Porque son unos cursis. Yo me he pasado la noche guiando a un barco despistado. Eso es mucho más práctico.

Andrómeda.- ¿Dónde está el lucero del alba?

Casiopea.-Por ahí viene. Ya sabes que siempre llega tarde. ¡Tiene un despiste...!

Lucero.-  ¡Hola, buenas noches! ¿Ya ibais a acostaros? Pero si es muy temprano...

Polar.-Porque no nos gusta trasnochar, digo “trasdiar”. Vamos, todas a dormir.

Estrellita.- ¡Digo! Yo estoy agotadita.

Lucero.- Pero si...

Polar. ¡Chst! ¡Buenas noches; digo, buenos días!

Todas.-¡Buenos días! (Se echan a dormir)

Entran los piratas muy sigilosamente llevando sus cazaestrellas, que son unos chismes parecidos a cazamariposas.

 

Arcadio.- ¡Chsss! ¡Silencio! ¿Es que no podéis hacer nada sin armar ruido?

Mohamed.- ¿Ruido? ¡Tú armas ruido, hombre! Yo, muuuuy tranquilo.

Currito.- ¡Es el chino éste el que arma ruido! Wan-Tun: te dije que no trajeras los cacharros de la cocina.

Cocinero.- ¿No cachalos, eh? ¿Y si loba cachalos? ¡Pilata loba cachalo!

Arcadio.- ¿Y qué tiene de malo que los piratas roben, eh? ¿Acaso nosotros no somos piratas? ¡Y no arméis tanto ruido!

Pedrito.- ¡Lorito pirata! ¡Lorito a robar!

Mohamed.-¡Cierra pico, pájaro tontón!

Con la escandalera que arman los piratas las estrellas se han ido despertando y se frotan los ojos muy soñolientas.

Estrellita.-¿Qué bulla es esta, chiquillas?

Lucero.-  ¡Ahora que había cogido el sueño!

Polar.- ¡Piratas, son los piratas!

Andrómeda.- ¡Sálvese quien pueda!

Todas.-  ¡Socorro!

 Saltan de la cama y echan a correr perseguidas por los piratas. Éstos son muy torpes y tropiezan unos con otros sin obtener ningún resultado. Las estrellas dan chillidos estridentes; los piratas dicen maldiciones piratas como: ¡Truenos y relámpagos! ¡Abordajes y galernas! ¡Voto al chápiro verde! y ¡Caramba, cómo corren! Entra el astrólogo muy sulfurado.

 Astrólogo.- ¡Alto, alto! ¿Qué escándalo es éste? ¡Vaya forma tan tonta de cazar estrellas! ¡Quietos todos!

Las estrellas se refugian muy asustadas tras el gran manto del astrólogo, los piratas se secan el sudor.

 

    Casiopea.-¡Socorro, señor astrólogo! ¡Nos quieren cazar!

    Lucero.-¡Además, nos han despertado!

    Polar.- Seguro que ese chino quería cocinarnos.

    Cocinero.- ¡Wan-tun plotesta! ¡Wan-tun cocina lica molcilla  china, no estlella!

   Astrólogo.- ¡Pero si es que sois unos salvajes! A las estrellas no se  las puede capturar por     las malas.

   Arcadio.- Y entonces, ¿cómo?

   Astrólogo.Bailando. Les encanta bailar. Fijaos.

 

El astrólogo traza unos signos mágicos en el aire, y comienza a sonar una música a cuyo son estrellas y piratas bailan, y así salen de escena. El astrólogo queda solo

Astrólogo.- ¡Y haced el favor de tratarlas con cuidado! ¡Son muy delicadas!

CUADRO III. ESTRELLAS EN EL BAÚL

 Entran piratas y estrellas. Currito corre a abrir la tapa del gran baúl trucado, en el que irán metiéndose las estrellas al compás de la música. Ese baúl está situado junto a una pata del escenario por la que se escurren las estrellas, ya que el baúl está abierto por un lado. Cuando entra la última, cierran la tapa y se sientan en el suelo muy fatigados. La música cesa.

 Mohamed.- ¡Uf, qué paliza! ¡Arcadio poca cabeza, Arcadio majara!

Arcadio.- ¡Que no me llaméis, Arcadio, que me llamo Black Blood, narices! (A Currito) Y tú, no te quedes ahí como un pasmarote y trae mi libro y mis gafas.

Currito.- ¡A la orden, don Arcadi...Blandiblub! (Sale a ejecutar la orden)

Cocinero.-¡Muy bien, maldita la glacia! ¿Con qué glasa plepalo yo comida, eh? ¡Un cuelno! (Se marcha muy enfadado)

Mohamed.(Bosteza) Muuucho sueño, amigo. Mohamed se duerme ahora su siesta. Adiós. (Sale desperezándose)

Pedrito.- ¡Chorizo para Pedrito! ¡Voy a la cocina, voy a la cocina! (También se va, mientras llega Currito con el libro y las gafas)

Currito.- ¡Libro y gafas, mi capitán!

Arcadio.- Bien. Dame eso y abre la tapa del baúl. Vamos a ver qué pasa.

 

 Currito obedece y del baúl surge un resplandor estupendo.

 

Currito.- ¡Cáspita, don Arcadio! ¡Pues sí que funciona!

Arcadio.- ¡Yupi! ¡Ya tenemos tesoro y luz! ¡Ahora podré leer todo lo que me dé la gana! Márchate y déjame en paz un ratito.

Currito.- Gracias, mi Blandiblub. Hasta luego. (Sale)

Arcadio.- (Se sienta y abre su libro) Veamos...¿Por dónde iba yo? ¡Ah, sí! Iba por el capítulo en que John Silver se apodera del barco y hace prisionero a Jim Hawkins. Me encanta “La isla del tesoro”.

 

Lee un ratito, pero reaparece Currito muy alterado.

Entran el capitán de los bomberos y la alcaldesa doña Tecla

 

Doña Tecla.- ¿Es usted el capitán pirata Don Arcadio García? Pues le declaro empapelado en nombre de la ley.

Arcadio.- Pues se fastidia usted, porque yo soy el capitán pirata don Black Blood.

Capitán.- Pues para el caso nos da igual. Queda usted empapelado por orden de la señora alcaldesa doña Tecla del Pianoforte, se llame como se llame.

Arcadio.- ¡Ja! ¿Es que acaso tengo el barco mal aparcado? ¿Es que ustedes se han creído que los piratas pagan las multas de tráfico? Además: ¿ustedes quiénes son?

Doña Tecla,- ¿Es que no se entera, bobalicón? Yo soy la Señora Alcaldesa doña Tecla del Pianoforte, elegida por sufragio impopular, y este bigotudo es el capitán de los bomberos, que tiene muy malas pulgas y se llama Fermín. Venimos a empapelarle por delincuente.

Arcadio.- Eso es una tontería. Los bomberos apagan fuegos, no empapelan a la gente, y menos a los piratas.

Capitán.- Eso ya lo sé, pero es que todos los guardias municipales han cogido el sarampión o han ido a visitar a su tía la del pueblo. Dese preso en nombre de doña Tecla.

Doña Tecla.- Exactamente, dese preso en mi nombre.

Arcadio.- Nada de eso. En el calabozo hay ratones y se come muy mal. Además estoy leyendo.

Currito.- Oiga: ¿por qué quieren empapelar a mi capi? Es cascarrabias, pero majo.

Doña Tecla.- Pues, ¿por qué va a ser? ¡Por robar las estrellas! Es un grave delito que sale en la página 2.624 del código pascual.

Capitán.- Exacto y preciso. El reglamento de metepatas y chanchulleros prohibe  severamente robar estrellas fuera de estación. ¡Te la has cargado, pamplinoso!

Arcadio.- Pues se han colado ustedes, porque los piratas sólo obedecemos al reglamento de piratas, corsarios y bucaneros. Con que ya se pueden ir largando.

Doña Tecla.- ¡Trampa, tramposo!

Capitán.- Oiga, ahora que veo: ¿es interesante el libro que usted leía? Me gusta mucho leer. Siempre leo en mi coche colorado de los bomberos.

Doña Tecla.- ¡Esto es el colmo! Fermín: queda usted despedido.

Arcadio.- No se preocupe, señor bombero, puede hacerse pirata y le dejo leer mis libros. Tengo uno que se llama “Cuentos de la selva”. Le va a encantar.

Capitán.- Es una buena idea. De ahora en adelante me llamaré Patapalo.

Doña Tecla.- ¡Traición, traición! Me voy corriendo de este lugar tan inurbano. (Sale tirándose de los pelos)

Arcadio.- Muy bien. Ahora leeremos tranquilamente.

Capitán.- ¿Tiene usted el de Tom Sawyer?

Currito.- Que se cree usted eso. Por ahí llegan, muy alteradas, su novia, Adelaida, la mujer pirata y su señora tía, doña Milagros Ortiz.

 

Entran la mujer pirata y doña Milagros Ortiz algo sulfuradas.

 

Adelaida.- Pero, bueno, Arcadio: ¿es que quieres partirme el corazón? ¿Por qué cometes tantas tropelías?

Tía.- ¡Robar las estrellas! ¿A quién se le ocurre? Ya te decía yo que este hombre no era para ti. ¡Qué bochorno!

Arcadio.- Que no me llames Arcadio, que me llamo Black Blood... ¿Será posible?

Adelaida.-Tienes que devolver las estrellas inmediatamente o, si no, no me casaré contigo. ¡Adelaida Ortiz, la mujer pirata, casada con un robaestrellas! ¿Qué diría la gente?

Tía.- Con la de piratas honrados y trabajadores que han pedido tu mano, y tú vas a fijarte en este robaestrellas. ¡Qué disgusto tan grande!

Arcadio.- Compréndeme, amor mío. Es que no podía leer a oscuras. ¿O es que te gustaría casarte con un gato?

Capitán.- Es que nos gusta mucho leer.

Currito.- A lo mejor yo también empiezo a leer. Se ve que es interesante.

Arcadio.- Pero si es que dan una luz muy bonita. Ahora verás. (Abre el cofre y sale la bonita luz)

Adelaida.- ¡Anda, pues sí que está bien! A lo mejor no era para tanto. ¡Arcadio mío: me quedo contigo y te amaré para siempre jamás!

Arcadio.- ¡Oh adorada mujer pirata, Adelaidita de mi corazón! ¡Qué felices vamos a ser!

Tía.- ¡De eso nada, monada! Tú a tu barco, que te espera la tripulación para cenar! ¡Qué vergüenza tan espantosa!

Adelaida.- ¡Tararí, que te vi! Me casaré con mi amado y comeremos perdices en escabeche.

Capitán.- Señora: ¿A que usted no ha leído “Romeo y Julieta”? Vamos, lárguese y deje en paz a los tortolitos. Tenemos mucho que leer.

Tía.- ¡Me marcho, pero mi venganza será terrible! (Sale)

Currito.- ¡Qué señora tan antipática! No le gustan los libros ni el amor. Por cierto, parece que va despertando la tripulación.

 

Van entrando los miembros de la tripulación de bastante buen humor.

 

Cocinero.- ¡Ding, dang, dong, ding! ¡Cuatlo campanadas, hola de cenal!

Adelaida.- ¡Qué bien, cenaremos a la luz de las estrellas!

Capitán.- Y luego os leeré a todos el cuento de Aladino y la lámpara maravillosa!

Mohamed.- Yo me sabe ese cuento. Cuento de un muchacho musulmán muuuuy bonito.

Pedrito.- ¡Cuentos para Pedrito! ¡Cena para Pedrito!

Currito.- ¡Bien! ¡Cenaremos estupendamente y luego nos contarán un cuento!

Arcadio.- ¡Pues todos a la mesa! ¡Hay que comérselo todo! ¿Qué tenemos para cenar?

Cocinero.- Salchicha con patata flita china. Delicioso. Y macalones chinos.

 

Entran los niños cuando ya todos se iban a cenar.

 

Una niña.- Hola. ¿Éste es el famoso barco pirata “A las buenas noches”?

Currito.- Claro, niña preguntona.

Otra niña.- Entonces, supongo que este señor es el feroz capitán Black Blood.

Arcadio.- ¡Black Blood, me ha llamado Black Blood! Parecen unas personas muy amables y bien educadas. ¿Qué desean los señoritos?

Un niño.- Veníamos por lo de las estrellas.

Una niña.-Es que las echamos de menos.

Adelaida.-Pues se siente, porque mi novio y yo las necesitamos para leer de noche.

Pedrito.- ¡Estrellas para Pedrito! ¡El tesoro del lorito!

Otra niña.- ¡Ande, no sea usted así, suelte a las pobres estrellitas!

Un niño.- Las aceitunas se meten en conserva, pero las estrellas, no.

Arcadio.- ¡Black Blood, me ha llamado Black Blood! Parecen unas personas muy amables y bien educadas. ¿Qué desean los señoritos?

Un niño.- Veníamos por lo de las estrellas.

Una niña.-Es que las echamos de menos.

Adelaida.-Pues se siente, porque mi novio y yo las necesitamos para leer de noche.

Pedrito.- ¡Estrellas para Pedrito! ¡El tesoro del lorito!

Otra niña.- ¡Ande, no sea usted así, suelte a las pobres estrellitas!

Un niño.- Las aceitunas se meten en conserva, pero las estrellas, no.

Arcadio.- En eso, puede que tengas razón. Pero, si las suelto, me quedo sin luz y sin tesoro.

Una niña.- Es que a mi me gusta mucho mirarlas desde la ventana de mi casa.

Otra niña.-Y yo siempre les pido un deseo a las estrellas fugaces.

Un niño.- Ahora el cielo parece un árbol de navidad sin luces. Queda muy raro.

Arcadio.- ¡Por cien mil atunes! ¿Y cómo leeremos cuentos si devuelvo las estrellas? Es que nos encanta leer.

Cocinero.- Si cena enflía, Wan-Tun muy cableado.

Una niña.- A nosotros también nos gusta leer de noche, en eso tiene razón.

Otra niña.- ¿Y qué hacemos ahora?

Mohamed.- Podíais quedaros a cenar con nosotros.

Un niño.- Pero ¿y las estrellas?

 

Entra el astrólogo muy acelerado.

 

Astrólogo.- ¡Bueno, ya está bien la broma! Veamos, señor pirata: de momento, deje salir a las estrellas.

Niños.- ¡Bien!     

Arcadio.- Pero es que...

Astrólogo.- Ni pero ni gaitas. Vamos, que esto lo arreglo yo en un periquete.

Arcadio.- Está bien. Vamos, grumete haz lo que te han dicho.

Currito.- Sí, don capi. (Abre el baúl y da un par de palmadas. Las estrellas van saliendo y se sacuden el polvo de estrellas)

Andrómeda.- ¿Ya es de noche?

Polar.Tenemos que ponernos a trabajar enseguida.

Lucero.-  Pero es que en el baúl se estaba muy bien. Hacía calorcito.

Casiopea.-Aunque estábamos un poco apretadas.

Estrellita.-¡Digo!

Astrólogo.-Vamos a ver, respetable auditorio. ¿Qué les parece si llegamos a un acuerdo?

Arcadio.- ¿Acuerdo? ¿Qué acuerdo?

Astrólogo.- Pues muy sencillo. Los piratas dejarán a las estrellas hacer su trabajo y las estrellas vendrán por turno, una cada noche, a iluminar el barco para que los piratas puedan leer todo lo que quieran.

Una niña.- ¡Qué buena idea!

Otra niña.- ¡Qué barbitas tan inteligente!

Astrólogo.- ¿Nos parece bien a todos?

Todos.- ¡Sí!

Cocinero.- Entonces, a cenal, la cena se enflía.

Pedrito.- ¡Chorizo para el lorito! ¡Estrellas para Pedrito!

Arcadio.- Y colorín, colorado...

Todos.-  Este cuento se ha acabado!

FIN

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Hagan el favor de callarse, por favor. 

 

         Dramatis personae

 

Dómine primero

Dómine segundo

Dómine tercero

Dómine cuarto

Dómine quinto

Dómine sexto

 

 Hay seis atriles situados en hemiciclo sobre el solemne espacio del aula magna. Los dómines salen en fila por un lateral y se sitúan frente a los atriles correspondientes. Todos ellos visten sus largas hopalandas con gran seriedad. Sus birretes, anteojos y barbas, evidentemente desmesurados, contribuyen a investir de una formidable gravedad a estos imponentes personajes.

 Cada uno de ellos pronuncia sus frases sin que los otros le escuchen en absoluto, pues todos están protagonizando su importante lección magistral con la lógica conciencia de su exclusividad e infalibilidad.

 -I-

Dómine primero: ¡Vamos a ver! ¡Por favor, hagan el favor de callarse!

Dómine segundo: ¡Vamos a ver! ¡Vamos a ver! ¡Vamos a ver! ¡Hagan el favor de callarse, por favor!

Dómine tercero: ¡Por favor!¡Vamos a ver! ¡Hagan el favor de callarse!

Dómine sexto: ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Vamos a ver! ¡Hagan el favor de callarse!

Dómine cuarto: ¡Vamos a callar!¡Hagan el favor de hacer el favor!

Dómine quinto: ¡Hagan el callor de favarse, por fagor!

Dómine tercero: ¡Hallan el vagor de cagarse!

Dómine segundo: ¡Por babor! ¡Boguen a vapor y a casarse!

Dómine primero: ¡Hagan el sabor de vagar con vigor!¡Por por por!

Dómine cuarto: ¡Por por por!...¡Poropo-poron-pon-pero!

Dómine quinto: ¡No gargaricen gorgojos grupales!

Dómine primero: ¡Ingresen grados gramo a gramo!

Dómine sexto: ¡Hurguen argollar argivas gratis! 

Dómine segundo: ¡Programen grageas, gárgolas agraces!

Dómine tercero: ¡Agrupen grasos ingredientes!

Dómine cuarto: Grus gurgitabat gramineas grutescas...

TODOS: ¡Hagan el favor de callarse, por favor!

         Emprenden su marcha procesional en torno al hemiciclo, al que dan una vuelta casi completa para quedar situados frente a un atril diferente al que antes ocupaban. Suena, entre tanto, el Gaudeamus ígitur cómicamente distorsionado.

 -II-

Dómine primero: Lección primera: la importancia de la asignatura

Dómine segundo: ¡La importancia de la asignatura!

Dómine tercero: ¡Lo importoncio de lo asignotoro!

Dómine cuarto: ¡La importuncia del usugnuturu!

Dómine quinto: La impirtinci del isignitiri...

Dómine sexto: Lec-ción pri-me-ra: la-im-por-tan-cia-de-la-a-sig-na-tu-ra

Dómine segundo: Esta asignatura es muy importante porque es una importante asignatura.

Dómine cuarto: La importancia de la asignatura radica precisamente en su importancia.

Dómine sexto: La importancia es importante por lo importante que es la importancia.

Dómine quinto: La asignatura es asignaturante por lo asignatura que es la asignatura.

Dómine primero: Lección asignatura: la importancia es de primera.

Dómine tercero: Primera importancia: la asignaturanza de la lección.

Dómine cuarto: Asignatura importancia: la lección de la primera.

Todos: ¡Lección primera: la importancia de la asignatura!

         Suenan las notas distorsionadas del “Gaudeamus igitur”. Se levantan, dan una vuelta en torno al círculo de atriles y vuelven a acomodarse con los lugares cambiados.En la siguiente escena realizarán progresiones hacia el público en tono amenazador.

-III-

Dómine cuarto: Porque yo, a las buenas soy muy bueno, pero a las malas soy muy malo

Dómine tercero: Porque yo soy muy bueno a las buenas, pero a las malas soy de Aragón, la tierra noble.

Dómine segundo: Porque yo, a las buenas...tardes.

Dómine quinto: Porque yo, a las buenas soy muy bueno y de lo bueno, lo mejor. ¡Anís del Mono!

Dómine sexto: Porque yo, a las buenas soy muy bueno...Bueno, bueno, bueno...Veamos.

Dómine primero: Porque yo, a las buenas soy muy bueno, pero a las malas soy muy malo.

Dómine tercero: Yo, a las buenas soy un pan bendito pero a las malas soy un diablo, un satanás.

Dómine quinto: Yo, a las malas me como a la gente, porque soy un tigre de Bengala ¡Grrr!

Dómine sexto: Yo, a las malas soy el que hundió el Titanic y el que cometió el crimen de Cuenca y el que sepultó la Atlántida en los mares para siempre jamás.

Dómine segundo: Yo, a las buenas, soy el Niño Jesús, por ejemplo.

Dómine cuarto: Yo, a las buenas soy excelente, pero a las malas soy una calamidad. ¡Es que me doy asco! ¡Me horrorizo de mí mismo!

Dómine primero: Yo, o sea, es decir, a las buenas, o sea, es decir, soy muy bueno, a las, o sea, es decir, a las buenas. Etcétera, etcétera, etcétera.

Todos: O sea, es decir: etcétera, etcétera, etcétera.

         Vuelve el “Gaudeamus” distorsionado. Repiten el paseo en sentido inverso al anterior y transportando sus atriles, que al final dejan en la periferia del aula. Quedan agrupados al centro arriba.

 -IV-

Dómine sexto: (Avanza a primer término) Hay que tener educación y saber comportarse en clase.

Dómine quinto: (Lo desplaza y ocupa su lugar, acción que repetirán los siguientes hasta quedar apiñados, pugnando por la cabeza del grupo) Hay que tener clase y saber comportarse con educación.

Dómine cuarto: Hay que saber educación y tener comportamiento en clase.

Dómine tercero: ¡Hay que fastidiarse!

Dómine segundo: ¡Ay qué risa, tía Felisa!

Dómine primero: Hay que comportarse con educación en toda clase de saber.

Dómine quinto: Esto no es una discoteca.

Dómine tercero: Esto no es una tasca.

Dómine primero: Esto no es un armario.

Dómine sexto: Esto no es un circo.

Dómine cuarto: Esto no es un tanatorio.

Dómine segundo: Esto no es la M-30.

Dómine quinto: Esto no es la selva.

Dómine tercero: Esto no es el Himalaya.

Dómine primero: Esto no es un barco de navegación fluvial en el río Missouri en 1854.

Dómine sexto: Esto no es la corte del rey Arturo.

Dómine cuarto: Esto no es la calle Corrientes, situada en la populosa y acogedora ciudad de Buenos Aires.

Dómine segundo: Esto no es un rebaño de ovejas.¡Beeé!¡Beeé!

Dómine tercero: Esto no es un rebaño de vacas. ¡Muuuú!

Dómine cuarto: Esto no es un rebaño de patos.¡Cuá,cuá,cuá!

Dómine quinto: Esto no es un rebaño de diplodocus.¡Pío,pío.pío!

Todos: Bueno, pues entonces: ¿qué coño es esto?

         Se repiten música y paseo Acaban en fila india en perpendicular respecto al eje del escenario. .

 

-V-

Dómine segundo: (Se vuelve hacia el público, acción que repetirarán los demás, hasta quedar todos mirando a la sala) ¿Me comprenden, o no me comprenden? ¡Qué nivel tan desastroso!

Dómine cuarto: ¿Es que no me comprenden? ¡Qué desastre de nivel!

Dómine sexto: ¡Qué nivel de desastre! ¿No me comprenden, o me comprenden?

Dómine primero: ¡Este nivel es un desastre! ¿Comprenden, o no comprenden?

Dómine tercero: ¿Nivelan, o no nivelan? ¡Qué desastre de comprensión!

Dómine quinto: ¡El nivel de compresión es desastroso!

Dómine sexto: El nivel del sastre comprende una elevada presión.

Dómine cuarto: (Avanza a primer término con grandes zancadas. Los demás le seguirán, situándose tras él en fila india y sacando la cabeza por donde pueden, para hablar) El nivel de las aguas ha provocado un desastre.

Dómine segundo: Impresiona la presión del impreso comprimido.

Dómine quinto: La abuela nivela la bola

Dómine tercero: Obnubila la novela de Favila.

Dómine primero: Precisamos previsión de comprensión en procesión.

Dómine tercero: Manuel lame papel en el burdel porque no tiene nivel.

Dómine segundo: El oropel de Ismael es el colmo del nivel.

Dómine quinto: ¿Me comoperenden o no me comoperenden? ¡Qué desástere de nivele!

Dómine sexto: Eres como una espinita que se me ha clavado en el corazón.

Todos: ¡La Babel del nivel, capítulo vigésimotercero!

                Síguese el habitual paseillo. El dómine primero saca, al final, una silla y se sienta. Los demás irán sentándose todos sobre las rodillas del anterior.

-VI-

Dómine primero: Antaño la juventud estaba ansiosa de sabiduría y respetaba a sus mayores.

Dómine segundo: Antaño la juventud respetaba con ansia la sabiduría de sus mayores.

Dómine tercero: El respeto a los mayores era antaño la sabiduría de la juventud.

Dómine cuarto: Antaño la juventud no tomaba a sus mayores por el pito del sereno.

Dómine quinto: El sereno antaño tenía un pito enorme, descomunal.

Dómine sexto: La juventud de antaño tañía la tiorba con ternura.

Dómine quinto: (Se levanta y, naturalmente, eso hace que el Dómine sexto caiga al suelo de culo) La juventud de antaño era gordita, mofletuda y sonriente.

Dómine sexto: (Saca la cabeza entre las piernas del Dómine quinto) Antaño las personas mayores comían seis platos, dos postres, café, copa y puro por tres pesetas en la mejor fonda de Barcelona.

Dómine cuarto: (Se pone en pie sobre la espalda del dómine sexto) Antaño la juventud respetaba las estaciones del año y siempre caían grandes nevadas en invierno y en verano siempre hacía cuarenta grados centígrados.

Dómine tercero: (Avanza a cuatro patas hasta situarse a la derecha del grupo) Los plantígrados aprobaban el ingreso en ingenieros.

Dómine segundo: (Se sienta sobre el dómine tercero)Antaño la juventud presentaba a sus mayores a una prima suya que estaba buenísima, óptima.

Dómine primero: (Se sienta a su lado) Las personas mayores de antaño eran todos obispos y generales de brigada y viajaban en el Orient Exprés con criados negros y grandes garrafas de café con leche y picatostes.

Todos: La juventud de antaño era la juventud de antaño.

         (No digan tonterías)

        Todos se ponen en pie con agilidad y forman fila para una nueva procesión musical. Cuando se detienen, el dómine primero se sube a la silla y los demás forman grupo en torno a él. En cuanto termina su frase, cuatro de ellos lo bajan de la silla en vilo, y sube el restante. Este juego se repite hasta que todos han pasado por la silla..

-VII-

Dómine primero: Personajes importantes de la historia: ¡Cristobal Colón! Capítulo primero: El huevo de Colón.

Dómine segundo: Personajes importantes de la historia: ¡Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando! Capítulo primero: Los huevos de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.

Dómine tercero: Personajes importantes de la historia: ¡La batalla de Lepanto! Capítulo primero: Ese día las gallinas no habían puesto huevos.

Dómine cuarto: Personajes importantes de la historia: ¡Integrales y derivadas! Capítulo primero: Julio César y Felipe II. La guerra uniformemente acelerada. Integrales y derivadas en la Revolución Francesa. Otros reyes de Castilla.

Dómine quinto: Personajes importantes de la historia: ¡La mosca doméstica! Otras instituciones moleculares. Capítulo primero: Baltasar Gracián. Vida y obra.

Dómine sexto: Personajes importantes de la historia: ¡La oración gramatical! Capítulo primero: Volcanes de tipo luterano. La cristalización de los filósofos presocráticos.

Todos: ¡A ver! ¡Presten atención! ¡Tiren el chicle a la papelera!

         Todos salen corriendo en busca de sus atriles, que colocan en fila frente al público.

-VIII-

Dómine tercero: ¿La fecha del examen? La fecha del examen depende de la fecha del examen. Están ustedes advertidos. Y que nadie se lleve a engaño.

Dómine segundo: Están ustedes advertidos de que la fecha del examen depende del engaño de la fecha.

Dómine primero: Y luego no me vengan diciendo que no estaban ustedes advertidos sobre la fecha del examen.

Dómine sexto: Los libros debajo de la mesa, la nariz sobre el hombro izquierdo y las piernas extendidas debajo de la pizarra.¡A ver, el de la tercera fila, el que está al lado del feo! ¡Que le estoy viendo!

Dómine quinto: ¡Separen los bolígrafos! ¡Destaponen la nariz! ¡Ábranse de piernas! ¿Cuántas veces voy a tener que repetirlo?

Dómine cuarto: ¡Los pares con los impares! ¡Escriban todos los números primos en la cabecera del ejercicio! ¡El pie izquierdo debajo del sobaco derecho! Fecha: 12 de octubre de 1625...

Dómine primero: (Avanza a primer término y se echa cuerpo a tierra) ¡Ajústense los cinturones! ¡Vamos a tomar tierra en la Habana! ¡No se dispersen!

        Se escucha el ronco zumbido de los motores de la aviación enemiga. Comienzan a retumbar las explosiones de las bombas.

Dómine segundo: ¡Llenen sus cantimploras! ¡Perfeccionen su modales! ¡Los tenemos rodeados! (Se echa sobre el primero, lo que irán haciendo todos sucesivamente hasta formar un montón).

Dómine tercero: ¡Los impresos están en secretaría!

Dómine cuarto: ¡Pienso, luego existo!

Dómine quinto: ¡Hay botes fríos en la nevera! ¡Vigilen la retaguardia!

Dómine sexto: ¡Adios, Vanessa Contemplación! ¡Nunca he dejado de amarte!

Todos: ¡Se acabó lo que se daba!

         La última terrible explosión deja la escena en tinieblas

 

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 EXTRAVAGANCIAS

CORAZONES ENCADENADOS

(Melodrama en un acto)

 

 PERSONAJES

               Una señora

El sedicente

Una filántropa

Un escéptico

Un conocido

Una agente de la Policía Autonómica.

 La acción transcurre en un lugar público en la primera década del siglo. Crepúsculo o mediodía. Clase media, atuendo convencional, peinados discretos y calzado de buena marca. El catering se abre a las diez para los protagonistas, a las once para los de reparto y ya de madrugada para figurantes y técnicos.

Una escalera de mármol practicable conduce al dormitorio principal. Gran cristalera en el foro desde la que se pueden contemplar los espaciosos jardines y la columnata, que puede sustituirse por una proyección del Cuadro de las Lanzas de Velázquez. El mobiliario, cedido por El Corte Inglés, no merece mucho la pena, pero refleja a las mil maravillas las lejanas luces del puerto. En primer término izquierda un lienzo con un bodegón espantoso sobre el caballete del pintor. Varios elementos simbólicos distribuidos al azar por el escenario.

Antes de comenzar la función los maquinistas retiran todo ese decorado por inservible y así justifican el jornal haciendo algo de provecho.

Los nombres de los personajes van en negrita para que los actores sepan cuándo tienen que entrar o decir algo.

Al abrirse el telón están en escena Una señora, El sedicente y La filántropa. Todos ellos se conducen con naturalidad y realizan diversas acciones simultánea o consecutivamente, según convenga.

Banda musical de una famosa película.

 Una señora.-           (Deja el crochet sobre su falda y carraspea) Oiga, joven: si no es una                               molestia, me gustaría que dejase de tirar coces. Éste es un lugar                               público.

El sedicente.-          (Con modestia no exenta de varonil orgullo) Perdone, no quería incomodar a nadie, pero es que, como soy un caballo, no tengo más remedio que tirar coces.

Una señora.-           (Suspirando profundamente) Siendo así... Reconozca, no obstante, que en los lugares públicos es preciso guardar algo de compostura.

Un escéptico.-        (Mira de forma aviesa a ambos interlocutores, se levanta de su taburete y camina como un león enjaulado) Me hacen reír ustedes. Es asombroso que haya gente tan poco analítica. Ninguno de los caballos que yo he tratado come rosquillas... (Pausa dramática señalando con un dedo al sedicente)  y este señor está comiéndose una rosquilla, luego no puede ser un caballo. También tendría usted que demostrarme que éste es un lugar público. (Ríe de forma sarcástica)

Una filántropa.-       (Se alza del rincón del banco que ocupaba por razones de modestia y parlotea animadamente) No me sea intransigente, señor. La tolerancia es imprescindible en un mundo progresivamente globalizado. Admitamos, en consecuencia, que este joven es un caballo público partidario de las rosquillas. No intentemos imponer nuestras ideas a los demás y así todo será mucho más consensual. (Agita dos banderitas de papel)

El sedicente.-          Exactamente. (Bajando la cabeza con aire de culpabilidad) Por otra parte, mi formación anglosajona me impulsa a desayunar fuerte. Obtuve un master equino en la Wembley University, gracias al legado de un rico pariente fallecido. (Soñador) Allí siempre servían arenques y rosquillas en el desayuno, y yo no tardé en habituarme.

Una señora.-           (En un tono dulce y maternal, mientras acaricia las crines del joven) No haga caso, hijo mío. También los caballos ingleses son criaturas del Señor. Esta señora tiene toda la razón. (A un escéptico con aire desafiante y aguerrido) Y, si a usted no le gustan los lugares públicos, mejor será que se vaya a su casa a leer la prensa, o que se suicide tirándose desde un quinto piso. Imbécil. (Escupe en el suelo)

Un escéptico.-        (Se quita los quevedos y cruza las manos con parsimonia) Seguimos diciendo tonterías, al parecer. Nadie me garantiza que el porrazo desde su quinto piso fuera a resultar mortal de necesidad. Personalmente sólo admito evidencias y ustedes no me han mostrado ninguna, hasta el momento. No me hagan perder mi tiempo de esta manera.

Una filántropa.-       (Poniendo paño al púlpito, se sube encima de un mueble para hablar) No creo necesario advertirles que las disputas por razones triviales sólo conducen a la discordia y a los malos entendidos en las relaciones internacionales. Éste es, al menos, mi punto de vista, que no pretende en modo alguno ser unívoco ni excluyente.

El sedicente.-          A mi me interesan menos las relaciones internacionales que las relaciones sexuales. (Risita picarona y tocamientos obscenos) Practico el sexo seguro siempre que viene a mano, lo que es excepcional entre animales de mi especie.

 Entra Un conocido con su chaqueta negligentemente echada a la espalda y fumando un excelente puro canario. Muestra, al sonreír varias piezas dentales de oro.

 Un conocido.-         (Con campechanía y familiaridad) Hombre, Carmelo: ¿tú por aquí?    Creí que aún estabas en la Wembley University comiendo rosquillas y  pescado todas las mañanas. (Sentencioso) Una buena formación  anglosajona sólo se obtiene desayunando siempre pescado frito y rosquillas industriales.

El sedicente.-          (En tono amistoso y jovial) Hombre, Dionisio: ¿tú por aquí? Brindaremos por los viejos tiempos de la Wembley University ¡Cuántos desayunos a base de pescado y rosquillas compartimos allí!. (Trascendente, solemne) Pero no me llames Carmelo, ahora me llamo Black Beauty y me estoy preparando para correr la milla.

Una señora.-           (Enarbolando el crochet en señal de triunfo) Eso demuestra perfectamente que este caballo dice la verdad y sólo la verdad. (Viperina a un escéptico) Usted es un escéptico, como si lo viera. No se puede andar por ahí incriminando a todos los caballos, y menos en un lugar público.

Un escéptico.-        (Enarca las cejas y vuelve la espalda, despectivo) ¡Vaya usted a freír puñetas, señora mía! (Sarcástico, venenoso) Ahora va a resultar que este advenedizo también es un caballo y que ha comido arenques en la Wembley University. Conozco al rector de esa institución desde su más tierna infancia y me consta que aborrece el pescado. Todos ustedes son unos farsantes.

Un conocido.-         (Perplejo y decidido) Perdone, pero aquí hay un error evidente. Yo no soy un advenedizo, soy escoliasta por la Wembley University y además no hemos sido presentados. Anda, Carmelo, díselo tú. Por cierto: ¿qué tal sigue tu prima Raquel? La recuerdo correteando por el parque con su vestido azul y sus enormes tetas. Qué chiquilla tan encantadora.(Corretea mimando al personaje descrito, que se llama Raquel, por lo visto)

Una filántropa.-       (Agradablemente sorprendida, zarandea por las solapas a un conocido) ¿La señorita Raquel? ¡No me diga que también usted la conoce! Ella era muy partidaria del sexo seguro y estaba en contra de las ingerencias de los poderes públicos en el comercio privado. Creo que ahora se ocupa del desarrollo sostenible de madres lactantes en zonas de ambientación referencial. (Reparte folletos de varias ONGs)

Una señora.-           (Cayendo en la cuenta sumamente conmovida) ¿Raquel Ponferrada Ortuño? ¡Pero si está casada con mi sobrino Carmelo desde hace varios años! Se casó con su vestido azul y sus enormes tetas en la capilla presbiteriana de la Wembley University. (Enjuga una furtiva lágrima)

El sedicente.-          (Palidece y recuerda de sopetón. Pupilas dilatadas por la ansiedad) ¡Cielos, ahora lo recuerdo todo! Yo estaba casado con Raquel Ponferrada Ortuño antes de llamarme Black Beauty. Nos casamos después del desayuno de arenques y rosquillas en la capilla presbiteriana de Wembley University. Tuvimos que dejarlo por falta de apoyo por parte de la Comunidad Autónoma. (Saluda con la manita muy cariñosamente a una señora) Hola, tía Carmen.

Un conocido.-         (Indignado, esgrimiendo su bastón sobre la cabeza) No hay derecho a lo que hacen. Como escoliasta no puedo admitir semejante dejación de competencias por parte de la Comunidad Autónoma. Mi cuñada Raquel sufrió mucho a consecuencia de aquel golpe tan inhumano.

Un escéptico.-        (Se saca la flor de la solapa y la va deshojando con aire de suficiencia) Dudo que mi sobrina-nieta Raquel se conmoviera lo más mínimo, porque siempre fue bastante impertérrita, pese a su vestido azul y a sus enormes tetas. Por añadidura, el episodio de la boda en la capilla presbiteriana de Wembley University está sin documentar en absoluto. (Arroja el tallo de la flor, desafiante) Ustedes tienden a mitificar cualquier anécdota irrelevante, lo que les convierte en unos muñidores y unos tontos del culo, como yo suelo decir.

Una señora.-           (En un tono gélido y alzando el índice) Es una inconveniencia decir “culo” en los lugares públicos y éste es un lugar público, mientras nadie me demuestre lo contrario.

Una filántropa.-       Exactamente, tío Francisco Javier (Subraya el nombre con mucha intención). Te he reconocido de inmediato por tu forma de alterar las condiciones medioambientales. Eres un escéptico y siempre lo serás. Y un manirroto.

El sedicente.-          (Modesto, pero decidido) Déjale, tía-abuela  Laureana. Sabe de sobra que podría mostrar inmediatamente mi libro de familia, mi diploma de monta vaquera y cientos de papeles más. Incluso poseo varios certificados de defunción para cuando llegue el momento. No empañemos unos momentos tan felices con bagatelas administrativas, porque me quito la cincha y la emprendo a correazos con todo el mundo. (Ensaya por escena el trote corto con un estilo depuradísimo)

Un conocido.-         (Con los ojos arrasados en lágrimas) ¡Pico de oro! En eso has salido a nuestra abuela materna. Hijo de puta y lo bien que se expresa para ser un caballo...

Una señora.-           (Evocadora, dando unos pasitos de vals muy comedidamente) Claro, cariño: por eso vuestro padre y yo decidimos enviaros a Wembley University, aún a costa de invertir en vuestra formación el legado de un pariente fallecido. Ibais muy bien, los dos vestidos con abrigos a cuadros y gorras a cuadros y vuestros cubiertos de pescado en el bolsillo. Todos estábamos orgullosos y llorábamos a moco tendido.

Una filántropa.-       (Ratificando lo anterior y sacando pecho) Efectivamente, todos lloramos copiosamente aquel día. Lo recuerdo como si fuera ayer. Mi prima política Raquel Ponferrada Ortuño puso perdidos de lágrimas su vestido azul y sus grandes tetas azules. A ella también le hubiera gustado desayunar día tras día arenques y rosquillas en Wembley University, pero alguien tenía que encargarse de lavar la vajilla.

Un escéptico.-        (Con el bigote erizado en una súbita explosión de cólera) Disiento, no admito ninguna de esas estúpidas afirmaciones. Sólo el conocimiento empírico puede aproximarnos a ciertos atisbos de verosimilitud en lo intuido. Incurren ustedes en inexactitudes completamente deplorables. (Evidente cambio de secuencia) Es como para suicidarse arrojándose desde un quinto piso.

Un conocido.-         (Aplaude para subrayar la ironía del texto) ¡Magnífico! Nuestro consanguineo don Francisco Javier se obstina en no guardar las formas debidas en un lugar público. ¡Si mi cuñada Raquel levantara la cabeza!

 Efectúa su entrada por el arco romano de la derecha la agente de la Policía Autonómica Barbarella con el nuevo uniforme sexy y agresivo diseñado por el Consejero del Interior. Apunta a todos con su porra fosforescente.

 Una agente de la

Policía Autónoma.-  ¡Ajá! ¡Ahora sí que os tengo en el bote, bribonazos! Vosotros matasteis a Raquel Ponferrada Ortuño. Vuestras propias palabras os han delatado. Estaba escuchándolo todo desde un punto próximo a este lugar público, porque sospechaba de todos vosotros hace tiempo. Ahora las sospechas se convierten en evidencias, Por tanto: ¡daos presos en nombre de la Ley!

El sedicente.-          (Palpitantes los ollares, emite un doloroso relincho) ¡Es cierto! ¡Lo confieso todo! Un caballo no puede vivir con ese terrible peso sobre su conciencia.

Una señora.-           (Apesadumbrada, arroja el crochet a la papelera) ¡Yo también lo confieso! ¡Qué crimen tan espantoso! ¡Pobre prima segunda Raquel!

Un escéptico.-        (Completamente abatido, se lleva las manos al cuello de forma agónica) ¡Me declaro culpable! No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague.

Una filántropa.-       (Mesándose los cabellos) ¡Todos somos culpables! Y ella, que fue como una madre para nosotros ¡Ay de mi!

Un conocido.-         (Muestra síntomas de evidente enajenación, bailotea, da volteretas) ¡Ja, ja, ja! Lo hice, y no me arrepiento. ¡Haced, pues de mi, lo que queráis!

Todos han ido cayendo de rodillas y se agrupan en torno a la agente, que aprovecha para hacer un poco de pasarela para lucir su palmito.

 Una agente de la

Policía Autónoma.- (Se detiene, separa las piernas, se yergue sobre sus altos tacones, mueve las caderas con mucha intención) ¡El criminal nunca gana!

 Los solemnes compases de la Salve Rociera se funden con esta última frase lapidaria.

 FIN

DESTELLOS DE PASIÓN

 PERSONAJES

 La doncella guerrera

Su mamá

Su papá

La marine Doroty Fernandes

El holograma del Presidente de los Estados Unidos de América

 Interior de un hogar de la clase media alta. Ventanales, alfombras, cortinas, animales domésticos, plantas de interior, aparcamiento para clientes, minibar y televisión en todas las habitaciones, cruceros por el Caribe a precios altamente competitivos. Crecimiento económico superior a la media recomendada por la O.C.D.E..

Al comenzar la acción la mamá y el papá de la doncella guerrera toman el sol plácidamente en sus cómodas tumbonas practicando el top-less bajo los ardientes rayos del mediodía.

Música de los principales éxitos españoles en el festival de Eurovisión. Muy buen ambiente.

 Su papá.-      Nuestro hogar es confortable y nuestra calidad de vida marcha a pedir de boca. Nuestros pequeños niños realizan con éxito las más prestigiosas carreras en importantes universidades rigurosamente extranjeras, ¿qué más cabe desear? Un día de estos practicaremos el sexo para festejar tanta dicha y bienandanza.

Su mamá.-    Cierto que ni la más ligera nube vela el radiante sol de nuestra buenaventura. Es por eso que gozamos de placeres sencillos en la intimidad del próspero hogar fruto de una vida de trabajo y autoinmolación, por así decir. Disfrutamos de una bien surtida despensa y podemos permitirnos pequeños lujos. Un día de estos practicaremos el sexo con quien nos venga en gana para festejar tanto bienestar social y control de peso.

Su papá.-      ¡Aleluya, Señor, porque nos libraste del vicio y nos aproximaste a la virtud! ¿Está cubierto por su funda de seda sintética nuestro veloz automóvil? ¿Han comido ya su rosbif los periquitos? ¿Ha recibido sus cuarenta azotes la criada filipina por cargarse el jarrón chino del vestíbulo? En realidad se trata de interrogaciones retóricas, puesto que tú, esposa ejemplar, velas como un ángel sobre todo cuanto concierne a nuestro hogar y hacienda.

Su mamá.-  Bien dices, amado y respetado cónyuge; pero preciso es afirmar en justicia que sin tu abnegada y permanente dedicación a allegar los necesarios recursos pecuniarios que nos permiten adquirir butifarras, porcelanas,  drapeados, detergentes antibacterianos y bienes raíces, jamás obtendríamos este nivelazo, ni seríamos envidia de vecinos y conocidos por haber alcanzado un buen pasar, como suele decirse.

Su papá.-  Por ejemplo, nos ponemos las botas de jamón serrano.

Su mamá.- Ampliamos la caseta del perro y la dotamos de aire acondicionado.

Su papá.-  Estrenamos modelos exclusivos de las mejores firmas.

Su mamá.-  Ocupamos asientos de barrera en corridas de afamados diestros.

Su papá.-  En realidad nada nos inquieta o altera.

Su mamá.- Porque somos felices, muy felices, mirando al mañana con sosiego y favorables perspectivas.

Su papá.-  Di que sí, qué cojones.

Su mamá.- Nos ha amolao.

 Entra la doncella guerrera con expresión sublime y ropa de marca. En su cándida mirada resplandece el brillo celestial característico en quienes abrazan las causas más nobles guiados por un exaltado idealismo o por algún otro género de temporal enajenación.

 Doncella.-  Papá, mamá: he tenido una idea estupenda. ¿La digo de sopetón o la envuelvo en barroco discurso retórico?

Su mamá.-  ¡Una idea, qué bien, qué original!

Su papá.-   ¡Vaya si tiene a quien salir la moza! Yo también tuve una vez una idea. Resultó muy estimulante, como experiencia.

Su mamá.-  Es cierto, niña mía: papá una vez tuvo una idea. ¡Fue magnífico!

Doncella.-  ¡Como me alegra, papá y mamá, que os gusten las ideas! Entonces: ¿suelto ya mi idea con absoluto desparpajo?

Su papá.-   ¡Cómo es encantador este espíritu espontáneo en una juventud sana y estructurada! Expláyate picaruela.

Su mamá.- Larga, querubín.

Doncella.-  Es que se me ha ocurrido que, si no os parece mal, me gustaría irme de cruzadas, vamos, a las cruzadas para combatir al sarraceno y eso.

Su mamá.-  ¡Las cruzadas! ¡Lo estaba viendo venir! Pero, si no tienes nada adecuado que ponerte...

Su papá.-  Calla el pico, Luisa Fernanda y déjala que se explique. Veamos: ¿qué cruzadas? ¿Con quién piensas ir? ¿Van chicos? ¿Tienes que quedarte a dormir? Y, sobre todo: ¿por cuánto nos va a salir la broma?

Doncella.-  ¡Jo, papá! ¡Jo, mamá! ¡Jo, papá! ¡Jo mamá!

Su papá.-   Jenifer  Amadea: esa no es una explicación. Y respecto al sarraceno, me gustaría a mi saber qué clase de individuo es el sarraceno ése o como se llame.

Su mamá.-  Ya sabes que a papá no le gusta que te llenes la cama de jipis, y mucho menos que se zampen todo lo que hay en el frigo entre acto sexual y acto sexual. A papá tampoco le gusta que te pases horas y horas en el cuarto de baño, ni que arrojes desperdicios en los parterres del jardín.

Doncella.- Ya sé que “jó, papá” no es una explicación. Se trata tan sólo de una forma coloquial de manifestar mi vehemente deseo por algo. En este caso, mi deseo por combatir al sarraceno en las cruzadas. ¡Jo papá! ¡Jo, mamá!

Su mamá.- ¡Pero si es que hace muchísimo calor y te puede dar algo en el desierto o donde sea! Es que no os hacéis cargo de las cosas. ¿Verdad Luciano? ¿A que no se hacen cargo de las cosas?

Su papá.-   No digas estupideces, Luisa Fernanda. Es preciso tratar una cuestión tan grave y trascendente con la debida antelación y según los principios de la lógica. Veamos: ¿cómo coño se te ha ocurrido semejante disparate, pedazo de cretina?

Doncella.- No sé...Lo he leído en los envases de las bebidas refrescantes, lo proclaman los paquetes de cereales ricos en fibra, . Además, oigo voces, veo cosas...¡Es preciso acabar con la amenaza sarracena, antes que ella acabe con nosotros!

Su mamá.- Sabes de sobra que a papá tampoco le gusta que abuses de sustancias alucinógenas en días laborables. En realidad a papá no le gusta casi nada. Es un muermo, tu papá.

 Irrumpe en escena la cabo de marines Doroty Fernandes muy agitada ondeando el pabellón de la democracia y la libertad. Toca su cornetín de órdenes y pronuncia su discurso

  Doroty.-  ¡Atención, atención! Los sarracenos pueden avanzar por                  el río Pisuerga transportando una enorme cantidad de                  armas químicas de destrucción completamente masiva y                  profiriendo insultos contra la civilización. ¡Es preciso                  atacar Mesopotamia con toda diligencia y prontitud!

 Sale rápidamente de escena con la misma agitación.

 Doncella.- ¿Lo veis, burriciegos progenitores? ¿Lo estáis viendo? ¡Quiero ir a las cruzadas, y quiero y quiero y quiero!

Su papá.-  ¡Cielos! ¡La inminente amenaza es con toda evidencia inminente y considero preciso que todos nos vacunemos de inmediato contra la peste bubónica, el hipercriticismo y la mixomatosis! ¿Dónde está mi paraguas nuclear?

Su mamá.-  ¡El caudaloso Pisuerga river! ¡Pobre ciudad de Albacete! ¡Tenemos que acaparar mantequilla, loción capilar y cera para los muebles!

Doncella.-   Pues entonces yo me voy a las cruzadas desde ya, ¿vale? ¿Vale o no vale?

Su papá.-  Tal vez, bien considerada la propuesta, resultemos hallarnos ante una iniciativa digna de consideración. Los alimentos almacenados en el refugio antibacteriano darían más de si con un buche menos a engullir...

Su mamá.-  ¡Pero si es que no tenemos lazos amarillos! ¿Habrán destruido ya los sarracenos todas las mercerías? Tampoco disponemos de pavos para darles las gracias en una fecha concreta...No sé cómo nos las vamos a arreglar.

 Irrumpe de nuevo la aguerrida cabo de marines con su casco antibacilos y la bandera de siempre.

 Doroty.-    ¡Alarma, alarma! ¡Existe la posibilidad de que los  jodidos sarracenos bombardeen con mierda de camello la colegiata de Sigüenza! ¡Se han detectado planes secretos sarracenos para dejar sin televisión todos los hogares de la  tercera edad! ¡A ver si espabilamos, carajo! ¡Tenemos que arrasar Paraguay, por si las moscas! (Se larga)

 Su papá.-  ¡Rediez y cuánta inminencia! ¡Conductas inconstitucionales por doquier! Tenemos que poner a salvo la prensa deportiva y el chalé de la sierra!

Doncella.-   Pues yo voy a alistarme bajo el estandarte aliado. Tengo que darme prisa porque el casting empieza a las seis y media. Exigen ir desayunadas, maquilladas y con las braguitas impecables.

Su mamá.-   Son muy exigentes los de la NBC. No retransmiten una masacre en plan chapucero. Voy a prepararte un bocadillo de atún y tus compresas con alitas, piquito y rabillo. No podemos quedar en mal lugar por apresuramiento.

Doncella.-  ¡Oh querida mamá y cómo tú eres comprensiva con la juventud actual! Todos los estados feudatarios tuvieran mamás tan exquisitamente sensibles, y el planeta sería un amasijo informe en muy escasos segundos.

Su papá.-   Como responsable de la defensa civil exijo que antes de partir hacia el frente, esta criatura contraiga alguna grave enfermedad infecciosa para que contagie a las hordas sarracenas cuando sea violada por todas ellas, lo que sucederá sin lugar a dudas. Ojo por ojo y diente por diente.

Doncella.-  ¡Jo qué guay! Pondré las fotos en mi book y seguro que me sacan en la tele.

 Reaparece la cabo Doroty tremolando el lábaro sin la menor consideración.

 Doroty.-  ¡Últimas novedades del frente! El taimado Moro Muza ha dicho desde un lugar remoto y desconocido que piensa desayunarse con los higadillos de todos los defensores del orden y la ley. ¡Se la van a cargar esos malditos birmanos, cuyas sinagogas pensamos bombardear inmediatamente por si esconden en ellas alijos de mortadela venenosa! (Vuelve a pirarse hecha un histérica)

 Su papá.-   ¡Ah el vil y escurridizo Moro Muza! Su tenebrosa red se extiende como una mancha de aceite de cacahuet por todo el orbe civilizado! Ya no se puede salir a la calle sin que se te resfríe tu seguridad ciudadana. (Prorrumpe en sollozos)

Su mamá.-  Fuentes del Departamento de Estado de Putrefacción afirman que dicha tenebrosa red gana día tras día adeptos entre los lapones. Seguro que esos malvados hititas programan atentados contra las más prestigiosas cadenas de alimentación. (Solloza y se suena la nariz con un delicado pañuelito de celulosa)

Doncella.-  No lloréis más, papás y mamás queridos, porque parto de inmediato y os mandaré mensajes muy emocionantes y fotos mías con el Guerrero del Antifaz en el frente. Además me convertiré en una famosa y con lo que saque de las exclusivas os compraré una freidora. Pero primero hemos de derrocar al Moro Muza e instaurar la democracia en el Tibet, aunque para ello nos veamos obligados a perpetrar algunos miles de homicidios colaterales.

Su mamá.-  ¡Hija mía! Se me parte el corazón imaginando los graves riesgos que te dispones a arrostrar para poner a salvo la paz mundial y los bailes de sociedad en nuestro casino.

Su papá.-    Yo también estoy francamente apesadumbrado, así que largo de aquí, que se están haciendo unas horas imposibles. Y no olvides que mientras vivas en esta casa vas a cenar a las diez como todo el mundo.

Doncella.-  Es verdad; me voy corriendo a las cruzadas porque, como me descuide, me encontraré instaurado el nuevo orden mundial y habré hecho el viaje en balde y no ganaré ninguna indulgencia plenaria ni me regalarán un casco de bombero.

 Entra de nuevo la cabo de marines Doroty Fernandes en su habitual estado de sobreexcitación patriótica.

Doroty.-        ¡Ahora sí que sí! ¡Emergencia total, todos al refugio, aprieten las cinchas a los caballos, no dilapiden los ahorros de toda la vida, reduzcan drásticamente la cuota de su seguro! El Presidente se dirigirá a la Nación y a sus siervos y feudatarios en breves minutos. ¡Por fin hemos conseguido quitarle la botella y parece haber espabilado algo con el amoniaco! Información de última hora: los prisioneros sarracenos van acostumbrándose a vivir en la jaula del canario. ¡Atención y oído al parche!

 Suena una música sublime, se producen pasmosos efectos de luz y aparece el holograma del Presidente de los Estados Unidos de América en medio de un tenso y emocionado silencio.

Doncella.-  ¡Papá, mamá! ¡Es él! Prosternaos y humillad vuestras frentes ante el que ha de salvar a todos los supervivientes de su justa cólera!

Doroty.-  ¿A que, para estar momificado, queda bastante majo?

Todos caen de rodillas en la pose adecuada y, por supuesto, construyendo un grupo de extraordinaria belleza plástica. El holograma del Presidente pronuncia su grave discurso sin titubear y con una cara dura espantosa. En la pantalla aparece la traducción simultánea de sus vibrantes palabras escrita en caracteres de un exótico alfabeto.

El Presidente.-   ¡Cuá, cuá, cuá, cuá, cuá! (Ovación cerrada) ¡Cuá, cuá, cuá, cuá, cuá! (Entusiasmo delirante) ¡Cuá, cuá,  cuá, cuá, cuá! (Sonido de bombarderos volando)                         ¡Cuá, cuá, cuá, cuá, cuá! (murmullos de  preocupación) ¡Cuá, cuá, cuá, cuá, cuá!  (Explosiones) ¡Cuá, cuá, cuá, cuá, cuá! (Gritos de   muchedumbre aterrorizada) ¡Cuá, cuá, cuá, cuá,  cuá! (Nuevas explosiones) ¡Cuá, cuá, cuá, cuá, cuá!                         (Gran explosión final, efectos luminosos de  relámpago, oscuridad y silencio total)

 Voz de la doncella.- Vaya, pues si que la hemos cagado.

 FIN

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CRESCENDOS

¿Trae mala suerte derramar la sal sobre el mantel?

PERSONAJES

Prima

Secunda

 Prima y Secunda sentadas frente a frente ante la mesa. Modosas y apacibles. Ambiente hogareño y relajado. Los vecinos han vuelto a poner la música de boleros habitual y los precios siguen subiendo subrepticiamente. El gato debe de andar por ahí porque no se le ve por ninguna parte. El menú no es nada del otro mundo, pero se puede comer sin grave preocupación por nuestra salud. Un amable silencio sólo roto por el sonido de la cucharilla rompiendo la cáscara del huevo, sin olvidar el bolero que ya decíamos antes.

 Prima.- Pásame la sal, por favor.

Secunda.-(Muy amable y sonriente) Toma, pero ten cuidado. Derramar la sal sobre el mantel trae mala suerte.

Prima.-  (Igualmente afable) ¡Qué cosas se te ocurren! ¿No te creerás esas tonterías?

Secunda.- No, si ya sé que son tonterías, pero ¿qué quieres que te diga? A veces…

Prima.-   A veces me recuerdas a la abuela. Ella sí que era supersticiosa de verdad. ¿Te acuerdas?

Secunda.- ¿Qué si me acuerdo? ¡Ya lo creo que me acuerdo! No puedo olvidar la escandalera que armó cuando rompiste el espejo: “¡Siete años de desgracia, siete años de desgracia!”(Ríe)

Prima.-   (También ríe) ¡Se puso tremenda, la pobre mujer! Pero, ahora que me acuerdo, fuiste tú quien rompió el espejo ¿no?

Secunda.- ¡Qué va! El espejo lo rompiste tú, y a la pobre abuela casi le da un patatús. Parece que aún la estoy viendo.

Prima.-   No, lo rompiste tú; pero, total, ¿qué más da? (juguetea con el salero)

Secunda.- Ten cuidado con la sal. Acabarás derramándola.

Prima.-   ¿Y qué, si la derramo? Ahora va a resultar que de verdad crees en esas bobadas.

Secunda.- Ya te he dicho que no, pero tampoco hay que tentar a la suerte. Es como lo de la escalera.

Prima.- ¿Escalera? ¿Qué pasa con la escalera?

Secunda.- Pues dicen que si pasas por debajo de una escalera es como si retaras a Dios.

Prima.- ¡Pero qué boba eres! ¡Cómo si Dios no tuviera otra cosa que hacer, como para andar fijándose en quién pasa debajo de las escaleras! ¡Simple!

Secunda.- ¿Simple yo? ¡Y tú, cabezota! Y hazme el favor de dejar en paz el salero.

Prima.-   ¿Por qué? ¿Es que le hago daño a alguien? ¡Qué estupidez!

Secunda.- ¡Porque me estás poniendo nerviosa! ¡Y la estúpida lo serás tú!

Prima.-   Vale, vale. Tampoco es para ponerse así. Ahí está el salero. (Lo deposita en el centro de la mesa)

Secunda.- (Se apodera del salero y lo esconde en un bolsillo, o tras la espalda, o…) ¡Trae aquí!

Prima.-   ¡No seas histérica! ¡Deja ese salero en su sitio!

Secunda.- ¡No pienso hacerlo!

Prima.-   ¡Que lo dejes!

Secunda.- ¡No me da la gana!

Prima.-   (Súbitamente calmosa) Pues mira, haz lo que te parezca, pero que conste que estás loca de remate.

Secunda.- Pues lo estaré.

Prima.- En fin. Voy a por la fruta. (Se levanta y camina lentamente, pero al llegar a la altura de Secunda se abalanza sobre ella e intenta arrebatarle el salero)

Secunda.- (Se resiste, provocando un moderado forcejeo) ¡Que me sueltes, asquerosa, falsa!

Prima.- (Pugnando por quitárselo) ¡Trae, estúpida, gilipollas!

Finalmente Prima logra hacerse con el salero y lo esgrime, triunfante. Secunda jadea y se arregla la ropa.

Prima.-   ¡Aquí está el salero! ¡Mira lo que hago con tu salero! (Derrama algunos granos de sal sobre la mesa)

Secunda.- ¡No hagas eso, por favor, no hagas eso!

Prima.- (Ríe desafiante) ¿Ah, no? (Abre el salero y deja caer un chorrito de sal)

Secunda.- (Fuera de sí) ¡Que no lo hagas!

Prima.-  ¡Estúpida! ¡Mira! (Arroja sobre la mesa el contenido íntegro del salero)

Secunda.- (Con un alarido de furia, se lanza sobre la mesa, toma un puñado de sal y lo arroja contra Prima) ¡Cerda!

Prima.- (Corresponde en idénticos términos) ¡Puta!

Ambas siguen el intercambio de disparos entre gritos y sollozos mientras se apaga la luz.

FIN

Si es muy sencillo

PERSONAJES

Sapiens

Nesciens

 Todo lo que necesitamos. La mesa, los libros, los apuntes, las sillas, el tabaco, el café… Pero lo verdaderamente imprescindible son dos estudiantes de distinto sexo, lo cual siempre resulta más entretenido que si se tratase, por ejemplo, de dos máquinas de coser del mismo sexo. ¡Qué aburrimiento!

Plácido ambiente estival y una iluminación discreta, pero suficiente.

Sapiens.- (Amistoso y pedagógico) Si es muy sencillo, ya verás.

Nesciens.- (Algo desanimada, afable) Ya, pero es que a mi se me da muy mal.

Sapiens.- (Francamente optimista) Bah, no te preocupes. Seguro que si te pones, lo pillas rápidamente.

Nesciens.- ¡Es que me da una pereza!

Sapiens.- Bueno, si quieres, lo dejamos.

Nesciens.- (Riendo) No, hombre, después de que te he hecho venir… Por cierto: muchísimas gracias; espero no haberte fastidiado la tarde.

Sapiens.- En absoluto, qué cosas dices. Gracias ¿de qué?

Nesciens.- Bueno, igual tenías otros planes. La culpa ha sido de ese maldito examen.

Sapiens.- Vamos a ver: ¿Cuándo tienes el examen?

Nesciens.- El jueves, pero me da lo mismo. De todos modos voy a suspender. (Se encoge de hombros, enciende un cigarrillo)

Sapiens.- Eso, ni hablar. Venga, que te lo explico en un segundo.

Nesciens.- Si quieres… Pero te advierto que no me preocupa lo que se dice nada. (Acerca su silla a la de Sapiens, hace ademán de abrir un libro)

Sapiens.- ¿Que no te preocupa?

Nesciens.- Pues no. La verdad es que no.

Sapiens.- (Animoso, casi acelerado) De todos modos podemos intentarlo ¿No te parece? A ver, coge un folio y el bolígrafo. Ya verás qué tontería.

Nesciens.- Pero es que a mi no me entra. Nunca me ha entrado. (Coge perezosamente el bolígrafo, mueve la cabeza)

Sapiens.- Porque te bloqueas, pero ya verás que es la cosa más tonta del mundo.

Nesciens.- Eso me parece a mi: una completa tontería. Además: ¿Para qué sirve? (Arroja el bolígrafo sobre la mesa)

Sapiens.- Pues, servir, servir, para nada en concreto. ¿Es que tú piensas que todo tiene que servir para algo?

Nesciens.- No lo sé, pero a mí, desde luego, esto me parece una estupidez sin pies ni cabeza.

Sapiens.- Será estúpido o no, pero, si no lo aprendes, te suspenderán.

Nesciens.- ¡Ya te he dicho que me importa un pepino! ¿O es que no te has enterado?

Sapiens.- Oye, no te pongas así, que después te todo fuiste tú quien me pidió que te lo explicase.

Nesciens.- ¡Pues hice mal en pedírtelo! No pensé que te ibas a poner tan prepotente y tan pesado.

Sapiens.- (Desalentado) ¡Pero qué burra eres!

Nesciens.- ¡El burro lo serás tú, y deja de mirarme de esa manera, que me pones nerviosa! (Se abrocha el célebre segundo botón de la blusa o cierra con la mano, irguiéndose, el proverbial escote de la camiseta)

Sapiens.- (Dejando de mirar a donde, efectivamente, estaba mirando) ¿Yo? ¿Y cómo quieres que te mire?

Nesciens.- Es que no quiero que me mires. Todos los tíos siempre pensáis en lo mismo.

Sapiens.- (Gesticulante) Pues ¿qué hago? ¿Me tapo los ojos? ¿Me pongo de cara a la pared? ¡Pero mira que eres borde, cuando te pones!

Nesciens.- ¿Borde? ¡Tú si que eres borde! ¿O es que crees que no sé a qué has venido?

Sapiens.- ¿A qué he venido? Mejor me explicas para qué me has hecho venir, porque eres tú quien me ha llamado. ¿No lo recuerdas?

Nesciens.- ¡Pero tendrá morro el desgraciado éste! ¡Ahora va a resultar que lo he traído para llevármelo a la cama! ¡Vamos, guapo, que estás el primero! ¿Tú no te miras al espejo?

Sapiens.- ¿Será zorra, la tía? ¡Una calientapollas, eso es lo que tú eres!

Nesciens.- ¡Y tú un obseso! ¡Mosquita muerta, empollón! (Prorrumpe en sollozos)

Sapiens.- ¡Eh, no te pongas así, escucha…! (Se acerca a ella y la coge por los hombros en un intento de aplacarla)

Nesciens.- ¡No me toques, a mí no me toques! ¡Guarro, salido! (Se desase bruscamente y huye a un extremo de la habitación)

Sapiens.- ¿Sabes qué te digo? ¡Que te vayas a la mierda! (Se larga furioso dando un portazo, si es que hay puerta. Nesciens se arregla el pelo, se seca los ojos y se dirige hacia la mesa.

FIN

Tarta de boniato

                        PERSONAJES

Dulce

Amarga

 La mesita de té bastante pulcra. Servicio para dos. Ambiente culinario y, como de costumbre, distendido. Pañitos muy bien trabajados a croché y unos bonitos visillos en las ventanas. El pajarito de la jaula no debe estar disecado, porque se nota mucho. Para eso, mejor no poner ni jaula ni pajarito,

Dulce.-   (Mostrando su obra de arte) Bueno, pues aquí está la famosa tarta de boniato. A ver qué te parece.

Amarga.-Chica, por Dios. ¿Para qué te has tomado tanta molestia? Si con que me dieras la receta había más que de sobra.

Dulce.-   (Encantadora, bromista) ¡Ah, no, de ninguna manera! Me dijiste que te había encantado mi tarta de boniato y ahora no tendrás más remedio que volver a probarla.

Amarga.- Bueno, la verdad es que la probé en tu cumpleaños y me pareció algo delicioso, como para chuparse los dedos. Por eso te pedí la receta. Pero tanto como hacer una sólo para mí…

Dulce.- Ya te he dicho que no es ninguna molestia. Ya sabes que me encanta la repostería y disfruto muchísimo metida en la cocina, así que: ¡ánimo! ¡A probarla!

Amarga.- Me da no sé qué. Es que te ha quedado preciosa y me da pena desbaratarla.

Dulce.- Pues la comida se hace para comerla, así que de pena, nada. Venga, pártela tú, no seas tímida.

Amarga.- No, no, de ninguna manera. La partes tú, que eres la cocinera, ¡la supercocinera! Porque hay que ver qué pinta y qué olor tiene.

Dulce.- Que no, mujer, que me hace ilusión que la partas tú. Si la he hecho para ti.

Amarga.- Oye: ¿Y si no la partimos y la guardas para otro día? Es que me da una pena…

Dulce.- ¡Qué cosas se te ocurren! La tarta de boniato hay que comerla recién hecha. Vamos, pártela ya.

Amarga.- Bueno, vale, pero pártela tú, que yo soy muy torpe para estas cosas.

Dulce.- Está bien. Yo la parto. A ver: este trozo, para ti.

Amarga.- ¡Uy, no, ni hablar, qué barbaridad! Menos, mucho menos, la mitad.

Dulce.- (Sirviendo un enorme trozo) No me irás a dejar la tarta en el plato, porque está hecha especialmente para ti. Eso no me lo hagas.

Amarga.- Claro, y no sabes cómo te lo agradezco, pero es que, ¿sabes? No tengo demasiado apetito. He comido tarde y claro…

Dulce.-   Anda, que esto se come sin gana, ¡ánimo!

Amarga.- (Esgrimiendo con reparo la cucharilla, olisqueando) Claro, claro…Oye: ¿no le habrás puesto licor? Es que me parece que huele a licor.

Dulce.-   ¡Claro que se lo he puesto! Precisamente ése es el secreto: ¡Un buen chorro de aguardiente! Vamos, ¿a qué esperas?

Amarga.- La de tu cumpleaños no llevaba licor, ¿verdad? Porque…

Dulce.-   Pues claro que llevaba. Siempre le echo su buena taza de licor y, desde luego, clavo y canela.

Amarga.- (Conteniendo la náusea) Ya…

Dulce.-   Pero come, come. ¿Qué es lo que te pasa ahora?

Amarga.- Es que a mí, el licor y las especias… No sé

Dulce.-   Pues son imprescindibles. El boniato solo es algo soso y hay que sazonarlo bien para que quede sabrosa la tarta. ¿O qué te piensas?

Amarga.- (Desmenuzando tarta con muy mala cara) Sí que es soso el boniato, sí. De hecho, el boniato no me hace ni pizca de gracia.

Dulce.- ¿Qué? ¿Cómo dices? ¿Y para eso me has hecho prepararte mi tarta de boniato? ¿Y para eso me has mareado pidiéndome la receta ochocientas veces?

Amarga.- Bueno, yo… Un poco por agradarte, por cumplir, ya sabes.

Dulce.- ¿Ah, sí? ¡Pues ahora te la comes! ¡Te la comes inmediatamente!

Amarga.- Pero si es que no puedo, pero si es que me da muchísimo asco…

Dulce.- (Le acerca el plato) ¡A comer, he dicho!

Amarga.- (Lo retira con gestos de horror) ¡No! ¡Ni hablar! ¡No puedo, es imposible!

Dulce.- ¿Qué no puedes? ¡Ahora vamos a ver si puedes o no puedes! ¡Abre la boca! (Intenta introducir una cucharada en la boca de Amarga)

Amarga.- (Cierra los labios con obstinación, intenta zafarse) ¡Mmmmm…No, no, no!

Dulce.- (Insiste en la maniobra) ¡Vamos, come!

Amarga.- (Arroja la cuchara de un manotazo, se pone en pie) ¡No!

Dulce.- ¡Desagradecida! ¿Tú sabes el trabajo que me ha costado prepararla?

Amarga.- ¡Me importa un bledo! ¡Odio el boniato, odio el aguardiente, te odio!

Dulce.- ¡Histérica! ¡Cretina!

Amarga.- ¡Métete esa basura por el…!

 Como el culto lector habrá ido barruntando: sí, efectivamente: esto acaba con el consabido número de la tarta en la cara, a cuyo efecto la bandeja tiene que ser de cartón, porque la loza es francamente dañina. ¿Qué quién estrella la tarta en la cara de quién? ¡Ah, eso es cosa de ustedes!

 

Por los viejos tiempos

 PERSONAJES

27

28

Óptima coyuntura. Terrazas y cafés madrileños – sabido es – son entrañables puntos de encuentro para confidencias, amoríos, ventajosas transacciones comerciales, intercambio de experiencias académicas y suculentos contratos editoriales. Todo va a pedir de boca y el camarero es bastante educado y limpio. Por eso 27 y 28 apuran sus frescas bebidas con satisfacción y exhiben amplias sonrisas e impecable indumentaria.

 27.- ¡Por los viejos tiempos!

28.-  ¡Por los viejos tiempos! (Beben)

27.- Mira que ha sido coincidencia.

28.-  Sí que ha sido coincidencia, sí.

27.- ¡Anda que no hacía años!

28.- ¡Ha llovido lo suyo! ¡Hace un montón de tiempo!

27.-    Miro hacia atrás en la cola y me digo: “¡Pero si no puede ser, pero si es él mismo en persona!

28.-  Yo al principio no me lo creía. ¡Pero es que estás exactamente igual!

27.-  ¡Qué más quisiera yo! Tú eres el que no ha cambiado nada, nada en absoluto.

28.-   ¡Pues, por los viejos tiempos!

27.-   ¡Eso! ¡Por los viejos tiempos! (Vuelven a beber)

27.-  ¡Anda que si nos viera don Octavio!

28.-  Y la señorita Bermúdez, vamos, “La Parca”.

27.-  En el colegio le llamaban todos “La Parca” porque tan flaca y con aquella cara de vinagre… (Ambos se carcajean pletóricos de agradables remembranzas)

28.- ¿Qué habrá sido de Don Octavio? Ya era bastante mayor entonces.

27.-  Miraba por encima de las gafas y, con aquella voz tan peculiar, te decía: “A ver, 28: ¿qué es eso que escondemos debajo del pupitre?”

28.- La manía de llamarnos por el número de la lista. A mí me sentaba como un tiro.

27.-  Bueno, por lo menos coincidimos en la numeración. Tú eras el 28.

28.-  Sí, señor, y tú, el 27.

27.-  (Picarón) Y, no lo olvidemos, Marita era el 26.

28.-    ¡La que se armó cuando admitieron chicas en el cole!

27.-  Tuvieron que hacerlo por lo de las subvenciones.

28.-  Claro. ¡Ay Marita, Marita!

27.-  ¿Aún te acuerdas de ella?

28.-   Digamos que remotamente. Tan poética, tan espiritual…

27.-   (Ríe maliciosamente) Hombre, eso… Si yo te contara.

28.-  (Que está en su mundo y no se entera demasiado) Parece mentira cómo puede llegar a enamorarse un chaval de 12 o 13 años.

27.-  ¡El “Orejones” enamorado de la  Marita! ¡Anda que no había cachondeo a cuenta de eso!

28.-  Había bastante mala leche en aquella clase. Lo de los motes me fastidiaba un montón. Tú eras el “Monoloco”. Me acuerdo del día que pusieron en la pizarra: “el monoloco es maricón”. ¡Vaya pelea se armó!

27.-  ¡Porque me tocaron las narices! ¡Si llego a enterarme de quién lo hizo…!

28.-   (Se ríe muy satisfecho) ¿De verdad te gustaría saberlo?

27.-  No me digas que fuiste tú.

28.-  Pues sí, sí que fui yo. ¿A que no te lo imaginabas?

27.-  (Risa forzada) Hombre, sí que tiene gracia. (Tenso silencio) Pues, ¿a que no sabes quién te metió tiza picada en el bocadillo?

28.-  Qué desgraciado! ¿En serio?

27.-   Y tanto! Aquellos bocadillitos tan monos envueltos en su papel de aluminio, que te preparaba tu mamá. ¡Toma bocadillito!

28.-   ¡Cerdos! Casi echo la primera papilla.

27.-   La “Veinteduros” se partía de risa. ¡Vaya cara que pusiste!

28.-   ¿La “Veinteduros”? No me acuerdo de ella. ¿Quién era la “Veinteduros?”

27.-   (Malévolo y jovial) ¿Qué quién era? No me digas que no lo sabes. ¡Hombre, pues tu amor platónico! ¡Mira que eras inocente!

28.-   La Marita? Pues no tenía ni idea. ¿Y eso?

27.-   Pero si lo sabía todo el colegio, hombre! ¡Menuda elementa!

28.-   ¿Elementa? ¿Qué dices?

27.-   (Viperino) Anda, Orejones, que parecías tonto. ¡Pero si por veinte duros se dejaba meter mano en los servicios! ¡Por todo bicho viviente!

28.-   (Con muy mala idea) No sería por ti, “Monoloco”, que  de sobra se sabía de qué pie cojeabas.

27.-   ¿Yo? ¿De qué pie cojeaba yo? ¡A ver si tienes narices!

28.-  ¿Ah no? ¿No te acuerdas de lo que escribieron en la pizarra?

27.-   ¡Mentira, puerca mentira! ¡Eso te lo vas a tragar ahora mismo! (Se levanta y vuelca la mesa)

28.-   ¡Venga, atrévete, que te machaco!

Tras este fraternal y cariñoso diálogo, mejor será que se apaguen las luces, o que se corra el telón, o lo que sea. El caso es que la pequeña y desagradable historia llegue a su fin

Hoy por ti, mañana por mí

 PERSONAJES

Anfitrio

Hospes

 El pequeño y agradable apartamento de Anfitrio. Todo muy ordenadito, ambiente hogareño y circunspecto. Las cornucopias están muy bien lustradas y desde la cocina americana nos llega un agradable tufillo. Así son las personas habituadas a vivir en solitario pulcra y organizadamente, con sus discos muy bien clasificados por géneros y su libro predilecto puesto a secar en el tendedero del patio. Perfecto, perfecto.

Anfitrio recibe a Hospes, que trae su gran maleta, su caña de pescar, sus palos de golf, su mono disecado y todo lo necesario para estar a gusto. A lo mejor se trata de seres humanos del género masculino, o todo lo contrario. Eso depende.

 

Hospes.-          Has sido muy amable alojándome en tu casa. Te lo agradezco muchísimo.

Anfitrio.-         Vamos, no tiene importancia. Total, son unos pocos días.

Hospes.-          Claro, claro. Sin embargo, te estoy muy agradecido.

Anfitrio.-         No tienes por qué. Hoy por ti, mañana por mi.

Hospes.-          Oye: ¡qué apartamento más agradable!

Anfitrio.-         Bueno, no está mal, aunque es un poco justo de espacio. Anda, deja tus cosas y ponte cómodo.

Hospes.-          ¡Ah, sí! Muchas gracias. Eres muy amable. A ver, aguántame esto un momentito.

 Hospes le larga a Anfitrio un chirimbolo cualquiera, pero que sea voluminoso e incómodo. Abre su gran maleta y comienza a dejar por todas partes ropa (a ser posible, sucia), papelotes, zapatos y toda índole de incordios.

Hospes.-          Me gusta viajar con poco equipaje. Justo lo imprescindible. ¡Anda, qué despistado! Todavía llevaba en la maleta el bocadillo de sardinas que me puso mi tía al salir del pueblo. ¡Y ya hace cuatro días! (Muestra el repugnante amasijo)

Anfitrio.-        Huele bastante mal, la verdad.

Hospes.-          Es que son sardinas arenques, pero se conservan muy bien. Podemos aprovecharlas para cenar.

Anfitrio.-         (Horrorizado) No, no, déjalo. Mejor lo tiras. El cubo de la basura está ahí debajo. Oye: dónde dejo esto.

Hospes.-          (Que no ha cesado de esparcir bártulos) Ah, no sé, donde te parezca, tú sabrás. Por cierto: nada de tirar comida, nunca hay que tirar comida. La verdad es que siempre has sido algo derrochón. Ya verás cómo te ayudo a organizarte mejor.

Anfitrio.-         (Amoscado, alarmado) No, no es necesario. Yo me las apaño bastante bien. Además, total, para unos días…

Hospes.-          Sí, eso desde luego; a lo sumo cuatro o cinco semanas. A ver, alcánzame ese zapato. ¿Dónde habré metido el otro? ¡Tengo un despiste! (Comienza a revolverlo todo para buscar el zapato. Anfitrio le entrega el primer aromático  zapato con aprensión)

Anfitrio.-         ¿Cuatro o cinco semanas? Pero ¿no eran dos o tres días? Tú me habías dicho…

Hospes.-          ¡Ah, sí! Pero es que he tenido que cambiar de planes. Ya sabes: el hombre propone y Dios dispone. (Se acuesta en la cama y bota muy satisfecho) Oye: ¡qué cama tan cómoda! ¿Dónde vas a dormir tú?

Anfitrio.-         (Sarcástico) Pues precisamente en esa cama tan cómoda. Tú dormirás en el sofá ¿comprendes?

Hospes.-          Lo siento, pero no puede ser. Tengo problemas de columna y tengo que dormir bien estirado. El sofá me mataría, acabaría conmigo. (Enciende un enorme puro, que capa de un mordisco. Escupe los restos)

Anfitrio.-         ¡Eh! ¿Qué haces? En mi casa no se fuma ¿Te enteras? No soporto el tabaco y, si tú tienes problemas de columna, yo tengo problemas de narices ¡Me estás hinchando las narices! Así que ve levantándote de ahí y apaga esa porquería.

Hospes.-          ¡Vaya! ¿Con que éste es tu sentido de la hospitalidad? ¡No me esperaba eso de ti!

Anfitrio.-         ¡Yo tampoco me esperaba que tuvieses una cara tan dura! ¡Venga, levanta y apaga esa mierda!

Hospes.-          ¿Qué lo apague? ¡Claro que lo apago! ¡Mira cómo lo apago! (Hospes extingue el cigarro en el sitio más inadecuado: un bonito cuenco de porcelana, un vaso de refresco, el propio colchón, una ensalada estupenda…)

Anfitrio.-         ¡Cerdo asqueroso! ¡Ahora mismo recoges los trastos y te largas de aquí! ¡Fuera, largo! (Comienza a amontonar las cosas de Hospes en la maleta.)

Hospes.-         ¡Roñoso, neurótico! ¡No me da la gana de irme, y deja quietas mis cosas! ¡Déjalas! (Saca a tirones de la maleta todo lo que Anfitrio se afanaba en introducir)

Anfitrio.-         ¡Guarro!

Hospes.-          ¡Chiflado!

La escena puede finalizar de dos maneras: simplemente con un intercambio de gruñidos y tirones, metiendo y sacando chismes de la maleta, o bien, si el profesor de Expresión corporal ha enseñado a los actores a controlar estas cosas, con una pelea a brazo partido sobre el suelo.

FIN

¡Mira que es majo!

PERSONAJES

La Una

La Otra

Ambiente íntimo y relajado, una vez más. Estancias privadas de la una o de la otra; o bien, el acogedor pub de todas las tardes; o bien, el campus universitario con alguna que otra hierba superviviente; o bien, cualquier otro lugar apto para la amistosa confidencia, para abrir de par en par el cálido corazón femenino, vamos.

La Otra.-         (Entusiasta) La verdad es que me cae estupendamente. ¡Mira que es majo!

La Una.- (Risueña) Pues claro que lo es. ¿Por qué te crees, si no, que salgo con él?

La Otra.-   La verdad, es un encanto.

La Una.- Sí que lo es, sí.

La Otra.-  (Confidencial y sonriente, algo picarona) Y guapo ¿eh? Todo hay que decirlo.

La Una.- (Orgullosa y también algo picarona) Vaya, no está mal.

La Otra.-  Qué suerte tienes, hija!

La Una.- ¡Ni que tú fueras una desdichada! ¡Con el exitazo que tienes!

La Otra.- ¡Bah!, pero no es lo mismo. Ya quisiera yo uno como el tuyo. La verdad es que es un chaval increíble.

La Una.- No creas, que también tiene sus cosas.

La Otra.-   ¿Cosas? ¿Qué cosas? (Ríe escandalizada) ¡Podrás tú quejarte de “sus cosas”!

La Una.- (También lo encuentra muy divertido) No, no. Precisamente de esas cosas es de lo que menos queja tengo.

La Otra.-  ¡Qué golfa eres!

La Una.- ¿Yo? Vamos, que tú eres una santita.

La Otra.-   (Algo misteriosa) Buenooooo… Una santa del cielo, que si no…

La Una.- (Algo picajosa) Que, si no, ¿qué?

La Otra.-  Nada, nada. Yo sé lo que me digo.

La Una.- Pues yo, no. A ver: ¿qué te dices?

La Otra.-   Bah, ni caso. Cosas mías. (Breve silencio, suspiro) Desde luego, está enamoradísimo de ti.

La Una.- Eso creo. Y tú, ¿cómo lo sabes?

La Otra.-  Pues porque lo sé, porque se ve a la legua. Además, él mismo me lo ha dicho.

La Una.- ¿Qué te lo ha dicho? ¿Y cuándo te lo ha dicho?

La Otra.-   (Algo vacilante) No sé… siempre lo dice; en cuanto hablas con él cuatro palabras.

La Una.- Bueno, no creo que sea para tanto. Si, precisamente, es bastante reservado.

La Otra.-  ¡Uy, reservado! Eso dependerá de con quién. ¡Qué poco le conoces!

La Una.- ¿Ah, sí? ¿Es que tú le conoces mejor?

La Otra.-  Supongo que no, pero vete tú a saber. A veces un hombre necesita abrirse con una amiga de confianza, ya sabes.

La Una.- Pues no, no sé. Y tampoco sé para qué necesita a ninguna “amiga de confianza”, si ya me tiene a mi.

La Otra.- Pero no es lo mismo, entiéndelo. Es otro tipo de relación.

La Una.- ¡Vaya! ¡Pues no faltaría más! ¡Claro que es otro tipo de relación, digo yo!

La Otra.-  Oye: supongo que ahora no irás a ponerte celosa.

La Una.- ¿Yo celosa? ¿De quién? ¿De ti? Vamos, no digas tonterías.

La Otra.-  ¿De mi? ¿Por qué ibas a estar celosa de mi? Si, después de todo, no hemos quedado nada más que dos o tres veces para charlar.

La Una.- ¿Qué habéis quedado?  ¡Y me lo dices tan tranquila! ¡Pero qué poca vergüenza!

La Otra.- Oye, encima de que te soy sincera, ahora vas y te cabreas. Tenía que haberle hecho caso y no decir ni pío.

La Una.- ¿Que qué? ¡Esto ya es el colmo! Venga, larga de una vez: ¿qué es lo que os traéis entre manos ese desgraciado y tú?

La Otra.- Oye, ¿esto qué es? ¿La inquisición? ¡A ver si controlas tus ataques de cuernos!

La Una.- Y tú controla tu, tu… ¡Salida, que eres una salida! ¡No sé cómo no te da vergüenza!

La Otra.- Y tú una estrecha. ¿O es que te crees que no sé los cortes que le pegas al pobre chaval? (Risa francamente perversa)

La Una.- Y tú, en cambio, le sirves de desahogo ¿no? ¡Claro, si no vales para otra cosa!

La Otra.- Bueno, ¿y si fuera así, qué? ¿Qué pasaría?

La Una.- ¡Pues pasaría que te parto la cara! ¡Ven aquí, que te parto la cara! (Conato de persecución o similar)

La Otra.-  ¡Eh, eh, esas manos quietas, que me conozco!

La Una.- ¡Yo sí que te conozco, puerca, guarra!

La Otra.- ¡Eso se lo dices a tu angelito!... Mira, precisamente ahí llega. ¿Qué te parece?

FIN

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